«La Argentina necesita más política y menos políticos» – GENTE Online
 

"La Argentina necesita más política y menos políticos"

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Se enoja cuando le hablan de candidaturas ("Primero hay que capacitarse", dice) pero está claro que ya se lanzó a la carrera política. Mendoza fue una de las et
apas. Más suelto, más seguro, con chistes de tablón que el público festejaba a rabiar. Evidentemente su experiencia como hombre de negocios y dirigente de un club multicampeón lo fue fogueando. A los 42 años, Mauricio Macri se desvinculó totalmente de la empresa familiar (su padre, Franco, es la cabeza), y ahora le dedica el 70 por ciento de su tiempo a Creer y crecer, la fundación que montó para formar dirigentes, y el 30 por ciento a la presidencia de Boca, que finaliza justo en 2003. Es ingeniero civil, tiene tres hijos de su primer matrimonio, y actualmente está casado con una de las mujeres más sexy: Isabel Menditeguy.

-¿Qué dice su familia de este vuelco a la política?
-Mi hija Gimena, de 15 años, está enojadísima. No me habla, porque cree que los expongo al escarnio público, a que digan que su papá es un chorro. Yo le explico que con ese cuento, nunca nadie se va a meter y nada va a cambiar.

-¿Y Franco, su padre?
-Al principio se oponía. Finalmente lo aceptó. Como todo buen padre, está contento porque me ve feliz. Todo padre tiende a maximizar lo bueno que hace el hijo, y a minimizar lo malo. Es subjetivo conmigo. Creo que está orgulloso.

-Tiene fama de omnipotente, de manejar el club como una empresa. ¿Así va a manejar el país?
-Esa es una imagen que se construye, identificando a uno con el poder, y cualquier cosa que yo haga se mide con cierto prejuicio. Soy una persona de acción, tomo riesgo en mis decisiones y voy al ritmo que las cosas necesitan. Pero no me siento para nada omnipotente. Yo había prometido en la campaña de diciembre del 95 en Boca que iba a reinaugurar el estadio modernizado en cuatro meses. Para cumplir esa promesa, no podía perder un día. Entonces alquilé una topadora y volteé personalmente los primeros diez metros de palcos. Recién después conseguí los permisos para hacer la modificación, y fui a la asamblea del club donde me aprobaron la modificación. Una de las congresales se quejó duramente diciendo que me había votado porque estaba cansada del autoritarismo de diez años de la anterior comisión directiva y se había encontrado con que yo era mucho peor, porque los invitaba a aprobar una modificación sobre algo que ya no existía, y que no tenían alternativas. Pero yo había prometido un plazo, y había que
cumplirlo. Después nos amigamos. Es que uno siempre está solo cuando toma decisiones. Lo sé desde los 26 años, cuando ya era gerente de una empresa grande con cinco mil empleados.

-En 2003 termina su mandato en Boca. ¿Qué le dejó como enseñanza?
-Soy muy agradecido a Boca. Primero, porque aprendí lo que significa administrar lo ajeno: uno tiene que hacerlo con más cuidado que con lo propio. Segundo, el contacto con la gente, expuesto a recibir críticas y elogios, y lo duro de la soledad de tener que decir
"no". Cuando a uno lo eligen para una función, es para que sepa decir
"no", no para que diga siempre "sí". Y a pesar de que soy fanático absoluto de mis propios jugadores, tengo que decirles que no. Lo contrario sería mentir, exponer al club a no cumplir y, en el tiempo, a desaparecer. Vivo discutiendo con mis jugadores y con mis directores técnicos por plata. Es un materialismo atroz. Si en el país hubiéramos dicho en su momento "no", no habríamos generado este monstruo de deuda. Pero la frivolidad del poder elige decir
"" y no confrontar, no exponerse a la tensión y el desgaste que significa una posición antipática.

