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"En Buenos Aires viví mi experiencia más inolvidable como autor teatral"

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Pasaron 24 años y atrás quedó el ingreso expectante de un joven Mario Vargas
Llosa a la sala Blanca Podestá para ver la primera puesta en escena de La
Señorita de Tacna, el fruto de su primera incursión literaria en el teatro.
Atrás quedó la dictadura que maniataba a la Argentina por los días del estreno,
en 1981, fecha que además marcaba el regreso de Norma Aleandro al país después
del exilio para encarnar a la mítica y entrañable Mamaé. La puesta en escena de
esa obra y el éxito internacional que consiguió imprimirían una imagen
imborrable en la memoria del gran escritor de Arequipa.
 
Ahora, 24 años después, y poco antes de ver una nueva puesta de su obra, decía:
"Esta visita a Buenos Aires es muy emocionante. Con el estreno de La Señorita de
Tacna, aquí viví mi experiencia más inolvidable como autor teatral. Todavía
tengo muy presente lo que me causó ver en un escenario, lo que fue mi inicio en
el mundo del teatro, y esa primera representación me colmó. Norma Aleandro
merece un reconocimiento inmenso. Su caracterización del personaje de la Mamaé
fue extraordinaria, conmovedora y de una versatilidad dramática sin igual. Allí
descubrí cómo una obra de teatro puede superar lo que el autor imaginó mientras
la escribía. No saben con cuánta curiosidad, entusiasmo y también temor vuelvo a
enfrentarme otra vez a otro montaje de esta obra
". El paso del tiempo no ha
borrado el temor, la curiosidad y el entusiasmo que le sembró aquel debut. Y ni
las canas ni los años lo atenuaron. Al contrario, esos sentimientos están ahí,
intactos. Envuelto con esas sensaciones, entonces, Mario Vargas Llosa ingresó al
teatro Maipo a ver la tercera edición de su obra con el mismo temor, la misma
curiosidad y el mismo entusiasmo de la primera vez.

"Esta obra nació de las memorias de mi tía, que llamábamos la Mamaé, por mamá
Elvira. Yo la recuerdo centenaria, totalmente aislada; vivía refugiada en un
mundo de recuerdos. Y esa memoria se asociaba a Tacna en un momento de la
historia muy importante, ya que todavía estaba ocupada por el ejército chileno.
Mamaé hablaba de esa Tacna como si fuera el mundo en el que todavía vivía y
decía cosas que daban la idea de lo importante que debía ser para las muchachas
casaderas tacneñas la presencia de esos muchachos que, a pesar de ser 'el
ocupante', eran jóvenes casaderos. La recuerdo diciendo, por ejemplo: 'Serán
chilenos, ¡pero qué buenos mozos!'. Era una viejecita que había sido la mamá
contigua de mi madre, de mis tíos, también mi mamá contigua, de mis primas y lo
fue incluso de mis hijos, a los que todavía crió. Pero cuando llegó a la edad
provecta concibió un desagrado terrible por los niños y solía gritar: '¡Viva
Herodes!'. De esa imagen nació la señorita de Tacna. Había una leyenda en torno
de esta tía: ¿por qué se había quedado soltera? Se decía que había estado de
novia y a punto de casarse, pero que de la noche a la mañana había decidido
cancelar el matrimonio y optar así por la soltería. Mi tía abuela vivió todo el
resto de su vida soltera y virgen, por supuesto".

Después de los recuerdos, el escritor entró decidido en la sala principal del
Maipo minutos antes de que comenzara la obra, acompañado por su esposa, Patricia
Llosa. Se sentó en la novena fila y se perdió en la oscuridad total de la sala.
Allí enfrentó su temor, su entusiasmo y su curiosidad. Al final, cuando el telón
había caído y el elenco estaba por inclinarse para saludar al público, Norma
Aleandro dijo: "Hemos tenido el gusto de dedicarle esta función para
agradecérsela a Mario Vargas Llosa"
. Lo que siguió fue un prolongado aplauso con
todo el público de pie. Y después, la oportunidad de escuchar sus nuevas
impresiones: "La obra conserva la misma frescura de siempre. Volver a verla fue
algo muy emocionante, muy encantador. Definitivamente, vencí el miedo de verla
otra vez
", decía. Llegaron las fotos con el elenco y un sentido abrazo con Norma Aleandro, para luego partir a cenar todos juntos a San Telmo.

El viernes 28, a las 12 del mediodía, ya lejos del miedo, las ansias y la
curiosidad, Vargas Llosa entraba sonriente en el microcine de la Fundación Konex
para recibir el Premio Konex Mercosur 2004 a las letras y así cerrar su agenda
porteña. Ahora el afecto era expresado en la presentación de Ernesto Schoo:
"Hace mucho tiempo que los libros de Mario Vargas Llosa están en la mesa de luz
de todos los argentinos
". Y su respuesta: "Agradezco todo el afecto con que me
han tratado desde que llegué a Buenos Aires. Haber ganado este premio me
enorgullece porque el primero en recibirlo fue Borges".

Poco después, se perdía en un taxi en esta ciudad de calma veraniega.
Veinticuatro años después de que su primera incursión en el teatro comenzara a
ser un éxito, había revivido esa experiencia inolvidable. Otra vez con miedo,
entusiasmo y curiosidad.

Norma Aleandro acaba de dedicarle la función a su autor. Vargas Llosa aplaude de pie al tiempo que es ovacionado. Ella es una actriz fuera de serie", la elogió el escritor.">

Norma Aleandro acaba de dedicarle la función a su autor. Vargas Llosa aplaude de pie al tiempo que es ovacionado. "Ella es una actriz fuera de serie", la elogió el escritor.

Vargas Llosa junto al grupo actoral encabezado por Norma Aleandro. A su derecha, Carolina Peleritti, sobre quien recae el polémico desnudo (dicen que sería reemplazada por Florencia Raggi).

Vargas Llosa junto al grupo actoral encabezado por Norma Aleandro. A su derecha, Carolina Peleritti, sobre quien recae el polémico desnudo (dicen que sería reemplazada por Florencia Raggi).

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