“El vértigo del mundo fashion casi me hace perder el control” – GENTE Online
 

“El vértigo del mundo fashion casi me hace perder el control”

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Es frágil, dice que mide 1,68 y camina como en puntas de pie, sin hacerse notar. Tiene puestos unos escarpines orientales, una mini de jean y una musculosa de algodón. Aprendió baile clásico durante cinco años, cuando era chica, y después jazz. Ahora toma clases de hip hop: “Debe ser lo que me mantiene en forma… Soy vaga para la gimnasia”, confiesa. Habla de sí misma sin pudor y parecería que cuenta todo.

–Mi infancia fue feliz, rosa si tuviera que elegir un color. Hice primario y secundario en un colegio de monjas (el Mallinkrodt de Martínez), donde deben creer que soy una oveja negra. Hija única, muy consentida de mamá y papá, y también de mis abuelos maternos, que vivían en casa. Reina absoluta. No tenía fantasías de ser modelo, soñaba con ser una estrella. A los 14 quise anotarme en la escuela del Teatro Colón, porque ya había terminado un curso de ballet de cinco años en un instituto de barrio, pero mamá no me dejó.

–¿Siempre te marcaron el límite?
–Mis viejos eran miedosos y como yo era la única, me ponían mucho límite. Fui de las últimas en la clase que dejaron salir a bailar, por ejemplo. Me llevaban y me buscaban siempre, a todos lados. Cumplí 14 y me dieron un teléfono celular al que papá, Carlos, bombardeaba a llamados. Hoy, que vivo sola, siento que papá todavía me trata como cuando usaba dos trencitas. Para él voy a ser siempre una nena.

–¿Primer trabajo, primer sueldo?
–Creo que tenía 14, estaba en un shopping y se acercó una booker de la agencia Elencos. Yo era más enana que ahora, obvio (risas), tenía aparatos en los dientes y el pelo por la cintura. Yo no sabía ni qué era la palabra booker… Les mandamos fotos caseras. Al poco tiempo me dijeron que estaba seleccionada para una campaña de John L.Cook. No podía creerlo. Eramos unos cuantos en la foto: Pampita, que todavía era Carolina, entre otras.

–Te gustó…
–Y sí, gané un poco de plata y me lo empecé a tomar como un laburo. Era adolescente y estaba llena de granos, así que me cuidaba de no comer fritos. Por suerte, con el peso no tenía problemas; era un escarbadientes. Después hice comerciales de televisión hasta que un verano, cuando tenía 15, me encaró una booker de Dotto en Punta del Este. Y ahí sentí que jugaba en Primera. Los fotógrafos Machado y Cicala me hicieron un book y a la semana ya estaba en un casting en Editorial Atlántida. Fue un flash, todo demasiado rápido. Al toque fui tapa de GENTE. Estaba morocha entonces. Y ahí arranqué, como un huracán. Cuando me veía en los carteles luminosos de la calle no podía creerlo.

–Tuviste suerte, todo se te dio muy rápido…
–Después de GENTE, no paré de trabajar y viajar. Me cambió la vida de un día para el otro. Pero hubo un único problema…

–¿Cuál?
–Me quedé sin novio, porque me dejó. No toleró ver mi cola en la tapa de la revista. “No voy a soportar esto”, me dijo. Era mi primer noviazgo largo.

–¿Te importó?
–Me importó, claro, pero también me importaba llegar a ser conocida como modelo. Al mes me enamoré de un chico por Internet.

–Rápidamente…
–Tuve muchos novios, soy muy enamoradiza. Cada vez que conozco a alguien siento que es el hombre de mi vida, mi marido, el padre ideal para mis hijos… Pero hoy por hoy estoy solterita… El del chat se llama Mariano. Me enamoré de su personalidad. El sabía quién era yo, pero yo no lo conocía. Estaba tan perdida de amor que no quería verlo en vivo y en directo, por miedo a que no me gustara. Por suerte, cuando nos vimos me encantó de una. Estuvimos un año y medio juntos. Después de Mariano, Martín me flechó en el gimnasio. Otra relación a la distancia, porque él vivía en Hawaii. Sufrí mucho, y terminamos. Y ahí llegó Nicolás Cuño, bastante mayor que yo, con quien estuve otro tiempo largo.

–Con Nicolás Cabré, ¿pasó algo?
–Salimos tres, cuatro veces. Hasta entonces yo era la chica del verano, pero después de esa situación con Cabré ya fui conocida como Rocío. Los fotógrafos me seguían día y noche, me empezaron a llamar de todas partes, me invitaban, me ofrecían cualquier cosa… Creo que ahí fue cuando la fama me mareó.

–Explicálo mejor. ¿Perdiste el control?
–Estaba muy expuesta y en un camino vertiginoso. Empecé a hacerme amiga de muchos Relaciones Públicas, de gente de la noche, de los dueños de los boliches. Y además, cualquier cosa que hacía se publicaba, se sabía. De repente me vi a bordo de un barco, con el sombrero de marinero puesto. Si me pasaba de copas, decían: “Rocío se emborrachó”… y escandalete. Si salía una vez con alguien y pasaba algo, era una chica rápida. Y todo así. En el medio, empecé a viajar un montón. Crecí de golpe. Quería figurar, no voy a mentir, y necesitaba estar en todos lados. Era un círculo vicioso. Estuve en Miami en la entrega de los MTV y reboté durante días sin dormir… Una noche hubo fiesta en lo de Juanes, otra en lo de Paulina Rubio, la siguiente en lo de Lenny Kravitz. Una burbuja de locura, alejada de la realidad, en la que te ofrecen todo.

