«Hoy, ninguna de las ideas centrales del peronismo queda en pie» – GENTE Online
 

"Hoy, ninguna de las ideas centrales del peronismo queda en pie"

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Detrás del escritorio donde Tomás Eloy Martínez urde cada una de sus novelas,
se extiende un pequeño jardín -cuyo único habitante es una marmota que aún no
despertó de su siesta invernal- y detrás, un bosque de cuento. El lugar,
Highland Park, a una hora de viaje en tren desde Manhattan, respira
tranquilidad. Cuenta el escritor que estamos en uno de los 20 pueblos más
seguros de los Estados Unidos. Un sitio donde, en invierno, la gente todavía
acostumbra dejar el motor del automóvil encendido cada vez que baja en un
negocio a comprar algo. Cuesta creer que sea aquí donde, invariablemente, este
tucumano de 70 años -que dirige el Programa de Estudios Latinoamericanos de la
Rutgers University de Nueva Jersey y está en pareja con la periodista Gabriela
Esquivada desde el 2003, a quien dedica la novela- pueda sumergirse en el denso
pantano de la realidad argentina. O de su ficción, siempre plagada de realismo,
como sucede con El cantor de tango, su última novela.

"Comenzó con un sueño -cuenta frente a su computadora-. Yo estaba en Nueva York,
entraba a una librería y alguien me hablaba de un cantor maravilloso. Entonces,
como sucede en los sueños, aparecía en Buenos Aires, buscándolo en el Club del
Vino, en Sunderland, en el circuito de milongas, y no lo encontraba. Me desperté
con una enorme angustia".

-Usted vive aquí desde el año 91. ¿En qué idioma la soñó?
-En argentino, claro. Y mis sueños se refieren a mi país. Este es, simplemente,
mi lugar de trabajo. Bien, lo cierto es que al día siguiente, una editora
inglesa, Liz Calder, de Bloomsbury, la editorial que fundó Virginia Wolf y donde
sólo trabajan mujeres, me habló de una colección sobre 23 ciudades, y me pidió
que escribiera sobre Buenos Aires. Le conté mi sueño y ella puso el título: El
cantor de tango.

-Y fue a buscar al cantor…
-No. En ese momento estaba escribiendo El vuelo de la Reina. Tardé más tiempo de
lo esperado, debido a la muerte de mi mujer (Susana Rotker, académica y
periodista venezolana que falleció en noviembre de 2000), y empecé a trabajar en
la investigación de esta novela en julio de 2001.

-¿Para ese cantor, Julio Martel, se inspiró en Luis Cardei, un personaje de
culto en la Buenos Aires tanguera?
-No, no. De él está tomada la hemofilia, su enfermedad. Pero mi cantor tiene una
voz superlativa, mejor que la de Gardel, una voz llena de plenitud, y Cardei no
era eso.

-Pero al llegar a la página 202, Martel canta Como dos extraños, un tango
característico de Cardei…
-Bueno, para mí, Como dos extraños es de Adriana Varela o Goyeneche. No me di
cuenta que era un favorito de Cardei.

-Es casi una excepción. Porque Martel tiene un repertorio de tangos originales,
que no llegaron hasta nuestros días, los que Borges decía que eran el auténtico
tango…
-La Clavada, El Fierrazo, Me empaché con tu pesebre (risas)… Eran tangos de
quilombo. Borges sostiene que el tango fue prostituido por la melancolía y los
valores del inmigrante: la madrecita, la novia que lo abandona, el desarraigo.
Eso, decía, le hizo perder al tango la pureza de los orilleros, de los
cuchilleros que le gustaban tanto. A Borges no le gustaba la Buenos Aires que
vivía, le gustaba la del arrabal.

