“La Argentina está aislada y sigue perdiendo grandes oportunidades” – GENTE Online
 

“La Argentina está aislada y sigue perdiendo grandes oportunidades”

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La cita es en San Telmo, un ámbito más propicio para una charla que las oficinas técnicas o los comités de campaña. Llega, Roberto Lavagna (porteño, 65 cumplidos el 24 de marzo), puntual y algo desabrigado para esta tarde –lunes 14– de otoño: sólo pantalón, saco sport, camisa celeste. Bebida de sostén: un té con un tenue golpe de leche. Licenciado en Economía (UBA), posgrado en Bruselas –allí, en el 67, conoció a su mujer, la entonces estudiante belga Claudine Marechal–, investigador en Harvard, secretario de Comercio Exterior de Raúl Alfonsín, embajador ante los organismos económicos en Ginebra, ministro de Economía de Eduardo Duhalde entre 2002 –el año del gran incendio nacional– y 2005 (ya bajo la gestión de Kirchner), el jueves 10 de mayo en el teatro Gran Rex dio un paso decisivo: lanzó su candidatura a presidente de la República por la coalición UNA (Concertación para Una Nación Avanzada). De eso hablamos.

–Los argentinos, amigos de poner etiquetas, se preguntan si usted es peronista, radical, etcétera. ¿Cómo se define usted?
–Clara y terminantemente: soy justicialista.

–Pero fue alto funcionario del gobierno de Alfonsín…
–Exacto. Ser justicialista no significó, en el 83 y ante la oferta del presidente, renunciar a la obligación de colaborar con la renacida democracia.

–¿Por qué renunció a ese cargo?
–Analicé la situación, advertí que si no se corregían ciertas cosas el país entraría en crisis, y ante la falta de respuesta, viendo que el gobierno entraba en una zona de peligro, me fui tan respetuosamente como llegué. Lamentablemente, mi predicción se cumplió.

–Usted tiene plafond, contactos y una profesión libre que le permite vivir tranquilo. ¿Por qué reincide?
–Porque soy hijo de trabajadores (su padre, Angel Juan, era tipógrafo y dueño de un taller de linotipia), hice toda mi carrera en la escuela y la universidad públicas, le debo todo al país, mis hijos (Sergio, ingeniero; Marco, economista, y Nicolás, médico) son autónomos, de modo que creo, puedo y debo devolverle a la sociedad algo de todo lo que me dio. Por eso acepté también en el 2002, cuando mis amigos decían: “Ojo, mirá que ésta es una crisis terminal”, y por eso me lanzo ahora. Sobre todo cuando el actual gobierno está cometiendo tantos errores…

–¿Cuáles, para no quedarnos en frases globales que suelen estar vacías de contenido?
–Voy punto por punto... Si hay algo que detesto es la crítica sin propuestas. En materia institucional, los superpoderes. En el 2006 preparé el presupuesto y eliminé esos superpoderes, que sirvieron durante aquella fenomenal crisis del 2002, pero que en una economía normalizada debían volver al Congreso Nacional. Sin embargo, cinco meses después, el Gobierno reimplantó esos superpoderes, y aun más ampliamente. Antes había que ratificarlos cada año, y hoy son sin fecha. Sine die. Y créame: no es un tema menor… ¡es el manejo de la plata de los argentinos!

–¿Siguiente punto?
–El Consejo de la Magistratura, donde el Gobierno copó las estructuras técnicas del Estado y las reemplazó con gente de la política.

–¿Uno más?
–El caso del INDEC. Empezó en enero del 2006 con la Comisión de Defensa de la Competencia, y siguió hasta llegar a lo de hoy. Cuando un gobierno elimina funcionarios técnicos y los reemplaza por funcionarios políticos, produce un daño irreparable y pierde capacidad de gestión.

–¿Cree que el gobierno de Kirchner la perdió?
–Totalmente. Tiene cero gestión. Sólo anuncios… Y una ley revolucionaria de mi autoría, del 2005 y ya con sanción casi unánime en Diputados, duerme el sueño eterno en Senadores.

–¿Qué ley, y cuán revolucionaria?
–Cero impuesto a las ganancias de las pymes, siempre y cuando reinviertan esas ganancias.

–¿Otro error, a su juicio?
–El manejo del presupuesto: una política monetaria que dio lugar a la aceleración de la inflación.

–¿Adhiere a la teoría de que hay una gran inflación encubierta y un índice dibujado?
–Por supuesto. Y con la peor de las consecuencias, porque la inflación es una máquina de generar pobres y de destruir a la clase media. La clase adinerada, que tiene resto (propiedades, etcétera), escapa, pero el trabajador, el ama de casa, el empleado, el subempleado, el jubilado, no tienen escapatoria.

