“Hoy no me bancaría el estrés de un casamiento” – GENTE Online
 

“Hoy no me bancaría el estrés de un casamiento”

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ANatalia Oreiro (34) no le gusta el té. Es uno de esos típicos días de frío húmedo de campo en la estancia Villa María, en Máximo Paz, donde se hace la producción de tapa de GENTE. Es el mismo lugar donde se casaron Luisana Lopilato y Michael Bublé. Allí Oreiro vivió entre marzo y abril de este año, durante las seis semanas que tomó el rodaje de Mi primera boda, la comedia dirigida por Ariel Winograd que se estrena este jueves en las salas porteñas y que la tiene como co-protagonista, junto a su compatriota Daniel Hendler. “La pasé muy bien acá. Todavía hacía calor y me despertaba todas las mañanas con los pajaritos –me dice mientras la acompaño a la suite donde se harán las fotos interiores–. Esta era mi habitación”, señala. Bromeamos con que ése es “el lugar del hecho”, donde concibió al hijo que espera junto al músico Ricardo Mollo (53), su pareja desde hace una década. “Las fechas coinciden, así que puede ser”, dice divertida.

Tiene puesto un vestido de novia strapless, bien al cuerpo, que le marca la panza de cuatro meses, y en los intervalos entre toma y toma se cubre con una manta india. Alguien le ofrece por quinta vez un té y ella zanja la cuestión con vehemencia: “No tomo té. Todos me ofrecen un tecito, todo el tiempo... ¡y a mí no me gusta el tecito! Me gusta el café con leche, aunque con el embarazo dejé de tomar, por la cafeína”, dice, y cuenta que se trajo uno descafeinado de Colombia, adonde estuvo hasta hace quince días grabando la miniserie Lynch junto a Jorge Perugorría.

Es raro lo del tecito, porque Oreiro es vegetariana, macrobiótica y tan ecologista que asegura que su bebé usará pañales de tela en lugar de descartables, para evitar la contaminación ambiental. “Yo soy contradictoria, como la mayoría de las personas sanas”, admitirá después, mientras ofrece galletitas de algarroba en la tranquilidad del estudio de grabación de su casa de Palermo, donde hacemos la entrevista al día siguiente.

–Estás con la promoción de Mi primera boda, aprovechaste para grabar unas escenas pendientes de Infancia clandestina, fuiste jurado en un festival de cine ambiental, ahora te vas a Colombia a presentar Lynch, en quince días tenés el desfile de Las Oreiro... El embarazo no parece afectarte para nada. ¿De dónde sacás tanta energía?
–Y... me pongo las pilas. Tiene que ver con mi personalidad. Estoy más cansada, me dan ganas de dormir, y cuando puedo me lo permito. Trato de bajar un poco el ritmo, de ir a lo importante, pero le pongo actitud. No soy de malcoparme. Me parece que es mejor encarar las cosas con alegría. Dani Hendler me decía el otro día, después de la rueda de prensa de la película: “Qué loco que al final se te cerraban los ojitos y mantenías una situación de tranquilidad”.

–La semana pasada hiciste una aparición con Daniel en Cuando me sonreís, la tira que protagoniza Facundo Arana, y calentaste la pantalla de Telefe. ¿Por qué creés que a la gente le gusta tanto verte con Facundo?
–Con Facu soy amiga y lo quiero mucho. Nos conocemos de la adolescencia, desde mucho antes de Muñeca brava. Ibamos al mismo cantobar en Flores, donde él tocaba el saxo.

–¿Y vos cantabas?
–No, cero. Nunca fui de ser el centro de atención en el ámbito privado. No es que sea tímida, pero no me interesa hacerme notar.

–Arana es un perfil de galán bien distinto al de Hendler, que es más bien un antihéroe... ¿Qué tiene Natalia Oreiro para hacer buena pareja con modelos de hombre tan diferentes?
–En definitiva todo es actuación. Cada uno de mis compañeros en la ficción ha sido distinto del otro. Trabajé con (Diego) Peretti, con (Leo) Sbaraglia... con (Guillermo) Francella. Cuando uno se cree lo que está contando y el guión es bueno, la historia funciona. Siempre tuve afinidad con ellos. Con Dani nos conocimos hace relativamente poco. Pensé: “Siendo uruguayo, no me puedo equivocar”. Tenemos familiaridad; desde el principio fue como si ya nos conociéramos.

