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“Este hijo me llena el corazón”

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Es mágico, un milagro”, dice. Y acaricia su pancita. Está distinta Carolina Pampita Ardohain. Pero su cambio no es sólo físico: la cara redondita, la piel radiante, los ojos que brillan. Está distinta desde adentro. “Crecí, maduré”, asegura sentada en el jardín de esta casa frente al Pacífico que alquiló por cuatro semanas para pasar unas vacaciones con su nueva familia. La familia de Benjamín Vicuña, el actor chileno que la conquistó y que en cinco meses será el padre de su primer hijo.

–¿De cuánto es la pancita?
–De dieciséis semanas. No es que las tenga contadas día a día, pero me aseguran que se dice así: estoy aprendiendo el lenguaje de embarazada, contar la vida a través de las semanas que pasan. Cada día en la vida de un bebé es un universo.

–¿Qué síntomas tuviste?
–Creo que todos (se ríe). Náuseas, muchísimas náuseas, tantas que casi no engordé: al principio no me gustaba nada, comía poquito. También tuve sueño, y mucha sensibilidad. Pero ya pasó el tercer mes y se me está pasando todo. Ahora me miro y veo crecer la pancita, y eso es maravilloso.

–¿Estabas buscando el embarazo o vino de sorpresa?
–No quiero contestar algo tan íntimo…

–Lo que quiero saber es si sentías que te había llegado el momento de ser madre.
–Es un hijo deseado, amado desde el primer segundo, que me cambió la vida y me la va a seguir cambiando, y que cada día me hace sentir cosas más fuertes y más profundas. Desde que está dentro tuyo todo es distinto: te emocionás por otras cosas, proyectás diferente el resto de tu vida.

–Ya no pensás en vos únicamente…
–No, no, además cambian tus objetivos como persona, como mujer. Antes priorizaba mi trabajo, no sé si hice bien o mal, pero lo disfruté muchísimo. Había deseado mucho ser modelo y quise vivirlo a pleno, trabajar de lunes a lunes, viajar, conocer. Ahora lo que me llena el corazón es este hijo. Son etapas.

–¿La decisión, el deseo de ser madre, no tiene que ver con el hombre que está a tu lado? Muchas mujeres dicen: “Quiero que éste sea el padre de mis hijos”.
–En mi caso, por lo menos, tiene que ver con etapas que viví. Primero tuve la necesidad de zambullirme en lo profesional, tal vez porque había empezado tarde, no tenía 15 años, no podía decir: “Ay, todavía me quedan 20 años para hacer desfiles o para dejar esta oportunidad de lado”. Debía hacer todo y lo disfrutaba, no era una carga. Lo viví como me salió, pero intensamente. Y la necesidad de ser madre está relacionada con la madurez, con cómo uno va creciendo.

–¿En qué cosas sentís que te cambió la vida?
–Me dio mucha paz, porque sentí que tenía un compromiso de estar bien, feliz. Que era algo tan maravilloso que debía vivirlo plenamente. Y no es que te lo proponés y decís “ahora no quiero que nada me toque”, sino que sale naturalmente. Estás en otra sintonía, no te importa nada. Lo único que querés es que el hijo que está creciendo esté bien y sentirte contenta para poder transmitirlo… Yo creo mucho en que le llega la energía.

–¿Cómo fue la emoción del primer instante en que el test dio positivo?
–(Se ríe) ¡No voy a entrar en detalles!

–Hablo de emoción, no de detalles.
–Y… te morís de amor por tu hijo. Tomás conciencia de que está dentro tuyo y que eso es mágico. Igual, los primeros meses me lo tomé con calma, para ver bien cómo venía todo. Ya, después del tercer mes, sí me empecé a ilusionar mucho.

–Por eso no se lo dijiste a nadie.
–No lo dije por ese típico miedo que, creo, tenemos todas las mujeres durante los tres primeros meses del embarazo. No se lo conté ni a la gente más íntima. Si hubo rumores fue porque dejé de trabajar un poco, pero ni siquiera se lo dije a Pancho (Dotto) o a la chicos de mi agencia. Te lo juro de corazón… Me dije: “Me callo, voy a esperar y después sí voy a contárselo fuerte a todo el mundo”.