–¿Queda algo más en su tintero de negra tinta china?
–Sí. El aislamiento internacional. Hoy, el Gobierno sólo tiene relaciones internacionales con Madrid y Caracas. Y con todo lo que implica esta última…

–El Gobierno viene recibiendo golpes muy fuertes. Misiones, la hoguera de Santa Cruz, el escándalo de Skanska y las coimas, la incredulidad que generan los muy bajos índices de inflación… ¿Cree que eso puede traducirse en las urnas, o los argentinos seguirán votando por emoción, fe, promesas, carisma?
–Creo que esa actitud puede modificarse si a cada crítica se le agrega una propuesta. Eso es lo que estoy tratando de hacer desde noviembre pasado: primero, y antes de hablar de acuerdos políticos, presentar un programa (Lavagna acordó ya con sectores del radicalismo, del MID –el viejo frondicismo–, y con una veintena de pequeños partidos del interior del país). Si la población argentina percibe esa actitud progresista (no “progre”, que es revanchismo), es posible que se incline hacia una opción distinta en lugar de adherir a mensajes místicos. Ninguno de los casos negativos que cité son decisivos, pero se van sumando…

–Sin embargo, el Gobierno exhibe éxito tras éxito. ¿Adónde está la verdad?
–No pretendo tener la verdad, por supuesto. Pero hay inflación, y la inflación destruye el poder de compra. El empleo crece, pero a un ritmo mucho más lento: el año pasado, su nivel fue la mitad de los tres anteriores. Y la inseguridad ciudadana –¡tema central!– crece día a día. Si a eso le suma la corrupción, bueno…

–¿El caso Santa Cruz puede generar una onda expansiva, o quedará en el ámbito local?
–Ayer, en un programa de televisión, se propuso un televoto con dos preguntas: ¿Santa Cruz es un conflicto local o es el emergente de otros problemas nacionales? Para mi sorpresa, el 98 por ciento de los 35 mil votantes contestó la segunda opción.

–Usted conoció al Kirchner de los primeros días y ve al de hoy. Sea honesto: júzguelo como ciudadano, no como rival, como opositor…
–Se lo prometo. Kirchner asumió con un porcentaje de votos muy reducido (menos del 22 por ciento), pero el resultado de las elecciones de octubre de 2005 lo cambió. Creyó que tenía de votos propios, y que podía producir cambios profundos. ¡Se mareó! Creyó que la sociedad le había dado un cheque en blanco, pero a mi juicio cometió un tremendo error y perdió la gran oportunidad de seguir por el sendero inicial. Se metió en el revanchismo contra el pasado, en el populismo de prometerle algo a todos (que no podrá cumplir…), en el nacionalismo barato en materia de política internacional, y yo me pregunto…

–¿Qué se pregunta, doctor?
–¿Cuándo lograremos equilibrar el fiel de la balanza? Porque la Argentina ha pasado eternamente de gobiernos reaccionarios a gobiernos populistas. ¡Es hora de frenar ese péndulo, por favor!

–¿Cómo se frena?
–Con un auténtico proyecto de país, a mediano y largo plazo. Como el que tuvieron Roca, Yrigoyen, Perón-Eva Perón, Frondizi, siempre interrumpidos por golpes militares. Pero hoy, los golpes militares son imposibles. Entonces, ¿qué esperamos?

–Kirchner puso a los ciudadanos ante una incógnita: “pingüino o pingüina”. ¿Qué piensa?
–Primero, que mantener esa incógnita, a esta altura, es una falta de respeto para los ciudadanos. Segundo, que no habrá “pingüina”: el candidato será él… Pero nada va a cambiar. Seguirá la política de las tres Pe…

–¿Cómo es eso?
–Reparto de Plata, de Puestos y de Presiones.

El ex ministro de Economía, tras recorrer la Plaza Dorrego, habló de política, economía, instituciones y seguridad (o inseguridad).

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Lavagna y su mujer, Claudine Marechal.

Lavagna y su mujer, Claudine Marechal.

Lavagna en San Telmo, presidiendo una mesa de jóvenes que lo interrogaron sobre su persona y sus proyectos, y recibiendo el cálido saludo de una vecina. Que, como muchos otros, se acercó a darle aliento. “No puedo ni debo eludir esta responsabilidad”, le dijo a GENTE.

Lavagna en San Telmo, presidiendo una mesa de jóvenes que lo interrogaron sobre su persona y sus proyectos, y recibiendo el cálido saludo de una vecina. Que, como muchos otros, se acercó a darle aliento. “No puedo ni debo eludir esta responsabilidad”, le dijo a GENTE.

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