«La mejor defensa ante un asaltante es evitarlo y no arriesgarse.» – GENTE Online
 

"La mejor defensa ante un asaltante es evitarlo y no arriesgarse."

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Nuestros abuelos tenían una frase a flor de labios cuando un pibe adolescente
hacía alguna macana: "Esperá que le toque el servicio militar y vas a ver cómo
se endereza".
Y fue justamente en este lugar, donde Daniela Krukower -sí, una
mujer, lee bien- encontró su destino. Después de un duro entrenamiento en el
ejército israelí, como instructora de judo, se le acercó un general y le
preguntó:

-Daniela, ¿en qué deporte le gustaría ser la mejor del mundo?
-En Judo, mi general -fue la respuesta.

Y sin dudar, el hombre que hacía unos minutos había sentido en carne propia la
fuerza, la destreza y la técnica de esa joven de 19 años, dijo algo que con el
tiempo se hizo realidad:

-Entonces, no pierda más tiempo y vuelva a competir. Si usted se lo propone,
nadie podrá vencerla.

Hoy, a los 29 años, sentada en los bancos del vestuario del Club Banco Nación,
Daniela acomoda su ropa en el bolso y anuncia que el largo día de entrenamiento
ha concluido. En su cara se nota el cansancio, pero se la ve feliz. Sin duda, el
deporte que practica es lo más importante de su vida, y a tres meses del inicio
de los Juegos Olímpicos, está compenetrada en su sueño: "Esta etapa final es la
más importante porque es la que te pone a punto. Durante cuatro años nos
preparamos, y que falte tan poco parece increíble", dice con su sonrisa que
ocupa toda su cara, mientras pide un agua mineral. Y en un castellano casi
perfecto, pero que deja entrever los doce años que vivió en Israel, cuenta su
historia:

"Nací el 6 de enero de 1975 en Colegiales y comencé a practicar judo a los 5
años y medio. Yo seguía a mis hermanos, Ariel y Hernán, que entrenaban en River.
Al principio, el japonés que les daba clases no quería que yo fuera porque decía
que era muy chiquita. Hasta que una vez los acompañé a un torneo, y en el
intervalo, me subí al tatami y comencé a luchar contra mí misma. Al final, la
gente me aplaudió tanto que el japonés me dijo: '
Lo hace muy bien, es lo mismo
que esté en la clase o afuera´".

Los hermanos Krukower heredaron la pasión por las artes marciales de su padre
Isaac, quien de joven había practicado hasta llegar a ser cinturón verde. Y,
aunque sus hermanos tuvieron un gran nivel -al punto que uno de ellos fue
campeón argentino juvenil y el otro subcampeón-, sólo Daniela continuó con la
práctica de judo. Con el tiempo, Daniela fue la niña mimada de ese profesor que
al principio no la quería. Todo hasta que a los siete años, sus padres
decidieron ir a vivir a Israel.

"Mi papá y Hanna, mi madre, se habían conocido en un kibutz y les gustaba mucho
esa forma de vida, muy tranquila, con cero estrés y mucho más cerca de la
naturaleza y de la tierra. Ahí no se maneja dinero y todos se ayudan entre sí.
Estuvimos un tiempo, pero como las nuevas generaciones tenían otras
expectativas, nos mudamos del campo a la ciudad de Jerusalén."

Daniela comenzó a competir y fue campeona israelí durante cinco años
consecutivos. Pero a los 13 años, inexplicablemente, abandonó el judo, hasta que
ingresó al servicio militar obligatorio, y el consejo de aquel general le cambió
la vida: "Volví a la competencia, pero me llevé una gran frustración cuando me
dijeron que no podía representar a Israel en los Juegos de Sydney porque lo
haría otra chica de ese país. Hablé con la Federación Argentina, y cuando me
dijeron que podía representar a mi país, no lo dudé y me vine".

Con un pasaje abierto por un año -por si las cosas le iban mal- Daniela llegó a
la casa de su tía y empezó de nuevo. En poco tiempo se convirtió en la mejor del
país, y el año pasado consiguió en Osaka, Japón, el campeonato mundial en la
categoría hasta 63 kilos, el primer título que logró un argentino en toda la
historia. Hoy, mientras se prepara para Atenas, sobrevive gracias a dos becas
-una de la Secretaría de Deportes y otra del Comité Olímpico Argentino-, la
venta de algunos perfumes que ella misma fabrica, y también con sesiones de
masoterapia que realiza en su casa: "Ahora, por suerte, también tengo el apoyo
de tres sponsors: Lumilagro, Loma Negra y Fila. Pero se hace duro. Es más, un
par de veces estaba con las monedas justas y vinieron unos tipos con un arma y
me llevaron lo poco que me quedaba. Aunque pude haberme defendido, lo último que
intenté fue enfrentarlos. Porque ellos tenían un arma y en ese caso, siempre
pierde el que pone el cuerpo. La mejor defensa es evitarlos y no arriesgarse".

A la hora de hablar de sus chances en Atenas, hace un largo silencio y responde
como un maestro sabio oriental: "No hago futurología. Por eso no te puedo decir
que es seguro que voy a llegar al podio. Pero hace diez años volví a la
Argentina para ser la mejor del mundo y ahora, en los Juegos Olímpicos, es una
buena oportunidad para demostrarlo".

El año pasado, en Osaka, Japón, se convirtió en la primera argentina en conseguir un título mundial de judo. Como todo deportista amateur, el dinero no le sobra. Además del aporte de dos becas, vende perfumes y hace masajes en su casa.

El año pasado, en Osaka, Japón, se convirtió en la primera argentina en conseguir un título mundial de judo. Como todo deportista amateur, el dinero no le sobra. Además del aporte de dos becas, vende perfumes y hace masajes en su casa.

En el tatami del gimnasio del Club Banco Nación, su segunda casa.

En el tatami del gimnasio del Club Banco Nación, su segunda casa.

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