“La llegada de un hijo, más que cambiarte la vida, te la mejora” – GENTE Online
 

“La llegada de un hijo, más que cambiarte la vida, te la mejora”

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Antonio Birabent tiene una cuenta pendiente con la máquina del tiempo. Así lo dice, sin rodeos. Y recién cuando confiesa su “deseo primario”, uno entiende a qué se refiere: “Me habría encantado vivir en el Buenos Aires de otra época, aquella ciudad de los años 30’ o 40’. Por eso leo tanto a Baldomero Fernández Moreno, a Raúl González Tuñón... Y por eso mis letras tienen que ver con tales cosas. Más no fuera para poder caminar por sus calles y escuchar a la ciudad, a su banda sonora... Cargo con esa nostalgia permanente que me acompaña desde siempre. Y me encanta”.

Nacido en enero de 1969, el destino lo depositó en un Buenos Aires ya diferente al del malevaje, y que pronto volvería a cambiar su fisonomía. Tanto que obligaría a su familia a abandonar el país en 1976, con la irrupción de la dictadura militar. Papá –el célebre rockero Moris– encaminó sus pasos hacia España. Y allí vivió Antonio, feliz de la vida, superado el cimbronazo inicial. “Siempre recuerdo lo duro que resultó irse. Como también fue difícil volver, doce años después. Pero lo que pasó en el medio, mi etapa española, resultó fantástico”. Birabent hoy tiene 41 años, y desde hace dos décadas su cara nos es familiar.

Músico, actor, conductor, caminante. Eso le encanta: transitar los empedrados que le dicta su porteñidad junto a su mujer, la modelo y conductora Cecilia Peckaitis, quien este año está al frente de dos programas de Cosmopolitan TV.

–Volviste a la tele, en Para vestir santos, con un personaje que seguramente amaste representar: un baterista.
–Es cierto. Fue gracioso, porque hace mucho que quería interpretar a un baterista y finalmente se dio. La batería fue el primer instrumento que estudié de chico, a los 7 u 8 años. Siempre me llamó la atención, desde que acompañaba a mi viejo a los estudios de grabación. Compuse un par de temas para el programa y uno de ellos lo cantó Griselda (Siciliani). Y lo hizo muy bien, por cierto.

–¿Cuáles fueron las sensaciones del regreso?
–Sentimientos encontrados, pero todos positivos. Porque viví el dejà vu de reencontrarme con gente con la que había trabajado en el ’96, cuando hicimos Verdad/Consecuencia, un programa que marcó el inicio de una forma distinta de hacer televisión. Y también tuve la chance de conocer gente nueva. Me sentí, en definitiva, como en mi vieja casa.

–Siempre fuiste muy versátil. ¿Planeás cada paso de tu carrera o vas dejando que fluya?
–Todo lo que hago tiene que ver con un motor interno, de querer hacer cosas, de probar... En mente tengo, por ejemplo, tres discos que me dan vueltas. Y me sobrepasa... Apenas puedo grabar uno (su último trabajo es Armonía casera mayor, que sigue presentando). Hago una participación en tele y me dan ganas de volver al cine. Todo me mantiene en acción. Ojo: también me gusta vaguear, andar en los cafés, leyendo y perdiendo el tiempo. Soy también un paseante porteño y a partir de eso ya imaginé un proyecto televisivo.

–¿Historias urbanas?
–Desde que hice La Cueva, en el ’93, no volví a conducir. Y ahora me dieron ganas de hacer un programa en ciudades de la Argentina, en un rol de caminante, y mostrar pequeñas historias de transformaciones.

–¿Cómo encaja esa propuesta en la televisión de
hoy? –Hay opciones. Encuentro, por nombrar un canal, es como un oasis, seguramente no el único. La televisión siempre tuvo una berretada mayoritaria. Porque al fin y al cabo es un gran negocio, un tema de dinero. Pretender cambiar eso es pueril. Pero todavía hay cosas rescatables y es bueno hacerse fuerte en esas minorías.

–Ya hablaste de la tele... ¿Cómo ves al rock actual?
–Es un análisis que me cuesta hacer, porque el rock argentino es de una heterogeneidad salvaje y combina mundos muy distintos. Grandes letristas con metáforas del pedorrismo; música elevada con música de calesita. Y en ese abanico hay de todo. En otras épocas, al haber mucho menos, los mensajes eran más claros. Ahora existe como una exageración en la cantidad. Pero dentro de eso sigo encontrando un montón de grandes plumas, músicos... Es un poco como con la televisión: hay que saber dónde poner el foco.

–Tu mujer, Cecilia, está esperando un hijo varón, el primero. ¿Ya te avisaron que te va a cambiar la vida?
–Je. Estoy un poco peleado con esa frase. Y lo digo antes de tenerlo: me parece un poco preocupante que alguien cambie su vida por el hecho de recibir un hijo. En todo caso, te la puede mejorar, potenciarla. A lo mejor será que lo estoy teniendo de viejo, pasados los cuarenta. Igual, el año que viene por ahí te diga: “¿Sabés que era verdad...?”. El sentimiento es fabuloso, me llega en un momento ideal.

–Tal vez te dé otra perspectiva respecto de tu propio padre.
–Quizás ayude a entender algunas cosas. La verdad, me gusta tenerlo a los 40 y no a los 20. Se dio así y me parece bárbaro.

–Lo cierto es que más allá de tu adaptabilidad, tu lugar parece estar acá, en Buenos Aires.
–Mirá: podría vivir en la sierra cordobesa, pero siempre tendría un pedazo de mi corazón en Buenos Aires. Me gusta este caos. Y me siento en consonancia con los relatos de los viejos tangueros del ’40, que caminaban y recorrían la ciudad como su escenario. Eso es lo mío.

Se viene el varoncito Birabent y su  mujer, la modelo, actriz y conductora Cecilia Peckaitis (30), caminan por San Telmo. Su primer hijo llegará a comienzos de diciembre.

Se viene el varoncito Birabent y su mujer, la modelo, actriz y conductora Cecilia Peckaitis (30), caminan por San Telmo. Su primer hijo llegará a comienzos de diciembre.

Papá Moris (en 1970) junto a su mujer, Inés González Fraga, y detrás de ellos el pequeño Antonio, que todavía no había cumplido dos años.

Papá Moris (en 1970) junto a su mujer, Inés González Fraga, y detrás de ellos el pequeño Antonio, que todavía no había cumplido dos años.

Birabent y su esposa Cecilia, hoy. El parecido entre padre e hijo es impresionante.

Birabent y su esposa Cecilia, hoy. El parecido entre padre e hijo es impresionante.

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