“La magia de la tele es que te vean sexy a los 50” – GENTE Online
 

“La magia de la tele es que te vean sexy a los 50”

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Inseguro y brillante. Infantil y adulto. Desprolijo y espléndido. Sensible y ácido. No hay muchos Pettinatos, que se entienda de una vez. Hay simplemente uno: argentino, 50 años, sagitariano, casado en segundas nupcias, padre de tres hijos, animador de televisión y radio, músico y periodista, aunque no necesariamente en ese orden. Un hombre incapaz de demostrar amor, aunque se muera por hacerlo. Alguien terriblemente preocupado por sí mismo, con una creatividad inagotable y un carácter que a veces da miedo. Sexy sin proponérselo, Roberto Pettinato es, sobre todo, un gran reflexionador. Todas las medianoches da su versión de las noticias del día en Duro de domar, por Canal 13. Desde la tribuna, las chicas mueren por él como si fuera George Clooney y le piden, con carteles: “¡Entregáte!”.

–¿Por qué trabajar en televisión te convierte en un sex symbol?

–Seguramente de la misma forma en que Mickey, y fundamentalmente Minnie, también lo fueron. Nunca me consideré sexy. De hecho nadie me dijo esa palabra en 30 años. Un chico me preguntó la vez pasada si yo era el verdadero Pettinato. Me tenía frente a él y fuera de cámara. ¿No es raro? Tal vez pensó que iba a subirme al auto de Meteoro y saldría a toda velocidad. Yo puedo ser gracioso o divertido, pero no mucho más. En los bailes de Carnaval, cuando era chico, me ponía una camisa blanca con islas rojas y me creía muy atractivo. Las chicas me veían y salían corriendo, pensando que era el hijo de una familia balsera cubana que había llegado a nado desde La Habana.

–Okey, sexy no. ¿Metrosexual?
–A los que ahora llaman metrosexuales son los mismos tipos que hace 20 años se arreglaban para salir y se ponían Old Spice. Eso es todo. Los hombres siempre seremos hombres, aunque ahora se piense que jugar al rugby tiene glamour porque sudan mientras dos modelos los admiran desde las gradas.

–¿Qué tiene que tener un sex symbol?
–En nuestro país el término está distorsionado por el dinero, el coche o la empresa que manejes. La mayoría de los empresarios cree tener cierto sex appeal. ¡Por Dios! ¡Yo los vi tomando vapor en los baños turcos! Si las chicas los vieran así, morirían llorando. Todo lo que se muestra sólo te expone y te mata.

–¿Se puede ser súper sexy y no tener sexo jamás?
–La gente súper sexy (si es que eso existe) sólo tiene sexo consigo misma. Es como si te dijeran: “Vení arriba mío, pero no me tapes el espejo que no me veo disfrutar”. Mirá a Mauricio Macri... Dicen que tiene unos ojos celestes hermosos, y para mí tiene la misma mirada que Godzilla, sólo que menos tierna. ¿Te imaginás a Cameron Diaz teniendo sexo a diario? Yo no. Es hiperkinética y las mujeres hiperkinéticas no tienen orgasmos. Esta frase se la voy a regalar a Chiche Gelblung para que haga 20 informes ahora mismo.

–¿Preferís la onda salvaje, tipo Luciana Salazar, o algo más fino, como Karina Mazzocco?
–A Luciana la consideraban la mujer más sexy, y si ahora mismo hacemos una encuesta entre matrimonios, todos los maridos dirían: “No me gusta”. Por otro lado, la “fineza” se lleva adentro y no en vestidos caros o joyas. Si no, tendríamos que pensar que Elizabeth Taylor hoy es la mujer más sexy del mundo. Aparte... ¿quién sabe si Luciana Salazar es salvaje o es una foto en movimiento? Ahora que lo pienso: ¿cómo podría hablar de salvaje o fina si apenas puedo distinguir una nariz de otra o un nuevo pómulo de un culo natural?

