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“Filmar con Coppola es un sueño”

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Y Dios pasó a decir: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza…’”. (Génesis 1.26)
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El rumor que circula en la ciudad de Avellaneda, provincia de Santa Fe, asegura que el 26 de julio de 1975 Dios se acercó a la Tierra. Por las tardes, las abuelas de manos arrugadas se sientan en la vereda de sus casas a tomar tereré, tratando de sobrellevar un calor de casi cuarenta grados. Y ahí, cuando la brisa de aire fresco alivia el alma, comienzan con el relato que pasó a ser casi una leyenda. Aseguran que ese día frío de invierno, Dios se corrió algunos milímetros de sus principios de Creación y, por intermedio de Nora y Franco, los padres terrenales, daría vida a una beba que iba a pesar tres kilos y cien gramos. Pero antes de que la niña saliera del útero, el Señor tomó dos círculos de cielo y los colocó en sus ojos: “Por ellos serás amada y conocida”, dicen que le susurró al oído antes de seguir su camino...

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Leticia se despierta temprano, con la secuencia armónica de las notas musicales producidas por los cardenales. Un par de vueltas entre las sábanas blancas serán suficientes para dejar atrás cualquier rastro de sueño. A su lado, Juan Xul Salvador, Indio, su hijo de dos años, mantiene la respiración lenta y los ojos cerrados.

Sobre una de las mesas de luz están apilados los tres últimos libros que la actriz comenzó a leer: Sueño profundo, de Yoshimoto Banana, La aventura de Miguel Littin, clandestino en Chile, de Gabriel García Márquez, y La vida de San Cayetano de Thiene, de Cayetano Vergara. El sol que se filtra por la ventana la invita a saltar de la cama. Descalza, apoya sus delgados y tatuados pies en el piso de madera y camina hacia uno de los balcones construidos en quebracho y cañas de bambú. Por unos segundos, su mirada se pierde en el parque repleto de jacarandaes, tipas, ibirapitás, timbós y lapachos rosados y amarillos. Una laguna y el verde infinito terminan de recrear su vista. Ahí, en el Lodge & Golf Los Brunos, en el noroeste de la provincia de Santa Fe, a 330 kilómetros de la capital provincial, Brédice asegura sentirse “en el Paraíso”.
Pero los casi ochocientos kilómetros que la separan de su hogar en Buenos Aires y de Juan Pablo Sanguinetti (24), su pareja y padre de su hijo, tienen una explicación. Desde hace quince días, la actriz comenzó con la filmación de El frasco, una comedia dirigida por Alberto Lecchi (el mismo director de Apariencias y Déjala correr, entre otras).
Leticia hace el papel de Romina, una maestra de pueblo que viaja a diario en colectivo y conoce a un chofer de media distancia, el Mudo, interpretado por Darío Grandinetti. La serie de enredos comienza cuando ella le pide que le lleve un frasco de orina para analizar, a él se le rompe y decide remediar el accidente aportando otro frasco con orina propia. “Es una comedia muy linda y me divierte mucho hacerla. Me pone muy feliz volver al cine”, cuenta, sentada en el borde de la pileta. Ahí, tereré en mano, acompañada por Cristian Morales, amigo, director de su última obra de teatro, La cola del avión –juntos están escribiendo una nueva obra–, habla de su regreso al cine, de su hijo, de su pareja y de su próximo gran desafío: la película Tetro, que filmará en el mes de febrero junto a Javier Bardem, Matt Dillon, y que será dirigida nada más y nada menos que por Francis Ford Coppola.

–Años rebeldes, película que filmaste en 1992, cuando apenas tenías 17 años, fue la primera de tu carrera. Después, contando ésta, participaste en 16 títulos más. ¿Sentís que ya tenés tu lugar dorado en el cine?
–Me encanta el cine y me encanta hablar de esto, por ejemplo de mis primeras películas. Cuando tenía 22 años, Pablo Bossi (fundador de Patagonik Film Group) me hizo un contrato y ahí empecé a filmar sólo cine. Tenía que hacer lo que él quisiera, pero también podía elegir otras películas. Y ahí hice ¿Sabés nadar? con Diego Kaplan y Plata quemada y Cenizas del paraíso con Marcelo Piñeyro, entre otras.

–Estás instalada como actriz de cine. ¿Te llegan muchas propuestas de directores?
–Sí, tengo bastantes guiones, pero dejé de hacer películas por un tiempo, porque a mí me gusta pasar temporadas fuera del trabajo, mirando la profesión desde otro planeta. Porque la actuación cinematográfica es un planeta aparte, que te permite quedar en la eternidad de la imagen.