-Hace unos años nadie daba nada por usted. Después llegó la presidencia de Boca y ahora la política. ¿Qué influyó para este cambio?
-Yo entré en Boca porque quería saber si tenía vocación de servicio público. Cuando me di cuenta de que sí, descubrí que es mucho más apasionante, más gratificante resolverles el problema a millones que ocuparse de incrementar el patrimonio personal. En 1995 abandoné un poco la empresa, para dedicarle el 90 por ciento de mi tiempo a Boca. Hace un año me desvinculé totalmente porque estoy convencido de que lo que quiero es dedicarme a esto, a la política.

-¿Cuál sería el balance de su paso por Boca?
-Boca tenía una identidad muy pasional, pero desdibujada. Hoy tiene la identidad de un club moderno, de avanzada, integrado al mundo, con una escuela de fútbol amateur única en Latinoamérica, con el mejor museo de fútbol, con buenos jugadores. Es un club respetado, porque tiene solidez económica y financiera en un país con una situación económica lamentable.

-Si lo convocaran, ¿qué aconsejaría para revertir esa situación lamentable?
-Me hubieran rajado hace rato. Soy demasiado ansioso para De la Rúa. Primero, que tanto el presidente como los gobernadores demuestren generosidad y grandeza para repartirse esta dura carga que supimos conseguir. La Argentina tiene que demostrar solidez, soberanía, seriedad, y saber administrarse. Hace diez años que vivimos de prestado. Ya nadie nos cree. Haría un nuevo presupuesto, con un fuerte plan de inversión en infraestructura y políticas activas en sectores que claramente me den posibilidad de generar empleo y desarrollar exportaciones.

-Si fuera tan fácil, ¿por qué no lo hacen otros?
-No debe de ser tan fácil, pero tampoco tan difícil. Hace falta convicción. El Presidente está por la mitad de su período: la Argentina no puede esperar un cambio de presidente para empezar a enderezar este avión que está en caída libre. Quiero creer que este presidente lo puede hacer. Lo que más ha desacreditado a este gobierno es la inacción, la falta de timing para la toma de decisiones.

-¿Qué es lo que más lo irrita del país?
-Que nos quedemos en país, y no seamos una nación. En una nación hay un proyecto en común, un concepto de convivencia, un respeto por el ciudadano, por las reglas. Miremos Chile, un país increíble, cuya experiencia, como argentino, me deprime. Es un país con poquísimas riquezas, un chorizo largo que la cordillera lo está empujando al mar, y sobre la base de una clase dirigente unida, con un proyecto común -donde los hombres no son lo importante sino el proyecto y las políticas de Estado que los une-, resultó ser un ejemplo en Latinoamérica. En Chile uno tiene la sensación plena de que cualquiera de los veinte ministros o senadores del partido oficialista puede ser presidente, y nada cambia. O puede ser incluso uno de la oposición -como Joaquín Lavín, que perdió- y nada cambiaría. Al contrario, mejoraría. En cambio nosotros, por comodidad, no logramos construir una clase dirigente sólida. Necesitamos que entren al gobierno 300 personas que tengan algo que perder. No dejemos que el país sea manejado por lo
s peores, sino por los mejores.

-¿Por qué estamos huérfanos de dirigentes para el recambio?
-Porque acá se ha creado un microclima: no hubo renovación o incorporación de gente con nuevas ideas. La clase dirigente se ha agotado en sí misma.

-Una definición del gobierno de De la Rúa.
-Es un gobierno con buenas intenciones, pero con total falta de capacidad de ejecución. La Alianza fue de entrada muy débil, con muchas incoherencias ideológicas y de funcionamiento interno. La Argentina es un país donde todo el mundo improvisa. No se preparan con anticipación, no estudian y desarrollan propuestas serias. Primero quieren llegar, y después recién piensan qué van a hacer.

-Pero Cavallo no es un improvisado. Igual le va mal.
-Cavallo es un tipo más preparado, que siempre ha tenido buenos equipos. Pero ahora está con un equipo mucho más debilitado. La parte política no lo ayuda: es muy resistido por grandes sectores del oficialismo. Y la situación económica es mucho más compleja -el mundo es más complejo- de la que era diez años atrás.

-La situación actual de los Estados Unidos, ¿nos beneficia o nos perjudica?
-Hacia afuera nos perjudica, porque el mundo tiene prioridades más complejas y urgentes que si la Argentina entra en default o no. Hacia adentro, nos ha beneficiado porque nos dimos cuenta de que hay otros problemas más graves y que los nuestros tienen solución.

