Griselda Sicilani íntima – GENTE Online
 

Griselda Sicilani íntima

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Desde el lunes 11, y durante las noches que resten del año, Griselda y Adrián Suar (48) se desearán dulces sueños con la indulgencia con que loharían el Sr. y la Sra. Smith post batalla de alcoba. Su artillería y escudo: el humor.

–¿Cómo se vive en casa la víspera?
–Competir con Adrián es un juego simpático, una circunstancia que viviremos muchas veces más. Chanzas, miles. Por ahí nos cruzamos en el living y me dice por lo bajo: “Preparate, porque voy a arruinarte”. Y yo le contesto al pasar: “Fijate qué me ponés enfrente”. Si me ve estudiando, se hace el espía y haciendo que anota, murmura: “Entonces Mara dice...”. Por lo general estudiamos juntos –él prepara Silencios de familia, su unitario 2016– tirados en el sofá. Nos miramos por encima de los libros y gritamos: “¡No te copies!”. Ahora que está actuando más, lo disfruto más. Conectamos diferente: estamos encendidos por la misma pasión y su mirada generosa siempre me enriquece.

–¿Cuál es el límite de la competencia?
–Cuatro puntos de rating. En casa nos divierte mucho el Boca-River, pero si alguno gana por una diferencia mayor, ya no se festejaría delante del otro.

–¿Qué último recurso usó Adrián para retenerte?
–Me ofreció mucho. Pero luego de cada propuesta se respondía solo: “No, pero tenés que hacer Nina: ahí la vas a romper”. Las veces que dudé –por el tiempo que demanda esta tira–, él me alentó para que no me ganase esta madre loca que soy: “Gri, Magui ya va a cumplir cuatro años... Tranqui, yo voy a ayudarte: vos podés”, decía.

–No creo que no hayas tenido una duda moral...
–¡Claro! Lo pensé en soledad. Pero estoy segura de que terminaría odiando a Adri si por ser su mujer debiese trabajar sólo para su canal. En nuestro vínculo no hay lugar para cuestionamientos ni resignaciones. Muchos me cuelgan el mote de “primera dama” (que, según afirma, “le saca el demonio de adentro”) y otros tantos no me llaman por prejuicio, pero lo único que tengo por El Trece es el cariño de haber pasado por ahí. No soy propiedad del establecimiento, ni de nada, ni de nadie...

–¿Por eso seguís negada al matrimonio?
–Yo concibo el amor de la sensatez, el del día a día. “HOY estoy con vos porque HOY te elijo”, no porque lo prometí en un registro civil o una iglesia. Nada me resulta menos romántico que un juramento. “Casada” es una etiqueta que no me ilusiona. Tampoco creo en esas cosas de los cuernos y traiciones, ni en la frase “lo dejó por tal”. Siempre aspiré al vínculo en el que se pueda decir: “Vení, sentate. Me enamoré de otra persona”. ¡Así es la vida! Antes de enterarme de que mi pareja está conmigo sin elegirme... me mato.

–Quedé pensándote en términos de “romántica” y “celosa”.
–Con el romanticismo tengo una dualidad: puedo ser una tana de furia pasional o una nena esperando flores... y nunca sé cuál soy en realidad. Por ahí en el sexo sí soy decididamente más brava, al natural. Porque la vida siempre es más divertida sin maquillaje. Y sí, soy muy celosa en tanto mi marido mire a una mujer que también me guste. Si no registro competencia, puede ser hasta gracioso. Pero los celos son un sentimiento bastante pelotudo. Por pudor, hago un ejercicio interno para reprimir las escenitas. A menos que abra una puerta y vea a mi pareja en “ese” momento, siento que esas fantasías son un tema mío y él no tiene por qué aguantármelas.

–¿Cómo se acomoda el ego entre ustedes?
–Vamos midiéndonos. Los dos tenemos egos inmensos... Creo que por eso es posible que estemos juntos y contentos. Por mi parte, estar al lado de Adrián es una buena doma: la gente lo adora tanto en la calle que no me queda otra que mirarlo con orgullo. No olvidemos que este amor nació de la fascinación profesional.

