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Juntos… ¿o revueltos?

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El viernes 21 de julio, a las 12.45 del mediodía, en la sala Quebrada del Condorito del Pabellón Amarillo del Complejo Ferial Córdoba, el programa oficial indicaba que los “señores Jefes de Estado” brindarían una conferencia de prensa. A media tarde se anunció su cancelación. ¿La excusa? Cuestiones de agenda. La realidad: el presidente Néstor Kirchner, anfitrión, no quiso hacerle pasar a Fidel Castro el mal trago de tener que responder sobre el demorado viaje de la médica cubana Hilda Molina hacia Buenos Aires para visitar a su familia. Castro, ya en la ciudad de Alta Gracia en la mañana del sábado, donde visitó la casa de la infancia del Che Guevara –devenida museo– cuando en medio de una maraña de micrófonos le preguntaron por el caso, eludió esta cuestión central y desvió el asunto para volver a cargar sobre Juan Manuel Cao, periodista del Canal 41 de Miami –propiedad de Omar Romay, hijo del antiguo Zar de nuestra televisión–, a quien acusó de “ser un mercenario”, por el “pecado” de haberlo consultado sobre el tema. Pero del asunto en sí, nada. Lo que sí se llevó de vuelta a Cuba fue una carta de Kirchner –que tampoco quería revolver el asunto ante la prensa– pidiéndole que considere el viaje de Molina.

EL COMANDANTE. En realidad, la presencia de Castro opacó al resto de los ocho presidentes que se dieron cita en Córdoba para la 30a Cumbre del Mercosur. Su arribo tuvo en vilo a todos por aquí. Fue el comodoro Raúl Calleja, jefe del aeropuerto internacional Ingeniero Taravella, quien alertó sobre su llegada: mientras los dos aviones cubanos –uno de ellos con Castro– giraban y giraban en el cielo cordobés, escoltados por dos cazabombarderos A4-AR de la Fuerza Aérea Argentina armados con sendos misiles Sidewinder AIM-9M, pidió que “aterrizaran de una buena vez”, porque estaban demorando toda las demás operaciones aerocomerciales. Uno de los aviones de escolta, para peor, habría tenido que aterrizar de emergencia, aparentemente por un problema en el sistema hidráulico. Quizá la demora sucedió porque, en el aire, Castro se enteró de que Kirchner lo esperaba con el reclamo en forma de misiva: “Creo que estamos en condiciones de pensar y hasta sentir este caso desde un punto de vista humanitario exclusivamente y regalarles a estos pequeños argentinos, de ascendencia cubana, Roberto Carlos y Juan Pablo (nietos de Molina), una Navidad con su abuela y su bisabuela. Le propongo, estimado Presidente y amigo, que juntos lo hagamos posible”. A las 20.21, el líder cubano pisó suelo cordobés.

A la par de Castro, el venezolano Hugo Chávez también tuvo un rol protagónico en este “nuevo Mercosur”, como se encargó de remarcar. Con el poder de las reservas petroleras de su país, el sexto productor del mundo, demostró que su inclusión en el mercado común no se limitará a ser decorativa. No llegó a Córdoba directamente desde su país, sino vía Buenos Aires. Allí, en la Residencia de Olivos, se reunió con el presidente Kirchner y miembros del Congreso Judío Mundial, presidido por Israel Singer. A éste, residente en Nueva Jersey, le habló durante unos veinte minutos de béisbol y de los equipos de esa ciudad norteamericana. Dicen que, así, calmó una reunión que se prometía tensa. De paso, salió a manejar el Cadillac de Perón por las calles de la residencia presidencial. Preguntó si funcionaba, y a Kirchner le dijo: “Por la gasolina no te hagas problema…”. Arribó a Córdoba el jueves a las seis de la tarde, y no bien puso un pie en el Holiday Inn, el verborrágico mandatario improvisó un discurso para… ¡los empleados del establecimiento!: “El futuro está en manos de aquellos que pertenecen al siglo XXI, no sólo de aquellos que, como yo, pertenecemos al siglo XX y ni que hablar (ahora riendo) de los que pertenecen a los siglos XVI, XVII o XVIII, como es el caso del presidente que está por venir…”. Esto último, claro, refiriéndose a Fidel.

Castro se alojó en una de las diez suites del mismo hotel que el venezolano. Fue un hecho casi inédito, ya que jamás pernocta en el mismo ámbito que ocupan otros mandatarios. Y en el Holiday Inn había nada menos que seis presidentes. Su gerente general, Erik Debarre, contó que “desde nuestro lugar representamos al país de manera sumamente digna”. Pero el motivo principal de la elección fue que, en Córdoba, sólo existen dos hoteles cinco estrellas. Y el otro, el Sheraton –donde pararon Michelle Bachelet e Ignacio Lula Da Silva– es una marca registrada de la hotelería norteamericana.
Allí, el líder cubano dispuso de un ala completa para él y su comitiva. Sus alimentos –incluida su agua mineral favorita, Ciego Montero– fueron preparados en una dependencia de su habitación. La delegación del último bastión comunista se deleitó con manjares como tournedos de lomo en croute de Crépin en reducción de malbec y aceto ahumado, mousse de maíz con queso de cabra, merluza negra y langostinos en su salsa y solomillo de ciervo en salsa de chocolate semiamargo con papines andinos y piñones de araucaria a las cinco pimientas.

