“Esta es la mejor manera de sellar nuestro amor” – GENTE Online
 

“Esta es la mejor manera de sellar nuestro amor”

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Lorena llega al altar con su largo vestido blanco y la orquesta en vivo toca los acordes de la marcha nupcial. Son las 21.30 del viernes 23. En el altar, Martín Palermo tiembla y rompe en llanto. Mientras su novia recorre esos cuarenta metros de alfombra roja, por su cabeza pasan las imágenes de la mujer que un domingo de verano lo había deslumbrado mientras trabajaba como promotora en una carrera de Turismo de Carretera y que en pocos minutos se va a convertir en su esposa. Los ojos verdes del goleador se nublan por la chica que una tarde de mayo de 2004 estuvo al borde de la muerte por un aneurisma.

Pero todo eso ya es historia y los dos se unen en un beso en medio de la parroquia San Benito Abad. Ella, Lorena Barrichi, la entrerriana que ya cantó las 30 primaveras y que ingresó de la mano de su amigo, el español Manolo Llorca (su papá murió cuando ella tenía nueve años), oculta sus medidas casi perfectas (90-62-90) debajo de un vestido de gasa de seda natural bordado en cristales y adornado con canutillos de línea adherente de color blanco, con breteles bordados cruzados. Y lo que más llama la atención de este vestido diseñado por Benito Fernández es la cola, de casi tres metros de largo. El ramo, codiciado por las solteras en la fiesta, es de Silvina Neira, confeccionado en phalaenopsis y stephanotis con follaje diverso, madreselvas y cristales.

Mientras, el rubio de 32 años viste su 1,89 con un jacquet de Etiquet (la misma marca que los zapatos), de alpaca doble de origen inglés, con un chaleco gris de tela francesa, al igual que el corbatón. El pantalón elegido para la ocasión también es de alpaca tropical. A su lado, su mamá, Mary, y su papá, Carlos, los padrinos por parte del novio, tratan de contener su emoción para que su hijo no vuelva a llorar: “Te juro, lo habíamos ensayado decenas de veces y aunque sabía que iba a ser emotivo, jamás imaginé que me iba a poner así. Primero se me hizo un nudo en la garganta y después no aguanté más. Fue como que todo me pasó en unos segundos: me acordé de las promesas que había hecho para que Lore se recuperara, de los preparativos que hicimos durante un año para este casamiento, y no me aguanté las lágrimas. Trataba de morderme los labios para contenerme, pero era imposible”, comentaba Martín a sus amigos a la salida de la iglesia, después de dar el “sí” ante Dios. Acababa de sellarse el matrimonio de esta pareja que antes de llegar hasta acá supo elaborar su historia.

UN DIA EN LAS CARRERAS. El 2000 era un año perfecto: Boca era, cada vez más, ese equipo imbatible que iba a ganarlo todo de la mano de Carlos Bianchi y, sobre todo, en los pies de un trío que iba a hacer historia. Juan Román Riquelme, el Mellizo Guillermo Barros Schelotto y Martín Palermo habían formado una sociedad letal, un triángulo futbolístico que terminaba siempre en la cabeza –y a veces también en los pies– de un Palermo que por esos días todo lo que tocaba lo convertía en gol. Y Boca arrasaba con todo. Campeonato Apertura, Copa Libertadores, Copa Intercontinental: los títulos se amontonaban, el equipo batía récord tras récord. Martín le metía al Real Madrid los dos goles que le daban la Intercontinental al club xeneize después de veintitrés años. Sí, el 2000 era un año perfecto: el nueve de Boca tenía todo lo que un jugador puede soñar.

¿Qué te falta ahora? –le preguntó Quique Wolf por esos días en su programa de tevé.
Encontrar la felicidad –le respondió Palermo.

Tenía su puesto en el equipo, sus goles a flor de piel todos los domingos, la hinchada de Boca que lo adoraba, los clubes europeos que se empezaban a tentar con su fuerza goleadora, y también tenía su familia. Estaba casado con la brasileña Jacqueline Dutra, con la que tenían un hijo, Ryduan, y estaba Aline, hija de su esposa, y a la que quería como si fuera propia. Pero no era feliz, parece.

