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Florencia Raggi impacta en José Ignacio

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Ella es habitué de estas arenas, las de José Ignacio, y aunque el tiempo vaya pasando, verano a verano, Florencia Raggi, de jóvenes 43 años, se las viene ingeniando para burlarse sistemáticamente del calendario.

Su físico esbelto, las curvas intactas, la sonrisa siempre presta... Así se la vio en las muchas tardes que se animó, no sólo a bajar a la playa –el parador La Susana, más precisamente–, sino además a darse un buen chapuzón.

Acompañada por la fiel Allegra, la perrita que suele protagonizar algunas fotografías que sube a su cuenta de Instagram, Raggi se refrescó luego de tomar unos mates con su amiga Julieta Cardinali. Con ella –bien protegida del sol gracias a un amplio sombrero– charló largo y tendido, reposera de por medio.

No estaba en ese momento Nico Repetto (58), con quien Flor comparte la vida desde hace 21 años (se conocieron, justamente, durante el verano de 1995). Mucho ha pasado desde entonces, incluidos los nacimientos de Renata (17 años y ya tan alta como mamá) y Francisco (13), los hijos que completaron la familia. Para ellos, la temporada estival en Punta del Este es un clásico que forma parte de su vida.

Al atardecer, con los últimos rayos de sol, Florencia y su grupo emprendieron la retirada de la playa, rumbo a su hermosa casa en la zona de Chacras de Medellín. Desde ahí, gracias a la privilegiada vista que ostenta el lugar desde una colina, puede seguir contemplando el mar. Inmejorable programa

Raggi en plena zambullida.

Raggi en plena zambullida.

Flor disfruta de una hermosa jornada en el parador La Susana.

Flor disfruta de una hermosa jornada en el parador La Susana.

La mujer de Nico Repetto, queda claro, siempre levanta suspiros.

La mujer de Nico Repetto, queda claro, siempre levanta suspiros.

Acompañada por Julieta Cardinali (guarecida por el sombrero blanco y cargando la reposera), además de otros amigos, Flor degustó unos mates antes de que cayera el sol. Su inseparable perrita, Allegra, fue receptora de decenas
de mimos.

Acompañada por Julieta Cardinali (guarecida por el sombrero blanco y cargando la reposera), además de otros amigos, Flor degustó unos mates antes de que cayera el sol. Su inseparable perrita, Allegra, fue receptora de decenas
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