«La prisión fortaleció nuestro amor» – GENTE Online
 

"La prisión fortaleció nuestro amor"

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Son las tres y media de la tarde y Carlos Menem duerme su siesta de rigor. En la coqueta zona de Las Condes, en Santiago de Chile, sopla una brisa calurosa y a la vez seca.

"Lo acuesto a mi amor apenas terminamos de almorzar y en poco tiempo estaré lista para las
fotos
", había dicho Cecilia Bolocco la noche anterior a la entrevista. Y así fue, al pie de la letra. 

Ella, vestida de celeste y blanco ("Uy, después me van a cargar por los colores, pero no es nada
alusivo
", dice al pasar), se acomoda en la galería de su departamento en planta baja, donde las palmeras se mezclan con los muebles de rattan. Está más flaca que cuando se casaron, apenas maquillada, con un
Patek-Philippe de acero en la muñeca y unos aros discretos de oro blanco y brillantes. Parece cansada
("No paramos desde el martes 20"), se la ve feliz. Es que el primer fin de semana post-liberación fue tal vez más ajetreado de lo que habían imaginado, aunque no menos placentero. Hubo desde mucha intimidad familiar -incluido el festejo de cumpleaños de Rose Marie Fonck, la suegra de Menem- hasta golf y compromisos. La charla, que durará poco más de una hora, comienza informalmente mientras ella acomoda algunos adornos.
"No hay caso. Cuando no estoy en casa, se nota", acota, como lo haría cualquier mujer obsesionada por el orden.

-¿Cuáles fueron las primeras palabras que le dijo Menem en libertad?
-(Silencio absoluto). Nos abrazamos un largo rato y nos quedamos en silencio. No me acuerdo exactamente qué nos dijimos, las palabras estaban de más. La emoción de estar juntos en libertad, de saber que las cosas se empezaban a ordenar, el sentimiento de justicia... No fue un diálogo como para el bronce. Hubo otros momentos en que me dijo cosas increíbles. Aquel instante fue de absoluta tranquilidad. 

-¿Qué resulta de rebobinar los 167 días en Don Torcuato?
-Vida. Con dolor, con pruebas, con mucho amor, con bendiciones. Si hago la raya para la suma, recojo lo más valioso: la prisión fortaleció nuestro amor. Fue una prueba potente, citando a Nietzsche:
"Lo que no te mata, te fortalece".

-La vuelta a Comodoro Py...
-Se volvió a repetir la historia. No me voy a olvidar nunca del pasado 7 de junio, cuando partimos en la mañana a los Tribunales. La odisea del traslado, los cuatro autos en los que nos movilizamos, chocados, la violencia, la agitación. En el aire todo hervía. En Tribunales, el trato era frío y distante. Me hicieron sentar en una salita mientras Carlos era sometido a la indagatoria. Bueno, el 20 de noviembre hicimos el mismo trayecto, pero con otro aire. Los rostros de la gente eran los mismos, pero parecían otros. La salita era la misma, es más, yo pedí de volver. No me quería olvidar de ese lugar, quería verlo ese día en el que también se escribía la historia, pero con un final tan distinto. Mientras Carlos estaba con el juez Urso, yo permanecí en la sala. Antes había sido eterno, el 20 de noviembre fue un instante. Me grabé cada cosa que vi: me llamó la atención la cantidad de papeles, mucho expediente, mucho libro. Había una radio apoyada en dos sillas y encima, el Código Penal. Un toque surrealista.
Cuando fui a la salita la primera vez no sabía cuántas veces más volvería a pasar por ahí. No estaba preocupada por registrar nada; sólo rezaba con los ojos cerrados. La segunda vez, quise ver todo. Y después lo escribí.

-Nadie apostaba un peso a que una estrella como usted soportara la prisión domiciliaria...
-Para Carlos también fue una prueba de amor. En un primer momento, él no pensó que yo iba a quedarme a su lado. Para mí, no fue soportar, me quedé con gusto al lado de mi amor. Eso elegí el 26 de mayo: estar a su lado. Lo que pasa es que no muchos creyeron o entendieron. Para quienes aman, es lógico. Para quienes nunca creyeron en el amor, encontrar una justificación es casi imposible. Con amor, cualquier adversidad es soportable. 

-Los días encerrada cursó una suerte de master en política, estrategia y derecho.
-Sí. Creo que fue un curso intensivo. Además de haber aprendido, en muy pocos meses conocí a sus verdaderos amigos, algo que me hubiera demorado toda una vida. Descubrí quiénes están con él por sincero afecto y que no esperan más que su compañía a cambio. Todo esto sirvió para limpiar el territorio, pero no voy a dar nombres.

