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La Pingüina salió al ruedo

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Caminó hacia el camarín número 4 del teatro Argentino de La Plata cuando todavía flotaban aplausos y papelitos en el aire del sobrio escenario, y dejó el ramo de rosas rojas sobre la mesa. Recibió, primero, a Alberto Fernández, el jefe de Gabinete, que la felicitó. Pero esperó que llegara el Presidente, su marido, para recibir la aprobación que esperaba. Quizá, la única opinión que le importaba oír sobre el discurso que acababa de pronunciar. “Estuviste muy bien”, le dijo Néstor Kirchner, y entonces Cristina Fernández, la senadora, la Primera Dama, de espaldas a los dos espejos del recinto, se relajó por primera vez en esa noche tan especial, la del lanzamiento oficial de su candidatura a presidente en las elecciones del próximo 27 de octubre. Tomó un sorbo más de agua mineral Nestlé, y ahora sí, el resto de los funcionarios comenzó a abarrotar la pequeña habitación, donde apenas entraba un sillón, dos sillas y la mesa ocupada por las flores y la cartera color crudo: el vicepresidente Daniel Scioli, el gobernador Felipe Solá, el secretario Legal y Técnico Carlos Zannini y Oscar Parrilli, quien le lleva la agenda.

Después bajó, junto con el Presidente, hasta el hall del teatro, y se mezcló con la gente que quería un saludo suyo o una foto junto a la candidata. Apareció espléndida, con el look renovado, un poco más clásico, con el pelo castaño rojizo que horas antes, en la residencia de Olivos, le había modelado Alberto Sanders, el tailleur color crudo de lanita espigada con encaje chantilly en los bordes de la manga y la falda que le había diseñado Susana Ortiz, los zapatos al tono de Claude Benard, las joyas de siempre –aros y anillos de oro y brillantes, un collar con esfera de brillantes– y el maquillaje –esta vez más suave– que, como siempre, es de su entera responsabilidad y ejecución. Desde el hall continuó por ascensor hacia el segundo subsuelo del teatro, donde ya tenía preparado un auto que compartió con Kirchner (como gusta llamar a su marido), y al que también trepó el vocero Miguel Núñez, que oscila entre ser presidencial y de la Primera Dama, pero que de todos modos apenas sobresale por su mudez. A toda velocidad, perseguidos por una nutrida custodia, arrancaron de allí y pusieron proa a la residencia del gobernador bonaerense, donde los esperaba una recepción preparada por Solá.

BUENA RECEPCION. El Salón Francés de la mansión platense estaba iluminado a pleno. A las nueve de la noche ya estaban allí los anfitriones (Solá y María Elena Chávez, su novia), a los que se sumó una reducida lista de invitados: Daniel Scioli, Alberto Fernández, los ministros Aníbal Fernández, Nilda Garré y Alberto Iribarne, el posible candidato a vice de Scioli, el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación Alberto Balestrini (quien al salir señaló que “estoy realmente muy contento en el lugar donde estoy. Son versiones, pero como candidato a vicegobernador no voy a ir”), la vicegobernadora Graciela Gianettassio y los gobernadores radicales K Julio Cobos, de Mendoza (a la espera de su designación como vice de Cristina el 28 de este mes), Gerardo Zamora, de Santiago del Estero, y Arturo Colombi, de Corrientes, y el secretario de Medios de Comunicación, Enrique Albistur.

Poco después de comenzado el ágape, casi corriendo, arribó Karina Rabolini. Todos ellos disfrutaron una entrada de fiambres y quesos con panes saborizados, filet de salmón, cazuelitas de lomo al verdeo, pollo con espárragos –lo único que comieron Néstor y Cristina– y sushi. Pero, pese a que allí estaba la pareja presidencial, la estrella de la noche fue la insólita mascota de Pilar, la hija de María Elena Chávez: un corderito negro –aunque no se sabe si patagónico– con el que hasta jugó el propio Kirchner. Cuarenta y cinco minutos después de llegar, justo antes de que hiciera su entrada la mesa de tortas, el Presidente y la senadora se retiraron rumbo a Olivos. Esa noche habrán repasado las imágenes y las palabras del lanzamiento.

¡LARGO...! El comienzo del acto estaba previsto para las seis de la tarde. A las cinco, los dirigentes comenzaron a llegar a La Plata. En los alrededores sonaba rock nacional. Hubo, también, peleas entre partidarios cristinistas que pugnaban por un lugar lo más cercano posible a la puerta del teatro. En un primer momento, el lanzamiento había sido planeado para el Estadio Unico de La Plata, con 20 mil personas en las tribunas. Sin embargo, el temor de que se convirtiera en un nuevo San Vicente hizo cambiar la idea, y se retornó al mismo escenario donde comenzó la campaña a senadora nacional hace dos años para enfrentar a Chiche Duhalde.

