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La princesita argentina

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"Alex, despertate…¡ya viene!"

No, no le dijo: "Había una vez…". Con una mano en su vientre, lo arrancó de la
cama real, así, de un sacudón tan maravilloso como urgente. No habría pompa
ni ceremonia algunas para el kick off de este cuento de hadas. La habían esperado durante casi nueve meses, y se les adelantó, por casi uno. Y fue magia. Su princesita,
finalmente, latiendo por salir. 9 horas -tiempo holandés- del último domingo, Villa Eikenhorst, en Wassenaar, a pocos kilómetros de La Haya, capital administrativa de Holanda.

Máxima rompe bolsa. Guillermo Alejandro todavía duerme. Y lo despierta, lo sacude. Era, sin señal alguna, la hora señalada. Se despabila, y la sube de arrebato a su automóvil Audi. Pisa gallardo su acelerador en el tráfico matutino, como buen príncipe, en su corcel de acero, con su princesa en el apuro más dulce de su vida. Y se pregunta
si, tal vez, sigue soñando.

Hospital Bronovo, en pleno centro de La Haya. Todo preparado. Jana Smeets, obstetra, hace lo suyo. Serían ocho extenuantes horas de parto, natural y sin anestesia. Máxima,
consciente y fuerte a través de todo. Su hombre, siempre a su lado: "¡Vamos Max, pujá!" En cada jadeo de su respiración, en cada gota de sudor, su príncipe. 17:01 horas. El llanto, el tan esperado llanto. Y Guillermo Alejandro, Alex -como
le dice ella en la intimidad- corta el cordón umbilical. No alcanzan trompetas para anunciarlo, ni ríos de tinta para volverlo mito. Esto es demasiado: 3,310 kilográmos, 52
centímetros de estatura. Dieciséis millones de holandeses, sus futuros súbditos, gritaron: "¡Viva!", por estas playas, hubo eco. Catharina Amalia Orange Nassau, segunda en línea
a la corona de Holanda, bienvenida al mundo. Por primera
vez en la historia, una princesa con sangre argentina. Y
Máxima, a sus 32 años, mamá. Finalmente. Ahora sí, podemos
decirlo: "Había una vez…"

Máxima, apenas pudo rescatar un respiro, lanzó: "La quise tener como una mujer de verdad... como cualquier mujer". Y no le fue fácil. Nueve semanas antes, un pequeño calvario: reposo absoluto, totalmente de espaldas en su cama. Sin siquiera
un almohadón. ¿Por qué? Su elevada presión arterial le agregaba
riesgo a su embarazo. Y en la tarde del jueves último, un
alivio: su beba ya estaba formada del todo, podría levantarse.
Sus padres, Jorge y María del Carmen Zorreguieta, habían llegado
a La Haya en la noche del domingo 30 de noviembre. La
prohibición que pendía sobre don Zorreguieta -por su labor
como secretario de Agricultura en la última dictadura militar,
que le valió el destierro de la boda de su hija en febrero de
2002- se desintegraba del todo. Pero, por si las moscas, pasó
sin ser visto. Y ella con su madre, ese mismo jueves, salieron
de shopping por el centro de La Haya: el ajuar las esperaba.
Cunas, cambiadores y demás delicias de la vida maternal. Y
María del Carmen sería la primera en felicitarla tras el parto en
la clínica Bronovo. Jorge Zorreguieta, en cambio, estimó que
su hija no daría a luz todavía. Ese mismo jueves, zarpaba hacia
Buenos Aires, para regresar a su trabajo como presidente del
Centro Azucarero Argentino. La noticia lo capturó en el country
Pingüinos, cercano a Ezeiza, donde pasa los fines de semana.
Y al llegar, bolso en mano, a su departamento en Barrio Norte,
lanzó fiel a su sequía: "Estoy muy contento de ser abuelo, de
que mi hija haya sido mamá, y de que todo haya salido bien"
.

Su hermano Martín -desde Villa La Angostura, enterrado de
cabeza en el éxito de su bistró Tinto, y su mujer, Mariana Andrés,
dedicada de lleno al flamante deli, Al fondo a la derecha,
que inauguraron hace un mes-, clamó a GENTE: "Me llamaron
con la noticia, ¡y no lo podía creer! La verdad que estoy chocho,
muy feliz. Bah, como cualquier tío. Aunque no creo que
sea el padrino de la beba. Como hay mucho laburo en el restaurante,
no creo que pueda ir a Holanda. Ni para Navidad.
¿Papá yo? Algún día llegará. Por ahora, estamos dedicados a
nuestros proyectos laborales
".