–¿Vas a querer saber el sexo, o sos más a la antigua?
–No, no quiero saber. Porque me da lo mismo, es la misma alegría si es nena o varón. Que sea sano, como dicen las abuelas. De verdad, cuando te pasa a vos te das cuenta de lo que significa que sea sano, porque es lo único que te importa: que crezca bien, que reciba lo que necesite, que salga todo perfecto en el parto. Tengo ganas de vivir todo esto un poco a la antigua, con más calma… Como era hace muchos años: esperar, no saber el sexo, ver crecer la pancita en paz, no hacer demasiadas ecografías.

–Pero ya hiciste la primera y viste el corazoncito latiendo.
–Sí, y en un mes tengo la otra. Lloré como loca cuando vi el corazón latiendo, es impresionante. Uno no sabe que los milagros existen hasta que no lo ve realizado en esa vida que tiene dentro suyo.

–¿Tienen elegido el nombre? ¿Será Carolina o Benjamín?
–Todavía no lo pensamos. Pero no creo que se llame como ninguno de nosotros: quiero elegirle un nombre especial...

–¿Soñás con una gran familia?
–La verdad, no sé cómo va a ser mi vida, mi futuro, pero sí soy una soñadora en ese sentido. Me encantaría tener una familia y tener hijos, y una pareja feliz.

–Yo creo que vos sos una soñadora con un plus.
–¿En serio? ¿Cuál?

–Creés que los sueños se pueden concretar y luchás para conseguirlos. Cuando GENTE hizo el concurso de La chica más linda de la Argentina y vos tenías sólo 16 años, te presentaste y ya soñabas con ser modelo y triunfar. Después, todo fue pura voluntad.
–Es cierto: yo ya soñaba con ser modelo. En ese concurso quedé finalista, pero no gané. Al tiempo, GENTE volvió a elegirme para una tapa de las Ondas del Verano, me bautizó Pampita, y todo arrancó. Yo me jugué entera, luché mucho. Tiene que ver con que mi trabajo me encanta, pero también en que creo que con esfuerzo todos los sueños son posibles.

–O, al menos, nos tienen que acariciar.
–¡Sííííí! Soy muy apasionada, me tomo muy en serio las cosas. Y me arriesgo, soy muy arriesgada. A veces las cosas me salen bien y otras no, pero no me detengo. Me tiro de cabeza.

–Te gusta pensar: “Lo intenté, no dejé pasar la vida”.
–Sí. Siempre me escucho a mí misma, y si soy feliz, no estoy pendiente de lo que piensen los demás. Tomo mis decisiones, y me hago cargo de ellas.

–¿Y qué te mueve a tirarte de cabeza?
–Lo que dice mi corazón. Siempre, en cada cosa que hago, ya sea en lo profesional, en lo personal, en lo familiar, trato de que sea por el camino del bien. En estos meses, en que pensé tanto, estaba orgullosa de traer un hijo, de haber hecho las cosas sin haber dañado nunca a nadie, aunque reconozco que soy inmadura. Ojalá hubiese podido vivir estos años tan intensos con la madurez que, creo, estoy alcanzando hoy.

–En estos cinco años, desde que saltaste a la fama, y sobre todo en el último, te pasaron muchas cosas juntas. Y supongo que fue muy difícil sentarte fríamente a analizar cómo manejar los medios, qué hacer de tu vida afectiva, cómo preservar tu intimidad, cómo logar que nada afectara tu carrera…
–Te juro que siempre hice lo que pude, lo que me salió. Y cuando no lo logré, como por ejemplo con la prensa, fue porque no supe manejarlo. No me daba, era demasiado sentimental y no podía afrontarlo. Pero nunca había malas intenciones, ni guerras, ni odios. Era: “No puedo hacer esto. Y, desde la humildad, no quiero ni siquiera intentarlo, porque me supera”. Pero voy creciendo. Y supongo que con la maternidad voy a crecer muchísimo más.

