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“Este amor es para toda la vida”

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Eran las ocho y media de la tarde-noche de Palermo cuando Pablo Goycochea apareció, con paso nervioso, en el jardín del Tattersall y se abrazó a sus amigos de toda la vida. “Me van a hacer llorar”, les dijo, emocionado. Apenas quince minutos pasaron hasta que su futura mujer apareciera en escena.

Una versión sinfónica de Dancing Queen, el tema de ABBA, anunció la llegada de la novia. Como en el mejor cuento de hadas, Florencia de la V, blanca y radiante, caminó sobre la alfombra roja, del brazo de Gerardo Sofovich, su padrino artístico y del corazón, de estricto smoking. Avanzó sonriente, con su ramo de orquídeas, mirando hacia todos lados, como para grabar esas imágenes para siempre en su memoria.

El novio la recibió debajo de la glorieta de hierro blanco cubierta de flores corona de novia, preparada especialmente por Martín Roig. Detrás de un dressoir con pies antiguos los esperaba el celebrante elegido: el diseñador Jorge Ibáñez. Un candelero Baccarat y un antiquísimo espejo, ubicado a espaldas del maestro de ceremonias, completaban la escena. Custodiaban los enormes sauces llorones del jardín.

“Toda la noche pensé qué decirles en este momento. Y siempre surgió la misma palabra: amor. Soy testigo de todo lo que se aman. Flor, lo más lindo que tenés es tu alegría, la felicidad que le das a la gente, pero todo esto que vivís hoy no hubiese sido posible si no tuvieras a un hombre como Pablo al lado, que te ha querido y protegido siempre. Sé lo importante que es para vos, Florencia, formar una familia. Hoy ustedes le están diciendo al mundo: ‘Somos una familia’”, improvisó Ibáñez y a los novios se les llenaron los ojos de lágrimas. Las palabras siguieron. Joaquín Persson y Pasta Dioguardi, por parte de la novia, y Juan Manuel y Miguel, amigos del novio, también hablaron del amor que los une.

SI, QUIERO. Las alianzas de oro blanco trabajadas por el orfebre Fernando Repiso llegaron de la mano, o mejor dicho, sobre el lomo de Cayetano –un maltés enano– y García –un pomerania–, los perros de Flor. Las hijas de Pablo, Martina (17) y María Pía (15), fueron las encargadas de llevarlos con correa hasta el altar.

Flor, sabés que te amo, y es para toda la vida”, no dudó Pablo, al momento de colocarle la alianza. “Pablo Goycochea, yo Florencia de la V, te digo que te amo con toda el alma. Si me pidieras el corazón, te lo daría hoy mismo y para siempre”, contestó la flamante esposa. Eran las nueve en punto de la noche. Jorge Ibáñez autorizó a Pablo a besar a la novia. “Yo, en nombre de todos los que los quieren, los declaro marido y mujer”, sentenció el maestro de ceremonias. Y el jardín estalló en aplausos. Con sonrisas tan enormes como incomparables, ahora juntos, Flor y Pablo volvieron a caminar sobre la alfombra roja. Sonaba Here comes the sun de los Beatles. El sueño estaba cumplido. Era el momento de disfrutar de la gran fiesta.

Debajo de una glorieta de hierro cubierta con coronas de novia, Flor y Pablo se juraron amor eterno. El novio dijo: <i>“Flor, sabés que te amo y que mi amor es para toda la vida”</i>. Ella  respondió: <i>“Yo, Florencia de la V, te digo: si me pidieras el corazón, te lo daría hoy mismo y para siempre”</i>.

Debajo de una glorieta de hierro cubierta con coronas de novia, Flor y Pablo se juraron amor eterno. El novio dijo: “Flor, sabés que te amo y que mi amor es para toda la vida”. Ella respondió: “Yo, Florencia de la V, te digo: si me pidieras el corazón, te lo daría hoy mismo y para siempre”.

Jorge Ibáñez, el maestro de ceremonias, los declaró “marido y mujer”, detrás de un dressoir con pies antiguos y un candelero Baccarat.

Jorge Ibáñez, el maestro de ceremonias, los declaró “marido y mujer”, detrás de un dressoir con pies antiguos y un candelero Baccarat.

Muy emocinados, Flor y Pablo escucharon las palabras de sus amigos. Intercambiaron las alianzas de oro blanco trabajado y sellaron su unión.

Muy emocinados, Flor y Pablo escucharon las palabras de sus amigos. Intercambiaron las alianzas de oro blanco trabajado y sellaron su unión.

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