La reina Beatriz esperaba su llamada, colgada al aparato en
Huis ten Bosch, su palacio de tres siglos, muy cerca del de
Máxima y Guillermo Alejandro. Y al filo de la noche, llegó para
conocer a su nieta, acompañada por su hijo, el príncipe Juan
Friso -hermano mediano de Guillermo Alejandro-, junto a su
prometida, Mabel Wisse Smit. Se abalanzó sobre su nieta,
claro está. Y en nuestro cuento, papá, el príncipe feliz. Cuando
todavía sus ojitos no veían al mundo, tomó su cámara digital,
para la primera foto. El mundo esperaba. Y, princesita en
brazos, salió, para que ese mundo la conociera. No podía dejarla. Esto es lo que dijo: "Soy el hombre más orgulloso del planeta. Y Máxima, la mamá más increíble. Ella ha sido muy valiente. Junto a ella, anunciamos felices el nacimiento de esta
beba, para nosotros, la más hermosa del mundo. Es suave como
una nube
". Máxima, extenuada luego de ocho horas de parto, faltó a la cita. Y pocas horas después, el alta. Regresaron los tres a Villa Eikenhorst. A su primera noche como familia. A su cuento de hadas perfecto. En la mañana holandesa del martes,
10 horas, Guillermo Alejandro, junto al Primer Ministro, Jan Peter
Balkenende, cumplió con su deber de ciudadano, y anotó a
Catharina Amalia Beatrix Carmen Victoria en el registro oficial en
La Haya. Allí, fue inscripta como ciudadana y noble. Y colorín
colorado… pero, ¡alto! Porque esto no termina aquí ¿Qué pasará con el bebé real, con esa chiquita rubia como su padre, y el argentinísimo aire de su madre? ¿Qué será de su
vida color de rosa? Primero, crecerá con su ejército de nannies y nurses en Eikenhorst, para cada pañal y pucherito. Luego, a educarse: será en una escuela pública -de excelentísimos
niveles en Holanda, cabe aclarar- como toda niña del reino, y como lo hicieron sus tíos reales. O puede hacer como papá, y concluir sus estudios secundarios en Inglaterra. Su religión: protestante, en el marco de la Iglesia Reformista Holandesa,
y no el catolicismo de su madre. Si sus padres deciden
separarse, su sangre argentina perderá el match frente a
su corona holandesa, y permanecerá con la nacionalidad de
su país de origen, bajo el ala de la Casa Real.

Su nombre, un tanto peculiar, no viene sin magno antecedente.
Dos grandes mujeres la preceden en su árbol genealógico:
Catalina la Grande -emperatriz de Rusia, nada menos- y
Amalia Van Solms. La última, allá por 1625, fue esposa del rey
Federico Enrique de Holanda. Su único hijo, Guillermo, tomó
por esposa a la mítica reina María Estuardo, hija de Carlos I de
Inglaterra, para convertirse en el rey Guillermo III. Historia a esta
chiquita no le falta. Y que haya nacido niña es un excelente
presagio: por más de cien años, desde la reina Guillermina
-bisabuela de Guillermo Alejandro-, las mujeres han llevado la
coronita, en una dinastía con ochocientos años de historia.
Mientras tanto, ya tiene una primita royal para jugar: la princesa
Eloísa Sofía, de un año, hija de Constantino -hermano menor
de su padre-, y su plebeya, Laurentien Brimkhorst.

Y cruzando la mar, feriado nacional. El pueblo saltó a las calles
teñidas de naranja -color de la Casa Real-, y ató un listón del
mismo tono a la bandera nacional, al son del descorche del
Op Oranje, un alcohol amargo especialmente bebido en el nacimiento
de sus herederos, para finalmente compartir las tradicionales
galletas gigantes. Mientras tanto, ciento un salvas
de cañón tronaban para recibirla en las ciudades de La Haya
y Den Helder, así como en Aruba y las Antillas holandesas. Para
esta Navidad, la visitarán sus tíos maternos Juan e Inés, y
sus abuelos porteños.

Y un día, será reina. Una argentina con coronita, nada menos.

por Federico Fahsbender
entrevistas: María Noel Alvarez
fotos: AFP, Argenpress, Matías Campaya, Henry von Wartenberg y Archivo Atlántida

Tenía tan sólo una hora de vida. Y el príncipe Guillermo Alejandro no pudo contenerse. Con su propia cámara, le tomó esta fotografía. Para que el mundo la conociera y estuviera tan orgulloso como él.

Tenía tan sólo una hora de vida. Y el príncipe Guillermo Alejandro no pudo contenerse. Con su propia cámara, le tomó esta fotografía. Para que el mundo la conociera y estuviera tan orgulloso como él.

Catharina Amalia, vestida de encaje, en los brazos de Guillermo. Soy el papá más
orgulloso del mundo, y Máxima es una mamá increíble", aseguró.
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Catharina Amalia, vestida de encaje, en los brazos de Guillermo. "Soy el papá más
orgulloso del mundo, y Máxima es una mamá increíble
", aseguró.

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