–¿Te preocupa el cambio del cuerpo?
–(Se ríe) No, nada. Mi obstetra me controla el peso, como a todas las embarazadas, y por ahora engordé sólo cuatro kilos. Me dijo que era perfecto: uno por mes. Y no tengo antojos. Tal vez vengan más adelante... Pero no hay nada que me obsesione ni que quiera comer, tampoco tengo más hambre que antes.

–Pero estás dispuesta a decirle chau a las curvas de Pampita.
–Hoy el ego pasa por otro lado. No estás viendo si “ay, me va a salir celulitis” o “ay, no me entra la ropa”. El ego pasa por “estoy feliz, qué lindo verme así radiante, y que me brillan los ojos de la emoción”. Lo físico pasa a segundo o tercero o cuarto o quinto plano. No sé si les pasará a todas las madres, pero yo me lo tomé así: voy a ser feliz para que este hijo crezca bien.

–Ya no te importa nada qué va a ser de la chica sexy.
–Ni siquiera se me cruzó por la cabeza. Pero fijate que seguí trabajando hasta hace un mes, que hice el último comercial de C&A, y estaba re bien. No desfiles, porque ya no podía, pero sí todo lo demás: fotos, campañas, catálogos.

–¿Extrañás trabajar?
–Claro. Y no bien tenga a mi hijo voy a volver a modelar. Tanto ser modelo o actuar, me aporta un mundo paralelo, me llena. Te sentís útil e independiente. Sí, yo voy a trabajar siempre.

–¿Te vas a quedar a vivir en Chile?
–La verdad, no lo sé, vamos a ver qué pasa. Se puede tener casa en los dos lados, ¿por qué no?

–Pero para criar a tu hijo ¿qué elegís?
–Me gustaría que sintiera que su hogar está en los dos lados, que es tanto argentino como chileno, que no tiene un solo país, sino dos. Espero poder educarlo así.

–¿Creés que los chicos cambian la pareja?
–(Se ríe) ¡No sé, te lo digo en unos meses! Supongo que si la cambia es para bien, que el lazo se hace más intenso, que el amor es más fuerte.

–¿Y no te da cosa pensar que se termina el tiempo del noviazgo que una pareja tiene cuando no hay hijos?
–No, no. Sé que puede terminarse la cosa de “vámonos solos un fin de semana a una playa”, pero seguro vendrán otras más lindas, mejores.

–De chiquita sufriste la pérdida de tu papá. ¿Influye ese hecho dramático en la familia que imaginás?
–No. Hay muchas personas a las que se les mueren el padre o la madre, y eso no es un trauma. Yo tenía seis años, y a esa edad se afrontan las cosas de otra manera, sos muy ingenua. Mamá se volvió a casar y yo tuve la presencia de un hombre en la casa, él la ayudó a criarme. Mi abuelo y mi abuela también fueron muy importantes, estaban metidos en mi educación y ellos eran el referente de mi papá. Yo no sentí la falta de familia, no lo viví como un trauma ni nada.

–No me refiero a un trauma, sino a un hecho doloroso.
–Obviamente fue una pena, una lástima. Me hubiese encantado vivir más años con mi papá, haberlo conocido más. Me encantaría tenerlo hoy. Pero creo que asumí bien su pérdida.

–¿Cuál es, entonces, la imagen de familia que querés darle a tu hijo? ¿La que tuviste en tu casa o una nueva que vas a construir con tu propia experiencia?
–Uno quisiera repetir lo bueno que tuvo, y tratar de cambiar lo que no lo fue tanto. Igual todos me dicen que cuando sos padre cometés los mismos errores, irreversiblemente. Te encontrás repitiendo las frases que te decía tu mamá, y te decís: “Juré que nunca iba a hacer esto…”. Cuando sos hijo no entendés por qué son los consejos o por qué tantos cuidados; y después, cuando te toca y te morís de amor por tu hijo y querés que vuelva sano a tu casa, das los mismos consejos: “Abrigate, llevá la campera, no vuelvas tarde”. Supongo que me va a pasar esto, como a todo el mundo.

