Guerra de Malvinas: los pilotos que hundieron al destructor británico Sheffield hace 40 años – GENTE Online
 

Guerra de Malvinas: los pilotos que hundieron al destructor británico Sheffield hace 40 años

Entre el 4 y el 10 de mayo de 1982, Augusto Bedacarratz y Armando Mayora pilotearon los dos aviones que enviaron al fondo del mar al primer buque británico caído en combate, luego de la Segunda Guerra Mundial.
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El 2 de abril se cumplieron 40 años de la guerra de las Malvinas: el comienzo del conflicto armado entre la Argentina y el Reino Unido desatado en 1982. Entre el 4 y el 10 de mayo el pampeano Augusto Bedacarratz y el porteño Armando Mayora protagonizaron una proeza histórica como parte de la 2da. Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque.

Parece que lo vivieron ayer, pero sucedió hace cuatro décadas, “aunque no vamos a hablar de edades acá, ¿verdad?”, bromean Bedacarratz y Mayora, recién sentados frente al grabador, volviendo el tiempo a la actualidad, que los encuentra en las inmediaciones del imponente Edificio Libertad (sede de la Armada Argentina, ubicado en Avenida Comodoro Py 2055, de espaldas al Puerto Nuevo), pero con la cabeza puesta en aquella operación. 

A bordo de sus Super Étendard protagonizaron el hundimiento del destructor británico Sheffield en aguas del Mar Argentino, al este de la isla Soledad, en plena guerra de las Malvinas, durante una operación militar pionera, ya que se convirtió en el primer ataque consistente en el uso de misiles de aviones contra barcos

“Fue, después de la Segunda Guerra Mundial, la primera vez que se hundió a un buque británico”.

Augusto: ¡Mire el cielo! (observa el horizonte porteño, que cubre el barrio de Retiro). 

Armando: Ufff. Así estaba aquel martes 4 de mayo de 1982, nublado, con chubascos. 

Augusto: Y nosotros avanzando a más de mil kilómetros por hora y quince metros sobre el océano, a pura discreción, para que no nos detectaran los ingleses. Lógico, era un vuelo de penetración muy bajo, muy rápido. Era lanzar y que recién en ese momento te ubicaban, por lo que les dabas muy poco tiempo para reaccionar. 

Armando: También recuerdo la inmensidad del mar, la nada, avanzar durante 500 kilómetros, a diez cuadras de distancia entre nosotros, viéndonos... 

Augusto: Porque, claro, si existía la posibilidad de que nos atacaran con Sea Harriers, lo que en general se da por la cola del avión, hay una zona ciega que la protege el compañero. Existe una necesaria complementación mutua. 

Armando: Hasta que encontramos en la pantalla del radar una marca electrónica, una “bananita”, como nosotros lo llamamos: el blanco. Ese proceso es lo primero que me viene a la mente. Ahí estaba el buque que teníamos que atacar. 

Augusto: Fue cuando lanzamos un misil Exocet cada uno, a 35, 40 kilómetros de distancia, sin ver el blanco y… (suspira). 

“No nos sentimos héroes, sino integrantes de un equipo de cien personas que hizo bien su trabajo”

La previa del Día D

Lo nuestro fue muy inmediato. Hay que pensar que el 1° de mayo se inició, en los hechos, la guerra a los ingleses con el bombardeo a Puerto Argentino, y que el 4, después de esas horas de preparativos, despegamos con Armando. En el transcurso de los tres, cuatro días previos todo fue vertiginoso”, recuerda Agusto.

Al respecto, agrega: “Gente que no volvía, cómo se palpaba la muestra del espíritu, el ánimo de defender, el entusiasmo. Lógico, el país entraba en guerra después de toda una historia. Así hasta que llegamos a la misión en sí”. “Las condiciones meteorológicas eran desfavorables para el vuelo, lo que a la vez nos tranquilizaba desde el punto de vista de que posiblemente ese día los británicos no esperaban para nada un ataque”, refuerza Armando.

Los Super Étendard que dispararon sendos misiles Exocet.

“En tiempos en que todos los otros aviones –la Fuerza Aérea y la división Naval– atacaban con bombas (debían ver el blanco, apuntar y lanzar), ellos no consideraron que el Super Étendard con el Exocet a bordo estaba en condiciones de funcionar. Sorprenderlos era muy importante para poder ser eficientes con tal sistema de armas: había que intentar que sus defensas electrónicas y misilísticas reaccionaran lo más tarde posible”, explica Armando.

