“Hace diez años un graffiti no era nada, y hoy es arte” – GENTE Online
 

“Hace diez años un graffiti no era nada, y hoy es arte”

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Antes de llegar a las galerías, el street art siempre estuvo un poco fuera del sistema, un poco fuera de la ley. Y los artistas callejeros, esos encapuchados que se dedicaban a dejar manchas coloridas sobre las paredes ajenas con sus aerosoles, siempre bordearon la categoría de fugitivos. A principios de los noventa, el skate todavía estaba prohibido en las calles de muchas ciudades de los Estados Unidos y el hip hop apenas era una música deforme. Pero los tiempos cambian. Los pintores impresionistas alguna vez dejaron Le Salon des Refusés de París para decorar con sus cuadros los principales museos del mundo, el rock dejó de ser esa furia que Elvis bailaba moviendo la pelvis para convertirse en el monstruo de mil cabezas que conocemos hoy, y algo parecido está ocurriendo con el street art, esa cruza de graffiti, skate y hip hop que, de pronto, copó las ciudades de todo el mundo. Y que ahora también está copando las galerías de arte.

Andy Howell es uno de los responsables de que esto esté ocurriendo. Desde 1981, cuando a sus 13 años en su Virginia natal se subió por primera vez a una tabla de skate, tomó envión y el mundo y su velocidad cambiaron para siempre. Se ha dedicado a recorrer los cinco continentes con su tabla y sus aerosoles, difundiendo el arte callejero y convirtiéndose en uno de los pioneros de esta nueva cultura global. Hoy, a los 39 años, sus trabajos se exhiben en cotizadas galerías y, entre el 9 y el 15 de noviembre, están expuestas en el Centro Cultural Borges, en el marco de la muestra Dr Lemon Street Art Icons: Andy Howell.

–¿Cómo empezó todo?
–Estaba en el colegio cuando descubrí el skate. Se suponía que tenía que convertirme en un jugador de lacrosse y después entrar en la escuela de negocios, pero una vez que me subí a la tabla ya no paré. Mi vida cambió para siempre. Empecé a hacer fanzines (revistas artesanales). Me pasaba el día encerrado en mi casa, escribiendo historias y haciendo los dibujos para el fanzine.

El paso siguiente fue mudarse a Atlanta (Georgia) y entrar en una escuela de arte. “Ahí me convertí en un skater profesional y empecé a hacer graffiti”, cuenta. Además, formó un grupo de hip hop con unos amigos, y llegaron los primeros problemas con la policía. “Primero, porque andar en skate por la calle era algo no legal, y después porque robábamos maderas de las obras en construcción para hacer rampas. Todo lo que hacíamos era considerado una actividad poco sofisticada y fuera de la ley. No era algo elevado, como ser un rockstar. En ese tiempo, era mucho más underground y excitante. Uno tenía el sentimiento de tener un comportamiento ilegal”, explica.

A los 17 años, Andy ya era un skater profesional, una marca de ropa le subvencionaba sus piruetas y las primeras revistas del género empezaban a considerarlo uno de los fenómenos de la movida. Y a los 20 ya era un empresario consumado. “Todo se dio muy rápido. Es que en ese momento estaba por hacerse y nosotros éramos un grupo de amigos que vivíamos para eso”, apunta. En el camino se rompió clavículas, rodillas, codos, dedos, ligamentos… “Lo normal para cualquiera que dedique su vida a esto”, justifica.

Las heridas de guerra lo obligaron a dejar un poco de lado la tabla y dedicarle más tiempo a la pintura, usando la estética del graffiti, pero con pinceles. Tuvo su propia marca de skates, decorados con sus diseños, que se fueron convirtiendo en pequeñas obras de arte que hoy están expuestas en museos de todo el mundo.

–¿Cuáles son las principales diferencias entre esa época y ésta para el street art?
–Entre 1985 y 1992 fue el comienzo de una nueva era. No era el comienzo ni del graffiti ni del skate ni del hip hop, pero ahí hubo un cambio. Las piletas y las rampas de skate comenzaron a desaparecer, y el street skating se hizo muy popular. Los chicos empezaron a practicar con sus tablas en las calles, y se integraron con la comunidad del hip hop y con la del graffiti. Era un movimiento ecuménico, que combinó las tres culturas. Hace diez años, cuando alguien veía un graffiti no entendía qué era, y hoy es considerado una forma de arte.

–¿Preferías la vieja época?
–No. Creo que los viejos tiempos fueron una gran época para estar envuelto en eso. Crecer en eso. Pero creo que ahora el movimiento under es mucho más grande, la gente se lo toma en serio, está internet para difundirlo, y hay revistas, libros y galerías dedicadas al graffiti. Lo más loco es que yo siempre tuve como frase de cabecera eso que decía Picasso, de que si te imaginás algo es porque es posible. Bueno, nosotros soñábamos con que nuestra cultura creciera, pero nunca pensamos que iba a llegar tan lejos.

Hoy Andy vive en una casa en San Diego junto a su mujer, Ginger Che, también artista plástica, y sus dos hijos, uno de 17 años y otro de 2 meses. Al más grande le gusta el skate y sobre todo el surf, aunque por ahora el arte no le atrae demasiado.

–¿Y tenés las paredes de tu casa pintadas con graffiti?
–No. Quería pintar así el cuarto del bebé, pero mi mujer no me dejó. Y en casa ella es peor que la policía durante mi adolescencia…

Andy viajó por el mundo durante 17 años, con sus tablas de skate y sus diseños plásticos. Hoy vive en San Diego con su mujer, y las paredes de su casa están bien pintaditas de blanco.

Andy viajó por el mundo durante 17 años, con sus tablas de skate y sus diseños plásticos. Hoy vive en San Diego con su mujer, y las paredes de su casa están bien pintaditas de blanco.

Andy, el miércoles por la tarde en el Centro Cultural Borges, pintando el mural que abría su exposición Dr Lemon Street Art Icons, en el que combinó distintas técnicas, usando aerosoles y pinceles. Llegó a la Argentina traído por B-Side, y sus obras estarán expuestas hasta el 15 de noviembre.

Andy, el miércoles por la tarde en el Centro Cultural Borges, pintando el mural que abría su exposición Dr Lemon Street Art Icons, en el que combinó distintas técnicas, usando aerosoles y pinceles. Llegó a la Argentina traído por B-Side, y sus obras estarán expuestas hasta el 15 de noviembre.

“<i>Se suponía que tenía que convertirme en un jugador de lacrosse y después entrar en la escuela de negocios, pero una vez que me subí a la tabla, mi vida cambió para siempre</i>”.

Se suponía que tenía que convertirme en un jugador de lacrosse y después entrar en la escuela de negocios, pero una vez que me subí a la tabla, mi vida cambió para siempre”.

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