–¿Ya le preguntaste al obstetra sobre el parto? ¿Tenés miedos?
–Recién empieza mi embarazo y no pensé en nada de eso. Pero nunca tuve miedo del parto. Imagino que el momento en que le ves la carita a tu bebé debe ser mágico, muy emocionante, lo mejor que te puede pasar en la vida.

–Tu familia chilena, me imagino, está feliz.
–(Se ríe) No voy a hablar de eso... Yo sé lo que sienten, me lo demuestran y es mío.

–¿Por qué te cuesta tanto decir cosas mínimas y hasta obvias?
–Porque esas cosas mínimas son re importantes para mí. Y, además, porque me gusta guardarlas en mi intimidad.

–¿Y cómo creés que vas a ser como mamá?
–Como soy muy perfeccionista, supongo que eso se va a notar con mis hijos. Voy a querer que sean buenos, leales, que tengan ciertos valores que para mí son fundamentales en la vida.

–¿Hablás sólo de valores morales o de educarlo también en una religión?
–Creer en Dios y tener fe, sentir que existe y que tiene en su mano todos los milagros que nos pasan, es una compañía grande. Espero que mi hijo pueda tomar ese referente. Por lo menos en la infancia, yo voy a mostrárselo. Después, cuando crezca, le daré la libertad para que elija la religión que quiera. Pero, sí, de chico me encantaría que fuera católico.

–¿A vos te ayuda la fe?
–Sí, me enriquece el alma, me ha servido mucho en un montón de momentos muy difíciles, pero también en los maravillosos. Ahora, con el embarazo también siento la presencia de Dios.

–¿Te pesa que tu bebé sea hijo de padres famosos: una modelo top y un actor consagrado?
–Voy a ser su mamá, y listo; trataré de que todo sea lo más natural posible. Espero que pase mucho tiempo hasta que tenga conciencia de que llegó a un mundo donde sus papás son conocidos. Me gustaría que entendiera que esto es un trabajo más, que sólo es diferente por la exposición, y que eso va a hacer que le pasen cosas distintas que a los otros chicos. Quiero que para él sea tan natural como lo es para mí, que nunca pensé que es algo extraordinario que me hace omnipotente o diferente a los demás.

–¿Y cómo vas a manejar la cosa mediática?
–No sé. Tal vez me da por querer mostrárselo a todo el mundo, o cuando nace digo “ay, quiero que sea sólo mío y de la gente que me quiere” y no se lo presento a nadie.

–¿Cómo vas a pasar estos meses de embarazo?
–Cuidándome, comiendo bien, recibiendo mucho cariño, disfrutando. Voy a trabajar en algunas campañas, porque ya no me siento mal. Soy la misma pero con un poco de panza y… ¡con unas lolas increíbles! (se ríe). La energía, después de los primeros meses, vuelve. Yo ya estoy re activa, ¡ni siquiera duermo la siesta!

–Benjamín tuvo ofertas de trabajo que no aceptó. ¿La idea de vivir en la Argentina sigue en pie?
–Ojalá. ¿Si en Chile me siento más tranquila? Sí, retranquila, pero en la Argentina también. Imaginate: allá está mi gente, mis amigos, mi casa, estoy muy acostumbrada a vivir en Buenos Aires. Claro que acá lo mediático es mucho más tranquilo y son súper respetuosos, no hay guardias periodísticas, es todo diferente. Puedo ir al supermercado, salir, pasar inadvertida.

