«Jamás me iría del país. Y ahora menos que nunca» – GENTE Online
 

"Jamás me iría del país. Y ahora menos que nunca"

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Una carrera que es casi leyenda. No por antigüedad ni escalafón: por talento.
Un marido (Eduardo Lepoole, médico terapeuta) desde hace tres décadas, y del
que habla con admiración y gratitud. Un hijo: Oscar Ferrigno, actor. Un nieto:
Iván (14). Atrás, una familia de actores que le trazó el destino: Pedro Aleandro,
el padre; María Luisa Robledo, la madre; María Vaner, la hermana. Pies sobre
las tablas desde los 9 años. Un Oscar (recordar su God bless you!, estatuilla
en alto, en la gran noche de La historia oficial, 1986). Un premio a
la mejor actriz en el riguroso festival de Cannes. Y en estos días, el cosquilleo
de otro Oscar por El hijo de la novia. Y en esta tarde de viernes, casi
flotando dentro de una ropa blanca y luchando contra un pelo eléctrico y semisalvaje,
esta charla.

-Usted vivió años azarosos. Un obligado exilio de cinco años en España por
amenazas de la dictadura , y una temporada filmando en los Estados Unidos porque
en su país no le ofrecían nada.

-Es cierto. Pasé buenas y malas. Pero hoy tengo una gran paz.

-A veces, la adversidad es un gran motor. ¿Esos días oscuros tuvieron algo
de luz?

-No. Nada de bueno. Nada. Ni la vida ni la creación artística pueden respirar
en medio de algo tan siniestro como una dictadura. Sólo rescato algo: el amor
que les tengo a mi tierra y a mi gente.

-Pero en su tierra (que es la mía) hay, ahora, un pesado libreto de desencanto
y de frustración. ¿No piensa en un segundo exilio?

-No. Y no quiero usar la palabra "desencanto". Siempre, y en cualquier lugar
del mundo, hay grupos de gente detestable. Pero eso no es motivo para decir
adiós. Ni aun en las peores épocas dejé de extrañar a mi país. Y volví...

-¿A pesar de que le sobraban ofertas de trabajo?
-Me sobraban entonces, y también las tengo ahora. Pero volví porque no aguantaba
más, y a pesar de que todavía había mucho riesgo.

-Entonces había mucho riesgo, y hoy estamos a años-luz del Paraíso...
-Sí. Esta es una época muy, muy triste. Poco importa que a mí me vaya bien.
No puedo dejar de pensar en que hay mucha gente, muchísima, que no tiene cómo
vivir hoy ni mañana, y tampoco tiene nada que esperar. Es una terrible comprobación
de cómo se ejerce el poder en el país.

-¿Cómo se ejerce?
-No sólo con corrupción, con prebendas, aprovechando ese poder en beneficio
propio. También con gente muy poco idónea en puestos clave. La gente no quiere
esta forma de gobierno...

-Pero esta forma de gobierno se llama democracia. La que tanto costó conseguir.
-La gente no rechaza la democracia: teme que se transforme en dictadura. ¿Y
cómo no, si le roban el dinero que ahorró en toda su vida? ¿Y cómo no, si desaparecieron
los aportes jubilatorios, la salud, la educación, la cultura, todo?

-También en su campo, Norma. Ustedes pasaban siete años o más en el Conservatorio
de Arte Escénico, y hoy importa más una linda cara...

-No nos engañemos. También antes había personajes que no eran actores pero tenían
una linda cara, y hacían cine. Lo que cambió, a partir de la televisión, es
el porcentaje...

-Y, creo, la capacidad de esfuerzo, rigor y hasta sacrificio.
-Discrepo con la palabra "sacrificio". No me gustan los actores que hablan de
sacrificio. Somos privilegiados, porque hacemos lo que amamos. No es lo mismo
que pasarse la vida en una oficina. Hay una diferencia enorme. Pero, desde luego,
si hay que grabar un capítulo por día de una tira..., ya no es lo que uno eligió.
Es lo que uno hace para sobrevivir.

-Una tira es una especie de oficina del arte...
-Sin duda. Además, hace años, había una televisión buena, regular y mala. Hoy,
en cambio, lo que se ve en los canales de aire es lamentable. Es difícil remontar
mucha de esa realidad, pero lo vamos a hacer. Esa es otra de las razones por
las que no me voy, a pesar de que tengo documentación española (es decir, del
Mercado Común Europeo).

-¿Critica a los que se van? 
-No. Cada uno hace de su vida lo que puede. Pero si amo a mi país cuando está
bien, siento la obligación de aportarle algo cuando está mal. Acabo de rechazar
una oferta hermosa para hacer en España, con Alfredo Alcón, un armado de teatro
clásico griego.

-¿Por qué? 
-Porque me obligaba a estar fuera de mi país de mayo a noviembre. Es demasiado
tiempo. No aguanto. No puedo ni quiero desligarme de mi gente y de mis afectos.
Esta crisis tenemos que pasarla juntos, y como podamos. Son tiempos de resistencia...

-Tal vez, en unos días, traiga una buena noticia en forma de Oscar. ¿Tiene
fe?

-Es difícil aventurar un resultado. El hijo de la novia entró entre
cincuenta y cinco películas. Eso ya es un premio. Además, la gente de la Academia
que la vio, quedó maravillada. Pero...

-Su trabajo como una enferma de Mal de Alzheimer fue calificado -con justicia-
como memorable. ¿Cómo lo logró? ¿Se conectó con enfermos? 

