“Estoy empezando una nueva vida, con más tiempo para mí” – GENTE Online
 

“Estoy empezando una nueva vida, con más tiempo para mí”

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No estamos en Montalivet, una de las playas de la costa mediterránea de Francia, ni en el paraíso jamaiquino Ocho Ríos, ni en la Red Beach de Creta. El sitio es Chihuahua, las arenas nudistas que se encuentran en la Bahía de Portezuelo, a 15 kilómetros de Punta del Este. A la playa se llega después de atravesar un camino de tierra y un bosque de pinos. Antes de entrar, se escucha el ruido de las olas romper fuerte contra la orilla. Un cartel blanco y azul anuncia “Chihuahua, playa naturista” e invita –no obliga– a sacarse la ropa más allá de los médanos, donde la playa se ofrece en toda su extensión.

Ahí está Julio Bocca. Es uno de los que aún no se animan a sacarse toda la ropa, pero que eligen este sitio porque les gusta el contacto directo con la naturaleza, el sol y la arena. Se siente liberado de las miradas ajenas y se rodea sólo de sus amigos.

El martes 29 fue el primer día que lo vieron descansando en Chihuahua, y por la noche lo encontraron caminando y dando vueltas por la zona del puerto de Punta, tomando algunos tragos en Moby Dick, el bar con más onda del lugar. En fin, gustos que no pudo darse hasta después de su reciente retiro.

Bocca está relajado: ya ni recuerda que se lo consideraba el bailarín más emocionante de la era post-Baryshnikov. Y aunque tiene debilidad por sus colegas Eleonora Cassano, Cecilia Figaredo y Alessandra Ferri, esta vez no vino con ellas, sino con su socio, Lino Patalano, y un grupo de amigos. El plan fue uno solo: divertirse. Porque Bocca se ha convertido, por decisión propia, en un jubilado. Ya en los últimos tiempos le costaba ir a las clases y los ensayos, y a eso se le sumaban los problemas lógicos que devienen de dirigir una compañía. “Necesitaba descansar. Me retiré por ese motivo y para que este romance tan largo y maravilloso que llevo con la danza desde hace más de veinte años no termine a las patadas. Estoy empezando una nueva vida, con más tiempo para mí ya que, si bien considero que estoy grande para seguir bailando, todavía soy muy joven y puedo empezar a vivir de otra manera, y eso me da felicidad”, le contó a un grupo de turistas que lo reconocieron.

El miércoles y jueves volvió a cumplir el mismo ritual: llegada a la playa después del mediodía, una sombrilla –que nunca usa– debajo del brazo, sus cosas en las reposeras cercanas a la torre del guardavidas, quedarse en sunga, protector solar en su flamante calva, olvidarse por completo del reloj y... ¡a broncearse junto a sus amigos!

Como bailarín, a Julio le gustó siempre explorar los límites, y una vez que los conoce, le gusta transgredirlos. En la vida es igual. Si no, se aburre”, dice un íntimo del artista. Así como unos pocos se dieron cuenta de que era él, la mayoría no lo identifica, con su nuevo look de cabeza rapada y –como él mismo reconoce– unos kilos más. Pero su marca indeleble es un dragón que tiene tatuado en el cuerpo desde el año 2000, y que se hizo en Nueva York. Ese dibujo lo identifica.
El hombre, a quien le gusta leer los libros de la saga de Harry Potter o ver todas las películas de El señor de los anillos, tras un rato al sol se pega un chapuzón y camina unos dos kilómetros hasta el arroyo El Potrero, mientras cavila sobre la puesta en escena que hará para Felicitas: amor, crimen y misterio, con Cecilia Figaredo; las funciones que faltan para que terminen de girar Estrellas en danza; y decidir si en los primeros días de febrero viajará con ellos a Mar del Plata. Como era de esperar, tras su retiro le llueven invitaciones para participar en eventos nacionales o formar parte de jurados internacionales. Y las estudia con mucha calma. Lo que sí decidió es su próximo destino de relax: Bariloche.

Hoy, el mejor bailarín de la historia prefiere el descanso y lo disfruta, y antes del atardecer se retira de las arenas nudistas del Este. Julio Bocca está feliz y en paz con su nueva vida de jubilado.

Para el gran bailarín, sol, playa, salidas y tragos  rodeado de amigos. Y nada más.

Para el gran bailarín, sol, playa, salidas y tragos rodeado de amigos. Y nada más.

Para el gran bailarín, sol, playa, salidas y tragos  rodeado de amigos. Y nada más.

Para el gran bailarín, sol, playa, salidas y tragos rodeado de amigos. Y nada más.

“Estoy grande para seguir bailando, pero todavía soy muy joven y puedo empezar a vivir de otra manera, y eso me da felicidad”.

“Estoy grande para seguir bailando, pero todavía soy muy joven y puedo empezar a vivir de otra manera, y eso me da felicidad”.

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