-¿El "cautiverio" le cambió el carácter a Menem?
-No creo que lo haya cambiado. Aunque tal vez sí está mucho más tranquilo. El aprendió a disfrutar de un supuesto hogar, aunque Don Torcuato no podemos llamarlo como tal. Se acostumbró a estar sosegado, en silencio profundo, dedicado a leer. Antes necesitaba adrenalina a cada instante, vivir en movimiento, si no parecía que caminaba por las paredes. Ahora, ya no. 

-Su presencia pasó a ser primordial en la arena política menemista. Para algunos medios, Cecilia Bolocco es la renovación.
-No leo ni veo televisión argentina. Desde que ingresamos a la quinta de Gostanián, Carlos me pidió por favor que no prendiéramos la televisión para ver otra cosa que no fuera un partido de fútbol o algún informe de última hora de
CNN. No he visto televisión argentina; los diarios Clarín y La Nación llegaban hasta las manos del secretario de Prensa, que le daba un informe general a Carlos. Para mí, el encierro fue como una desintoxicación. No quería leer ni las notas que me recomendaban algunos amigos. Yo soy testaruda, si no había comulgado con las barbaridades que habían dicho antes, menos quería leer lo que decían entonces. Sé muy bien por qué estoy acá y sé bien qué tengo que hacer. No quiero que se prenda nada a mi corazón de lo que opinen otros. Yo escucho a mi conciencia en primer lugar, que hace lo que dicta mi corazón. Miro los ojos de Carlos y sé cuando las cosas están bien hechas. Yo estaría loca si escuchara todo que dice la gente, ya sea del entorno, de afuera, de los medios. 

-En ciertos círculos políticos dicen que hará imbatible a Menem porque, por su condición mediática, llega al corazón de la gente.

-Yo siempre trabajé en el campo de las comunicaciones. Y siempre lo vi de una manera simple: trabajo en esto porque me gusta estar cerca de la gente. Es un compromiso real que existe, de entrega absoluta. A mí, en Chile, desde que fui
Miss Universo, la gente me adoptó como parte de la familia. Y con gratitud he seguido trabajando en ese campo, con un compromiso alto a nivel social. Yo sé que desde el minuto que salgo de mi casa, ya no me pertenezco. Entiendo que me ven como si fuera de ellos y no me resisto a eso. A mí me criticaban porque decían que vendía mi vida privada. Yo no vendo nada, la prensa me sigue todo el día. Para mí, las reglas son claras: acepto esto, mi entrega es completa. Carlos lo vive igual que yo, y siempre lo hizo. Y ojo, no es un trabajo, es una elección de vida.

-¿Pero siempre, aun cuando era una star, visitó escuelas y hogares?
-Sí, claro. En la Argentina no se sabía. Además yo tampoco era popular en tu país. Yo hice eso toda la vida, en cada uno de mis programas de tele recaudamos no sé qué cantidad de millones de dólares para distintas fundaciones. Levantamos muchos pueblos al norte de Chile después de los terremotos e inundaciones. El mismo año que salí Miss Universo empecé a ser solidaria con los que la pasaban mal. No podía entender que a mí me quisieran y me aplaudieran a cambio de sonreír. Me parecía que debía usar esa tribuna para devolver algo, al menos la esperanza. Podría mencionar muchas de las fundaciones con las que colaboro, pero no viene al caso. Ser
Miss Universo por ser Miss Universo me parecía vergonzoso. 

-¿Es consciente de que ya está en campaña?
-Estoy para ayudar al hombre que amo. Y estamos juntos porque compartimos la forma de encarar la vida. El, a los 71 años, después de todo lo que ha vivido, sigue con las ganas de servir a la Argentina, que hoy está destruida. Respecto de la campaña, todos se atajan:
"No sabes lo que te espera". Yo estoy segura de que si Carlos puede hacer todo lo que quiere hacer, yo también podré. Tenemos la energía del amor. Para él, a su edad, es cargarse con una responsabilidad gigante. Pero siente que es su vocación, su deber, es un político de raza.

-¿A alguien que viene del showbusiness no la atemoriza el mundo político?
-No a mí. Soy tremendamente consciente de que, en la medida que uno pone todo de su parte, importa el esfuerzo y no el resultado. Yo no hago las cosas para satisfacer ambiciones mías. A Carlos sí le gustaría ser presidente porque podría hacer funcionar a la Argentina como él cree que debería funcionar. Podría implementar sus proyectos de gobierno. De cualquier forma, estoy segurísima de que si no llegara a la conducción, seguiría aportando con su trabajo. 

-¿Es cierto que su familia está descontenta frente a su nuevo rol?
-Después de lo que pasamos, ya se dieron cuenta de que en realidad todavía no inventaron la forma de destrozar nuestro amor, de separarnos. Yo no puedo no acompañarlo. Me casé para estar con él. Compartimos todo y estamos curtidos para la misma actividad. 

