“Estoy preparada para hacer feliz al próximo hombre que llegue a mi vida” – GENTE Online
 

“Estoy preparada para hacer feliz al próximo hombre que llegue a mi vida”

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No sé si será el balance de los 40, pero cerré un ciclo. Fueron tres años de mirar al pasado, aprender, pedir perdón y perdonar, armonizarme y volver a mi esencia, quedarme con toda mi pureza. Hoy tengo el espíritu de mis 20 años, pero con el doble de experiencia...”, dice Millie Stegmann, actriz devenida “danzadora” en Bailando por un sueño, el éxito de Marcelo Tinelli. Trabajó en la telenovela Se dice amor –“Fue un proyecto que me abrazó”, asegura– y no había tenido otras propuestas hasta octubre de 2007, cuando escuchó, en el contestador de su departamento de Palermo, si quería sumarse a ShowMatch. “¡El corazón se me salía! Porque si bien tengo confianza en mi oído musical, soy tenaz y laburadora, bailar en un show es otra cosa. En otro momento de mi vida hubiese temido el ridículo pero ahora, por suerte, me dejo llevar por el corazón”, confiesa.

–Hablás de una crisis personal importante. ¿Cómo la superaste?
–Fue una crisis psíquica, física y espiritual. Hice una terapia tipo cirugía. Me hice todas las preguntas posibles, pero lo más importante es que recuperé mi deseo de alimentar mi espíritu. En cuanto al cuerpo, siempre lo trabajé desde el lugar de la alegría, el bienestar y la belleza, así que dediqué más tiempo a los deportes y la vida al aire libre. Ahora pienso cada cosa que me sucede, aunque las decisiones siempre las defino con mi corazón: me mandan las emociones.

–¿No quedás muy expuesta?
–Sí, pero elegí un camino de amor. La vida me pasa por el amor, y ésa es la única mirada que tengo sobre las cosas, las personas, el trabajo... Vivo el presente; ya no planifico. Siempre hay que atajar veinte penales en la vorágine cotidiana, pero todos nos vamos a morir un día y no nos vamos a poder llevar nada de lo que perseguimos acá. Lo único que nos llevamos y podemos dejar es el amor.

–¿Cómo equilibrás tu mundo espiritual con la enorme exposición de tu trabajo?
–No sé... Trato de no cuestionármelo. Además, estoy en otra etapa de mi carrera: me desprendí de mi ego. Ya no busco alimentar el éxito de Millie. Lo que me hace feliz es el trabajo hecho dignamente, que ahora es bailar bien. Necesito esas inyecciones de energía; soy sanguínea y apasionada en todo lo que hago. Eso sí: ya no soy guerrera. Me cansó, me costó demasiada energía, fue inútil. Por suerte, al placer de bailar le puedo sumar el servicio, que mi trabajo sea un puente para quienes necesitan de mí, como en este caso el Hospital de Niños.

Después de sufrir dos fracturas –Celina Rucci es su reemplazo– el viernes 18 de julio volvió a los ensayos junto a su soñador, el stripper Alejandro Gallego: “Tuve que aceptar la lesión positivamente. El cuerpo me dijo ‘pará’, y lo hice. Fue la consecuencia de jugarme entera: soy muy entregada cuando me comprometo con algo: en un escenario, en un set o en la pista de baile”.

–¿Creés que los medios exigen demasiado de los artistas, como saber actuar, bailar, cantar y mantener una figura perfecta?
–Mi teoría es que el mercado argentino todavía es muy chico. Si en Estados Unidos tenés trescientas posibilidades, acá hay diez. Por eso, la exigencia siempre va a ser mayor. Se forma un embudo. Por otro lado, creo que en Argentina nos sobra talento, pero también hay demasiada pleitesía, mucho “cholulismo”. Y yo no tiro la primera piedra: confieso que, con una amiga, en Nueva York corrimos cien metros a Brad Pitt para sacarnos una foto; él nos miraba como con miedo...

–¡Hay una parte carnal en Millie Stegmann!
–¡Por supuesto! Me veo y me siento mujer. Mi sensualidad tiene que ver con permitirme ser yo misma. Voy rompiendo miedos, animándome, siempre yendo hacia adelante. Me encanta.