–¿Se habla mucho de sexo, pero en realidad se practica poco?
–El sexo en el siglo XXI es absolutamente mental. Hace años los adolescentes se lanzaban sobre cualquier cosa que se moviera y uno decía: “Bien, pero… ¿por qué limitarnos?”. Hoy nuestros hijos conocen la pornografía desde el día en que les regalaste la computadora. Se les mezclan los Pokemones con ventanas en donde están practicando sexo interracial y te sugieren “enter”. Antes uno buscaba el sexo porque no lo encontraba. Era un trabajo. Un deseo. ¡Hoy está en un desodorante! Yo me ponía desodorante para no transpirar, pero no pensando que alguien podría enamorarse de mí por el olor mucho antes de que abriera la boca y dijera una estupidez. Lo mismo sucede con las posiciones sexuales. Los argentinos vamos arriba y las argentinas abajo y como máximo (en un sábado loco) puede que cambiemos a cucharita. Hoy miro el programa de Alessandra y me digo: “No quiero tener sexo”. Prefiero mantenerme flaco. Bueno, mirá el éxito de Casados con hijos, sobre una pareja que no curte nunca. Ahí tenés un ejemplo perfecto. Pero si estudiás la serie, te das cuenta de que no es que él no se siente atraído por ella. Se siente intimidado, acobardado. Parece que ella no sólo lo va a violar, sino que va a tener tiempo, incluso, de comerle una pierna.

–¿A quién escuchaste decir una genialidad sobre la relación entre hombres y mujeres?
–Woody Allen dijo: “El sexo es algo maravilloso cuando se hace entre la mujer perfecta y el hombre perfecto. Lo difícil es tratar de meterse en el medio de los dos”. También decía: “El sexo es algo sucio y pervertido. Sólo si se hace correctamente”.

–¿No será un error obligar a los hombres y a las mujeres a vivir juntos? Somos tan distintos...
–El matrimonio, si a eso te referís, es algo complicado. Uno vive lidiando con sentimientos y abogados. Pero creo que todos queremos vivir con alguien. Los hombres hablamos pestes del matrimonio, pero comprobamos siempre que la soltería nos dura un tiempo. Queremos libertad, pero dentro de una familia y una pareja. Eso es casi imposible.

–¿Conclusión...?
–El matrimonio es bueno. La convivencia es una tortura. Pero nacimos para estar juntos. No podemos vivir con una iguana y dos gatos, ni siquiera con objetos de diseño comprados en Recoleta. ¿Viste que los hombres hacemos eso?

–¿Se compran pavadas cuando son solteros?
–Peor. Nos compramos boludeces cuando nos separamos. Corremos a cualquier parte donde haya un futón. Llenamos todo de incienso, compramos quesos caros y jugos puros. Es patético. Lo hice una vez. De pronto me vi solo en el medio de mi loft pensando: “¿A quién estás esperando? ¿A Carolina Herrera o a una revista de modas?”. ¿Y qué pasa? Vienen tus mismos amigos de siempre y te dicen: “¿Dónde está el whisky?”.

–Será que vos tenés mucha sensibilidad femenina: tu lesbiana interior...
–Lo de la lesbiana interior es para relacionarme con las mujeres: copiar el sexo oral visto en películas sobre lesbianas, escucharlas y aconsejarlas sobre zapatos, llorar cuando lloran, nunca reír cuando lloran, comprender que todo va a mitad de velocidad, hablar de amor y más que nada de desencantos, nunca preguntarles por el padre, reconocer distintas flores y no quedarse dormido con películas como Sensatez y sentimientos o El paciente inglés.

–¿Qué pensás de los hombres que hablan todo el día de fútbol?
–El hombre que basa su felicidad en el éxito de otros once está muerto en vida. No hay nada menos erótico para una mujer que imaginarse a ese tipo pegando las figuritas en un álbum y luchando con el quiosquero para que le dé la pelota que se ganó.

–¿Un hombre puede ser amigo de una chica que está buena?
–En el secundario yo lo he sido, especialmente porque siempre me veían como a un amigo sensible. Mi pequeña lesbiana interior ya estaba en crecimiento. Yo era amigo íntimo de una compañera. Súper íntimo... Su novio me tenía celos. Un día, después de dos años, fuimos novios. Todavía me acuerdo: caminé cuatro cuadras por Olivos llorando, porque sabía que había perdido su amistad y que ahora me tenía que enfrentar a la tremenda posibilidad de separarnos. En cambio, siendo amigos, éramos eternos. Hoy los tiempos cambiaron y el amigo íntimo es gay.

–¿Cuál fue la mujer más histérica que conociste?
–Una chica que era maestra jardinera. Creo que son las mujeres más complicadas y difíciles de abordar. Me hizo sufrir mucho. Y lo intenté todo, hasta iba al jardín a moldear porquerías en plastilina con tal de ganar su amor. Creo que un día me dejó tocarle la hebilla del pantalón.