–En tu carrera has transitado registros bien diferentes. Hiciste trabajos muy populares y también cine chiquito, independiente.
–Están los que hacen cosas populares y tienen el prejuicio de hacer algo “intelectual” porque creen que no los van a recibir bien, y también los que hacen cosas más serias y tienen prurito de trabajar en cosas más populares. Yo me muevo de una esfera a la otra. Me parece estúpido el límite. Siempre fui yo: auténtica y trabajadora. Pero no soy tan ingenua de creer que hoy, a los 34, me ven igual que a los 20, porque ésas son cosas que se demuestran con el tiempo.

–En la película interpretás a una novia a la que todo le sale al revés de cómo lo planeó. ¿Soñaste alguna vez con una boda tradicional?
–No. Nunca tuve la fantasía de ser una novia vestida de blanco... ¡Me casé tantas veces en la ficción que es como si la hubiera cumplido! Sí viví toda la preparación de mi fiesta de 15 y la del casamiento de mi hermana, bien convencional. Pero, como te decía antes, en la vida privada no me gusta ser centro. Yo veo que por un lado está la fantasía romántica de elegir a alguien con quien compartir la vida y querer mostrárselo a la gente que te quiere, para sellarlo, y por otro la fantasía de la película, de estar vestida de princesa, de esa fiesta que se idealiza, porque nunca las cosas salen tal como las planeás. Llegás a ese día, después de todos los preparativos, y lo ves a tu novio disfrazado, de frac... a las madrinas vestidas como nunca las viste... No estás con nadie, ni siquiera con tu novio, porque tenés que estar con todo el mundo. Alguno se emborracha, te critican la comida, te regalan cosas que después tenés que poner a la vista cuando te vienen a visitar...

–Vos tuviste un casamiento poco convencional, en un barco en Fernando de Noronha, sola con Mollo y dos testigos de la isla. Ahora que estás esperando un bebé, ¿no te gustaría cumplir al menos esa parte de la fantasía romántica de sellar tu amor frente a tus amigos?
–Casarme ahora sería un estrés. Sería muy difícil no compartirlo con la prensa y terminaría siendo una situación incómoda para mí y para mi círculo íntimo. Yo me casé a mi manera, y tampoco voy a ser otra para mi hijo. Voy a ser yo misma, y supongo que él se va a parecer a mí. Además, con Ricardo tuvimos nuestra fiesta con amigos, tranquila, relajada, donde mostramos el video de las fotos del barco... Así que él va a poder ver ese video si quiere.

–Hace diez años que estás con Mollo. ¿No tenés miedo de que la llegada de un hijo rompa un poco la armonía de la pareja?
–Nunca me llamó la atención, o viví como una presión, el hecho de no tener hijos. A veces las mujeres nos ponemos metas y nos exigimos “estudiar, recibirme, casarme, formar una familia”. Yo no pienso que la realización personal de una mujer pase por tener hijos o por hacerlo a determinada edad. Supongo que es por la educación que me dieron mis padres, que no eran liberales ni hippies, pero no me cargaron con esos mandatos. La verdad es que no creo en el mandato social de casarse y tener hijos. Las dos cosas están cargadas de lo que los demás te dicen que te va a pasar, y yo no quiero cargar con la mochila de otro.

–¿Qué te dicen ahora sobre la maternidad?
–¡De todo! Si tuviera que hacerles caso a todos los que me dan consejos, me volvería loca. Me dicen “aprovechá a dormir ahora, porque después...”, o “andá al cine, al teatro”. A veces me dan ganas de contestar: “Pero si yo no tengo una enfermedad; estoy esperando un hijo. Me va a cambiar la vida, sí, pero para bien”.

