“Hoy todas las mujeres son competencia: una de 60 le puede disputar un hombre a una chiquilla de 20” – GENTE Online
 

“Hoy todas las mujeres son competencia: una de 60 le puede disputar un hombre a una chiquilla de 20”

Catherine se viste de plumas. En realidad, ahora sólo lleva un par de alas sobre la espalda. Parece un ángel… “Es la idea, ¿no?”, bromea ella. Está tendida en el estudio fotográfico, completamente desnuda. Las vestuaristas de Un país de revista, proyecto de Jorge Guinzburg, aún no terminaron su espectacular traje de luces. Su debut como vedette no merece menos.

–Dicen que el teatro de revistas ya no es lo que era, Catherine.
–Porque hay chicas que se lo toman a la ligera. Tal vez están en la pavada, una época de la vida por la que pasamos todas. Yo dejé de ser una bol… cuando tuve a mis hijas. Algún día se van dar cuenta de que no todo es caminar sobre el escenario. Se necesita mejor dicción, saber bailar y cantar, poder hacer un skecth… Sólo con la cola y las lolas no alcanza.

–Hay un público para el que la cola y las lolas son suficientes.
–No hay que subestimar al público. Dale carne, un buen lomo, pero sumale calidad sobre el escenario. Cuando sólo mostrás las lolas y la cola, siempre hay uno que te empieza a llamar “gato”. ¿O nunca lo escuchaste? Recién te miran como una artista si a tu cuerpo le sumás calidad y profesionalismo.

–¿Hasta dónde va a mostrar usted en su debut?
–Yo me voy a poner el traje de vedette, con brillos y plumas. Con mi bikini bien chiquitita, tipo hilo dental. No te preocupes: se me va a ver bien la cola. ¿Topless? Creo que nunca hay que descubrirse del todo. El desnudo atenta contra el morbo y la fantasía. Si te descubrís por completo, los hombres pierden el interés. Es como cuando le das la prueba de amor a un hombre… ¡Después no te vuelve a llamar! (ríe)

–A propósito, ¿jamás posó desnuda?
–Hice desnudos, pero sólo artísticos.

–Es decir: desnudos que no dejan ver nada.
–Sugestivos, nada evidentes. ¿Qué pretendías? ¡Si nunca hice topless en la playa! Soy incapaz de enseñarle las lolas a un amigo. Eso sí me da pudor.

–¿Le costó mucho mantener su cuerpo cubierto a lo largo de su carrera?
–Un cuarto de millón de dólares (ríe). Cuando estuve en España, antes de radicarme en la Argentina, Playboy me ofreció 250 mil dólares por hacerme fotos en topless. No lo hice por mis padres. ¡Mirá si papá llevaba el auto al mecánico y descubría la foto de su hija desnuda!

–Sobre el escenario, en vivo y en directo, no hay photoshop posible. Todo es sin red…
–¿Cómo que no hay red? Voy a usar mis mediecitas de red siempre (ríe). ¡Tampoco soy Nicole Neumann! Tengo 41 años y piel de señora.

–¿Tiene mucho que esconder, Catherine?
–Soy muy dura conmigo, de las que se miran al espejo y se castigan mal. Trabajo mi cuerpo para estar bien: hago gimnasia a diario, troto para tener capacidad aeróbica, voy a mis tratamientos para rejuvenecer la piel con el doctor Federico Zapata, hago mesoterapia con Marcela Zeaiter, me practican drenajes linfáticos, me coloco ampollitas para la celulitis por las mañanas y las noches…

–¿Y podrá ganar su guerra contra la celulitis?
–La celulitis es la guerra más difícil de la mayoría de las mujeres. Las que no tienen celulitis, que se sientan bendecidas por Dios. Porque si estuviésemos todas gorditas pero sin celulitis, estaría todo bien. A mí no me molestaría tener la cola bien grande, pero sin celulitis. Y a medida que pasa el tiempo, retenemos más líquidos y todo se pone peor. Como mujer, acepto la celulitis. Pero le presento batalla, aunque sé que es una guerra perdida. Igual me parece que a los hombres les gusta la celulitis. Mi marido me dice: “Está todo bien, cuanto más redondita mejor”.