Además de goles, el éxito en Boca le había traído mucha más fama de la que el delantero estaba dispuesto a soportar, pero su mujer estaba encantada. El equipo de Bianchi no perdía un partido y todos los lunes se repetían las tapas de los diarios con el nueve corriendo a festejar. El frenesí de la exposición iba en aumento semana a semana, y sus diversos cortes de pelo eran tema de conversación en los programas de la tarde. Y si no era el nuevo corte de pelo, podía ser Nazarena Vélez. Palermo no se lo bancaba, y los pocos ratos libres que tenía los aprovechaba para escaparse al interior para ver alguna carrera de Turismo Carretera.

Fue en mayo de ese año, en una competencia que se disputaba en Paraná, que el delantero, en medio del folklore automovilístico, entre corredores, mecánicos y autos tapizados de sponsors, se cruzó con una promotora de Esco que le gustó más de la cuenta. El la miró, ella le sonrió, y al nueve le temblaron las piernas como nunca le pasaba en la Bombonera. La chica en cuestión se llamaba Lorena, tenía 25 años, y con un pasado en el mundo del modelaje que tuvo su punto álgido en 1995, cuando la llamaron para desfilar en el programa El mundo de Ante Garmaz, en ATC, y unos meses después, cuando fue elegida Primera Princesa del Canal 3 de Rosario. Por esos días, la ex modelo alternaba su trabajo de promotora con el de vendedora en una casa de repuestos de autos.

Esa tarde, junto a la pista donde los coches gastaban neumáticos, fue el comienzo de lo que más tarde sería una relación en ciernes con viajes relámpago en jet privado, encuentros furtivos en una quinta de Paraná, oficialización (a fuerza de flashes) en Punta del Este, convivencia en España, y cinco años después –el último fin de semana–, la boda.

Ese día fue el flash. Cuando se volvieron a ver, cuatro meses después, el sábado 5 de agosto, Martín ya no dormía en su casa y Lorena no tenía más novio. Boca había viajado a Santa Fe para jugar contra Unión, pero el delantero tenía otras cosas en la cabeza: no bien aterrizó el avión, marcó en su celular el número de Lorena. Ese domingo Boca ganó 2 a 1, pero los dos goles fueron de Barijho…

MAS UNIDOS QUE NUNCA. Ese verano viajaron juntos a Punta del Este y a fuerza de guardias periodísticas no les quedó otra que oficializar la relación. Boca seguía ganando y Palermo estaba en la mira del fútbol europeo. Su transferencia era inminente, pero todavía no se definía. Finalmente se lo llevó el Villarreal, y en febrero Martín se mudó a España. Unas semanas más tarde, Lorena se fue con él. La cosa iba en serio, y muy rápido. Ahora había convivencia.

Sin embargo, en la Liga de las Estrellas las cosas no iban a andar del todo bien. En el Villarreal, Palermo no encontró ni su juego ni un “diez” como Riquelme que le pusiera esas asistencias con olor a gol. El goleador no la embocaba y su juego se transformó en pura ansiedad. El periplo europeo lo llevó del Villarreal al Betis y del Betis al Alavés, sin demasiada suerte. Al fracaso deportivo se le sumó, además, el accidente cerebrovascular que Lorena sufrió en mayo de 2004. Un repentino desmayo en el baño terminó siendo un aneurisma que hubo que operar de urgencia, le dejó secuelas temporales en el habla y la motricidad, amenazó su movilidad y tuvo en vilo al jugador durante cuatro días. “Gracias a Dios, estoy muy recuperada… Ni yo sé qué es lo que pasó ese día. Fue insólito: yo hacía deportes, tenía una vida sana. No se sabe específicamente qué es lo que me ocurrió –dijo cuando se recuperó–. Es un milagro que haya vuelto a caminar”.

–¿Cómo sigue tu vida? –le preguntaron.
–Muy tranquila. Cada tanto voy a ver una carrera o algún desfile. A Martín también lo apoyo como él a mí. Es la persona más importante de mi vida. Quiero que sea muy feliz.

El golpe les sirvió para unirse aún más. “Con lo que les pasó, maduraron de golpe”, confirman sus allegados. Lo cierto es que a medida que Lorena se iba recuperando, la idea de casarse estaba cada vez más presente en sus conversaciones. “Ahora me encanta disfrutar de la vida y de la gente que quiero. Tengo que agradecer a Dios por todo lo que me dio. Cuando estás mal, sólo querés salud. Lo demás en la vida va y viene”, confiaba ella. En julio de 2004, Miguel Angel Brindisi asumió como técnico de Boca y decidió repatriar a Palermo. Fue la excusa perfecta para empezar los preparativos. Y con la actual conducción del Coco Basile las cosas volvieron a parecer lo que eran. Palermo volvió a meter sus goles imposibles, y Boca, casi sin proponérselo, volvió a ganar todo: Recopa, Apertura y la Sudamericana, tres al hilo. El año no podía terminar mejor. Y para Martín, ni hablar: el 18 de diciembre campeón de la Sudamericana, el 20 casamiento por civil y el 23 por iglesia.