-Sí, pero no demasiado. Mi marido, por su profesión, me ayudó mucho. Actué comprometiendo
mis sentimientos, pero sin entregar mi vida personal. Creo que ese método tiene
un vuelo más alto. Lo contrario me parece un experimento enfermizo y enfermante.
También me ayudó mucho el director (Juan José Campanella): su madre sufre de
Alzheimer, y la historia de amor de sus padres tiene mucho que ver con su vida
personal. Y, por supuesto, Ricardo Darín, que es un ser excepcional, dentro
y fuera del set.

-A pesar de las terribles características del Alzheimer, usted logró encarnar
a una mujer enferma, pero no patética. ¿Cuál fue el secreto? 

-Comprender que ella, a pesar de su mal, todavía conserva lo mejor que tuvo:
el humor y el amor.

-En grandes vísperas como esta, ¿suele retroceder hasta su infancia, sus
primeros recuerdos, su familia de actores, etcétera?

-No. Se lo digo en dos pinceladas: no me gusta mirar fotos viejas, no me gusta
hablar de cosas que ya hice, no me gustan los reportajes tipo "contame todo,
desde que naciste pa´cá". Mi tiempo de verbo es el presente. Aun muy jovencita,
y a diferencia de mis compañeros, jamás pensaba en el futuro. Sólo trataba de
ser mejor actriz y de tener mejores relaciones humanas y amorosas, pero siempre
en el hoy. Tal vez por eso logré vivir en paz...

-¿Con mucho esfuerzo?
-No. Pero tampoco tenía (ni tengo) grandes ambiciones. ¿La mayor? Ser mejor
actriz.

-Está cumplida, parece.
-¿Sabe una cosa? Yo no me gustaba como actriz. Nada. No conseguía imaginar un
personaje y lograrlo en plenitud. Sentía que siempre se le veían las costuras...

-Los hilos del títere...
-Eso, sí. Además, me parecía estar en una zona que no me correspondía.

-¿Cuándo se gustó por primera vez?
-En Verano y humo, de Tennessee Williams, dirigida por Marcelo Lavalle
en el Instituto de Arte Moderno. Tenía 17 años.

-Está hablando del pasado...
-Sí. Y ya le dije: no me gusta.

-¡Qué lío! ¿Y ahora qué hago?
-No sé. Proponga...

-¿Qué le parece el Cuestionario Proust?
-No lo conozco, pero me encantaría. Adelante.

-¿Cuál es el colmo de la infelicidad?
-El no amor. 

-¿Adónde le gustaría vivir? 
-Exactamente aquí, donde nací.

-¿Cuál es su ideal de felicidad?
-La paz en armonía, el amor en armonía y en paz.

-¿Con qué faltas es más indulgente?
-Con algunas mentiras.

-¿Cuáles son sus mayores héroes de novela?
-Los personajes de Golding... (William Golding, 1911-1993, premio Nobel de Literatura
1983, autor de El señor de las moscas, Los herederos, Caída
Libre
). Porque no los juzga: les tiene piedad.

-¿Cuál es su heroína de la vida real?
-La Madre Teresa. Muy poca gente llega a lo que ella llegó, y con humildad real.
Y Gandhi. Lloré (y todavía lloro) su muerte.

-¿Qué virtud prefiere?
-La honestidad valiente.

-¿Quién le hubiera gustado ser?
-Yo.

-¿Qué aprecia de sus amigos?
-Que no me pidan que cambie.

-¿Cuál sería su mayor desdicha?
-La enfermedad.

-¿Color, flor, pájaro? 
-Colores: todos. Flor: la vieja y clásica rosa inglesa. Pájaro: todos. Quisiera
reencarnarme en un pájaro.

-¿Escritores?¿Músicos? 
-Doris Lessing, Marguerite Duras, Toni Morrison, Joseph Conrad... Y Borges,
porque me ayudó en muchas cosas. Por ejemplo, a leer a Leopoldo Lugones, al
que odiaba porque en la escuela era obligatorio. Y el poeta de mi vida: William
Blake. Un músico: Ravi Shankar.

-¿Lo que más detesta? 
-La deshonestidad.

-¿Qué don de la naturaleza quisiera tener?
-El sentido común.

-¿Sería capaz de matar?
-¡No!

-¿Su mejor rasgo?
-Soy alegre.

-¿Su peor rasgo?
-Me cuesta perdonar.

-¿Qué la atrae primero en un hombre? ¿Y en una mujer? 
-En los dos casos, la mirada.

-¿Cómo le gustaría morir?
-(Se ríe). Vieja, y serenamente.

-¿Premio favorito?
-No haga trampas: esa pregunta no me suena a Marcel Proust.

-Tiene razón. Pero la respuesta debería ser "el Oscar". 
-Debería, sí. Pero no se apure. Ya le dije que, casi, he logrado la paz. Déjeme
así...Norma y su perro Pancho. Escenario: el patio de su casa del Bajo Belgrano. Un prodigio planeado por ella y su marido y construida con los restos de un barco hundido y material de demoliciones.

Norma y su perro Pancho. Escenario: el patio de su casa del Bajo Belgrano. Un prodigio planeado por ella y su marido y construida con los restos de un barco hundido y material de demoliciones.

"Estoy en uno de los mejores momentos de mi vida, pero no puedo desligarme de la crisis y la angustia que atraviesan a mi tierra y mi gente"

"Mi papel en El Hijo de la Novia tuvo dos grandes aliados: Campanella, el director, y Darín, un ser excepcional dentro y fuera del set."

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