“Esperamos muchos años, pero todo fue tal como lo soñamos” – GENTE Online
 

“Esperamos muchos años, pero todo fue tal como lo soñamos”

Tenemos muchas razones para festejar… Tantos años de amor hicieron que nos casemos”, dijo, emocionada. Y la ceremonia de boda fue un perfecto reflejo de esa declaración. Veintiséis cortinados de seis metros de largo cada uno, repartidos por las naves laterales de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, en Arequito, Santa Fe. Las diez columnas de dos metros, ídem. En las puntas de los bancos, cuarenta conos repletos de flores. Alfombra roja de veinte metros. Más flores aquí y allá: cien varas de lilium imperial blanco, quinientas rosas blancas, liciantus y toques de hojas verdes. Todo, para unir ante Dios a Soledad Pastorutti (26) y Jeremías Audoglio (29), novios casi eternos…

A las seis de la tarde, los fans empezaron a agruparse en la Plaza San Martín, frente al templo. Adentro ya estaban los sacerdotes Jorge Nardo, José María Lamas, Walter Luque y Ariel Barbero, encargados de la ceremonia. “En once años de carrera nunca viví algo así. Ver cómo la gente se acercó, con tanto afecto, es un premio más en mi trayectoria. El mejor, porque estaba cargado de deseos de felicidad…”, definió la Sole. Mientras, los quinientos privilegiados que pudieron ver de cerca cómo la pareja sellaba siete años de noviazgo, ya estaban preparados para el gran momento, y vestidos con sus mejores galas.

LA LLEGADA AL ALTAR. El portón de la casa de Soledad, sobre la ruta provincial 90, se abrió para dejar el camino libre al Volkswagen Passat azul que llevaba a la novia y a su padre, Omar Alberto Pastorutti. Por primera vez se vio el vestido de boda, firmado por Laurencio Adot, y el impecable tocado de alambre de oro y cristal, creación de María Rosa Catini. “Me encanta el vestido. Laurencio es un maestro. Cuando lo elegí, le dije: ‘¡Quiero lucirme!’. Y me entendió a las mil maravillas. La banda en la cintura es el touch folklórico…”, contó Soledad.

A las siete y media en punto de la tarde, bajo la impenetrable custodia de cincuenta hombres, los pies de la novia pisaron la alfombra nupcial. Aplausos, gritos, el Coro de Arequito (treinta voces), con música del cuarteto de cuerdas Amadeus, entonó Alborada, y la Sole avanzó saludando a izquierda y derecha, mientras el cortejo –ocho chicos– lanzaba pétalos de rosas blancas. Cerca, a la derecha del altar, esperaba Jeremías, vestido por la casa Matices: traje negro de lana y seda acanalada con toques de brillo. A su lado, los padres: Carlos Alberto Audoglio y María Esther Avaracci, y su suegra, Griselda Zachino. Al llegar al altar, los novios se dieron el primer beso del reencuentro, entre un coro de suspiros y el griterío de la muchedumbre que, con los ojos pegados a la pantalla gigante, seguía la ceremonia desde la calle. Mientras se prodigaban los anillos (combinación de oro amarillo y blanco), Susana Naidich, la profesora de canto de Sole, desgranó un conmovedor Ave María. Al final, los invitados envolvieron a la pareja en una tenue lluvia de pétalos blancos, al tiempo que la voz del tenor Diego Edelberg inundaba el lugar y un festival de fuegos artificiales urdía un restallante techo sobre la plaza y el templo. Mientras, los flamantes esposos subían a un auto decorado con veinte latitas blancas unidas por cintas del mismo color y el cartel de Recién casados. Destino de ellos y de la caravana: Rosario, a 80 kilómetros de distancia.

LA MEGAFIESTA.En la mitad del camino hacia la iglesia, ¡empecé a llorar! Habíamos esperado tanto, y llegamos al casamiento con tanto amor, que no pude contenerme. ¡Al Jere lo vi precioso en el altar! Somos realmente muy, muy felices –dijo ella, y él le hizo el contrapunto–. ¡Esto es maravilloso! Estoy viviendo una mezcla de emociones. No veo la hora de entrar al salón y ver a toda la familia reunida. No están todos: algunos murieron... (lo decía por sus queridos abuelos). Pero siento que desde el cielo nos bendicen”. Entre los invitados vip estaban Marcela Morelo; Juan Alberto Mateyko con su hija, Rosa María; Raúl Portal y Lucía, su mujer; Facundo Saravia; Melina Petriella y su novio, Fabio Di Tomaso, y Alejandra Darín.

La megafiesta empezó a las once y media de la noche. Ochocientos invitados en el salón Metropolitano del shopping Alto Rosario. En la puerta, la novia, contando que “hasta el presidente Néstor Kirchner nos hizo un regalo. Es un mate de plata para enamorados… ¡con dos bombillas unidas!”. Entraron al salón envueltos en She, de Elvis Costello: tema inmortal, y luego bailaron Noches de boda, de Joaquín Sabina, y un frenético popurrí de valses.