4 de mayo de 1982

El lanzamiento fue a las 11:04 AM, aterrizamos en Río Grande a las 12 y pico del mediodía y a las 5 de la tarde nos enteramos, por una comunicación oficial del Ministerio de Defensa británico, que el Sheffield efectivamente había sido atacado. Ellos lo dijeron desde el primer momento”, cuenta Armando.

El HMS Sheffield tras recibir los dos misiles Exocet, el 4 de mayo de 1982.

Augusto agrega: “Hasta ese momento lo único que daba indicios de que algo había ocurrido era que desde un radar terrestre de Malvinas se detectó que, de pronto, en las fuerzas inglesas que se encontraban en alerta blanca hubo movimientos de helicópteros y Sea Harriers. De hecho, al llegar a Río Grande nos recibieron como si hubiésemos producido un daño tremendo, cuando nosotros sólo estábamos seguros de haber hecho las cosas bien”.

“Un ataque así no te da tiempo ni para tener miedo. Estás concentrado en el trabajo, atento a cada detalle”

Augusto.

“‘Lanzado, sin novedad’, habíamos repetido de entrada ambos, y quedamos a la espera… Igual, hay que recalcar que no llegamos a ese punto de casualidad. Fue un trabajo en conjunto con la escuadrilla aeronaval de exploración Neptune (un avión de patrulla marítima, reconocimiento y guerra antisuperficie y antisubmarina), que había salido a las tres de la mañana para hacer un excelente trabajo de búsqueda del espectro electromagnético y detectar radares británicos emitiendo. Se habían jugado, acercándose mucho, tornándose indiscretos y con riesgo de ser interceptados. Cumplieron la misión como debían. No sólo eso: cuando nos acercábamos al blanco, dieron la posición geográfica adecuada como para que concretemos. Repito, no llegamos ahí por casualidad, sino porque alguien nos dijo que ese buque inglés de tales características –finalmente fue el Sheffield– era el que debíamos atacar.”, sostiene Armando.

"Éramos profesionales. De la misma manera que ellos trataban de derribarnos, nosotros atacamos un buque, no para matar gente, sino para dejar fuera de servicio un activo de la flota británica que nos perjudicaba operativamente. No decís: 'A ellos los quiero matar'".

Armando.

Augusto asevera: “Para nosotros fue fundamental esa tarea del Neptune, ya que, investigando y exponiéndose a lo largo de cuatro horas, nos dio la gran tranquilidad de estar navegando en aguas exploradas, una especie de corredor, sabiendo que no nos encontraríamos con ningún buque enemigo. De allí que el 4 de mayo, la fecha de la misión del Sheffield, fue elegida como Día de la Aviación Naval de la Armada Argentina, en lugar del aniversario de su creación, ya que se trató de una síntesis perfecta de lo que representan las misiones de ataque en el mar. Todo se cumplió exactamente como dictan los manuales. Incluso dos horas antes de que saliésemos seguían acercándonos detalles para que pudiésemos planificar el ataque”.

Dos días antes habían hundido el Crucero Belgrano. Era la guerra, y la guerra implica destruir objetivos. No se trata de sentimientos de revanchismo. Desde jóvenes nos habíamos preparado, adiestrado. Somos oficiales de la Armada y por eso entramos a la Marina. Vestimos uniforme y cumplimos órdenes establecidas que derivan de la Constitución Nacional, con el objetivo de defender a nuestra patria, como todos los militares que se incorporaron a las Fuerzas Armadas. De manera que lo nuestro formó parte de ello”, manifiesta Augusto.

- ¿Cuando los llaman “héroes”, ¿qué piensan?

Armando: Comprendemos la palabra desde el punto de vista periodístico, pero no la compartimos. Hicimos lo que teníamos que hacer. El día que en una ceremonia militar juramos ante la bandera defenderla hasta perder la vida, no fue un chiste, sino un compromiso. Tampoco se trata de defenderla sólo mientras estemos en paz. Y esa actitud, que la tuvo el 99,99 por ciento de los que combatieron en el Atlántico Sur, es la que te lleva a experimentar el sentimiento de Malvinas de la manera en que lo hacemos. Hubo héroes, hubo muchos héroes, pero no considero que nosotros lo seamos. Cumplimos con lo que debíamos, y lo cumplimos muy bien, fuimos muy eficientes, haciendo las cosas que teníamos que hacer. Hasta ahí... El héroe es quien va un paso más allá y se excede de su deber. Te doy un caso: hubo un oficial de la infantería de marina que hizo bombardear a su propio grupo de artillería, sobre su posición, porque no podía defenderla de otra manera. Va más allá, es sacrificar su vida y la de sus hombres para cumplir el deber. ¡Esos sí son héroes! 