LA FIESTA INOLVIDABLE. Después de la sesión de fotos en el Hotel Intercontinental, la pareja ingresó al salón del Tattersall de Palermo cerca de las doce de la noche. Antes, los 360 invitados habían degustado bocaditos fríos y calientes, fajitas, y una mesa deli con trucha, gravlaks y salmón ahumado. Una vez en el salón principal, todos aplaudieron de pie a los novios mientras bailaban el vals interpretado por un conjunto de cuerdas. Como detalle, a modo de souvenir, cada mesa tenía una sillita con las iniciales de los novios bordadas en oro con unos confites adentro: “Esta es la mejor manera de sellar nuestro amor; ojalá que dure para siempre”, dijo el nueve de Boca en medio de la pista que, antes de la cena principal, invitaba a todos a bailar al ritmo de la salsa.

Los jugadores del triple campeón y compañeros de Palermo que estuvieron fueron Insúa, Gago, Abbondanzieri, Schiavi, Guillermo Barros Schelotto (y su hermano Gustavo), Battaglia, Matías Silvestre, Pablo Alvarez y Cagna. También lo acompañaron Arruabarrena, Cascini y Diego Maradona, quien llegó cerca de la una y media de la mañana, después de jugar un partido a beneficio en La Plata. De entrada se sirvió ensalada toscana (una torre de berenjenas, zucchini y tomates grillados con queso camembert sobre una tostada crocante), y el plato principal fue un bife cocinado en vino tinto, acompañado por una tortilla de papas, cebollas dulces y ensalada. De postre, copa helada de frutillas con crema Chantilly, helado de crema americana y dulce de leche. La torta era rectangular, con un piso de chocolate blanco y otro de chocolate negro.

AL RITMO DE LA MONA. El cuartetero cordobés La Mona Jiménez fue el animador principal de la fiesta y tocó cerca de una hora. El novio se subió al escenario a cantar con Abbondanzieri y el Flaco Schiavi el hit ¿Quién se ha tomado todo el vino?, mientras que la novia convocó a sus amigas y se animó con el tema Bum, bum, bum. Después se proyectó un video donde entrevistaron a mecánicos y pilotos del equipo en el que trabajaba Lorena, con cargada incluida. “¿Entendés, no?”, era el remate de cada testimonio, en alusión al latiguillo preferido de la novia. Otro video repasó la vida del jugador y la promotora, donde se vieron cosas personales y el camino que recorrieron juntos en estos seis años a puro amor.

El final estuvo comandado por Diego, quien cantó La mano de Dios, el tema de Rodrigo, con todos los jugadores arrodillándose delante suyo mientras revoleaban una servilleta. La fiesta terminó a las siete de la mañana y la pareja pasó su noche de bodas en el Hotel Intercontinental, donde se quedaron hasta el sábado 24 a las 19.30. El lunes partieron desde Ezeiza rumbo al Caribe mexicano, donde pasarán su luna de miel.
Allí intentarán cumplir el otro sueño que prometieron cuando Lore se enfermó en España: tener un hijo. Pero eso será parte de la próxima historia de un amor que ya dio el sí.

Después de la ceremonia, ya como marido y mujer, Martín y Lorena saludan en el atrio de la parroquia <i>San Benito Abad.</i>

Después de la ceremonia, ya como marido y mujer, Martín y Lorena saludan en el atrio de la parroquia San Benito Abad.

Los novios se besaron para los fotógrafos en la entrada del Tattersall.

Los novios se besaron para los fotógrafos en la entrada del Tattersall.

En enero de 2005, con Lorena ya recuperada de su accidente cerebrovascular, la pareja veraneó en Punta del Este y se alojó en el <i>Hotel Conrad.</i>

En enero de 2005, con Lorena ya recuperada de su accidente cerebrovascular, la pareja veraneó en Punta del Este y se alojó en el Hotel Conrad.

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