–¿Qué fue lo que te atrajo de esta propuesta?
–Con Alberto había grabado un capítulo de Mujeres asesinas y me sorprendió, como dicen los músicos, “cómo tocamos de oído”. Después me llamó para que leyera el guión. En un principio la película la iba a hacer Nati Oreiro, pero no aceptó porque tenía el lanzamiento de su línea de ropa. Cuando lo leí, lo que más me enamoró fue que yo nunca hice antes de maestra. Me cerró y di el “sí”.

–Estás con tu nuevo disco, el segundo. ¿Cómo va eso?
–Con Christian Basso terminamos de hacer el demo del disco BB Latinoamérica. Pero como tuvo que viajar a Alemania y a Portugal para tocar, lo vamos a terminar recién el año que viene. Prefiero que sea así, porque quiero dedicarle mucho tiempo a la crianza de mi hijo.

–Ahora, con un hijo y una pareja estable, ¿es más difícil decir: “Amor, me voy 40 días a filmar a Santa Fe”?
–No, porque yo además soy una enamorada de mi profesión y nunca estaría con una pareja que no me respetara esas cosas.

–¿Cómo es la relación que tenés actualmente con Juan Pablo?
–Cuando su trabajo se lo permite, nos viene a visitar a mí y a Indio. La verdad, los encuentros familiares son muy lindos, muy tiernos. El está muy enamorado de su hijo, y haber conseguido eso me llena de felicidad.

–Es la primera vez que filmás con Darío Grandinetti. Contáme esa experiencia.
–La familia de él es italiana, de Cosenza, igual que la de papá. Entonces hay algo de su personalidad, en su voz y en su tono, que suena a parte de mis parientes. Después, lo tengo visto en muchas películas… Es ese tipo de actores que uno siempre quiere tener al lado. No sé… Supongo que a Messi siempre le gusta jugar al lado de Tevez.

–¿Disfrutás del cambio constante que supone actuar?
–Me encanta, pero meterse en la piel de una prostituta, de una mamá que se le murió un hijo, de una música drogadicta, no es para cualquiera. Ser actor es una exposición enorme de alma, vida y corazón.

–Después de filmar El frasco, ¿cómo sigue tu vida laboral?
–Estreno esta película con Darío, en abril volveré a hacer La cola del avión en la calle Corrientes, y si bien tengo otros ofrecimientos de teatro y televisión muy lindos, creo y supongo, si el señor de barba quiere (carcajadas), que voy a hacer la película de Francis Ford Coppola.

–¿Eso es un hecho? ¿Firmaste contrato y todo?
–Falta terminar de concretar los últimos detalles, pero sí, ya está. Sos un afortunado, porque te estoy dando la exclusiva.

–¿Te sorprendió lo de Coppola?
–¿En qué sentido? ¿Lo del robo? (carcajadas)

–Evidentemente, tiene que ser muy fuerte que te llame semejante capo, ¿no? Que un día haya ido a ver tu obra y te haya elegido entre tantas actrices.
–Lo que me sorprendió es que me elija una persona que habla inglés e italiano, y que venga acá a convencerme en español. Me impactó que viniendo de Hollywood, una industria totalmente estructurada y formalizada, que para los ojos del mundo “hace lo mejor del cine”, haya elegido a la Argentina para contar su cuento.

–¿Cómo fue ese primer contacto?
–Vino a ver La cola del avión y la verdad es que me encantó. Es un ser muy sensible. El día que fue a ver la obra era el cumpleaños de María Fernanda Callejón; Francis se enteró, vino al camarín y le dijo: “María Fernanda, feliz cumpleaños”. Ella se quedó muda, casi se muere.

–¿Es un sueño, un orgullo, un reconocimiento a tantos años de cine?
–Filmar con Coppola es un sueño para mí o para cualquier actor. Decíme: ¿a quién no le gustaría que el director de El padrino lo elija para hacer su próxima película?
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Leticia Brédice tiene 32 años y unos ojos celestes como dos pedazos de cielo… Regalo del Señor.

En la tranquilidad campestre de Avellaneda (Santa Fe), Leticia asegura sentirse “en el paraíso”.

En la tranquilidad campestre de Avellaneda (Santa Fe), Leticia asegura sentirse “en el paraíso”.

“Dejé de hacer películas por un tiempo porque me gusta pasar temporadas fuera del trabajo. Hacer cosas que van a quedar en la eternidad es como vivir en un planeta aparte”

“Dejé de hacer películas por un tiempo porque me gusta pasar temporadas fuera del trabajo. Hacer cosas que van a quedar en la eternidad es como vivir en un planeta aparte”

“Cuando el trabajo se lo permite, Juan Pablo nos viene a visitar a mí y a Indio. Y la verdad es que esos encuentros familiares son muy lindos, muy tiernos”

“Cuando el trabajo se lo permite, Juan Pablo nos viene a visitar a mí y a Indio. Y la verdad es que esos encuentros familiares son muy lindos, muy tiernos”

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