El superpullman estuvo reservado para los invitados más importantes. En el centro y delante del inefable piquetero Luis D’Elía, la madre y la hermana de Cristina, Ofelia y Giselle. Cuando ya había comenzado el discurso, tratando de pasar inadvertido, Máximo Kirchner –con un estilo bastante informal– llegó y se ubicó al lado de su abuela. Florencia, la más chica de los hijos del matrimonio, no estuvo en el lanzamiento de su mamá.

A la izquierda se ubicaron la flamante legisladora y ex telermanista Gabriela Cerruti (muy escotada). Aníbal Ibarra, Carlos Heller, Miguel Bonasso, Ariel Basteiro y el dirigente piquetero platense Emilio Pérsico. Al frente se sentaron los funcionarios del gabinete: Julio de Vido, la denunciada Nilda Garré, Daniel Filmus, Carlos Tomada, Alicia Kirchner, Ginés González García, Alberto Iribarne y el nuevo ministro de Economía, Miguel Peirano. Detrás, los gobernadores (a excepción de De la Sota, que estaba a un asiento del Presidente, lo mismo que el senador José Pampuro) y otro dirigentes. En la platea, el resto de los invitados, con algunos famosos, entre ellos un ovacionado Leonardo Favio, Adriana Varela y Larry de Clay.
El teatro estalló en aplausos minutos antes de las siete, cuando ingresó el presidente Kirchner, seguido por Daniel Scioli. A su izquierda se ubicó Alberto Fernández. Dos minutos antes de cumplirse una hora de retraso, las luces se apagaron, y en una pantalla comenzó a proyectarse un video donde se mezclaron imágenes familiares con distintos momentos de la carrera de Cristina, con la voz de Patricia Sosa cantando Aprender a volar (banda de sonido de la novela del mismo nombre que protagonizaba Gloria Carrá) de fondo. De la Marcha Peronista, ni el bombo se oyó...

PALABRAS. Y entonces, sí, comenzó el discurso. Fuerte. Potente. Sin cifras, como señaló la candidata. Alguna frase fue un golpe al duhaldismo: “La situación, la vida de los argentinos, se arregla o se desarregla desde la economía. Esa es la historia. No se soluciona desde la acción social”. Otra remitía a una de sus obsesiones: “La autoestima y la construcción del esfuerzo y del trabajo tiene que ser el eje central de la Argentina”. Y casi se quiebra cuando le habló a su esposo, a quien llama Kirchner o trata de usted: “Por más que usted tenga la sincera vocación de ser un hombre común es, y no desde ahora, desde que lo conocí, un hombre fuera de lo común, absolutamente. Y ahora, más de 30 años después, me lo viene a confirmar. A usted, Presidente, quiero decirle que los argentinos no lo van a olvidar. Lo único que espero, permítame un poco de egoísmo personal, es que no lo extrañen demasiado”. Y a las mujeres les dedicó un párrafo especial: “Estamos preparadas biológicamente para soportar el dolor y culturalmente para enfrentar la adversidad. Todos sabemos que la vida es difícil. Pero para las mujeres es mucho más difícil, en la política, en el trabajo, en todo. Estamos preparadas funcionalmente para desarrollar actividades en simultáneo”.

A la salida, cada dirigente pugnó por decir la frase más grandilocuente sobre Cristina. Como suele suceder, el premio mayor lo obtuvo Aníbal Fernández: “Cristina es el mejor cuadro político de los últimos 50 años. El único grupo político que presenta un candidato político somos nosotros. Los demás son los mismos que perdieron con Kirchner hace cuatro años. Y ahora van a volver a perder”.

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La campaña ya comenzó. Después de La Plata, Cristina Fernández eligió dos escenarios para desandarla: su provincia adoptiva donde anunció obras junto a Kirchner entre el frío y el viento de Puerto Santa Cruz; y el país europeo con más inversiones en la Argentina, España, adonde llegó el domingo 22. El lunes, enfundada en un vestido en guipure color coral, visitó a los reyes de España en la residencia de verano, el Palacio de Marivent, en Palma de Mallorca, que deslumbrara a Lady Di. Es que la lucha por los votos se da en todos los frentes. Y Cristina ya mostró sus armas.

Terminó el discurso: En plena ovación, Cristina saluda desde el escenario del teatro Argentino de su ciudad natal.

Terminó el discurso: En plena ovación, Cristina saluda desde el escenario del teatro Argentino de su ciudad natal.

“<i>Todos sabemos que la vida es difícil. Pero para las mujeres es mucho más difícil, en la política, en  el trabajo, en todo</i>”

Todos sabemos que la vida es difícil. Pero para las mujeres es mucho más difícil, en la política, en el trabajo, en todo

Del frío del invierno argentino, sin escalas al verano español. Vestida de color coral y acompañada por el canciller Jorge Taiana, el embajador Carlos Bettini y, en un segundo plano, el vocero Miguel Núñez.

Del frío del invierno argentino, sin escalas al verano español. Vestida de color coral y acompañada por el canciller Jorge Taiana, el embajador Carlos Bettini y, en un segundo plano, el vocero Miguel Núñez.

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