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Entre el éxito y el dolor

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-Hola, Diego, soy papá.
-¡¿Qué pasó, viejito?!
-Tuvimos que internar a mami. No está bien…
-Pucha, ¿se agravó?
-Se agravó, hijo. Es como una lucecita que comienza a apagarse…
-Salgo para allá.

Entonces, Diego Torres (31) se dirigió hacia la maleta semiabierta, metió el premio Tu música que acababa de obtener en San José de Puerto Rico y le dijo a Angie Cepeda (27), su novia colombiana desde 1996: "Amor, internaron a mamá. Me voy para Buenos Aires". "Nos vamos -se sumó ella sin dudar un segundo, y compartiendo su rostro desencajado-.
Yo te acompaño". Ambos se habían levantado el martes por la mañana y no volverían a acostarse hasta la medianoche del miércoles. Los preocupaba -y muchísimo- la salud de Lolita Torres.

TRATAR DE ESTAR MEJOR. Beatriz Mariana Torres -según su documento del 26 de marzo de 1930-, Lolita Torres -según su legendario nombre artístico-, dejó el departamento frente al Jardín Botánico en ambulancia para entrar el lunes 26 a las 23:02 en terapia intensiva del Hospital Español. "La vi en su domicilio y decidí trasladarla -comenta el doctor Claudio Nosti (38, jefe del servicio). Hace rato que sufre artritis rematoidea y en los últimos siete meses desarrolló un cuadro de insuficiencia cardíaca. El mismo se agravó y desencadenó en un edema agudo de pulmón. Por eso la trajimos
-relata ilustrativo-. Afortunadamente hasta hoy no hubo necesidad de entubarla ni de aplicarle asistencia respiratoria mecánica", desmiente versiones.

Lo que sí debieron suministrarle fueron drogas inotrópicas endovenosas y diuréticos, que se sumaron al corticoides. "Se trata de una enfermedad grave que va produciendo un deterioro progresivo: trastornos renales, hepáticos, cardíacos", cuenta Nosti. Y también que la patología a Lolita le viene impidiendo en forma paulatina movilizarse, pero que los tremendos dolores articulares lograron controlarse. Y lo sabe porque ha estado internada bajo sus cuidados dos veces en tres años. "El proceso, no obstante, lo viene viviendo con dignidad, y si hay algo que la mantiene es el apoyo de su familia, permanente compañía. Ellos le dan muchísima fuerza".

Su familia, por supuesto; Diego, seguro. Una paradoja, desde luego, ya que en el mejor momento profesional (llenó un séptimo Luna Park, agotó las entradas los próximos 6 y 7 de septiembre y planea despedirse el 10;
BMG Argentina vendió desde diciembre a la fecha 86 mil unidades de su sexto disco, Un mundo mejor, gambeteando la peor crisis económica de la historia y el single Color esperanza acompaña al Himno Nacional en los actos escolares y acaba de ganar como Mejor video MTV votado por el público)… En el mejor momento profesional, señalábamos, Diego escoge el silencio periodístico, e incluso pide ingresar al hospital mediante alguna de las siete entradas -incluida la morgue-, siempre flanqueado por dos guardaespaldas. "Anda destrozado, pobre -nos aclaró un amigo-. Si le preguntás algo, no va a saber ni qué contestarte. Disculpalo", completó en su nombre.

LA MAMA DE DIEGO.
"¿Qué sería lejos de la familia que me parió? No sé
-contestaba el cantante en julio a GENTE-. Como mis hermanos, padezco un marcado y sano complejo de Edipo con mis padres (Lolita y Julio César Caccia).
De grande y en la adversidad, te empiezan a caer las fichas de cuánto cariño supieron transmitirte y la calidad de tiempo que te dieron. Nos hemos unido más durante los momentos bravos de salud de la vieja. Siento que formamos un scrum sólido. Ahí entendimos por qué, a pesar de que mamá hacía 38 películas, grababa 14 discos, y salía de gira, nunca la sentimos lejos".

Sonreía nostálgico el muchachito cuando le repetíamos tres frases extraídas de añejos reportajes, donde la estrella nacional que brillara en los '30, '40, '50, '60 y en los '70 se arriesgaba a definirlo así:

. "A Diego su padre lo llama 'payaso internacional'. Imita, canta y baila. Lo imagino ligado al espectáculo por medio de la música, la actuación o el montaje.
(…) Es un terrible curioso. Observa cada detalle de mis presentaciones. Creo que de grande terminará convirtiéndose en figura" (1981).
. "Dentro de mi hogar se respira creatividad. Lo hemos reflejado a lo largo de ciclos que bautizamos 'En familia',
donde los chicos cantaban conmigo. Diego brillaba allí. Debe aprender bastante. Igual, lo aguarda un enorme futuro" (1989).
. "Ojalá que madure sus condiciones. Tiene un gran oído y una voz espléndida. Dos dones de triunfador" (1995).


-¿Jamás le molestaron las consultas sobre su madre? El hijo artista suele pecar de celoso
-lo consultábamos a Diego.
-Ni ahí. Me enorgullece. Yo aparecí en su gran momento, y conozco el paño. Mamá tuvo una vida jorobada. A los 14 años perdió a su madre en un accidente. A mi abuelo no le gustaba que fuera actriz y cantante y dejó que siguiera en el ambiente pero vigilándola: no aceptaba que la besaran en cine. A los 25 se casó con su primer marido, tuvo un hijo, y quedó viuda tras accidentarse el esposo en la ruta. Mi viejo, que era amigo del fallecido, la apoyó. Volvió a casarse, nacimos cuatro y nos crió sin chistar. Es mi ejemplo. Desconozco la presión por ser "el hijo menor de Lolita". Aparte, ahora que la gente me saluda, para algunos ella es la "mamá de Diego".

