“Filmé y dirigí teatro al mismo tiempo: es difícil ser más feliz” – GENTE Online
 

“Filmé y dirigí teatro al mismo tiempo: es difícil ser más feliz”

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Ninguna coincidencia hay entre Serodino, pueblo de la ardiente llanura santafesina, patria de Juan José Saer, que allí nació en 1937, y Oslo, capital de la helada Noruega, que se llamaba Cristianía en 1828, cuando nació Henrik Ibsen. Tampoco la hay entre Saer e Ibsen, salvo lo arduo de reflejar sus complejos mundos en la pantalla o el escenario. Pero Sergio Renán no es hombre de arrugues a la hora del combate. En una misma semana –caso inédito–, su nombre copó más de treinta salas de cine con Tres de corazones (sobre un cuento de Saer), retorno a la pantalla luego de cinco años de silencio, y la Martín Coronado del Teatro San Martín con Un enemigo del pueblo, una de las más demoledoras artillerías disparadas por Ibsen. De eso hablamos…

–Volver a filmar luego de cinco años, después de La soledad era esto, duplica el compromiso: la elección debe hacer centro en el blanco. ¿Por qué recayó en El taxista, el cuento de Saer?
–Porque la elección, que en mi caso siempre tiene como punto de partida la relación cine-literatura, la deciden ciertas lecturas, la emoción que me provocan, su traducción en imágenes, y la sospecha o la certeza de que estoy frente a una buena historia para contar.

–¿Qué condición básica debe tener esa historia para que la cuente?
–Que, conceptualmente, tenga que ver profundamente conmigo. Eso es decisorio…

–¿Qué tiene que ver con usted ese relato de Saer, entonces?
–Los cuentos de su época santafesina me gustan mucho. Eso no significa que no me gusten sus cuentos parisinos, pero en los primeros hay una emotividad poderosa y personajes entrañables que me conmovieron desde la primera lectura. El chico, el taxista (Nicolás Cabré) es tímido, introvertido –uno de los que habitualmente son definidos como “perdedores”–, y entra a trabajar para el dueño de una flotilla de taxis (Luis Luque), especie de mafioso local, violento patológico, hombre temido, ma-gis-tral-men-te interpretado.

–Un cóctel demasiado antagónico…
–Sin duda. Y potenciado cuando aparece una mujer (Mónica Ayos) que el chico ha conocido hace un tiempo, de la que se enamoró y a la que nunca olvidó, que desapareció de su vida… y que reaparece como prostituta y trabajando para su jefe, el mafioso.

–En ese punto, el cóctel es…
–¡Maravilloso! Una perfecta mirada sobre un tema que me interesa mucho: el intercambio de roles entre débiles y poderosos. Y en esta versión, con un matiz muy interesante: la debilidad que el mafioso tiene por el taxista, porque se parece a un hermanito menor que ha muerto.

–Es curioso. Usted, Renán, es un hombre nada inclinado a demostrar sus sentimientos en público. No falta quien lo supone frío. Sin embargo, todo o casi todo su cine contiene sentimientos explosivos. ¿Su cine es su otro yo?
–Bueno, una de mis películas se llama Sentimental. Es una declaración de principios.

Tres de corazones tiene un elenco atípico, alejado de los muy previsibles nombres en los que abunda el cine argentino. ¿Por qué eligió el trío Nicolás Cabré-Mónica Ayos-Luis Luque?
–Porque conforman una muy buena mezcla de receptivos, expresivos, comunicativos e introvertidos. Esta película encierra los sentimientos más explosivos de cuantos filmé, e incluye momentos de violencia hasta ahora inéditos en mi cine. A Cabré lo vi bastante en teatro (Yepeto, El cartero), y estaba magnífico. De alguna manera, me veo reflejado en él: me recuerda al joven actor Sergio Renán…

–¿Cómo llegó a Mónica Ayos?
–La vi por primera vez en televisión, en un programa cómico, y vestida con poca ropa muy apretada. Aunque cueste creerlo (sonrisa intencionada)… lo que me llamó la atención fueron sus condiciones de actriz. Luego la vi en un programa de Canal 7, Un cortado (historias de café), junto a María Fiorentino, una actriz que adoro. Había varias candidatas para Tres de corazones, y mi elección de Mónica no fue inmediata. Pero a mi interés se agregó una escena: el strip tease que la protagonista debe hacer en el boliche del mafioso. Y no me equivoqué. Es una actriz… ¡excelente! Siente, piensa y transmite.

–Dijo que Cabré le hacía recordar a Renán joven actor. ¿Cómo era aquel Renán?
–Tímido y orgulloso. Una combinación fatal que no facilita una carrera. Quería ser prestigioso y también popular…, pero esto último me avergonzaba.

–Imagino que habría presiones familiares. Alguna vez me contó que su padre no aprobaba que usted fuera actor.
–Es cierto. Nuestra relación mejoró cuando pasé de actor a director. Era, para él, algo más “respetable”… Así, entre comillas. De haber vivido, lo que más les hubiera gustado a mis padres, por amor a la música y pertenencia de nuestra vida familiar, era verme como director del Colón. Allí llegué, pero ellos ya no estaban…

–En la película hay un gran homenaje a Sandro. ¿Por qué?
–En la ficción, Sandro fue el ídolo de la juventud de Coria, el mafioso. Lo imita, usa la misma ropa, su boliche se llama El Gitano, y tiene gigantografías de Sandro, además de escucharse su maravillosa voz.