–¿Te animarías al quirófano?
–Nunca me preocupó tener más lolas... Quien sea feliz con una cirugía, adelante, pero a mí no me interesa cambiar desde lo físico. No me va calentar la pantalla desde ese lugar. Aunque no juzgo a nadie, eh. Prefiero trabajar en otra cosa, siento que puedo llegar desde otro lugar. Eso me lo demuestra la gente por la calle, aunque, obvio, me gusta tener una figura armoniosa.

–¿Cómo te cuidás?
–No hago dieta, pero sí tomo un buen desayuno, durante el día como poco, por la vorágine del entrenamiento, y a la noche ceno muy bien: me gusta prepararme un churrasco con ensalada, por ejemplo. Sé que tengo tendencia a engordar, así que trato de cuidarme con los dulces. Por otro lado, el baile es muy modelador de la figura, ¡y lo agradezco! Todo tiene relación con el equilibrio interior, que ordena todo lo demás. Me gusta verme y que me vean bien.

–¿Tenés ganas de enamorarte?
–Estuve en pareja desde los 14 a los 37 años y pensé: “¿Hay que estar con alguien todo el tiempo?”. Y me dije “stop”. Hice una cuentita: si se deja un diez por ciento de propina, yo me tomo el diez por ciento de todos los años que estuve con alguien para analizar qué quiero. ¡Ya pasaron los dos años y tres meses! (risas). Hablando en serio, ahora puedo decir que conozco mi amor, y entonces estoy lista para esperar el amor. Eso significa que ahora estoy preparada para hacer feliz al próximo hombre que llegue a mi vida. Entendí que tengo algo muy valioso para dar... Cuando esté delante de mí, mi corazón me va a decir: “¡Es él!”. No habrá prejuicios ni miedos.

–¿Qué sentís que falló antes?
–No sé... Hay personas que eligen un proyecto sin amor, se sostienen desde algo bien visto desde afuera... Es un problema social, lo veo, lo escucho en muchos lugares... Encontrar el amor y el proyecto, juntos, es lo más difícil. Mi cruda realidad es que no me pasa. Pero me gustaría cruzar la puerta de mi casa y recibir un beso al final del día, que la panza me haga cosquillas. Dormir abrazada, enamorada, feliz, llorar, reírme, gozar, crecer con un compañero. Sigo confiando en que hay alguien para mí... y si no, la vida me mostrará cuál es mi camino. El amor no va a faltar, porque puede aparecer en infinidad de maneras, no sólo con una pareja.

–¿Querés ser mamá?
–No tengo valor como para tener, sola, un hijo. Si está la maternidad en mí, no puedo forzarla. No quiero traer un hijo al mundo sin padre. Evidentemente, es muy fuerte el deseo de una familia en mí. Todavía me animo a pensar que voy a conocer al padre de mis hijos.

–El supuesto romance con la Tota Santillán pasó. ¿Te quedó un sabor amargo?
–Una de las cosas más sanas que aprendí es ver poca televisión, leer el diario sólo los fines de semana y protegerme. Lo que yo recibí de él tiene que ver con su generosidad y su gran corazón. La anécdota fue un ramo de flores, un CD. No me hago cargo si se quieren reír de mí. Elijo quedarme con la verdad, lo que yo conté. Venimos de dos mundos diferentes, pero tenemos sensibilidades parecidas. El juego mediático no tiene que ver conmigo. Eso, mejor, dejémoslo ahí.

Dice no necesitar preocuparse por el futuro. “<i>Vivo el presente; ya no planifico</i>”, asegura la Millie que todavía quiere enamorarse.

Dice no necesitar preocuparse por el futuro. “Vivo el presente; ya no planifico”, asegura la Millie que todavía quiere enamorarse.

“<i>No tengo valor como para tener, sola, un hijo. Es muy fuerte en mí el deseo de una familia. Todavía me animo a pensar que voy a conocer al padre de mis hijos</i>”

No tengo valor como para tener, sola, un hijo. Es muy fuerte en mí el deseo de una familia. Todavía me animo a pensar que voy a conocer al padre de mis hijos

“<i>Nunca me preocupó tener más lolas... Quien sea feliz con una cirugía, adelante, pero a mí no me interesa cambiar desde lo físico. No me va calentar la pantalla desde ese lugar</i>”

Nunca me preocupó tener más lolas... Quien sea feliz con una cirugía, adelante, pero a mí no me interesa cambiar desde lo físico. No me va calentar la pantalla desde ese lugar

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