Destacado:  “Sin dudas, entre Augusto y yo hay una hermandad. Como la hay entre los diez pilotos que estuvimos en Malvinas y cada viernes posterior a los 4 de mayo nos reunimos para cenar”. (Armando)

Augusto: Coincido totalmente. De pronto, porque una misión tuvo cierta trascendencia, en este momento hacemos una nota con GENTE. Seguro que tiene que ver con la forma en la que ese hecho sucedió, pero es muy incómodo realmente para nosotros ver que la acción nos signifique una distinción pública como héroes, cuando uno sabe perfectamente, como dice Armando, de tantas otras tremendas que quizá no trascendieron al resultado global de la guerra. En nuestro caso, sin desmerecer lo que hicimos, antes que de heroísmo, también prefiero hablar de profesionalismo. Todas las misiones que siguieron a la del Sheffield fueron más complicadas, porque ese famoso Neptune no existió más. 

Su mirada sobre el enfrentamiento Rusia-Ucrania

La diferencia es que nosotros vivimos en un teatro de operaciones estrictamente militar: no había familias. La guerra de Ucrania nos muestra algo muy diferente, con todo lo tremendo que uno vio y conoció de las Primera y Segunda Guerra Mundial”, expresa Augusto. Y agrega: “Ahora, a través de los medios de comunicación y en tiempo real, a mí me estremece ver en vivo semejante horror, tamaño grado de barbarie. La parte humanitaria de una guerra es fundamental, y en tal sentido noto algo diferente”.

Armando considera que “quizá la escalada de un conflicto determina ingresar a la guerra”. “El tema es que, después de la decisión de hacer el primer ataque, no sabés cómo vas a salir. Es decir, después de dar el primer paso, aparecen condiciones que no podrás manejar. Es lo que sucede ahora. Por otro lado, mientras los atacantes ingresan, los locales residen allí. La situación es completamente distinta, porque acá están entrando a territorio de los ucraniamos y nosotros avanzamos hacia un territorio que nos pertenecía y nos pertenece... Va a ser muy difícil la evolución de este conflicto y dónde terminará”, considera.

La entrevista con GENTE.

“Esto es una invasión, una transgresión al derecho internacional de un país a otro. Pero si hay algo en común es la vocación: de la misma manera que nosotros percibimos la entrega, el espíritu y el patriotismo en todos los combatientes, de pronto la gente se sorprende de que los ucranianos dejen a la familia y se queden defendiendo el país con bombas molotovs contra un ejército tremendamente superior. Y sin embargo lo hacen. La entrega de los ucranianos a mí me emociona simplemente porque me recuerda lo que vi”, enuncia Augusto. 

– ¿Qué sensación los invade al cumplirse cuarenta años de aquella proeza militar que compartieron? 

Augusto: Una sensación gratificante que percibo es que a lo largo de estos cuarenta años hubo un proceso en el que la sociedad argentina ha ido reconociendo poco a poco el valor que tuvimos los argentinos a los que nos tocó ir a las islas, defendiendo nuestro patrimonio y nuestra soberanía. Las dos generaciones que no lo vivieron y han ido llegando también ayudaron mucho: son gente sin prejuicios que investiga y cuenta con información – proveniente incluso de nuestros enemigos, los ingleses– que ayuda a que se valore la real entrega de los combatientes en esta guerra. 

Armando: Yo además agregaría que me siento con un poco de pena, de recogimiento por la cantidad de gente que quedó en Malvinas. Camaradas muy cercanos, camaradas de armas que quizá no conocimos pero con los cuales hemos compartido aquel momento: son un hito para Argentina y el mejor recordatorio de lo que se entregó para intentar arribar a un objetivo –la posesión de las islas– que hasta la fecha no hemos logrado, pero que todavía se encuentra en nuestro horizonte. 

Por Leo Ibáñez
Fotos y video: Manuel Adaro y gentileza A.M y A.B.

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