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La verdad de su internación

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Alas 11.10 de la mañana del martes 8 de octubre, el cirujano Cristian Fuster, de 40 años, se quitó los guantes y la mascarilla en el quirófano del noveno piso del Hospital Universitario de la Fundación Favaloro. El jefe de Neurocirugía del Instituto de Neurociencias de esa institución respiró hondo mientras se lavaba las manos y echó una mirada a la camilla, donde apenas tapada por una sábana, aún dormía por efectos de la anestesia (inoculada por el doctor Luis Valdivieso), la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner. La operación en la que se evacuó un hematoma subdural en el hemisferio derecho de la mandataria, que él y su equipo (los doctores Jorge Mandolesi, Javier Salazar y Pablo Rubino –jefe de neurocirugía vascular del Instituto Fleni–) le habían practicado –y había comenzado a las 8.45– estaba concluida después de dos horas y veinticinco minutos. A su alrededor también se felicitaban los doctores Facundo Manes, director del Instituto de Neurociencias, y Gerardo Bozovich, director médico de la Fundación, con los integrantes de la Unidad Médica Presidencial, Luis Buonomo y Marcelo Ballesteros.

“Fue un éxito”, les comunicaron a los familiares. En el noveno piso del Centro Universitario Favaloro –cerrado para la atención de la mandataria– Máximo y Florencia Kirchner, los hijos, respiraron aliviados. Más abajo, en el sexto, a Cristina la esperaba la habitación 601, donde pasó la noche anterior a la operación y se recuperará después de estar entre 24 y 36 horas en Terapia Intensiva. Allí, controlada por el doctor Francisco Klein, director del Centro de Accidentes Cerebrovasculares del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro, le terminarán de drenar la zona afectada; estará, en principio, alimentada por suero. Después de una semana en la habitación común, podrá estar en Olivos. Y entre quince días y un mes más, volver al trabajo.

En la habitación contigua (la 602), además de estar destinada a sus hijos, también aguardaban las noticias Ofelia Wilheim, la madre; Alicia Kirchner, la cuñada; y unos pocos allegados de la política: Oscar Parrilli, Wado de Pedro, el Cuervo Larroque, y el vocero Alfredo Scoccimarro. En la localidad de San Martín, adonde había concurrido a un acto, el gobernador bonaerense Daniel Scioli fue el primero en comunicar oficialmente el suceso de la intervención, y que todavía estaba saliendo de la anestesia. Afuera de la Fundación Favaloro, sobre las calles Venezuela y la avenida Belgrano, estallaron los aplausos de cientos de seguidores.

Mientras tanto, Cristina despertaba: lo primero que pidió fue... ¡agua! Estaba muerta de sed. Pero antes de ir a terapia y ver a sus hijos faltaba practicarle un estudio más: la tomografía computada que, una hora y cinco minutos después de finalizada la intervención, le hicieron para verificar el estado de la zona afectada. El resultado fue positivo. Por supuesto, antes de operarla, su cardiólogo personal, Ramiro Sánchez, y el jefe del área de la Fundación Favaloro, Oscar Mendiz, se habían asegurado de que la arritmia que padece Cristina –y había sido el motivo principal de la consulta médica del sábado 5 que derivó en la operación– no iba a complicar el trabajo de los cirujanos. Todo terminó bien, pero fue el susto de salud más grande desde que Cristina es presidenta.

Leé la nota completa en la edición 2516 de Gente. Minutos antes de la una de la tarde, Cristina Fernández llegó a la Fundación Favaloro, con anteojos negros y sin maquillaje. Enseguida fue trasladada a la habitación 601. Allí se preparó para la operación, que incluyó un estudio cardiológico que llevó tranquilidad.

Minutos antes de la una de la tarde, Cristina Fernández llegó a la Fundación Favaloro, con anteojos negros y sin maquillaje. Enseguida fue trasladada a la habitación 601. Allí se preparó para la operación, que incluyó un estudio cardiológico que llevó tranquilidad.

La madre de la Presidenta, Ofelia Wilheim, arribó el domingo por la noche para saludar a su hija antes de la operación. Lo mismo hizo su hijo, Máximo, que viajó de urgencia desde Río Gallegos el sábado cuando se enteró que su madre padecía un  hematoma subdural.

La madre de la Presidenta, Ofelia Wilheim, arribó el domingo por la noche para saludar a su hija antes de la operación. Lo mismo hizo su hijo, Máximo, que viajó de urgencia desde Río Gallegos el sábado cuando se enteró que su madre padecía un hematoma subdural.

La gente, embanderada y expectante, se reunió desde temprano en la puerta de la clínica, para “hacerle el aguante” a la Presidenta. Ella lo agradeció, emocionada.

La gente, embanderada y expectante, se reunió desde temprano en la puerta de la clínica, para “hacerle el aguante” a la Presidenta. Ella lo agradeció, emocionada.

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