-¿Se siente más cerca del PJ o de la UCR?
-Me siento más cerca del peronismo, porque es desde donde he recibido las propuestas para trabajar y donde siento que uno puede hacer un aporte con menos nivel de confrontación interna. Pero el PJ necesita tranquilizarse, reorganizarse y ver cuál es el mejor en gestión que tiene para la Argentina.

-¿Candidato a Presidente o a Jefe de la Ciudad?
-Quiero tener proyectos, ideas propias, buenos equipos y después definir en qué voy a ser candidato. No tengo apuro: quedan dos largos años por delante para seguir preparándome y aprendiendo, y estar bien metido dentro de la política.

-¿Qué es la fundación Creer y crecer?
-Empezamos hace seis meses. Ya somos más de 80 jóvenes profesionales con vocación de trabajar en el Estado y de modificar organizaciones que no funcionan. Muchos de ellos tienen masters en universidades argentinas y extranjeras, y tienen vocación de servicio público, no de cuidar sus intereses personales. Aprendemos de las cosas que no funcionan en el Estado: el sistema de salud, de educación, de justicia. Los recursos están, lo que fracasa es la gestión. Nunca la Argentina tuvo semejante presupuesto con un resultado tan pobre.

-¿Se animaría a decir por quién votó?
-Sí. Por Ramón Puerta, en Misiones. Lo conozco y pongo las manos en el fuego por él. Es un hombre honesto, que trabaja con ideas, con creatividad y sabe gestionar. Voté por última vez en Misiones: ya pasé mi domicilio a Capital.

-¿Qué lectura hace de los 4 millones de votos impugnados y en blanco?
-Es muy simple: la gente está absolutamente decepcionada de su clase dirigente. Estamos todos en falta. Porque esto involucra a los políticos pero también a la dirigencia de todas las áreas. Hay gente que sacó mucho menos votos que otros años, pero igual festejó. Es encerrarse en una burbuja y pensar: "Sigo teniendo el poder, porque entre los malos soy el menos malo". Pero las cosas están cambiando lentamente, el sistema va quemando gente que ya no va a tener una segunda oportunidad. La Argentina necesita más política y menos políticos.

-¿Los argentinos somos difíciles de manejar?
-Somos talentosos, creativos, pero muy individualistas. Siempre le echamos la culpa a otro. Y tenemos una gran capacidad para destruir potencialidades. Los brasileños son más optimistas. Creen que van a ser un imperio exportador. Pueden devaluar, porque creen en su moneda. Con una devaluación, nosotros correríamos los 100 metros llanos para cambiar los pesos por dólares.

-Ultimamente se lo nota erudito en historia. ¿Es la influencia de Isabel, su mujer?
-Isabel sabe mucho más de historia que yo. Siempre me gustó leer biografías noveladas, pero la presencia de Isabel, que sabe muchísimo, me enriquece permanentemente. Ella está en la mitad del master de Historia en la
Universidad Di Tella. Pero hizo Ciencias Políticas en la Universidad de San Andrés, y aprendió muchísimo. Le apasiona estudiar. A veces la belleza es un obstáculo para contactarse con otros valores lindos que tiene la vida. No es el caso de Isabel. Ella tiene una vida interior muy rica, y ha priorizado algo que le haga bien a ella. A veces vivir lo social es muy frívolo, es vacío y te genera poco.

-¿Sigue queriendo tener más hijos?
-(Risas) El proyecto sigue en pie, pero ella siempre tiene que terminar algo...

-Aunque esté desvinculado, ¿cómo van sus empresas hoy?
-Cuando la Argentina padece semejante crisis, las empresas son las que más sufren. Veo la lista de convocatorias de acreedores, de quiebras, el nivel de desempleo que crece y sufro. Porque empresa que se cierra es empresa que no se vuelve a abrir. Se abrirá otra mucho después, pero el daño ya fue hecho.

