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El único, el más grande

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Tres horas antes de empezar la función ya fueron testeadas las claves para que todo fuera perfecto. Julio hizo un último pedido: que empezara a horario. Esa es una de sus obsesiones y marca a las claras que para él la disciplina es la forma más gentil de respetar al público. Todo lo demás era un trajinar silencioso, detallista y sutil. Lino Patalano, encabezando un equipo infalible, sabía que la tensión emotiva era diferente a las tantas temporadas que Julio hace en el Opera mediando la primavera en la Argentina, después de un año entero de rotar y rotar por el planeta, temporada en Nueva York encabezando el American Ballet, momentos sublimes como en San Petersburgo, o hace pocas semanas en Madrid. Esta vez en el Opera quedará para siempre la imagen fija de Julio subiendo hasta el cielo adentro del traje del Basilio impecable que sólo él logra en el pas de deux de Don Quijote. Kitri, el personaje femenino, dentro de la piel de Eleonora Cassano, su hermana de baile, su partenaire preferida. Esta es la última vez que Julio –dueño del aire– y Eleonora –especialmente pulcra en sus fouetés–, transformarán juntos energías en amor, como Basilio y Kitri, en ese escenario amado.

A las cinco de la tarde del 14 de octubre, camuflado –ropa deportiva, cap, anteojos y un poco doblado, sosteniendo sobre su espalda ese bolso que ya es parte de su cuerpo y tiene todo aquello que pueda pedirse antes de iniciar una función–, Julio baja de su camioneta en la puerta del teatro, saluda a Mario, su chofer (no maneja cuando actúa) y se larga por los laberintos del Opera que conducen a su camarín. Solo él sabe qué pensamientos entretenían, alegraban o entristecían su mente hasta llegar a ese reducto íntimo que lo verá transformarse antes de salir a bailar. En su casa de Puerto Madero su último saludo había sido para sus perras adoradas: Kitri (sí, el nombre del personaje femenino de Don Quijote) y Manon, el otro nombre de mujer que forma parte de su historia artística. Sabe que lo estarán esperando y, cuando llegue agotado después de la medianoche, a pesar del cansancio y los dolores, Julio las llevará a pasear entre la frescura de los árboles de la Costanera Sur.

Antes de enfrentar el espejo para la transformación, Julio hace sus ejercicios de precalentamiento. Revisa su vestuario y sus zapatillas. Poco a poco va quitando su ropa deportiva y se pone su otra piel en los camarines. Una bata que ya pide “basta” y a la que él no piensa darle tregua, por cábala. Es aquella primera bata de toalla blanca que le dieron en el American Ballet y que tiene bordado su nombre con sedalina colorada.

No puedo melancolizarme con que ésta es la última puesta de Don Quijote. Yo sé que es una decisión super importante hacerlo por ultima vez en Buenos Aires, pero nada me impedirá disfrutarla. Eso es lo que le pasa a Basilio en este grand pas de deux: festeja con Kitri el amor y la felicidad. Estar con Eleonora es para mí una situación de privilegio. Ella es mi amiga y la persona que me entiende profesionalmente a la perfección”.

Poco a poco el maquillaje: apenas un poco de base, ojos delineados suavemente y pelo cepillado. Pegada al espejo, una imagen de La Piedad de Miguel Angel, fuente de inspiración para lo que vendría después. La verdadera transformación llegará cuando se meta en la calza negra, blusa de seda blanca y torera negra bordada con arabescos granate. Le digo que éste es su número más aéreo y él ríe. Sabe que es su fuerte, que nadie vuela como él en la Argentina, que hay cientos de escenarios en el mundo que no tienen la dimensión de su salto. Pero Julio sólo escucha, sonríe, hace de su silencio un aliado.

Silencio absoluto. Luz apagada. Luz de escenario y tensión por lo que vendrá. Aparecen Julio y Eleonora, y el público estalla. Les ofrece el aplauso más impactante que se pueda esperar de la apertura de una función de ballet.

El lago encantado, una versión parodiada de El lago de los cisnes, cuya música y textos pertenecen a Les Luthiers y la coreografía a Lidia Segni, fue desopilante. Protagonizado por Bocca y Cassano y secundados por el Ballet Argentino hacen, tal vez por primera vez en la Argentina, ballet con humor. Divertido y lleno de talento.

Así como el pas de deux de Don Quijote fue el comienzo perfecto, el final con Cruz y Ficción fue apoteótico. Mucha emoción y llanto contenidos en muchos asistentes.

Esta puesta de Ana María Stekelman y dedicado a Oscar Aráiz, muestra a un Bocca muy cercano a la actuación. Demostró que tiene una capacidad extraordinaria, desde que muestra el milagro de la vida hasta ese hombre rendido en el regazo de su madre y un final (crucificado) impresionante, que por respeto no vamos a delatar. Esta puesta empezó con un detalle imperdible de cómo funciona el tándem Bocca-Patalano. Lino, caminando por las calles de Roma, encontró en una disquería de viejo una versión del Ave María de Schubert cantado por Gabriella Ferri. Sencillamente, un hallazgo que hará historia.

Después de la función, en el VIP del Opera se armó un cóctel muy animado con los invitados especiales por los 40 años de GENTE, el staff de la revista y Julio (rigurosamente vestido por Mancini) y Lino Patalano, que se sumaron junto a la compañía. Se sirvió sushi del Sushi Club y se tomó champagne Chandon 187. Julio aprovechó para ponerse al día. Charló con Millie Stegman, Coco Fernández le dijo que le encantaría que vaya al último programa de Maradona y a Bocca también le gustó la idea. Boy Olmi y Carola Reyna le pasaron varios tips de cómo se hace una sitcom.

Cuando todo terminó, Bocca volvió a su cap y su conjunto deportivo. Mario lo esperó en la puerta del Opera, donde las más fanáticas del club de admiradoras de Julio todavía aguardaban por un beso y una foto. Después, Puerto Madero, paseo con Kitri y Manon. El primer día de la nueva temporada había pasado.

Cruz y ficción, con el Ave María de Schubert de fondo, y coreografía de Ana María Stekelman, conmovió al público, que aplaudió de pie.

Cruz y ficción, con el Ave María de Schubert de fondo, y coreografía de Ana María Stekelman, conmovió al público, que aplaudió de pie.

Julio Bocca y Eleonora Cassano en el <i>Grand pas de deux del Don Quijote</i>, ballet con el que abrió la noche. Como el Príncipe Vassili, en <i>El lago encantado</I>, una parodia con música y textos de Les Luthiers.

Julio Bocca y Eleonora Cassano en el Grand pas de deux del Don Quijote, ballet con el que abrió la noche. Como el Príncipe Vassili, en El lago encantado, una parodia con música y textos de Les Luthiers.

La despedida de <i>Don Quijote</i> del bailarín más importante del país.

La despedida de Don Quijote del bailarín más importante del país.

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