Por su parte, el boliviano Evo Morales fue el último en llegar, y no participó ni de la desordenada foto de familia ni de la cena oficial del Palacio Ferreyra –otrora hogar de Chinchina Ferreyra, primera novia del Che Guevara–, el jueves por la noche, para degustar el menú de cabrito con hierbas, las colaciones con dulce de cayote y el helado de crema americana de Abuela Bérlyn (sólo Kirchner comió de sambayón y frambuesas) preparado por Francis Mallman. Pero sí tuvo tiempo, en cambio, para almorzar en un bar del Cerro de las Rosas, con un nombre insólito para su proclamado “antiimperialismo”: Johnny B. Good.

DE LOCAL. Esta vez, el presidente Néstor Kirchner llegó solo a la Cumbre. La Primera Dama, Cristina Fernández, engripada, viajó a Santa Cruz. Tres temas fueron eje en la comitiva argentina: la relación con Uruguay por las papeleras, el suministro de gas a Chile y el caso Molina.
En el primer caso, Tabaré Vázquez –quien se reunió con Kirchner en forma imprevista–, hizo referencia al conflicto, pero poniendo paños fríos: “Pido el beneficio de la duda. Entendemos la preocupación de los vecinos de Gualeguaychú y nos preocupa la salud de nuestra gente”. Con Michelle Bachelet el encuentro bilateral sí había sido pactado de antemano. Tras la reunión, la mandataria trasandina aseguró que “no faltará gas en los hogares chilenos”.

Por último, y a pesar de que fue el presidente argentino quien convenció a Lula de aceptar el compromiso de otorgar 2.700 productos a precio preferencial del Mercosur a Cuba, se notó un trato frío entre Kirchner y Castro por el tema Molina. Esto se hizo bien nítido cuando el cubano daba su discurso en el cierre de la Cumbre –donde habló 41 minutos en vez de los diez pactados– e hizo referencia a una cifra de 15 cada mil de mortalidad infantil en nuestro país. Kirchner lo corrigió: “Son 13,5 cada mil niños nacidos vivos”. Fidel, rápido, le preguntó a quien tenía al lado: “¿Qué hora dijo?”. Y retrucó: “Podrías disminuirla mucho más”.

La nota de color del presidente Kirchner (rojo sangre, en este caso) fue el cabezazo que se pegó con el techo del vehículo oficial, el viernes, a la salida del Holiday Inn. Algún cordobés, con humor, culpó al gobernador De la Sota: “Con lo alto que es el Presidente, ¿cómo le van a mandar un auto japonés, que son todos chiquitos?”. En realidad, el coche era de origen coreano.

De todos modos, lo peor sucedió entre los dos referentes de la política local. Mientras esperaban a Kirchner, el intendente cordobés Luis Juez y De la Sota (fue al único mandatario que recibió), encarnizados rivales, parecían intercambiar civilizadas sonrisas. Nada más lejos de la realidad. Dicen que De la Sota le profirió un “enano de m…, te voy a romper el c…”. Según Juez, “lo que me dijo fue peor”.

CON SEGURIDAD. La Cumbre tuvo un impresionante dispositivo para mantener el orden. Hubo 4.200 efectivos cuidando que nada malo pasara. Fueron 500 policías federales, 500 gendarmes y, el resto, integrantes de la policía provincial. Con todo, quienes sobresalieron por su celo fueron los custodios de Castro. Por ejemplo, todos los fotógrafos y camarógrafos que cubrieron la visita de Fidel y Chávez al Museo del Che, en Alta Gracia, fueron revisados minuciosamente. Dicen los cubanos que uno de los 644 atentados que, según ellos, quisieron acabar con la vida de Fidel, fue a través de la lente de una cámara fotográfica. Muchos de ellos portan, además, pequeños maletines. En realidad son escudos de kevlar, un material liviano y resistente. Por supuesto, fueron innecesarios. Y, a diferencia de las otras delegaciones, ellos mismos se encargaron de alquilar el BMW blindado en que se movilizó su líder.

Después de la visita, Fidel acompañó a Chávez hasta el aeropuerto y esperó a que el venezolano embarcara rumbo a Bielorrusia para regresar al hotel, donde permaneció hasta la medianoche. El domingo, a la una de la madrugada, su avión despegó con destino a Cuba. Fidel Castro, con sus casi ochenta años, dejaba la Argentina, quizá por última vez. Y, pendiente, una respuesta urgente por el caso Molina.

Desorganización en la foto de familia. Los presidentes nunca pudieron posar tranquilos, porque los reporteros gráficos no tenían comodidad para trabajar. Dicen que en Cancillería, a cargo del operativo, tuvieron que dar explicaciones.

Desorganización en la foto de familia. Los presidentes nunca pudieron posar tranquilos, porque los reporteros gráficos no tenían comodidad para trabajar. Dicen que en Cancillería, a cargo del operativo, tuvieron que dar explicaciones.

Néstor Kirchner y Michelle Bachelet, reunión por el gas.

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Nuestro presidente, con Hugo Chávez y la prepotencia del petróleo.

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