“Hoy pienso que me hubiera gustado ser padre más joven” – GENTE Online
 

“Hoy pienso que me hubiera gustado ser padre más joven”

Las mesas de la Plaza Santa Ana están repletas. Son las seis de la tarde y muchos madrileños ya abandonaron sus oficinas y llegan al barrio de Las Letras para practicar uno de los mejores deportes del mundo: salir de tapas. Algunos eligen terminar la jornada con unos montaditos de jamón crudo, otro apuestan por el salmón o los mariscos, siempre acompañando con una cañita.

Fito Páez pide una paella en su cervecería preferida de la ciudad, esa que lleva el nombre de la clásica placita. “Anoche me tomé todo lo que debía”, se excusa, y pide “una Coca light”. Se lo nota bien al rosarino, como si el paso del tiempo lo hubiese beneficiado. A los 45 años, Páez entiende que ha salido victorioso en algunas peleas. A saber: “Mi barba es una revancha porque he ganado la batalla contra mi ‘¡lampiñez’. A veces tengo miedo de afeitarme, por miedo a que no me crezca más la barba”, bromea. También, el paso de los años, observando las cosas al costado del camino, le regaló una madurez distinta para apreciar la vida: “Disfruto el paso del tiempo, me gusta... Hoy estoy en la plaza Santa Ana de Madrid y mañana, en Buenos Aires encontraré a Martín (8 años, el hijo que adoptó junto a Cecilia Roth) y Margarita (tres años, la hija que tuvo con Romina Ricci) esperándome en casa. Creo que el secreto de la vida es aprender a disfrutar de las cosas y del paso del tiempo”.

Anoche, Fito se juntó con varios amigos en el Palacio de Congresos, una sala tipo teatro porteño para dos mil personas. Todo fue muy íntimo, muy a su estilo, como si estuviera tocando con amigos en el living de su casa de Rosario, Baires o Madrid, algunos zapando y él inseparable de su piano de cola. Así llegaron los tres gitanillos cubanos de Los Limones, y más tarde tocó la puerta Ariel Rot para reinventar una versión recontra tanguera de Giros. “Con Ariel nos une una relación de veinte años, somos como hermanos”, dice sobre el hermano de su ex, Cecilia Roth (49), de la que fue pareja durante diez años. Después, los españoles del dúo Pereza improvisaron una versión acústica de La rueda mágica y de repente Fito le dijo a su público: “Tengo que presentarles a otro amigo: con ustedes… ¡Mister Madrid!”.

Y apareció su amigo (hasta hace muy poco tiempo, enemigo íntimo) Joaquín Sabina, con quien en 1997 grabaron un disco pero la convivencia los hizo odiarse y todo terminó en escándalo, tanto que suspendieron una gira de 60 conciertos. Claro que, lejos de agarrarse a piñas, se batieron a duelo de plumas y se descalificaron a través de la poesía. “Somos gente grande, está claro que íbamos a recomponer la relación. Las cosas no se planean como una operación de marketing, y con Joaquín pensamos y sentimos muy parecido”, cuenta hoy Fito, o el viejo Rodolfo. La voz quebrada de Sabina parecía el broche de oro de la noche, pero Rodolfo tenía una última sorpresa: “Un hermano, que es oro negro y tiene una de las mejores voces del mundo”. Y como lo hicieron en los 80 en la Plaza de la Revolución, Pablo Milanés y Fito cantaron Yo vengo a ofrecer mi corazón. Será por eso que ahora Páez, en una mesa de la cervecería Santa Ana, se muestra satisfecho.

–Fito, hablamos de los años y del paso del tiempo: ¿estás viviendo un momento de serenidad total?
–No, no… no soy de esos que te cuentan sobre su serenidad. Cada día que pasa te hacés hombre, entonces ponés las cosas en su lugar. Eso te da cierta seguridad, entre comillas, porque soy de los que creen que la seguridad no existe. Discutís las cosas en los ámbitos donde se deben discutir. Te ponés en tu lugar y ponés en su lugar a los que se quieren pasar de la raya.

–Anoche vimos el reencuentro con Sabina. ¿Cuántos whiskies demandó la noche de reconciliación?
–¡Yo creo que Joaquín dejó el whisky, por eso nos reconciliamos! (Ríe.) En realidad, no lo dejó, es un gran bebedor. Eso no lo va a perder seguro. Nos merecíamos una vuelta de tuerca, no valía la pena estar peleados.

–¿Te diste cuenta de que la música te convirtió en un tipo influyente?
–¡No, no! Yo me siento influyente con mis hijos, nada más: “Martín, Margarita, eso no se hace”. Ahí sí, pero no para afuera. Yo soy un tipo que se dedicó a escribir, a dirigir y a intentar ser buena persona con las personas que vive.

