“Estamos un poco más maduros, pero seguimos apasionados por la música” – GENTE Online
 

“Estamos un poco más maduros, pero seguimos apasionados por la música”

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En Atlanta ya había caído la noche, y con ella el frío otoñal. Eran las 19:30 del sábado 17 de noviembre cuando 20 mil personas llenaron las butacas del Philips Arena. Se apagaron las luces y el inconfundible sonido del antiguo bajo Fender de Sting inauguró los acordes de Message in a bottle, más que un hit, un himno de la banda, que había visitado por última vez esta ciudad en 1986. Adrenalina, gritos y aplausos, combinación perfecta para el regreso de The Police, el grupo que vendió nada menos que 55 millones de discos en todo el mundo.

La suspensión del show en Filadelfia tres días antes, debido a una gripe del líder de la banda, preocupó a los fans, que habían pagado entre 52 y 227 dólares por una entrada a la esperada fiesta. Pero The Police no los defraudó. “Valió la pena aguardar estos veintidós años desde que se separaron”, coincidía la tribu rockera al salir del estadio. Sí, veintidós años pasaron desde que en 1985 dijeron adiós, después de apenas ocho de vida musical. ¿La razón del regreso? Difícilmente sea el dinero. Pese a que en los primeros cinco meses de recitales The Police recaudó más de 170 millones de dólares, Sting (Gordon Matthew Sumner según su documento de identidad) tiene más que eso en sus arcas. “Me resistí durante veinte años. Recibía llamados de los otros dos miembros de la banda, promotores, la discográfica... Y mi instinto siempre dijo ‘no’. Pero una mañana me desperté y pensé: ‘¿Qué voy a hacer ahora para sorprender a la gente y sorprenderme también a mí mismo?’”, contó Sting al Sunday Times días atrás.

Está comprobado que el tiempo no desgasta el talento. Más de dos décadas después, los escenarios de los cinco continentes los reciben con los brazos abiertos de miles de fans. Como aquí y ahora en Atlanta. Sting, Andy Summers (55) y Stewart Copeland (64) decidieron no componer canciones nuevas ni armar una parafernalia de luces y estallidos. Por el contrario, los tres aunaron su talento para brindar un recital ajustado con diecinueve éxitos en una hora y 45 minutos, en los que sobresalieron la vitalidad de Synchronicity II y la emotividad en Invisible Sun. También se mantuvo el ascetismo característico de la banda en vivo: no sumaron coristas, teclados ni sonidos electrónicos. Demostraron que esos condimentos no son necesarios para transmitir un sonido compacto que alcance cada rincón del estadio. Las claves: la armónica voz de Sting y su juego con el bajo, el dominio en las seis cuerdas de Summers y los compactos golpes de Copeland. Nadie mejor que el propio Sting para describirlo: “Seguimos discutiendo, porque nos interesa la pasión de la música, no sólo sentarse y dejar que pase. Pero estamos un poco más maduros como individuos. Por eso navegamos mejor alrededor de cada uno. Es menos abrasivo de lo que era”.

La avasallante personalidad de Sting, con su simpatía y agilidad intactas a los 56 años, se animó a lucir un vestuario más juvenil incluso que el del público: pantalón negro al cuerpo y una remera blanca sin mangas. En permanente comunicación con la gente, la alentó a aplaudir, cantar y seguir de pie los éxitos de la que es, sin dudas, una de las bandas más taquilleras de la historia del rock. Sin embargo, de tanto en tanto tuvo que recurrir a un spray para apaciguar los resabios de la gripe que días antes lo obligó a estar en reposo.

Las canas de Copeland tampoco parecen haberle quitado energía a sus brazos, que golpearon su batería TAMA con la potencia de un adolescente. También se lució con un set de percusión, que subió a escena desde una plataforma ubicada detrás de él, entre los que no faltaron un gong y un xilófono para sumar colores a Wrapped around your finger, del álbum Synchronicity. En general, los arreglos estuvieron asociados a las versiones originales, como en Don’t stand so close to me y Walking on the Moon. El set list incluyó otros clásicos, como De Do Do Do De Da Da Da, Walking in your footsteps y Can’t stand losing you. Para el primer bis sonaron Roxanne, King of pain, So lonely y el rítmico Every breath you take. Pero el público seguía sintiendo sabor a poco. Entonces el trío volvió a subir al sencillo escenario y se despidió con Next to you. “Ellos siguen demostrando que a veces menos es más”, sintetizó a GENTE un fan en el Philips Arena, para graficar la vigencia del power trío.

La espera está llegando a su fin. A casi veintisiete años de sus únicos shows en la Argentina –en Obras, en la disco New York City y en Mar del Plata–, el super trío se prepara para hacer vibrar el estadio de River el sábado 1º y domingo 2 de diciembre, dos de los mayores recitales de su gira mundial. El mejor rock de los años 80 ya casi está aquí. Sting, el baterista Stewart Copeland y el guitarrista Andy Summers en plena acción, en el Philips Arena de Atlanta. Los fans pagaron entre 52 y 227 dólares.

Sting, el baterista Stewart Copeland y el guitarrista Andy Summers en plena acción, en el Philips Arena de Atlanta. Los fans pagaron entre 52 y 227 dólares.

Formada en 1977 y disuelta en 1985, The Police editó cinco álbumes, que se mantuvieron primeros en ventas durante años. Sting, reconocido militante de los Derechos Humanos y que como solista vino varias veces a Buenos Aires, perdió su abundante cabellera rubia, pero conserva la suave aspereza de su voz. En estos años fuera de la banda, Andy Summers se volcó al jazz y a la música clásica. Y el baterista Stewart Copeland –con sus 64 años– se dedicó a componer bandas sonoras.

Formada en 1977 y disuelta en 1985, The Police editó cinco álbumes, que se mantuvieron primeros en ventas durante años. Sting, reconocido militante de los Derechos Humanos y que como solista vino varias veces a Buenos Aires, perdió su abundante cabellera rubia, pero conserva la suave aspereza de su voz. En estos años fuera de la banda, Andy Summers se volcó al jazz y a la música clásica. Y el baterista Stewart Copeland –con sus 64 años– se dedicó a componer bandas sonoras.

El público en Atlanta, compuesto mayoritariamente por personas de entre 30 y 50 años, disfrutó de 105 minutos de un show pleno de clásicos.

El público en Atlanta, compuesto mayoritariamente por personas de entre 30 y 50 años, disfrutó de 105 minutos de un show pleno de clásicos.

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