–Hablando de egos e idealizaciones, y a propósito de Me casé con un boludo (de Juan Taratuto, con Suar y Valeria Bertuccelli), ¿qué factores a favor y en contra descubriste al lado de un star?
–A favor: escuchaba “Suar” y tal vez me daba excéntrico, drogadicto, un loco, y encontré al pibe de Villa Crespo, con una simpleza barrial que sostiene a sabiendas de que es su gran fuerte. Y de no haber trabajado en Pol-ka, jamás me hubiese percatado de lo atractivo que resulta en su rol: tan seguro, tan profesional, tan sabio, tan masculino. Imagino que debe pasarles a muchas... (desliza con gracia). En contra: su insospechada adicción al fútbol. Cualquier partido, cualquier hora, cualquier día. De repente lo veo tan concentrado que pregunto: “¿Quién juega?”. Y me contesta emocionado: “¡Peñarol del 77!”. ¡Un plomazo!

FRENTE AL ESPEJO. Perdió siete kilos, pero no las mañas. “Frente a la pantalla me disfruto; ante el espejo... soy más dura”, asegura. “Tantos años de danza me enseñaron a ser libre con mi cuerpo, pero también más atenta y minuciosa. Sí, estoy flaca, pero me gustaría estar más entrenada”. Completemos. Me jacto de: “Mi sonrisa y mis gambas contundentes”. Me obsesiona: “La asimetría, la musculatura y las articulaciones; reviso si debería rotar un poco más la pierna o los huesos están derechos”. Me perdono: “La hiper-expresividad. A veces digo: ‘Pero si podría ser más linda con caras más tranquilas... ¡¿por qué tanto gesto por segundo?!’”. Cambiaría: “Alguna vez pensé retocarme las lolas después de amamantar, pero no me animo. Les tomé cariño así, sufriditas y pequeñas. No me gustan las tetas grandes. Las cirugías tienen que ver con falencias personales, una crisis que yo no transito”.

–¿Nuevo cuerpo, nueva actitud?
–Siempre voy por la vida con la misma seguridad, aun gorda como vaca o vestida como nadie esperaba. Cuando estoy convencida de lo que sea, soy indomable. Jamás fui una mina de manada. Las modas, los impuestos y los pares te achican la vida. Tal vez sólo reaccione de que tengo algún kilo de más si algún amigo me dice: “¡Ey, Gri...! Te fuiste a la mierda” (se ríe). Para mí, la estética es funcional al trabajo: en este caso Mara, una IT girl, necesitaba este cuerpo. Si lo marca el guión, me resulta automático: no hay sacrificio.

–Y algo de vanidad se cuela por ahí...
–¡Re! Subo fotos a Instagram y me creo una diosa. Después pienso: “¡¿Qué estás haciendo?!”. Al fin y al cabo, nuestro trabajo es vanidad: de lo contrario, ¿podría haber hecho esta tapa? Si una no es la China Suárez, debe esforzarse por creérsela un poco y decir: “Esto que ven acá soy yo”.

–Pero el extreme-make-over no depende sólo de una decisión. ¿Cómo se logra?
–No hago dietas, me dan fiaca. Meto una dosis de algo saludable cada tres horas. Duermo en cuanto puedo, y como deporte. El ritmo diario hace el resto. Tengo una masa muscular que, por suerte, reacciona rápido. ¿Una clave personal? Evitar las “locuras obesas”. Soy capaz de bajarme una caja de Rapa Nui (chocolates) de medio kilo con un cafecito. ¡Comer siempre fue un gran plan para mí!

–¿El espíritu también se alimenta?
–Me exijo creer en todo lo que puedo. Siempre elijo creer, porque así la vida es más disfrutable: la fe es la clave de la felicidad. ¡Pisar un escenario es el más lindo acto de fe!... ¿O no? Pero que nadie interrumpa mis “autoterapias”. Soy amante de la soledad, y cada trayecto en mi coche es una cita conmigo misma. Pongo a sonar El Descueve, Las Pelotas o Los Redondos y me entrego a la reflexión. Me hablo, me contesto, lloro, fantaseo... La impunidad de ese momento es genial.

“En el sexo soy brava, bien al natural. Porque la vida siempre es más divertida sin maquillaje”

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