-En lo intelectual, ¿cómo se prepara para estar al lado de su marido?
-Gracias a Dios en estos cinco meses y medio leí mucho, porque tenía tiempo libre. Estudié algo de filosofía: Kant, Nietzsche. También, muchos libros de historia argentina. Pero básicamente lo que me interesa es la filosofía. 

-¿Les guarda rencor a quienes encarcelaron a Menem?
-Soy una convencida de que aquellos que hacen mal sufren más que aquellos a los que le prodigan ese mal. La respuesta está frente a nuestra vista ahora. Mira cómo está Carlos y mira al resto. Sólo los grandes hombres pueden crecer en la adversidad. Y parte de ese crecimiento es el perdón; Menem sabe perdonar. 

-¿Hay algún político argentino que la seduzca ideológicamente?
-No me siento capacitada para hacer un análisis político, porque este tiempo que viví en la Argentina estuve cerca de Carlos y de sus amigos políticos, de quienes no hablaría como políticos, porque son sus amistades. No sé por qué la Argentina está tan apagada, la gente tiene una sensación de no querer ver. Pero soy una convencida de que va a salir adelante porque cuenta con lo más importante: un pueblo que quiere trabajar. El problema es que no tiene cómo ni dónde ni quién le resuelva los problemas. La gente necesita liderazgo y alguien que le haga recobrar la confianza.

-Carlos Reutemann dijo: "A Menem no lo paran ni con la Muralla
China"
.

-Yo lo dije en mi primer discurso. A él no lo detiene nadie más que Dios en esta vida. A él lo mueven su corazón y sus principios, no lo mueven los entornos ni las conveniencias.

-En la intimidad, ¿usted lo "gobierna" a Menem? 
-(Risas). A él le gusta que yo lo cuide y le diga qué tiene que hacer. El necesita que alguien le diga
"no". El sábado, por ejemplo, iba a ir a jugar golf... Y el viernes a la noche había tenido algo de fiebre. Yo le sugerí que no fuera y no fue. En el fondo, le gusta que me ocupe de él.

-¿Sueña con la Casa Rosada?
-Hoy por hoy, sueño con reorganizar nuestra vida y tener una casa propia, un hogar. Para después sí, salir a caminar la Argentina con la energía de nuestra relación. Anoche Carlos me contó que tuvo un sueño en el que estábamos juntos en un acto político... Pero es muy privado. Hoy aspiro a ordenar un poco nuestra vida, mañana nos mudamos al departamento de zona Norte. Por fin... Todavía hay un montón de regalos de casamiento que no están abiertos.

-¿Menem le dice que es feliz?

-Todos los días. Ahora lo veo tranquilo, pausado, aliviado. Con un sueño latente entre manos: la posibilidad de estar cerca de la gente. 

-¿Zulemita se acercó cuando fue liberado?
-No. Respetamos sus tiempos, las puertas de nuestra casa están abiertas para ella.

-¿Siguen buscando un hijo?
-Claro. El tema es que pasamos cinco meses tan presionados... Tomarnos la responsabilidad de encargar un hijo en situaciones complicadas era demasiado. Tras que estábamos estresados, contábamos las fechas. Ahora nos damos un mes y medio más de chances hasta terminar el año. Y después, veremos.

-¿La luna de miel será en Miami?
-No creo. Seguramente va a ser secreta. Necesitamos hacer vida de pololos. Sin compromisos, sin atender gente, sin agenda. Y por ahí, entonces, venga el pollo chico. Estoy segura de que nuestro bebé va a ser igual a él.
En su casa de Las Condes -el barrio residencial en las afueras de Santiago-, Bolocco recibió en exclusiva a <i>GENTE</i>.  Es un departamento amplio, en planta baja, en el que se mezclan los muebles de estilo con cuadros, fotos y platería criolla.

En su casa de Las Condes -el barrio residencial en las afueras de Santiago-, Bolocco recibió en exclusiva a GENTE. Es un departamento amplio, en planta baja, en el que se mezclan los muebles de estilo con cuadros, fotos y platería criolla.

Cecilia, elegantísima, junto a su marido, en el agasajo que les ofreció Eduardo Rodríguez Guaraschi -ex embajador chileno en la Argentina- en el restaurante italiano <i>Da Renato</i>.

Cecilia, elegantísima, junto a su marido, en el agasajo que les ofreció Eduardo Rodríguez Guaraschi -ex embajador chileno en la Argentina- en el restaurante italiano Da Renato.

Cecilia con la enviada de <i>GENTE</i> en su casa de Las Condes.

Cecilia con la enviada de GENTE en su casa de Las Condes.

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