–Bueno, pero es cierto que un hijo te modifica algunas rutinas.
–Yo soy muy casera. Con Ricardo somos súper compañeros y disfrutamos mucho estando solos, sin mucho estímulo externo, en el campo... Yo creo que vamos a poder seguir llevando esa vida. Nos gusta estar en contacto con la naturaleza, en el campo, y yo quiero eso para mi hijo: que pueda correr, que se embarre, que se trepe a los árboles, que plante zanahorias conmigo en la huerta y las vea crecer... Me parece que viendo eso le va a resultar más simple entender con naturalidad los ciclos de la vida. Qué se yo... Por ahí tendremos que viajar menos; eso dependerá mucho de cómo sea él, de ver qué le gusta.

–Dijiste que iba a ser un “rockerito”. ¿Cómo te lo imaginás?
–Es que va a crecer en este ambiente, conectado con la música, que además es un estímulo muy importante para los chicos. Va a ser lo que él quiera. A mí me gustaría ser una mamá que lo eduque con mucha libertad, sin cargarlo de expectativas que le generen ansiedad.

–¿Fue un embarazo planeado?
–Sí, pero de una manera relajada. No dijimos “bueno, ahora nos dejamos de cuidar, hacemos los deberes...” (se ríe). Yo siempre dije que iba a ser madre cuando tuviera ganas. Y en un momento, a fin del año pasado, tuve muchas, muchas ganas. Tuvimos suerte, vino rápido.

–¿Cómo lo llevás? ¿Patea, se mueve, tenés antojos?
–Me siento muy natural. Todavía no se mueve. Estoy viviendo un muy lindo momento, me dejo mimar mucho. Antojos no tengo, y no voy a poder vivir la experiencia de que me den el asiento en el colectivo, pero no me voy a perder ninguno de los otros privilegios del embarazo. Eso sí: no me veo haciendo una tapa tipo “futura mamá”. No creo mucho en el marketing de la maternidad.

–Hablando de marketing, ¿ya le compraste cosas?
–Sí. Compré una tela para llevarlo, como las que usan las mujeres en el Norte, y unas All Stars chiquititas, no mucho más. Me hicieron un montón de regalos, pero todavía no me enganché tanto con eso, ni le armamos el cuarto.

–Dijiste que lo vas a tener en Buenos Aires.
–Y, sí. Yo vivo acá, tengo mi vida acá, quiero que sea argentino. Va a ser rioplatense igual, como yo. Mi obstetra es argentino. Yo quería tenerlo en casa, con un parto en el agua, pero él dice que en una primeriza no conviene, así que le voy a hacer caso y nacerá en una clínica. Tengo fecha para fines de enero.

–¿Ya pensaron nombres?
–Todavía no decidimos nada. Lo único que sé es que quiero que lo elija Ricardo: confío en él y en su criterio. En la estancia Villa María, donde vivió durante las seis semanas del rodaje, posa vestida de novia y luciendo su pancita. “Las fechas coinciden”, dice la actriz y admite divertida que no descarta que su hijo haya sido concebido allí.

En la estancia Villa María, donde vivió durante las seis semanas del rodaje, posa vestida de novia y luciendo su pancita. “Las fechas coinciden”, dice la actriz y admite divertida que no descarta que su hijo haya sido concebido allí.

“Yo nunca tuve la fantasía de ser una novia vestida de blanco... ¡Me casé tantas veces en la ficción que es como si la hubiera cumplido!”

“Yo nunca tuve la fantasía de ser una novia vestida de blanco... ¡Me casé tantas veces en la ficción que es como si la hubiera cumplido!”

“Me dicen ‘aprovechá a dormir ahora, porque después...’, o ‘andá al cine, al teatro...’ A veces me dan ganas de contestar: ‘Pero si yo no tengo una enfermedad: estoy esperando un hijo’. Me va a cambiar la vida, sí, pero para bien”

“Me dicen ‘aprovechá a dormir ahora, porque después...’, o ‘andá al cine, al teatro...’ A veces me dan ganas de contestar: ‘Pero si yo no tengo una enfermedad: estoy esperando un hijo’. Me va a cambiar la vida, sí, pero para bien”

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