-Trasladar una parte de la empresa al Brasil, ¿no es falta de patriotismo?
-Tengo que defender lo que ha hecho mi padre, cuando él es mayor de edad, y me ha defendido siempre a mí, como buen padre que es. Cuando se tomó esa decisión, se trataba de una empresa argentina en expansión, no de una empresa argentina que se iba. Se expande dentro de una región de libre comercio que es el Mercosur. Hay muchos argentinos trabajando en esas empresas allí. Brasil es un país más generoso, con más estímulos empresariales.

-Su padre pidió la estatización de las deudas de las empresas privadas. ¿Comparte ese criterio?
-Estoy en contra de eso, más allá de que lo haya dicho mi padreš y de que la Argentina no va a poder crecer si no tiene empresas sólidas. Necesitamos un tejido empresarial que genere empleo, producción, crecimiento. Pero estoy en contra, porque llevaría a cometer muchas injusticias y equivocaciones.

-¿Qué hace en sus momentos de ocio?
-Tenis y fútbol. Juego al bridge y al póquer. Leo biografías, y ahora libros de historia. Como tengo poco tiempo para leer, me parece que ver televisión es perder el poco tiempo. Pero me gusta reírme, por eso veo
VideoMatch, Televisión Registrada, PNP. También me gusta bailar… ¡En serio! Yo me veo un fenómeno bailando (risas), pero mis hijas dicen que soy un payaso. Yo me divierto, me encanta bailar cumbias, bailanta. Me siento Fred Astaire o John Travolta. Me hubiese encantado ser bailarín profesional. En orden de preferencias, primero jugador de fútbol, después cantante y luego bailarín. O cantante como Rod Stewart.

-¿Cómo vivió el homenaje a Maradona?
-Pensaba que no iba a emocionarme. Pero ese sábado, cuando lo vi a Diego dar la vuelta olímpica, se me hizo un nudo en la garganta. Pasaron por mi cabeza mil recuerdos buenos y malos, y me quebré. Me abracé a Isabel y lloré.

-¿Qué le falta para ser absolutamente feliz?
-Terminar de ver que mis hijos crezcan bien, poder educarlos bien. Soy un padre bastante presente. No tanto como me gustaría, porque los chicos viven con la mamá. Pero tengo una relación con ellos de la que estoy muy contento. Soy el entrenador del equipo de fútbol de mi hijo. Imagínense, el
presi de Boca...
Mauricio viajó a Mendoza por un convenio que tiene Boca con la provincia. Allí becó a dos chicos del Club Ciudad Oeste, del humilde barrio La Favorita (en el Gran Mendoza) para que vivan y se entrenen en las instalaciones de Boca en el predio de Casa Amarilla. Es un estímulo para sacarlos de la calle", dijo.">

Mauricio viajó a Mendoza por un convenio que tiene Boca con la provincia. Allí becó a dos chicos del Club Ciudad Oeste, del humilde barrio La Favorita (en el Gran Mendoza) para que vivan y se entrenen en las instalaciones de Boca en el predio de Casa Amarilla. "Es un estímulo para sacarlos de la calle", dijo.

Macri en el barrio La Favorita, al que donó un plaza con espectaculares juegos, repartió zapatillas y pelotas (de Boca, por supuesto). Además, en las charlas que dio, les advirtió a los chicos que estudiar es más importante que ser un crack de fútbol.

Macri en el barrio La Favorita, al que donó un plaza con espectaculares juegos, repartió zapatillas y pelotas (de Boca, por supuesto). Además, en las charlas que dio, les advirtió a los chicos que estudiar es más importante que ser un crack de fútbol.

Pensaba que no iba a emocionarme. Pero ese sábado, cuando lo vi a Diego dar la vuelta olímpica, se me hizo un nudo en la garganta, pasaron por mi cabeza mil recuerdos buenos y malos, y me quebré. Me abracé a Isabel y lloré", confesó Mauricio.">

"Pensaba que no iba a emocionarme. Pero ese sábado, cuando lo vi a Diego dar la vuelta olímpica, se me hizo un nudo en la garganta, pasaron por mi cabeza mil recuerdos buenos y malos, y me quebré. Me abracé a Isabel y lloré", confesó Mauricio.

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