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La vida y la gloria del Ojo del Siglo

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"No usemos flash, por respeto a la luz" (Henri Cartier-Bresson,
1908-2004)

Nació rico: familia de fuertes industriales, alta burguesía francesa, educación
clásica (el exclusivo Lycèe Condorcet, París. Pero fue un hombre de izquierda.
Le inculcaron valores y estética del siglo XIX, pero abrazó las explosiones
surrealistas de André Breton, de Marcel Duchamp, de Salvador Dalí, de Man Ray,
de aquella iconoclasta cofradía que sacudió a la década de los 20. Los padres lo
quisieron pintor, y lo fue, pero sólo en su adolescencia y en su vejez: después
de descubrir la fotografía, y cuando sus piernas ya no pudieron vagar por los
bajos fondos y las guerras del mundo. Recibió el toque de iluminación -ese
instante que cambia una vida- a los 25 años y luego de salir de una rara y larga
enfermedad -tenaces fiebres-. Nombre del milagro: Leica. Una perfecta cámara
alemana, no muy grande, no muy pesada, con lente normal (50 milímetros) y un
disparador silencioso como una araña "que me permitía acercarme a la gente en
puntas de pie y capturar su imagen sin que nadie lo advirtiera, como un espía".

En las siguientes cuatro décadas, siempre con la misma marca de cámara, la misma
medida de lente, siempre en blanco y negro, jamás con flash, recorrió el mundo
"como un simple fotoperiodista: no me gusta que me llamen artista", fue
bautizado ladrón de almas y el ojo del siglo, fue cien veces premiado, asombró
en sus decenas de exposiciones, y nunca abjuró de una de sus biblias
fotográficas: "No hay que traicionar los negativos. Se copian completos, sin
encuadrarlos ni recortarlos
". Más de un aspirante lo enfrentó: "Pero, ¿y cuando
la imagen queda demasiado chica?
". Seca respuesta: "La imagen no era chica:
usted estaba demasiado lejos…".

Parco, sutil, casi anónimo, eludió los
reportajes y mucho más -paradoja- las fotos: "El mejor fotógrafo del siglo es el
hombre menos fotografiado del siglo"
, sentenció un editor de Paris Match, la
revista que junto con Life publicó la mayoría de sus grandes trabajos.

Trotamundos, desdeñó registrar la vida burguesa de su origen: "Preferí los
arrabales, la miseria, los marginales, las guerras, el dolor del mundo".
Hacia
el 40, mientras cubría la segunda gran guerra para el ejército francés, fue
capturado por los nazis, arrojado a la lúgubre prisión de Wuttemberg y condenado
a picar piedras. La pesadilla duró tres años, tres intentos de fuga fracasados,
y una heroica cuarta vez que lo devolvió a la libertad y lo decidió a enrolarse
en la Resistencia Francesa. En 1947, junto a otro monstruo sagrado del
fotoperiodismo, el húngaro Robert Capa (seudónimo de André Friedmann), y sus
colegas David Seymour y George Rodger, fundó la agencia Magnum Photos: la
primera organización mundial de reporteros gráficos, en forma de cooperativa,
"que nos permitió romper la tradición de las publicaciones y las limitaciones
del fotógrafo obligado a trabajar por encargo. Salimos al mundo, elegimos
nuestros temas, logramos historias fotográficas -una novedad: más que una o dos
buenas fotos, un cuento o una novela en imágenes-, y las vendimos al mejor
postor"
. Capa murió en 1954, a los 43 años, despedazado al pisar una mina en
Indochina, pero Magnum perduró, y sus impactos periodísticos generaron muchos
brindis, como el inaugural: el de

Cartier-Bresson y sus tres socios al fundar la agencia, bautizada así porque la
marca de aquel champagne era Magnum…

Hasta hoy, la frase "El momento decisivo" (adjudicada a Cartier-Bresson como su
definición de la fotografía) sigue vigente. Sin embargo, no le pertenece: "Fue
idea de un par de editores norteamericanos para titular mi primer libro"
. En
realidad, su credo es más largo y variado: "La foto es una operación de la
mente, los ojos y el corazón para mostrar una realidad. El fotógrafo debe tener
mano de terciopelo y ojo de águila. La foto es un segundo, nada más: un segundo
irrepetible que, si se pierde, se perdió para siempre, y es deshonesto
rescatarlo con manipuleos de laboratorio. Acérquese al objeto con paso de lobo:
si le descubren la cámara, es mejor no usarla. Por último: una buena foto es
cuestión de segundos... o de días, pero no intente lograrla apretando el
disparador como una ametralladora, porque sólo acumulará imágenes inservibles".

Cercanos sus 70 años, se refugió en su casa de París y, por más de un cuarto de
siglo volvió al primer arte y oficio de su primera juventud: el dibujo y la
pintura. Algunos titulares anunciaron que El mago colgó la cámara, pero no fue
tan así: de tiempo en tiempo exhumaba su Leica, siempre lista en una pequeña
mochila, para retratar a unos pocos amigos, y cuando alguien le preguntaba qué
estaba haciendo, respondía:

-¿Qué hago? Miro…

Dejó de mirar y de respirar el 3 de agosto del año pasado, a los 95 años, en
otra de sus casonas: Le Claux, norte de Marsella. Pero el mundo
seguirá
mirándolo. Eternamente.

Año 1992. En su casa de París, Cartier-Bresson se dibuja a sí mismo tomando como modelo una foto… de sí mismo: un juego similar al célebre cuadro Las Meninas (1626), de Diego Velázquez. La foto es de Martine Franck, de la agencia Magnum.

Año 1992. En su casa de París, Cartier-Bresson se dibuja a sí mismo tomando como modelo una foto… de sí mismo: un juego similar al célebre cuadro Las Meninas (1626), de Diego Velázquez. La foto es de Martine Franck, de la agencia Magnum.

Así captó Cartier-Bresson a dos prostitutas.

Así captó Cartier-Bresson a dos prostitutas.

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