-Quizá porque era ciego y tenía nostalgia de la Buenos Aires que él había visto
con sus propios ojos…
-Seguramente. La que vivió como adolescente, o muy joven. El se fue en el año 12
ó 13 y regresó mucho después…

-Es conocido que escribe varias veces sus novelas. ¿Cuántas versiones tuvo El
Cantor de Tango?
-Salió a la primera escritura. No hay novela mía que haya sido así. Santa Evita
y La novela de Perón tuvieron tres versiones. En este caso encontré la
estructura y el tono enseguida. Pero, por ejemplo, tengo problemas con la que
viene, sobre la vida cotidiana de los argentinos durante la dictadura.

-Una de sus características es mezclar información con ficción. Por ejemplo,
mucha gente cree que lo que sucede en Santa Evita es todo verdad…
-…Y es todo mentira, salvo algunos hechos muy verificables. Pero el tejido
alrededor es falso. Santa Evita fue una forma de invertir la técnica del nuevo
periodismo. Truman Capote, Norman Mailer, y también Tom Wolfe, cuentan hechos
reales con la técnica de la novela. Aquí fue al revés: conté hechos ficticios
con la técnica del periodismo. Si uno dice "yo estuve", "yo vi", "tuve estos
documentos"
, la ilusión de verdad es muy poderosa.

-Pero el lector no lo sabe…
-Desde el punto de vista ético, el libro dice claramente que es una novela. Por
eso dice, no menos de quince veces, "esto no es verdad", "no me crea", "no es
como lo estoy contando"
(ríe). Es muy distinto que escribir lo mismo como texto
periodístico: ahí, cada palabra debe ser real. Las lealtades del periodista y el
escritor son bien distintas.

En la novela, el cantor dibuja, con recitales, un mapa con sitios porteños donde
se cometieron crímenes impunes. Pero más importante que el espacio de la
narración, a veces impreciso como un laberinto (la mención a Parque Chas, y a
sus calles sin principio ni fin son profusas; la casa que contiene el Aleph en
la avenida Garay es demolida), es el tiempo: transcurre en el año 2001, cuando
el país se destruía.

-En plenos cacerolazos, el personaje central, Cadogan, un norteamericano, no
sabe si lo que sucede es el fin o el comienzo de un nuevo principio. Pasaron
tres años, ¿qué fue…?

-Yo estaba en Buenos Aires entonces. Mi pregunta central era: "¿Puede morir un
país?"
. Porque la sensación era la de un país que agonizaba. Veo que estamos
saliendo muy lentamente. Estamos muy lejos todavía del final del túnel. Quizá
estemos en un nuevo comienzo, pero hacia dónde vamos, no lo sabemos. No sé cuál
es el rumbo actual. Duhalde impuso un cierto orden, en medio de una estructura
desquiciada, a costa de otros desórdenes. Y este presidente, Kirchner, vino a
restaurar otro sistema de valores, pero creo que todavía hay asignaturas
pendientes, lejos de ser cumplidas.

-¿Cuáles?
-Hay dos centrales, conectadas entre sí. Una es la pobreza. Y la otra es la
educación. Pero creo que Kirchner tiene la ventaja de la honestidad. Y el mayor
mérito es haberle devuelto al país parte de la ilusión perdida. El desánimo ha
sido diluido, aunque subsiste, imagino, en los jubilados, en quienes se mueren
de hambre, y entre los jóvenes que no encuentran trabajo.

-Hubo un hecho clave que pone en riesgo esa primera ilusión si no tienen urgente
respuesta: el asesinato de Axel Blumberg, cuyo padre reunió 300 mil personas
pidiendo seguridad.

-A ver… Yo creo que no vamos a ser lo que fuimos nunca más. Seremos mejores, o
peores, no lo sé… Pero como antes, no. Lo problemas básicos, como la
inseguridad, derivan de errores políticos terribles, como la dictadura, y de la
desigualdad social. Dos formas de superarnos es recuperar la igualdad, y
eliminar la mano de obra desocupada, que aún perdura. De todos modos, creo que
la imposición de leyes más duras, o las políticas del diputado Ruckauf de cortar
cabezas, son soluciones simplistas para un problema más profundo.