–Los hombres muchas veces no reparamos en detalles.
–Ustedes son más animalitos, todo les da lo mismo (ríe).

–¿Qué pasó con Ova Sabatini cuando le contó que había resuelto convertirse en vedette?
–Su primera fue “¡uhhh!”, como un lamento. Pero él sabe cuánto sufro cuando no se me dan las cosas que quiero hacer. Ahora lo lleva bastante bien.

–¿Ya está curado de celos?
–¡Conmigo está curado de espanto!

–¿Está preparada para la guerra de las plumas?
–Mi filosofía es “vivir y dejar vivir”. No pretendo juzgar a la gente y espero que no me juzguen. Quizás parezca ingenua, pero yo no voy a hablar de mis compañeras. Pretendo honrar a las vedettes y estoy sudando la camiseta.

–Sus colegas, las otras vedettes, pronto van a comentar su desembarco en la revista.
–Por ahora todo es buena onda. Moria, la reina de la calle Corrientes, me dijo que quiere ser mi madrina. Y, como bautismo, me va a regalar un conchero. “Estoy feliz, que suerte que te animás a hacerlo”, me dijo. También hablé con Flor de la V y me dio algunos consejos para pelear mi contrato.

–Va a incursionar en un extraño mundo, adonde compiten jovencitas de diecisiete años con mujeres que ya pasaron los sesenta…
–Todas son competencia. Lo mismo pasa en la calle: una mujer de sesenta le puede disputar un hombre a una chiquilla de veinte. Las diferencias ya no son tan evidentes. En el teatro, ves a Nicole Neumann o Emilia Attias y parecen insuperables. Pero después aparece Moria Casán, que tiene una capacidad de seducción increíble, y resulta muy difícil sacarle los ojos de encima. ¿Y qué hacemos las de cuarenta? Es para preocuparse. Por eso tengo que debutar con todo bien puesto en su lugar.

–Evidentemente, lucir espléndida le requiere mucho esfuerzo…
–Muchísimo. Vivimos en un país adonde el aspecto físico es muy importante. Todas sabemos de los últimos tratamiento anti-age, las nuevas cirugías estéticas, el bótox y los hilos de oro… Pero la vida no es compatible con la belleza: los años arrugan y lo rico engorda.

Jorge Guinzburg lo hizo. Luego de un cortejo que se prolongó por más de cinco años, convenció a Catherine Fulop de probarse como vedette. Antes habían fracasado en sus intentos Nito Artaza y Miguel Angel Cherutti. La obra –Un país de revista– se estrena ahora, en mayo, en el nuevo teatro Metro. Completan el elenco Gladys Florimonti, el Bicho Gómez, José Luis Gioia y una aspirante a vedette llamada Sahira.

–¿Por qué rechazó otras ofertas para convertirse en vedette?
–Sentía que era una obviedad. Como tengo lolas y curvas, todos me proponían convertirme en vedette. ¡Pero yo soy actriz! No quería que me etiquetaran. Todavía pretendo seguir haciendo series, programas… Además, sentía que el género estaba bastardeado. ¡A cualquiera que tiene siliconas la presentan como vedette! Pero me insistieron muchos. Guinzburg, Artaza, Cherutti… Con Miguel estuve cerca de ponerme las plumas, pero cumplí cuarenta y me dije: “Quiero tener un bebé”. Así que no me podía comprometer.

–¿Suspendió la búsqueda?
–Obvio. ¡No voy a ponerme plumas con una panza de siete meses!

–¿Desistió definitivamente de la idea de volver a ser madre?
–No lo sé. El médico me lo dijo de frente: cada vez son menos las posibilidades de quedar embarazada y después de los cuarenta ser madre trae sus riesgos. Por ahora suspendimos la búsqueda. Hace días, por la falta del hijo varón, Ova trajo un cachorro macho a casa.