–¿Por qué tienen tanta repercusión mujeres como Nazarena Vélez o Karina Jelinek, que dicen una pavada tras otra?
–Porque si las dijera una que no tiene un buen cuerpo sería sólo una vecina estúpida del cuarto piso. Por otro lado, los programas de chimentos (creo que el de Rial es el mejor) no tienen tanto para decir simplemente porque esto no es Beverly Hills. Pero si lo pensás un poco, ¿cuál es la diferencia entre ellas y otra nota más sobre Paris Hilton en E! Entertaiment?

–Después del furor de las modelos, ¿es el momento de las vedettes?
–Las vedettes quieren ser modelos, pero hablan, y hablan mal. Las modelos las odian porque consideran que ensucian la cancha. Ahora, ¿cuál es la burda y cuál es la de nivel? ¿Modelos de nivel? ¿Qué quiere decir? ¿Modelos que aprendieron a caminar? Ninguna modelo, varón o mujer, es bueno o trascendente en el mundo de la moda si su imagen se antepone a la ropa. Si no consigue mostrar la prenda y que vos te la quieras comprar y no tener sus medidas de cintura... es un fracaso. La modelo tiene que ser casi invisible. Kate Moss es buena en eso. Nunca sé si es ella o cualquier otra.

–¿Qué vendrá después?
–El furor de las adolescentes japonesas de 9 a 13 años.

–¿Soñaste alguna vez con alguien de la tele?
–No lo recuerdo bien, pero estaba Repetto. También soñé con Suar. Pero se ve que Nico se parece más a un sueño que a una realidad.

–¿Qué le envidiás a Sofovich?
–Su entereza, su temple. Nadie lo puede creer, pero Sofovich es como los grandes conductores de los años 50, como Ed Sullivan. Serio, responsable, y entiende a la televisión como un entretenimiento serio, con el que no se jode. Gustavo Yankelevich es mi héroe total también. Me decía: “No se muestra la parte de atrás de la escenografía”. Y tenía razón. La gente quiere vivir la “película”. Cuando empecé a entrar al estudio de Duro de domar con música funk y a hablar con la gente antes del programa, uno de la producción me miró con sorna. Y le dije: “Esto es un programa de televisión. La gente tiene que vivir la sensación de que entró su estrella favorita, porque por eso están acá y no en otro programa”.

–¿Y qué le envidiás a Tinelli?
–Sinceramente, nada. Su humor, sus programas, su personalidad, me parecen muy complejos para mí. No lo entiendo. Respeto que la gente lo ame. Pero no entiendo sus programas. Me siento un verdadero ignorante.

–¿Y a Pergolini?

–Siempre lo dije: “¡Prefiero mil Pergolinis!”. Es un “freak” casado, y que después de pasar por lo que pasamos todos formó una familia. Creo que somos parecidos. Vivimos casi lo mismo. Aparecimos en departamentos a las 7 de la mañana sin saber qué hacíamos ahí. El hizo mucho lío en los 80 y ahora sólo ve el negocio que tiene que ver, porque no es otra cosa que un negocio. Un trabajo. Siempre pienso que algún día haremos un programa juntos, que se llamará Periquito y Panqueque, o tal vez salgamos vestidos como en La naranja mecánica y matemos a un televidente por noche.

–¿Qué tenés vos que podrían envidiarte?
–No creo que quieran parecerse a mí. ¿Qué podría aportarles? ¿Impronta? ¿Chistes ácidos? ¿Una mirada distinta? ¿Ironía? ¿Música? ¿Sensibilidad? ¿Locura contenida para toda la familia? ¿Un look cada año? ¿Libertad? No creo que nada de eso les interese. Les va bien como están.

–¿En algún momento del día pensás: “Soy una estrella”?
–Sí, cada vez que me levanto. Me miro al espejo y digo: “No lo puedo creer: está Pettinato del otro lado”. No, en serio... La fama, ¿qué es? ¿Una novia celosa que si te acostás con otra te hunde contándoselo a todo el mundo? ¿Qué es? Tal vez no sea nada.

–Pero todo el mundo quiere ser famoso. Mirá Operación Triunfo.
–Sí, pero la fama son 15 minutos, como decía Andy Warhol. Y veinte si querés tener una colonia con tu nombre. La fama es en realidad algo muy triste. Mató a Elvis. Suficiente.