–¿Tanto le gusta Sandro, Renán?
–Después de Gardel, es el artista popular que mejor ha cantado.

–Digresión: ¡qué grande Carlitos!
–¡Oh, Dios mío! ¿Cómo se puede cantar así?

–Volvamos a Sandro…
–Deseo que le guste la película, porque su presencia en ella parte de un enorme afecto y admiración.

–A pesar de su indiscutible carrera, ¿sigue siendo tan sensible ante la crítica? Según algunos, demasiado…
–Sí, y no sé por qué. Seguramente tiene que ver con una zona sensible de mi identidad. Por supuesto, hay algo muy obvio que comparto con todos los que hacemos cine, teatro, ópera: la necesidad de aprobación, intrínseca a la vida que elegimos. Es previsible, entonces, que te duela un rechazo cuando necesitás ser aprobado.

–No todo lo que hace un artista puede gustarles a todos.
–Eso está clarísimo. Me pasa a mí con artistas maravillosos, a los que a veces veo distantes. Pero nada impide mi labilidad frente al rechazo. Tanto, que opté por no leer críticas hasta pasado un tiempo desde el estreno. Cuando aparecieron comentarios adversos a La soledad era esto, mi película anterior, caminé durante varios días con la cabeza baja, sospechando que los transeúntes los habían leído, y me daba vergüenza mirarlos a la cara.

–Le duelen, lo irritan, pero, ¿lo hacen dudar de su juicio sobre el trabajo hecho?
–Depende. Si el rechazo proviene de críticos que respeto, que me importan, tomo en cuenta los reparos. Pero si se trata de otros que desprecio, por supuesto que no.

–¿Cómo nació el proyecto de dirigir Un enemigo del pueblo?
–A diferencia de Tres de corazones, fue un ofrecimiento del Teatro San Martín. La propuesta me gustó muchísimo. Me honró y la afronté con alegría y responsabilidad, a pesar de que mi trabajo se duplicó. Tuve que filmar y dirigir al mismo tiempo. Fueron largos y agotadores meses…

–La acción transcurre en el siglo XIX, pero usted la situó alrededor de 1950. ¿Por qué?
–Porque el tema es eterno. Bien lo dice Ibsen en la última línea, cuando ya el héroe, Tomás Stocken, ha sido condenado por todo el pueblo a raíz de su denuncia. Las aguas del balneario están envenenadas y envenenarán a la gente, pero cerrar el balneario derrumba el negocio turístico. Entonces, solo, sin más sostén que su familia, sin trabajo, insultado y apedreado, rechaza el exilio, decide quedarse y luchar, y dice: “El hombre más poderoso del mundo es el que está más solo”.

–Es inevitable que muchos vean en esa trama un espejo del conflicto con el Uruguay por la cuestión de las pasteras. ¿Qué piensa?
–Sin duda. Pero de ninguna manera influyó en mí como eje de los acentos que me interesó remarcar. La obra tiene una construcción magistral y una anécdota muy astuta, en el mejor sentido de esa palabra: el hecho de que los dos personajes enfrentados sean hermanos. Es un gran análisis de la condición humana, y el caso de las pasteras nada le agrega ni le quita.

–¿Cómo anda su máquina humana después de la pancreatitis que lo puso al borde de la muerte? ¿Respondió al doble esfuerzo de filmar y dirigir teatro?
–Tuve que filmar, compaginar, musicalizar, sonorizar, ensayar… Fueron seis meses de tremendo desgaste, pero me lo banqué perfectamente. A lo mejor el cuerpo me da un disgusto con efecto retroactivo, pero estoy muy bien. Eso sí: nunca son resfríos ni cosas así. Cuando me pasa algo, suele ser bravísimo.

–Como en las óperas, de las que usted tanto sabe.
–Tal vez como en las óperas, sí.

“<i>La elección de todos mis proyectos tiene que ver conmigo, con mi visión del mundo y, sobre todo, con los sentimientos. La palabra sentimental es mi declaración de principios</i>”.

La elección de todos mis proyectos tiene que ver conmigo, con mi visión del mundo y, sobre todo, con los sentimientos. La palabra sentimental es mi declaración de principios”.

“<i>Mi película tiene varias sorpresas. Entre ellas, un gran homenaje a Sandro, el artista popular que mejor cantó desde Gardel  en adelante</i>”.

Mi película tiene varias sorpresas. Entre ellas, un gran homenaje a Sandro, el artista popular que mejor cantó desde Gardel en adelante”.

Dice Renán (en la foto, con Nicolás Cabré): “<i>La experiencia de filmar en San Luis fue excelente. Los artistas y técnicos locales, que la ley provincial exige para las producciones hechas en su territorio, demostraron una gran capacidad profesional, y el trato de las autoridades fue, en todo momento, de gran respeto, afecto y calidez</i>”.

Dice Renán (en la foto, con Nicolás Cabré): “La experiencia de filmar en San Luis fue excelente. Los artistas y técnicos locales, que la ley provincial exige para las producciones hechas en su territorio, demostraron una gran capacidad profesional, y el trato de las autoridades fue, en todo momento, de gran respeto, afecto y calidez”.

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