–Aún no llegamos a la calle Corrientes…
–Guinzburg me volvió a llamar este año. Yo estaba grabando Los ex con Norma Pons, un programa para Telefe. Ella me decía: “Vos tenés que ser vedette. Tenés una cosa en el cuerpo, te movés bien… ¡Dejate de joder con tu idea de ser actriz seria!”. Ella conoce el paño y creo que tenía razón.

–¿Entonces dijo que sí?
–Todavía no. Yo quería hacer televisión. Me llamaron para Amas de casa desesperadas, pero estaba comprometida para Los ex y lo tuve que rechazar. Después, Los ex se quedó sin espacio en Telefe. “Lo vamos a convertir en miniserie”, me dijeron a los dos meses de estar grabando. ¡Y yo pensaba que iba a hacer una tira todo el año! Llamé a los productores de Amas de casa desesperadas pero ya le habían dado mi papel a Romina Gaetani… Yo necesito que me consideren para esos papeles. Me hubiese encantado hacer Mujeres asesinas. Quizá los productores piensan que no hay asesinas con curvas y acento caribeño.

–Quizá les resulte difícil ver más allá de semejante cuerpo…
–¡Si Araceli tiene un lomazo e interpretó a una asesina maravillosa! No entiendo el proceso de convocatoria para estos proyectos… Yo luché mucho por venir a la Argentina. Todos los años me llaman de Venezuela o Colombia. ¡Allá no pueden creer lo que me cuesta conseguir un buen papel! Pero voy a pelearla en Buenos Aires, que para mí es Hollywood. Me borraron del rubro. Piensan: tiene cola, teta, y te bajan el pulgar. Tengo que demostrarles que puedo asumir roles, que sé actuar.

–¿Cómo la convenció Guinzburg?
–Cuando todo parecía derrumbarse, volvió a la carga. Me dijo que todavía no ocupé mi lugar en la Argentina. Volvió a proponerme hacer de vedette y simplemente dije “dale”. Así empezó todo este sueño, que estoy segura de que va a tener un final de lo más chévere.

Cathy jura que su marido, Ova Sabatini, no se sorprendió cuando le contó que planeaba convertirse en vedette. “<i>¡Conmigo ya está curado de espanto!</i>”, asegura.

Cathy jura que su marido, Ova Sabatini, no se sorprendió cuando le contó que planeaba convertirse en vedette. “¡Conmigo ya está curado de espanto!”, asegura.

“<i>Sólo hice desnudos artísticos. Son sugestivos, nada evidentes. ¿Qué pretendías? ¡Si nunca hice topless en la playa! Soy incapaz de enseñarle las lolas a un amigo. Eso sí que me da pudor</i>”

Sólo hice desnudos artísticos. Son sugestivos, nada evidentes. ¿Qué pretendías? ¡Si nunca hice topless en la playa! Soy incapaz de enseñarle las lolas a un amigo. Eso sí que me da pudor

Catherine ensaya cuatro horas por día, de lunes a sábado. Sin embargo, en su primera semana de prácticas sufrió una lesión: “<i>No calenté bien los músculos intercostales y tuve un tirón. Cuando llegué a casa le quise mostrar los movimientos a Gaby</i> (por Sabatini, su cuñada) <i>y me quedé dura. Terminé en el sanatorio, tomando antiinflamatorios</i>”, cuenta Fulop.

Catherine ensaya cuatro horas por día, de lunes a sábado. Sin embargo, en su primera semana de prácticas sufrió una lesión: “No calenté bien los músculos intercostales y tuve un tirón. Cuando llegué a casa le quise mostrar los movimientos a Gaby (por Sabatini, su cuñada) y me quedé dura. Terminé en el sanatorio, tomando antiinflamatorios”, cuenta Fulop.

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