En preparar el salón trabajaron sin parar ciento ochenta almas. Lo decoró el Estudio Dark (Nina Piazzarotti, Cristian Fernández y Silvia Cagnone) con doscientos metros de cortinados de terciopelo verde oliva, y otros casi quinientos de gasa de cristal colores marfil, ocre y chocolate cubrieron los once metros de altura del salón, iluminado por mil setecientas velas y ochenta arañas de caireles de cristal, treinta lámparas colgantes con pantallas blancas y otras tantas lámparas de pie. Eso, más ciento veinte arreglos florales de mesa en cubos de cristal y perlas, cuatrocientas varas de lilium blanco imperial y dos mil seiscientas rosas blancas colombianas… Sector niños: un minicine de cincuenta butacas. Música: de los 90’, que hizo saltar en las sillas a todos por más de media hora. Soledad y Jeremías invitaron al clásico trencito… Después, a reponer energías. Plato central: un sabroso medallón de cordero asado en su jugo, con papines y batatas al romero y amoniere de cous cous en masa philo. La pareja recorrió las mesas para la foto del recuerdo. De pronto, el frente del salón se iluminó, y empezó el show del cantante Claudio Leda, con sus covers de los 80. Luego, más música disco, y pelucas de cotillón...

DULCES Y SORPRESAS. Agotados por el baile, los recién casados abordaron la mesa principal. Allí los bendijo el Padre Ignacio –sólo pudo quedarse breves minutos–, y Sole aprovechó para celebrar el cumpleaños de su manager, Carlos Fernández Méndez, con torta y todo. Fue el prólogo de un dulce tsunami: crumble de manzana, helado con salsa de frambuesa, chips de manzana…

Por fin, la torta de bodas. Tres pisos. Casi un metro de alto. Ornada por una magnolia y una cinta dorada. Cuando el cuchillo hizo el primer corte se oyó la voz de Andrés Calamaro en Para no olvidar, el tema de Los Rodríguez. Rápida circulación de platos, y Jeremías trepando al escenario e invitando a su mujer a tirar el ramo. Ella contó “diez, nueve…”, y lanzó la presa, que atrapó una de sus primas. Luego… ¡los mariachis!, acompañados por el hilo de voz que le quedaba a la Sole. Y al cabo, el tiro de las cintas. Un cofre repleto, pero sólo diez con una llave que les permitía jugar por una alianza, al mejor estilo Feliz domingo. Y para las perdedoras, un pin con la leyenda ¿Probaste con un yogur? La alianza se la llevó una amiga de Sole...

FIN DE FIESTA. Música brasileña a todo trapo. Bailaron… hasta los que no estaban. La mitad de los invitados empezó a dar señales de “¡basta, no damos más!”. Pero los novios siguieron… ¡hasta las nueve y media de la mañana! (tal como Sole prometió el día del Civil), y partieron rumbo al hotel Riviera. Pero antes, ella proclamó: “¿Si todavía tengo pilas? ¡Claro que sí! Dije que me iba a regalar una noche de mucha diversión junto a Jere… ¡y no pienso dormir!”. Al mediodía, en la puerta del cuarto, seguía colgado ese cartelito que suele explicarlo todo: Do not disturb.

Recién en una semana, la deseada luna de miel: el 7 de mayo vuelan a Europa para recorrer Italia, Francia y Grecia. Y, mientras tanto, Soledad y Jeremías dedicarán estos días a acomodar su flamante hogar que, obviamente, está en Arequito. Más precisamente en las afueras del pueblo, rodeado de verdes campos y cerquita de la casa de papá y mamá Pastorutti, y de la que se está edificando su hermana Natalia. Sí, porque para fin de año se viene otra gran boda en el mítico pueblo.

Los chicos se conocieron mientras cursaban quinto año en la Escuela de Educación Media para Adultos, en Arequito, y jamás se separaron. Hoy, Jeremías trabaja en la producción de los shows de su flamante mujer. Todo en familia, y desde el primer día.

Los chicos se conocieron mientras cursaban quinto año en la Escuela de Educación Media para Adultos, en Arequito, y jamás se separaron. Hoy, Jeremías trabaja en la producción de los shows de su flamante mujer. Todo en familia, y desde el primer día.

La ceremonia religiosa fue concelebrada por los sacerdotes Jorge Nardi, José María Lamas, Walter Luque y Ariel Barbero. La Sole no pudo evitar las lágrimas. Al salir de la iglesia, los novios saludaron a la muchedumbre, que los aclamó, y el cielo estalló en fuegos artificiales.

La ceremonia religiosa fue concelebrada por los sacerdotes Jorge Nardi, José María Lamas, Walter Luque y Ariel Barbero. La Sole no pudo evitar las lágrimas. Al salir de la iglesia, los novios saludaron a la muchedumbre, que los aclamó, y el cielo estalló en fuegos artificiales.

Súper sonrientes, Soledad y Jeremías no pararon de bailar. Lo que no podía faltar en el auto que los llevó a la fiesta: el cartel de Recién casados con su coro de latitas.

Súper sonrientes, Soledad y Jeremías no pararon de bailar. Lo que no podía faltar en el auto que los llevó a la fiesta: el cartel de Recién casados con su coro de latitas.

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