–Claro, pero si yo mañana lo critico a Hugo Chávez, no se entera nadie…
(Risas.) –Lo que pasó ahí fue que la intendencia de Caracas le impidió tocar a Alejandro Sanz. Entonces, cuando me preguntaron al respecto, dije: “Me parece que es un gesto más de anacronismo e intolerancia de la gestión Chávez”. Entonces, el presidente venezolano me invitó a tocar la guitarra.

–Algunos artistas intentan alejarse de lo comercial, de lo popular: ¿vos de qué lado estás?
–Estoy totalmente en la vereda contraria. Está buenísimo vender discos, quiere decir que hay muchísima gente que está interesada en lo que hacés. ¡Es un piropo que te da la vida!

–Borges siempre intentó alejarse del best seller, de lo vendedor…
–Uno escribe canciones. Después, lo que la coyuntura haga con eso se te escapa de las manos. Creo que es compleja la situación de por qué algunos discos gustan más que otros. Por qué esta película gusta y esta no.

–Hablando de rótulos, ¿te sacaste definitivamente la etiqueta de “rockero”?
–Me siento un tipo libre y el rock es un género. Yo no pertenezco a nadie, no tengo dueño en ese sentido. Soy curioso, investigo y me gusta el rock, la música clásica, la zamba, el folklore argentino, y utilizo todo eso para experimentar.

–En tu último disco, Rodolfo, aparecen sólo vos y tu piano de cola. ¿Tiene que ver con la experimentación de la que hablás?
–Es un vínculo muy íntimo, de muchos años… Me costó 45 años llegar a ese disco, a ser Rodolfo. Porque es un momento de gran plenitud con el instrumento, de haber podido expresar cosas que quiero y decido. Tomé muchas decisiones en ese disco para contarme y para contar el vínculo con el piano.

–También hablás del vínculo con tus hijos. ¿Qué clase de padre sos?
–No voy a hablar mucho de eso. Simplemente, hoy pienso que me hubiera gustado ser padre más joven. Me hubiera gustado tenerlos antes a Martín y a Margarita, y que me perdí muchas cosas lindas por no tenerlos. Pero como el “hubiera” no existe, hay que seguir para adelante.

–¿Vas a las reuniones de padres de la escuela?
–Totalmente, es el deber de cualquier padre, más allá de la profesión. Y si hay que disfrazarse de árbol en la fiesta de fin de año… ¡nos disfrazamos de árbol!

–¿Sos un tipo prolijo con la guita?
–Nunca fui muy ordenado con el dinero, siempre tuve problemas. Creo que mucho dinero trae problemas. ¡No aconsejo tener mucho dinero! (Risas.)

–No sos un padre que dice: “Les quiero dejar algo armado a mis hijos”.
–Bueno, en eso sí que pienso un poco. “Quiero que esto quede para ellos”. Creo que tiene que ver con el instinto de supervivencia.

–Será cuestión de dejar de usar el dinero de los discos para tapar los agujeros de las películas…
–Siento que la plata no sirve para nada. Es ridículo tenerla amontonada en un banco. Me parece lícito, pero no es mi métier. Yo cuando tuve guita me hice mi estudio, Circo Beat.

–Bueno, pero vos también tenés ciertos recursos para ahorrar en los cachet de tus películas: ¿por eso incluís a tus chicas?
–¡Ja, ja! Eso no baja el cachet de mis filmes. El cine es caro, carísimo. De todas formas, Cecilia (Roth) en Vidas privadas y Romina (Ricci) en ¿De quién es el portaligas? se cargaron las películas al hombro. Son excelentes compañeras.

–¿Te animarías a cruzarlas alguna vez?
–No es algo que esté pensado, pero ¿por qué no? Yo creo que no habría inconvenientes…

–De todas formas, ya vendrán nuevas protagonistas. Has sido un hombre muy afortunado con las mujeres.
–Yo me considero un hombre muy afortunado, he compartido grandes momentos y me han dejado entrar en sus vidas mujeres bellísimas… y muy inteligentes… y locas y audaces, que me han ayudado muchísimo. He tenido un muy buen vínculo con el sexo opuesto.

–¿Y la inteligencia es primordial a la hora de conocer a una señorita?
–Sinceramente, en ese sentido no soy prejuicioso. Podemos conocer a una muchacha que en principio reluzca primordialmente por su envase. Digamos que soy libre pensador en ese aspecto.

El cantante, en los pasillos de la Plaza Mayor, donde se mueve como si estuviera en su propia ciudad. A sus espaldas, la clásica Casa Rúa.

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Fito y el saludo final con todos sus invitados.

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Páez, Joaquín Sabina y Pablo Milanés, recordando viejos tiempos. El argentino y el español hablaron de un nuevo disco. ¿Se animarán?

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