Julián Mandriotti: “Roberto me enseñó que la voz es lo que más influye en la comunicación de un dirigente” – GENTE Online
 

Julián Mandriotti: “Roberto me enseñó que la voz es lo que más influye en la comunicación de un dirigente”

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El próximo viernes 19 de agosto, Sandro cumpliría 71 años. Hace más de seis que murió, pero su vida todavía guarda secretos por develar. Uno de sus amigos más consecuentes –quien inspiró uno de los más grandes éxitos del Gitano, Mi amigo el puma– es Julián Mandriotti (72). Será él quien tire del piolín y descorra el telón sobre una cuestión que desvelaba al ídolo, y tiene que ver con la neurocomunicación. Las anécdotas fluyen, y comienzan en un departamento porteño de la calle Malabia (hoy ese tramo se llama República de la India), hogar de Roberto Sánchez antes de que comprara la mansión de Banfield.

“En el ’72 cumplió 27 años. Hizo algo íntimo, y ahí contó que le había comprado esa casa al padre de Silvia Fernández Barrio. Su idea era hacer allí una tasca, para celebrar el cumpleaños siguiente. Estábamos el Bebe Mauro, Eber Orlando, Jorge Leone, Oscar Anderle, Emilio Spitz, Leo Fleider y yo. Nadie más. Ese departamento estaba decorado con estilo oriental. Es más: si alguien iba de visita, le hacía sacar los zapatos. El final de la noche fue con sushi, una torta y un brindis con Chivas Regal 21 años, su whisky favorito. Mirándome, preguntó: ‘Decime qué más quiero’. Le respondí: ‘Tiraste un título’ y me corrigió: ‘Para Sandro sería ‘dime qué más quiero’. A la semana siguiente, con el Bebe Mauro compusimos un tema que titulamos así, y que incluyó en la película Operación rosa rosa. Fue una de las ocho canciones que nos grabó”.

Pero lo que Mandriotti tiene para contar se remonta cuatro años más atrás, a 1968. “Roberto era una figura. Había ganado el Festival Buenos Aires de la Canción un año antes, y lo contrataron de Paraguay. Llenó el Defensores del Chaco y lo recibió el entonces presidente, Alfredo Stroessner. De allí fue al club Alemán, por pedido del propio mandatario. El secretario de esa institución le contó esta historia, que Sandro me confió luego: le dijo que el equipo de comunicación de Hitler –un grupo de asesores que venían de una escuela mística– decía que lo más importante que tiene el ser humano en su cuerpo es el oído. ‘Usted será uno de los más grandes, usted canta’, pronosticó, ‘porque al atravesar el oído interno, el sonido llega a los lóbulos temporal y frontal, donde nacen las emociones. Eso despierta amor... o rechazo’. Roberto me decía: ‘Yo tengo las dos cosas, la voz y la música’. Entonces me pidió que le consiguiera libros sobre el tema. Aparecí con unos que encontré en la calle Corrientes: El cerebro humano (1960, Paul Chauchard), Nervios y músculos (1966, Robert Galambos) y Las ondas y el oído (1963, William van Bergeijk, John Pierce y Edward David). Y ahí, en nuestras charlas en ese departamento de Malabia, nos pusimos a analizar que los grandes líderes y oradores también tenían esos dos atributos. Pero no en el sentido que esos personajes –Perón, Evita, Cristina, Menem, Alfonsín– debían cantar, sino que sus discursos deberían parecer piezas musicalizadas. Todos ellos tuvieron más llegada a la gente que sus contrincantes. Sandro fue un adelantado en lo que hoy se conoce como neurocomunicación, este revolucionario método para llegar a la gente. Por más imagen que tenga un político, si no tiene voz, no llega”.

–¿Qué le quedó de aquellas charlas?
–Bueno, fruto de esa experiencia maravillosa, comencé a aplicarlo en mi actividad vinculada a las campañas políticas.

–¿De qué manera lo haría hoy, cuando la gente ya no se reúne en una plaza para escuchar un discurso?
–¿Por qué un político no llena una plaza y un cantante sí? Si hoy aparecieran un Perón o un Alfonsín, también colmarían plazas. Pero ahora no hay ningún líder que perfore el cerebro con sus discursos, con su tono de voz, con el sonido. Ni Macri –que lo podría perfeccionar–, ni Scioli, ni Massa ni Urtubey lo tienen. Quizás Lilita lo tenga en algún punto. O Martín Lousteau. La voz, el sonido y la musicalidad de un dirigente son la mayor influencia en la comunicación política. Un candidato debe tener las cinco “E”: encantar, emocionar, enamorar, esperanzar y entusiasmar. Eso despiertan los sonidos en el cerebro.

–¿Cómo haría para incluir estos conceptos en una campaña?
–Con discursos emocionantes, musicalización de la voz. Fijate Cacho Castaña, por poner un nombre... ¿Por qué no le podría escribir los ejes discursivos a Macri, como hizo Enrique Santos Discépolo con Evita?

–¿Sandro hubiera sido un buen político?
–Un importante dirigente bonaerense, en la década del ’90, le propuso ser candidato, pero no aceptó. La esposa, que vivía cerca, le tiraba cartas por debajo de la puerta para convencerlo que aceptara la candidatura, y él no le contestaba.

–Si es esposa de un importante dirigente bonaerense, y además vecina... ¿es Chiche Duhalde?
–Nunca se supo esto, pero sí. Olga debe tener esas cartas, aunque entonces Roberto estaba soltero. Lo podrán desmentir, pero es verdad.

Mandriotti compartió con Sandro los años en que el cantante se proyectó a toda América. Con la compañía de Bebe Mauro compusieron ocho temas.

Mandriotti compartió con Sandro los años en que el cantante se proyectó a toda América. Con la compañía de Bebe Mauro compusieron ocho temas.

“Sandro fue un adelantado en lo que hoy se conoce como neurocomunicación, revolucionaria técnica para llegar a la gente”

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