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“Gustavo tuvo un espíritu gigante”

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No es natural, pero el tiempo nos fue acostumbrando. Lilian Clark con sus 84 años a cuestas y una fuerza de otro mundo. Ahí va la mujer que dio a luz a Gustavo Cerati el 11 de agosto de 1959. Sale de su departamento acompañada por su hija Esther y camina lentamente por el barrio de Villa Ortúzar, el mismo en el que su hijo se hizo músico. Se mueve con pausas, interrumpida constantemente por vecinos que la ven y quieren ofrecerle sus condolencias, darle un beso y mirarle la voluntad de hierro, que incluso a un día del sepelio se mantiene imperturbable. Aunque llora, claro, la lágrima se suspende a la vera de sus ojos y espera ahí, como si los últimos cuatro años hubiera estando esperando para soltarla. Pero con esperanza, con la fe que nunca dejó caer.

La saludamos y nos da un beso, como si al darlo lo recibiera, y con el entereza de quien luchó hasta el final nos ofrece las únicas palabras que le salen. “La gente fue un soporte muy grande todo este tiempo. Siento un profundo agradecimiento. Ya va a llegar el momento, cuando esté más tranquila, de agradecer públicamente”.

–Fue un momento emocionante cuando la vimos corear las canciones de Gustavo desde el balcón de la Legislatura porteña, el día del velatorio, acompañada de tantos fans.
–Uf, sí. En primer lugar tengo que enjugarme las lágrimas, porque era emocionante, tremendamente emocionante. Creo que lloviznaba, y estaba toda esa gente mirando para arriba, gritando por Gustavo, dándome fuerza. Fue muy conmovedor. Y así lo ha sido en todo este largo proceso... Durante estos cuatro años, los fans nos han acompañado muchísimo, con un apoyo indeclinable.

–Es de algún modo el agradecimiento de la gente a la obra de Gustavo, ¿no?
–Sí, y me gritaban “¡Lilian, Lilian!” para apoyarme, porque fui su madre. La partida de Gustavo, por todo lo que yo viví en estos días, me hizo acordar a cuando murió Gardel, porque se transformó la ciudad. Ayer en el cortejo no se podía avanzar por la gente: grandes, chicos, mujeres, hombres... Yo no lo podía creer. Esta muestra de cariño ayuda mucho en estos momentos.

–También la acompañaban en cada cumpleaños, cuando los fans iban a la clínica y le cantaban sus temas.
–Sí, eso... ¡Siempre lo hacen! Evidentemente, los artistas se meten en el corazón de la gente.

–No sólo los artistas... Todo el mundo la nombra a usted como una referente.
–Eso es culpa de mis hijas, que siempre me hacen dar la cara a mí. Y está bien, mi cara fue la visible, pero el esfuerzo fue de todos. Mis hijas estuvieron desde el primer momento, siempre. Fue un grupo familiar increíble. Me han dicho: “Es una familia modelo”. Y bueno, ojalá que sirva, que haga de modelo. Ha sido una familia muy linda la mía, lástima que mi esposo falleció. Fuimos un matrimonio felicísimo durante cuarenta años, una familia muy unida. Mis hijos han mamado eso y creo que lo pueden proyectar.

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Madre de hierro, pasó cada día desde la internación de su hijo dándole la mano, pidiéndole que le diga “mamá”, haciéndole escuchar canciones. Hasta el último día pensó que podía suceder el milagro que no llegó, pero su fortaleza implacable bien podría entenderse como uno. En 2012 le dijo a GENTE: “Lo único que deseo es tener fortaleza y salud para poder verlo, apoyarlo y estar al lado de él todo el tiempo. Yo viví una vida muy linda. Esto pasó en el momento en que Gustavo me estaba preparando la fiesta de los 80 y, bueno, no importa, importa que salga. ¿Qué otra cosa debe hacer una madre que acompañar a su hijo?”. Hoy la realidad se impuso ante la voluntad, pero el ejemplo de fuerza quedará siempre latente.

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–Zeta Bosio decía que creían estar más preparados para esto, pero después resultó que era imposible estar preparado.
–Es muy duro, muy duro. Yo aposté hasta el último momento. Estaba muy preocupada, porque sabía que era muy grave lo de Gustavo. Yo no me engañaba fácilmente... Pero siempre tengo en mi cabeza que todos tenemos una impresión digital diferente. Somos miles de personas en el mundo, y cada uno es diferente, es decir que cada uno de nosotros somos personas. Yo decía: “Bueno, Gustavo también es Uno, tiene una impresión digital diferente, a lo mejor es él”, porque estadísticamente su enfermedad es de muy poca recuperación, pero yo creía que Gustavo a lo mejor... Apostaba a eso, que es algo que te lo da solamente la fe. Yo soy profundamente creyente de que hay algo superior. Apostamos a que el cuerpo estaba muy bien cuidado por los médicos. Eso era así, pero nosotros no somos sólo cuerpo. Somos cuerpo, alma, espíritu, como quieras llamarlo. Y eso se va estimulando a través del amor... ¿y quién le puede dar más amor que la familia? Eso es lo que tratamos de hacer.

–Quedó claro que el espíritu de Gustavo fue gigante.
–El fue un ser importantísimo, tuvo un espíritu gigante. Y sí, nació de mí, pero cada uno trae algo diferente. Me han preguntado si hay alguien en la familia que haya sido músico, alguna herencia... Y no, inauguró la tradición. De mi parte no ha habido nadie... Bueno, el abuelo tenía buen oído, pero eso no es suficiente. Mi marido también tenía buena voz, pero después... nada que trascendiera. Esto lo inició él. Y ahora me parece que sus hijos pueden andar por ahí.

–Benito es muy parecido.
–Muy talentoso además, y un encanto de persona. No sólo es parecido físicamente, sino su personalidad: un tipo muy inquieto, como era Gustavo. Su música, por ejemplo, no es la misma, porque es otra época. Por más que ha mamado eso desde siempre. Gustavo a mí me lo decía: “Benito tiene un oído finísimo”. Bueno, él trae la música de su época, de su momento, y eso es genial, porque no copia a su padre, de ninguna manera. Siempre ha mamado lo mejor de él, pero tiene su estilo propio.

–Lilian, después de todos estos años y esta despedida, ¿hay algo particular que necesite decir?
–No, ya habrá oportunidad. Por ahora, como dije, necesito llamarme un tiempo a silencio y agradecer el infinito apoyo de tanta gente.

En el living de su casa guarda recuerdos y homenajes a su hijo. Es el mismo hogar de Villa Ortúzar en el que se crió Gustavo, donde se hizo músico y a donde iba a comer cada domingo.

En el living de su casa guarda recuerdos y homenajes a su hijo. Es el mismo hogar de Villa Ortúzar en el que se crió Gustavo, donde se hizo músico y a donde iba a comer cada domingo.

Con su hijo en el casamiento con Cecilia Amenábar, en 1993, en Chile.

Con su hijo en el casamiento con Cecilia Amenábar, en 1993, en Chile.

“Yo soy profundamente creyente de que hay algo superior. Apostamos a que el cuerpo estaba muy bien cuidado por los médicos. Eso era así, pero nosotros no somos sólo cuerpo, sino también espíritu”

“Yo soy profundamente creyente de que hay algo superior. Apostamos a que el cuerpo estaba muy bien cuidado por los médicos. Eso era así, pero nosotros no somos sólo cuerpo, sino también espíritu”

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