-El otro tema, que ha quedado algo atrás en el tiempo, sucedió en un lugar donde
tranquilamente podría haber cantado Martel: la ESMA. Hubo polémica por la
decisión de no incluir a todos en la puesta en marcha del Museo de la Memoria.
-El Presidente admitió su error de haberse cortado solo en una cuestión que era
patrimonio de todos. O, por lo menos, de Alfonsín también. Ahora bien, en el
corazón de Berlín, a la sombra del Reichstag, el Parlamento alemán, hay una
plaza donde estaba la Gestapo. Es un lugar deliberadamente yermo, echaron sal
para que no crezca nada más allí. Por eso es necesario un Museo de la Memoria en
la Argentina. Pero si no se incluye a la Nación entera, la herida quedará
abierta.

-La increíble secuela es que, de pronto y sin motivos aparentes, surgió una
denuncia de conspiración o de golpe por parte del diputado Miguel Bonasso, que
incluyó a Mariano Grondona y a La Nación…
-No creo que haya que tomarlo en serio. Y no hay que responsabilizar al
Presidente por todas las cosas que hacen quienes están cerca de él. Todas las
familias tienen a alguien que se va de boca. Además, Bonasso viene del medio
periodístico, tiene la obligación de preservar la libertad de expresión.

-Como biógrafo que fue de Perón, ¿qué cree que pensaría del paso del peronismo,
que fue de Menem a Kirchner, y de los legisladores del partido que votan hoy
cosas opuestas a lo que votaron antes…?
-Primero, no fui biógrafo, simplemente le grabé sus memorias. Y sobre lo
segundo, Perón no se sorprendería. Porque él durmió con Evita, y después durmió
con Isabel. Convivió con una persona valiosa como Mercante, y luego con López
Rega. Perón decía que el peronismo se hace con la bosta y con el oro. Es un
oxímoron, una paradoja, una figura de contradicciones. Le hice la misma pregunta
a Guido Di Tella cuando lo eligieron a Menem. Y él me contestó que la definición
central del peronismo es el pragmatismo. Fijate que los peronistas dicen
siempre: "Este no es el verdadero peronismo, el que viene es el verdadero, y
será mejor"
. En esa ilusión perpetua vivimos.

-Mire, si no, esta frase que le dijo Chiche Duhalde a GENTE hace quince días:
"No importa si mi peronismo coincide o no con el de Kirchner, importa que le
vaya bien".
-Claro, siempre es así. Porque en este mundo globalizado, ¿qué queda de las
ideas centrales del peronismo: la justicia social, la soberanía política y la
independencia económica? Nada de eso está en pie.

-Usted se metió con un mito como Evita. ¿Esta Argentina puede engendrar,
independientemente del valor que le demos a cada uno de ellos, mitos universales
como Gardel, Evita o el Che Guevara…?

-Los países tienen mitos adecuados a cada momento de su historia. Esas utopías,
encarnadas por Evita y el Che, son dos utopías que el país ya no puede volver a
dar. Habrá otras. Una es la extraña y paradojal utopía Maradona. Somos conocidos
por Maradona, por quien hoy siento compasión por lo que está pasando y ojalá se
recupere. Es una imagen controversial, un personaje un poco bufonesco, patético,
algo que nunca llegaron a ser ni el Che ni Evita. En el salto que hay del Che o
Evita a Maradona está un poco el salto de la historia argentina.

Con un tomo de las Obras Completas de Borges en sus manos, el escritor en el fondo de su casa en Highland Park, Nueva Jersey. Hoy trabaja en una novela sobre la vida cotidiana durante la dictadura.

Con un tomo de las Obras Completas de Borges en sus manos, el escritor en el fondo de su casa en Highland Park, Nueva Jersey. Hoy trabaja en una novela sobre la vida cotidiana durante la dictadura.

En la intimidad de su escritorio. Allí, en esa computadora, rodeado de libros y papeles, escribe sus obras.

En la intimidad de su escritorio. Allí, en esa computadora, rodeado de libros y papeles, escribe sus obras.

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