“Espero que los argentinos estén orgullosos de mí” – GENTE Online
 

“Espero que los argentinos estén orgullosos de mí”

“Lo va a tirar”, pienso. Lo va a desparramar sobre el ring con un derechazo furibundo, lanzado desde Margarita y aterrizado aquí, en esta locura impenitente de neón, excesos y limusinas enormes, que te arrastran al frenesí del tilín tilín de las tragamonedas. “Está ganando el Chino”, me digo en pleno cuarto round, y me sudan las manos. Me pellizco, me olvido de que soy periodista y le pego puñetazos a la mesa donde me sentaron, a diez metros del cuadrilátero del MGM, el mismo donde Tyson mordió a Holyfield hace diecisiete años (a propósito, ¡acabo de ver a ambos!, no lo puedo creer... “Mike, Mike, I am from Argentina; you dance with Marcelo”, le tiro al pasar, y me devuelve una sonrisa mansa).

Marcos René Maidana (30), el gaucho santafesino que laburaba en el campo, que ama andar a caballo, cazar con escopeta y pescar con amigos, se la está dando a Floyd, señores, al mismísimo Mayweather (37) que es el crack de las últimas dos décadas, invicto en 45 peleas, un danzarín con guantes, el deportista mejor pago del planeta. Y en ese momento miro a la derecha, a pura adrenalina, como buscando un cómplice en medio de la ebullición, y a dos metros lo veo a Michael J. Fox, pequeñito y genial –¿es, es?–, y lo miro como si yo fuera el doctor Brown de Volver al futuro y él supiera exactamente lo que estoy pensando: “Está ganando el Chino, mi querido Marty McFly”. Sí, se la está dando a ese gallina, y más tarde tendré tiempo de clavar una selfie inolvidable, porque uno no se cruza todos los días con un ícono de la infancia. Ahí caigo que esto es Las Vegas, donde todo es posible: un estadio dentro del hotel, a una modesta caminata de mi habitación, una de las 5.005 disponibles.

Loquísimo. Excesivo. Vulgar. Divertido. Pero a Maidana no le importa. En lo absoluto. El es feliz en su hogar y dándole besos a Emilia, su beba de dos meses que lo extraña allá lejos, recostada en el pecho de Mariana. Al Chino no lo seduce ni un poquito ese penthouse que ocupó acá, en el gigantesco hotel MGM Grand, cuyo baño es más grande que el departamento que alquilo con mi mujer en Buenos Aires. Estuvo aislado, concentrado con su equipo; apenas unos pocos pudieron acceder a su intimidad. Poquísimos. Generoso, invitó a la aventura a una docena de amigos y parientes, entre los que estuvieron su papá Orlando (“Yo también quise ser boxeador, ¿sabe? Pero mi viejo no me dejó. Me conformé con ser ciclista”, me confesó, con sonrisa asombrada y manos laburantes de peón rural) y su mamá Olga, ya un clásico de cada combate. Están separados desde hace tiempo, pero su hijo los juntó acá, en el desierto de Nevada, bajo un sol ardiente de 29 grados y el aire acondicionado de los casinos, donde no hay relojes ni salidas demasiado ubicables, porque los dueños apuntan a que uno se pierda en el laberinto del juego. También está Marcos Nahuel (9), el hijo que el Chino se tatuó en el cuerpo y procesa todo con ojos inquietos.

Hay más de 15 mil personas en los alrededores, gente de todo el país, con camisetas de la Selección, de sus clubes, de la pelea (se cotizaban a 30 dólares la oficial y a 10 la trucha), convirtiendo el lugar en una especie de Luna Park sin calle Corrientes. “¡Olé, olé, oleeeé... Chinooo, Chinoooo...!”, aturden a coro. El primer tercio de la pelea es tan favorable al argentino que todos nos ilusionamos. Floyd cortado en la ceja, arrinconado y preocupado, es una imagen surrealista, pero que está sucediendo, y el muchacho que me aseguró que le apostó dos mil (verdes, claro) al Chino debe estar como loco. Pero detrás de esta performance histórica hay un trabajo enorme, de semanas de entrenamiento en Santa Fe y luego en Oxnard (California), donde tiene el gimnasio su DT, Robert García. El team lo comanda el manager argentino Sebastián Contursi, pieza clave del éxito. Marcos se vino desde el Estado Dorado a la Ciudad del Pecado en una camioneta Dodge manejada por dos amigos correntinos que cayeron a la concentración como si nada, para charlar y jugar al truco, y se lo llevaron escuchando chamamé al palo y tomando mate amargo.

