Gustavo Sierra, el hombre que contó la guerra en primera persona – GENTE Online
 

Gustavo Sierra, el hombre que contó la guerra en primera persona

Gustavo Sierra delanto de lo que había sido uno de los mejores hoteles de Kabul, en Afganistan (2001)

“Este conflicto es parte de 40 años de enfrentamientos entre Irán y Estados Unidos”, dijo el periodista que fue corresponsal en diversos enfrentamientos de Medio Oriente.

Gustavo Sierra (64) llegó al campo de batalla casi por casualidad. Trabajó en Atlántida hasta 1980, cuando la difícil situación de Argentina lo impulsó a probar suerte en Estados Unidos. “No voy a entrar en detalles, pero ya estaba en el frente de guerra”, titula repasando en perspectiva un recorrido profesional que lo llevó a vivir en ciudades como Nueva York, Londres, Santiago de Chile y Buenos Aires, entre otras. Hizo gráfica, televisión y fue un pionero al salir con su cámara de video para compartir crónicas audiovisuales a través de Internet. Desde Washington cubrió la Guerra del Golfo y comenzó a interesarse en terrorismo. Una década más tarde, tuvo la oportunidad de viajar a Afganistán tras del ataque a las Torres Gemelas. “Se estaban yendo los talibanes. Kabul ya había sido tomada por fuerzas pro occidentales y logramos entrar en un avioncito de Naciones Unidas que llevaba médicos y periodistas”, cuenta. 

Gustavo Sierra, tiene más de 40 años de trayectoria como periodista, fue corresponsal de guerra en Medio Oriente y cree que este choque entre oriente y occidente no tendrá las características de una guerra tal como la conocemos. 

Por la necesidad de contar historias con algo más que palabras, Gustavo Sierra se convirtió en un pionero al transmitir videos por Internet.
Por la necesidad de contar historias con algo más que palabras, Gustavo Sierra se convirtió en un pionero al transmitir videos por Internet.

-¿Cómo fue la llegada?

-No había ninguna certeza de nada. Me había contactado con un colega italiano que llegaba a Kabul un día antes. En general, cuando uno va a estos lugares lleva una botella de whisky pero no podía llevar alcohol a un país musulmán. Entonces compré unas golosinas en el aeropuerto de Islamabad. Bajamos en una base de Bagram totalmente bombardeada. Se acercaron unos muyahidines (combatientes afganos), nos apuntaron con sus kalashnikovs, nos sacaron los pasaportes y se los llevaron a unas camionetas que estaban a 200 metros. Siguiendo a otros, me acerqué ahí. Señalé mi pasaporte, quien lo tenía me preguntó qué tenía. Le dí los caramelos. Sus ojos se abrieron como si le estuviera dando oro y me dio el documento. 

-Todavía tenías que llegar a Kabul…

-Sí. Lo único que sabía es que estaba a unos 50 kilómetros de ahí. Ví un auto de dos colores, me comuniqué como pude con el conductor que finalmente me llevó a la ciudad con otras personas. En la ruta me señalaron un montón de piedritas rojas y blancas: eran minas antipersonales. Íbamos en un Lada. yo pensaba que podíamos volar en cualquier momento y rogaba a Dios y a Alá que nos protegieran. 

-Finalmente llegaron. 

-Antes, en la mitad del camino, donde no había nada más que chatarra de guerra, frenó de golpe. Sacó su alfombra y empezó a rezar. Se hacía de noche. Después badeamos un río empujando el auto. Finalmente, ya de noche, nos dejó en un viejo hotel de estructura soviética en Kabul. Estaba todo oscuro y se veían explosiones. Cuando encontré a mi colega italiano me dio una llave. Fui a la habitación: el baño estaba destruido, en la ventana había unos plásticos que se movían con el viento helado, las camas tenían una frazada con un olor a camello desbocado que jamás olvidaré. Me comuniqué con la redacción en Buenos Aires y me dijeron que tenía que escribir la tapa. Como a las tres de la mañana envié una gran crónica. 


El relato cambia de tono. El rostro de Sierra se ensombrece. “Al día siguiente fui al frente. Hubo Varios incidentes. En un momento quedé en el medio de una balacera, tirado abajo de un paredón de adobe. A partir de ahi, la degeneradez, como diría Camilo José Cela”.  Estuvo unos 20 días en el país. Un par de años más tarde volvió a Irak. Recién entonces comenzó a comprender lo que pasaba a su alrededor. “Ahí tomás permanentemente decisiones que significan la vida o la muerte”. 

Dice que la guerra se parece poco a la imagen que muestran las películas. “En una hora o dos horas pasa absolutamente de todo. Una escena de guerra detrás de la otra. Y no es así. Hay momentos en los que no pasa absolutamente nada. Días en los que estás esperando el bombardeo y no sabes cuando ni donde va a caer la bomba. Entre tanto, la gente hace cosas habituales. Recuerdo que en Kabul, en el medio de los bombardeos, había una feria tipo mercado”


-¿Qué es la guerra para vos?

-La estupidez humana es infinita y por lo tanto hubo, hay y, lamentablemente, habrá guerras. Es un momento en el cual empezás a estar como entre paréntesis, donde la línea entre la vida y la muerte es tan finita que aparece lo mejor y lo peor del ser humano. 

-¿Qué pasa cuando está en el campo de batalla? 

-Hay instintos primarios que descubrí ahí. Con las ondas expansivas de bombas que te tiran y te crean un terror muy grande, yo me tomaba los testículos. Algún psiquiatra va a interpretarlo. Creo que tiene que ver con algún regreso al punto inicial con el ser humano. 

-¿Cómo es volver?

-Obviamente, sos diferente y traés una mochila. Por mucho tiempo no hablé de estas cosas porque si vas a una redacción y decís que estás abatido o deprimido sos el loco de la guerra. Entre mis compañeros hubo muchos problemas de alcoholismo y depresión. No hubiera sobrevivido al regreso de no haber sido por el amor de mi mujer, Gabriela, y mis hijas.

-Estuviste en Irak, Afganistán, Siria, Libia, Egipto, territorios palestinos, Israel… ¿Qué hay de nuevo en este conflicto entre Estados Unidos e Irán?

-Este conflicto es parte de 40 años de enfrentamientos entre Irán y Estados Unidos que comenzaron con la Revolución Islamista y la toma de los rehenes de la embajada en 1979. Hay que verlo en ese contexto. Hubo idas y vueltas permanentes: misiles, amenazas, sanciones, y el último proceso comenzó cuando Trump decidió sacar a Estados Unidos del acuerdo que tenía con la Unión Europea e Irán por el desarrollo nuclear iraní. A partir de ahí vemos la escalada de este último tiempo. Es muy improbable que pueda haber un enfrentamiento de una guerra convencional entre Estados Unidos e Irán. 

-¿Por qué?

-No le conviene a ninguno. Estados Unidos es superior pero se enfrentaría a un ejército de un millón de hombres fanatizados con entrenamiento militar y misiles de alto alcance que pueden llegar a bases de la Otan en Grecia o Turquía. No es lo mismo una guerra en Irán o Afganistán. Estados Unidos se enfrentaría a un ejército tan duro como el de Corea en 1950.

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