EL HIJO DE LOLITA.
"Damas y caballeros: en nombre de mi equipo, les agradezco de corazón que hayan venido, especialmente por lo que les habrá costado juntar para las entradas -lanzó Diego el viernes y el sábado antes de que se bajara el telón-.
Y en nombre mío, les agradezco de corazón la energía que siento me entregan desde su butaca. Si estoy ahora acá es por ustedes, por mí y por mamá. Siento que cuando canto, la tengo cerquita, a mi lado", completó, palabras más, palabras menos, antes de acercarle una reverencia al público y perderse entre bambalinas.

Claro que horas antes, y como un inalterable rictus, el ídolo, que había arrancado al mediodía, almorzando frugal en su casa de Punta Chica con Angie, partió rumbo al hospital, para visitar a su madre. Una costumbre que desde que Lolita cayó enferma, él no descuidó si andaba por el país: almuerza con ella, merienda con ella o cena con ella. Después de acompañarla y después de escuchar un "Suerte, disfrutá, hijo", Diego volvió al Audi bordó y puso primera hacia el
Estadio Luna Park, el mismo escenario donde hace una década, el 19 de mayo de 1992, la flamante Ciudadana Ilustre de Buenos Aires se retiró tras cumplir medio siglo de carrera; retiro rodeada de próceres como Charly García, Jaime Torres, Mercedes Sosa y Enrique
Pinti.

Historia al margen, en los recitales del fin de semana se respiró Lolita. Banderas con la inscripción
¡Aguante, ma!, No te entregues, etcétera. Siete mil gritos de aliento por jornada. Lole Caccia y sus hijos en lágrimas al borde de las tablas. Silencio respetuoso: "Eso me lo enseñó la vieja
-nos confiaba Diego-. Cuando interpretaba un tema no volaba una mosca. Soy de los que desean que el público escuche atento las letras". Y despedidas a la 1:30 AM cargadas de sentidos mensajes entrelíneas. Diego soportó con ahínco las dos horas y monedas de show pero en la intimidad de su camarín se abrazó a Angie y no pudo contenerse. "De llorar, lloro por los rincones", aceptará.


COLOR ESPERANZA.
Cuando el cierre del lunes 2 apuraba el tecleo de la computadora, Lolita Torres, a una semana de internarse, se mantenía en estado crítico y estable. A su alrededor aún persistía cierta molestia familiar por la visita del padre Domingo Pizulli, cura de la parroquia de Santa María, quien en conferencia de prensa declaró haberla encontrado "mal. Como es creyente, me acerqué a darle la unción de los enfermos, para que el Señor la acompañe. Pobre, no puede ni expresar una palabra", declaraba, serio.

Semejante bronca surge porque, en realidad, a pesar de permanecer conectada a oxímetros de pulsos y monitores, Lolita puede comunicarse. Junto a su habitación, le prepararon un área de aislamiento donde la acompañan de a dos: la enfermera y el familiar o amigo. Tanto puede comunicarse que charló de los recitales con el cantautor, se rió nombrando a los nietos Pedrito, Laura, Angela, Sol, Dieguito, Delfina y Martina y festejó que el resto de sus hijos (Angélica, Mariana, Santiago y Marcelo) la acompañan de madrugada. Además, aceptó los mimos de la tía Aurora del Mar y los cuidados de Martica, una señora que trajo Diego especialmente desde el Caribe para que la cuidara y la alimentara.

Alimentarse, claro. Sin embargo, como las calorías que venía recibiendo no le alcanzaban, hoy recibió nutrición extra. "No elaboramos pronósticos
-retoma el doctor Nosti-. Cualquier paciente crítico puede complicarse en minutos, pero no por ello dejamos de abrigar una esperanza. Permanecerá aquí lo que requiera. Quizás un mes", le explicó el médico al emocionado intérprete consciente de que esta vez no le hablaba de su maestra ("Nos crió con la música. En casa yo tocaba al piano y mamá cantaba", memoró alguna vez Diego), esta vez no le hablada de la artista ("¡Cuánto talento!", exclamó admirado en alguna oportunidad Diego Antonio), esta vez no le hablaba de la esposa de su padre ("Un día entré a la habitación y dormía sentada en la cama, con almohadones en la espalda y mi viejo cuidándola en el piso, a sus pies. Me di cuenta de lo que significa comprometerte", contó alguna vez Diego Antonio Torres). Esta vez el médico no le hablaba de Lolita Torres. Esta vez le hablaba de su madre.

por Leonardo Ibáñez
informes: Manuel Sarrabayrouse
foto de tapa: Christian Beliera
fotos: Diego García, Christian Beliera, Newmen y Julio Ruiz

Llegó de urgencia desde Centroamérica con la inseparable Angie, y pronto pisó el hospital para ver a su madre. Por la noche partió hacia su casa. Repitió la visita toda la semana. Unicamente cambió de salida: los fotógrafos debieron optar entre siete distintas.

Llegó de urgencia desde Centroamérica con la inseparable Angie, y pronto pisó el hospital para ver a su madre. Por la noche partió hacia su casa. Repitió la visita toda la semana. Unicamente cambió de salida: los fotógrafos debieron optar entre siete distintas.

Salga del mal trance o desmejore, hay escenas que Lolita y Diego siempre guardarán consigo: Hace diez años, cuando ella se alejaba del mundo del espectáculo y él empezaba a transitarlo.

Salga del mal trance o desmejore, hay escenas que Lolita y Diego siempre guardarán consigo: Hace diez años, cuando ella se alejaba del mundo del espectáculo y él empezaba a transitarlo.

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