–¿Ya piensan en armar el cuarto del bebé en la nueva casa que alquilaron?
–¡Noooo! Es muy pronto. Sé que en algún momento habrá que elegir qué habitación de la casa es para él. Pero como no sé el sexo, no le compré nada todavía. Creo que voy a decorar todo básico, en blanco, hasta que nazca, y después, depende del sexo, vamos a elegir el estilo. Todavía no me tenté, pero ya me va a agarrar en unos meses: seguro voy a ir al shopping a recorrer tiendas de bebés, ¡y me compraré todo!

–¿Te ves más linda?
–Me veo diferente. Me veo feliz.

–¿Pero la felicidad, acaso, no te empezó antes del embarazo, cuando te llegó el amor?
–Yo siempre traté de ser feliz.

–No vas a negar que venías de un año complicado...
–Venía muy golpeada. Fue difícil, pero tuvo sus cosas buenas y sus cosas malas, como todos los años. El problema es que cuando suceden las malas, mis años son mucho más mediáticos. Pero no soy feliz de ahora: todos los años tuve momentos felices. Porque siempre lo busqué, lo intenté, y tuve un montón de recompensas, pese a haber pasado situaciones muy duras. Todo el mundo quiere ser feliz y estar enamorado.

–Vos me dijiste que te reconocías inmadura…
–Sí, soy inexperta, inmadura, pero creo que ahora me llega una etapa de crecimiento distinta, y el cambio es algo que se va a ir dando día a día. Me la paso preguntando: “¿Es normal que tenga tanto sueño?”, “¿En qué mes voy a sentir que el bebé se mueve en mi panza?”. Son cosas básicas y normales de toda embarazada, pero que yo no conocía.

–Tenés consolidada tu parte afectiva, el amor de un hombre, vas a ser mamá, vas a formar una familia. ¿Es éste el momento más feliz de tu vida?
–Fui feliz muchas veces. Si digo “éste es el más”, tal vez piensen que los otros no lo fueron. Quizá cuando nazca el bebé sí te diga “éste fue el día más feliz de mi vida”, pero todavía no lo sé.

–¿Tenés algo más para pedirle a la vida?
–No. Estoy muy contenta con lo que me dio. Me gusta cómo me han salido las cosas. Siempre di todo de corazón. Y me atengo a todo lo que el corazón todavía tiene para darme. Sólo quiero vivir intensamente.

“<i>Creo que tuve todos los síntomas de las embarazadas: muchísimas náuseas, tantas que casi  no engordé, porque al principio no me gustaba nada, comía poquito. También tuve sueño y mucha sensibilidad. Pero ya pasó el tercer mes y se me está pasando todo. Ahora me miro y veo crecer la pancita, y eso es maravilloso</i>”.

Creo que tuve todos los síntomas de las embarazadas: muchísimas náuseas, tantas que casi no engordé, porque al principio no me gustaba nada, comía poquito. También tuve sueño y mucha sensibilidad. Pero ya pasó el tercer mes y se me está pasando todo. Ahora me miro y veo crecer la pancita, y eso es maravilloso”.

“<i>Desde el primer instante ya te morís de amor por tu hijo. Me hice la primera ecografía y lloré como loca cuando vi el corazoncito latiendo; es impresionante. Es como un milagro, y uno no sabe que existen hasta que no lo ve realizado en esa vida que tiene dentro suyo</i>”

Desde el primer instante ya te morís de amor por tu hijo. Me hice la primera ecografía y lloré como loca cuando vi el corazoncito latiendo; es impresionante. Es como un milagro, y uno no sabe que existen hasta que no lo ve realizado en esa vida que tiene dentro suyo

“<i>Engordé cuatro kilos, pero no pienso en el cambio del cuerpo. El ego pasa por otro lado. No estás viendo si ‘¡ay, me va a salir celulitis!’. El ego pasa por ‘qué lindo verme así radiante’. Sólo importa que tu hijo crezca con esa energía</i>”

Engordé cuatro kilos, pero no pienso en el cambio del cuerpo. El ego pasa por otro lado. No estás viendo si ‘¡ay, me va a salir celulitis!’. El ego pasa por ‘qué lindo verme así radiante’. Sólo importa que tu hijo crezca con esa energía

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