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Ya en Las Vegas, el miércoles se disputó, de algún modo, el round inicial. Y lo ganó el Chino. Para concurrir a la última conferencia de prensa, el esperado cara a cara que mediría semblantes, Maidana eligió un look digno de James Bond. Smoking de brocato italiano, moñito, zapatos de charol... En el piso 29, el cordobés Gustavo Arce –dueño de Agustino, la marca de ropa que viste al santafesino– lo preparó para la batalla del glamour. “Hasta lo peiné con un spray especial”, contaba el hombre que, además, diseñó la bata con la que Marcos trepó al ring. Para el día del arribo le eligió un traje blanco que también cosechó elogios. “Fue el más elegante de todo el salón”, dijeron los ejecutivos de Golden Boy (la empresa promotora). Flaquísimo, entrenado al detalle y listo para dar los 66,700 kilos de la categoría welter, el Chino no podía degustar los pacúes fritos que lo vuelven loco. Era comer poquito, todo medido, para no excederse un gramo. Después de cumplir con la balanza, ante miles de personas, en medio de un show de hip hop ensordecedor, ya pudo ganar algunos kilos.

El único famoso que lo visitó durante el mismo sábado 3 de mayo fue Juan Martín del Potro. “No puedo creer que estés tan tranquilo. Yo, el día anterior a la final del US Open que le gané a Federer, me dormí a las cuatro de la mañana”, le dijo al boxeador, que acababa de levantarse de una siesta. Del Potro –recuperándose de una lesión– vio la pelea desde la primera fila. En esas horas de ansiedad y espera, el Chino se entretenía hablando por Skype con su mujer y rasgando la guitarra que le regaló Antonio Tarragó Ros. Toda esa parsimonia desaparecería a las 21:26 sobre el ring, mano a mano con Mayweather. The Moment, la llamaron los promotores. Y vaya si lo fue...

La pelea, ya saben, resultó vibrante. Y Maidana, que perdió por puntos (ojo: una tarjeta dio empate), puso en problemas al número uno. Nadie le pegó tanto a Floyd. Tanto que ya se habla de revancha para septiembre. “El plan era llevarlo por delante, incomodarlo, y eso fue lo que hice. Espero que los argentinos se hayan sentido orgullosos de mí... ¿Ahora? A descansar un poco y ver a mi hija. ¿Sabés qué me pone más feliz? Que hayan estado mi familia y mis amigos. La gente dice que no pierdo la humildad. Ese elogio, para mí, es el más importante del mundo”, aseguraba el Chino durante la cena que le ofreció su grupo cercano (una docena de personas) en el hotel Wynn, el domingo por la noche. El Chino comió pasta y pescado, tomó agua, se probó unas gafas nuevas que le regalaron y se animó a un discurso. “Gracias por confiar en mí”, dijo con simpleza. Sonrió, bebió un sorbo y la luna del desierto de Nevada le iluminó la cara de lleno, como un relámpago, y el Chino Maidana pensó en Margarita, en su hija y en las ganas de comerse pronto un asado, hablando de la vida y de las cosas hermosas que pasan.

En el penthouse que ocupó antes del combate, en el piso 29 del gigantesco hotel MGM Grand. Marcos pasó las horas entre familia y amigos. Aquí, mamá Olga extiende la albiceleste. Desde la ventana se divisa parte del MGM y el hotel New York- New York, de enfrente.

En el penthouse que ocupó antes del combate, en el piso 29 del gigantesco hotel MGM Grand. Marcos pasó las horas entre familia y amigos. Aquí, mamá Olga extiende la albiceleste. Desde la ventana se divisa parte del MGM y el hotel New York- New York, de enfrente.

El MGM Grand Garden Arena, sede de combates históricos de Tyson y De la Hoya, colmado en sus 16 mil ubicaciones. Se escuchó aliento argentino y hubo un duelo de “¡Ar-gen-tina!” versus “¡U-S-A!” muy marcado, en el que prevaleció la voz criolla.

El MGM Grand Garden Arena, sede de combates históricos de Tyson y De la Hoya, colmado en sus 16 mil ubicaciones. Se escuchó aliento argentino y hubo un duelo de “¡Ar-gen-tina!” versus “¡U-S-A!” muy marcado, en el que prevaleció la voz criolla.

Una postal del combate: Maidana al ataque, tirando al rostro y al cuerpo, y Floyd defendiéndose. Uno de los tres jueces dio empate. ¿Habrá desquite?

Una postal del combate: Maidana al ataque, tirando al rostro y al cuerpo, y Floyd defendiéndose. Uno de los tres jueces dio empate. ¿Habrá desquite?

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