–¿Qué es todo?
–Descontrol, sexo fácil, drogas de cualquier forma y color… Un buen día me di cuenta de que mi vida pasaba por salir de noche de miércoles a domingo, sin parar. Volvía a casa a las siete de la mañana. Hasta que dije “basta” y desaparecí durante diez meses.

–Una suerte de Kate Moss latinoamericana…
–No, no. Yo no estuve en las drogas. No tomé cocaína, porque me aterra. Pero llegué a estar tan metida en la noche que no escuchaba a nadie. A mamá le daba miedo que me metiera en las drogas. Creo que ése era su gran temor. Ella me insistía con que no podía salir todas las noches, y yo no quería escucharla. Le decía que no conocía el medio ni los códigos.

–¿Tuviste hombres de una sola noche?
–Sí, no te voy a mentir. Al día siguiente me sentía vacía, rara.

–Hubo una foto tuya en la que le estás dando un piquito a una chica…
–Una vuelta me sacaron una foto en la que estaba dándole un piquito a una amiga, y fue un escándalo. Cuando estás expuesta públicamente, cualquier situación se potencia y da para que todos hablen. Porque si hoy hacés una encuesta entre chicas de 18 y 20, me animo a decir que la gran mayoría te contesta que le dio un piquito a una íntima. Ahora, que quede claro: a mí me gustan los hombres más que el chocolate. Volviendo al tema de la noche, creo que zafé a tiempo de los excesos y la mala vida.

–¿Qué te llevó a corregir el rumbo?
–El vértigo del mundo fashion casi me hace perder el control. Por suerte, mi familia, dos amigas del colegio y mi propia conciencia me ayudaron a parar. Un día me vi en una revista rodeada de gente con la que no tenía nada en común y dije “basta”. Me preguntaba qué estaría haciendo para que los hombres me encararan con propuestas raras. Y desaparecí: corté con la noche de raíz, volví a mi grupo de amigos y me anoté en la facultad. Pude ver la oscuridad antes de caer en el abismo. No me arrepiento de lo que viví, pero ahora quiero dar vuelta la página. La fama y la exposición pública tienen un precio altísimo. Yo vengo de una familia de barrio, hija única, consentida, colegio de monjas… No quería esa vida para siempre.

–Pero ahora volviste a trabajar…
–Volví con otra cabeza. Me compré un departamento, un auto y tengo un perro. Veo a muchas de mis compañeras de ruta nocturna que se siguieron descontrolando y sé que están mal. Pero yo no quiero más esa vida. Ahora elijo los laburos que quiero hacer. Me cambié a la agencia Multitalent, asumo responsabilidades, no trabajo más con ojeras. Estoy bien conmigo, aprendí a estar sola en casa, a tener tiempo para mí. Descubrí que me gusta pintar. Me cuido el cuerpo. Entreno con Pablo Benadiva.

–¿Tenés amigas modelos?
–Lo que se dice amigas, no. Tengo buenas compañeras, como Carolina Gimbutas y Liz Solari. No las llamo por teléfono como a mis íntimas de toda la vida, pero si nos encontramos en un desfile nos ponemos al día con los cuentos y tenemos buena onda.

–¿Es un mundo de celos y envidias?
–Un ambiente en el que todo está muy expuesto, desde el glamour hasta la miseria humana. Además, no son muchos los que dicen las cosas de frente. Trato de no enroscarme. Pero yo intento hablar con sinceridad y acepto que mi vida no es perfecta.

–Hoy, muchas de las modelos se operan el cuerpo y la cara. Hay una suerte de obsesión con el botox, las bocas de colágeno…
–(Risas) No es mi caso: estos pómulos son míos y la boca también. A mí me da pánico que me cambien los gestos.

–¿Te hiciste alguna cirugía?
–Las lolas, pero no me puse mucho. Era chata y tengo una cola tremenda, grande, por eso quise equilibrar. Le dije al cirujano que quería que parecieran mías. No me gusta llamar la atención. Lo hice para compensar mi cola. Si no, hubiera parecido Jennifer Lopez de por vida.

–¿Con qué soñás?
–Sueño con una familia tradicional como la de mis padres, que están juntos hace un montón de años y se besan como el primer día. Y quiero tener por lo menos cinco hijos, el primero a los 25. Me gustaría ser una madre joven.

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“<i>Un buen día me di cuenta de que mi vida pasaba por salir de noche de miércoles a domingo, sin parar… Volvía a casa a las siete de la mañana. Hasta que dije ‘basta’ y desaparecí durante diez meses</i>”

Un buen día me di cuenta de que mi vida pasaba por salir de noche de miércoles a domingo, sin parar… Volvía a casa a las siete de la mañana. Hasta que dije ‘basta’ y desaparecí durante diez meses

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