–Pero si no fueras famoso...
–Bueno, un día Charly García me lo dijo: “La fama es una mierda, pero qué feo que es cuando no está”. Yo nunca quise ser famoso, pero sí quería saber qué podía hacer con mi personalidad. Tenía compañeros del colegio que querían ser abogados, médicos, ingenieros... y yo sufría en silencio porque era el “gordito” simpático que los hacía reír, y cuando tenés 15 años, sinceramente, no pensás que la risa te va a dar de comer. Esto es algo que, por suerte, ya se lo inculqué a mis hijos y todos saben que, con un poco de apoyo y talento propio, podrán vivir del show business y, si no enloquecen como Marilyn, vivirán felices sin barbitúricos ni baños de leche de cabra.

–¿Creés que lograste juntar éxito con prestigio?
–El éxito dura un tiempo, pero el prestigio es para siempre. Prefiero ser prestigioso y que me salude el Negro Fontanarrosa a tener éxito y brindar con gerentes de un canal. Por eso siempre digo que nunca fui un éxito. Quiero decir: éxito es Tinelli o lo que sea con más de 25 puntos y 15 años de exposición. Prestigio es no tener esa vidriera gigante pero sentir que a la gente le da vergüenza decir: “Yo nunca lo vi”.

–¿Todavía te lamentás porque te descubrieron tarde?
–La diferencia entre el show business americano o mundial y el argentino es que allá si permanecés, desaparecés. Acá es al revés. Si permanecés e insistís, tarde o temprano te descubren, porque se hartaron de los otros o bien esos otros dejaron de brillar. Siempre me acuerdo de la tapa de GENTE en la que estoy con Valeria Mazza y Susana Giménez, todo de amarillo en pleno éxito de Duro de acostar que, de hecho, tuvo sólo un año de gloria. Ahí creí que me habían descubierto. Después volví al pozo y a la oscuridad. ¿Y qué hice? Aproveché para experimentar, a hacer programas, programas y más programas para encontrar algo distinto. Hoy por hoy mezclé Indomables con Duro de acostar y es Duro de domar. Me descubrieron tarde, es cierto. Pero bueno, inventé un truco mágico que consiste en que ahora todo el mundo me entienda.

–¿Dusfrutás de lo que te pasa?
–Yo no sé lo que me pasa. Tengo baja la autoestima y sigo parando el coche en una esquina para quedarme charlando con el tipo que vende globos terráqueos. Nunca te olvides que sigo siendo un Sumo y no una estrella de televisión. Es sólo un trabajo muy divertido, que sé hacer, que me divierte, en el que puedo jugar con mi director, mi productor Tincho y mis panelistas. ¿Por qué es divertido el programa? Simple: porque nos reímos de verdad. Por momentos me enfrento a la gente y veo algunas caras que me miran como si dijeran: “¡Es EL!”. Y yo siempre me burlo y les digo: “Entiendo, entiendo. Yo sé lo que es ver a una estrella de cerca”. Y todos nos reímos.

–¿Te sorprende ser la tapa de GENTE?
–Me parece una locura. Tengo la suerte y la certeza de saber que lo que pierdan con este número lo recuperarán con las teens en panties del mes que viene. Está bien darle a la gente un respiro y que aparezca en tapa alguien que tiene las tetas caídas.

“<I>Nunca soñé con ser famoso, pero siempre quise saber qué podía hacer con mi personalidad</I>”, asegura Petti, quien cada noche brilla en Canal 13 con  Duro de domar.

Nunca soñé con ser famoso, pero siempre quise saber qué podía hacer con mi personalidad”, asegura Petti, quien cada noche brilla en Canal 13 con Duro de domar.

“<i>Me parece una locura ser tapa de GENTE… Tengo la suerte y la certeza de saber que lo que pierdan con este número lo recuperarán el mes que viene. Pero está bien que cada tanto aparezca en tapa alguien como yo, que tiene las lolas caídas</i>”

Me parece una locura ser tapa de GENTE… Tengo la suerte y la certeza de saber que lo que pierdan con este número lo recuperarán el mes que viene. Pero está bien que cada tanto aparezca en tapa alguien como yo, que tiene las lolas caídas

“<i>En los bailes de Carnaval, cuando era chico, me ponía una camisa blanca con islas rojas y me creía muy atractivo. Las chicas me veían y salían corriendo, pensando que era el hijo de una familia balsera cubana que había llegado a nado desde La Habana</i>”

En los bailes de Carnaval, cuando era chico, me ponía una camisa blanca con islas rojas y me creía muy atractivo. Las chicas me veían y salían corriendo, pensando que era el hijo de una familia balsera cubana que había llegado a nado desde La Habana

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