«El tango tiene razón: la fama es puro cuento» – GENTE Online
 

"El tango tiene razón: la fama es puro cuento"

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La escena, por repetida, no deja de conmover. El teatro Kodak está en el más
absoluto silencio. Y no es para menos. ¿Qué más se puede hacer cuando Prince,
enfundado en un saco de terciopelo púrpura, pisa un escenario? Y eso que este no
es un público cualquiera: es la gran noche de los Oscar y las butacas del teatro
están repletas de celebridades hollywoodenses que ahora callan. Y escuchan al
genial Prince, detrás de su saco púrpura, decirles con su voz calma que la
canción Al otro lado del río (que el uruguayo Jorge Drexler compuso para la
película Diarios de motocicleta) es la Mejor canción original según la Academia.
Y nada más.

Los aplausos acompañan al músico montevideano hasta el escenario, donde el gran
gurú del funk le entrega la estatuilla y él le besa la mano con una reverencia.
Después, Prince se va, los aplausos se apagan, el enojo porque no lo dejaron
cantar su creación se esfuma y queda él, Jorge Drexler (40), solo frente al
micrófono y al gran público, y como en una suave venganza les susurra su
canción: "Clavo mi remo en el agua/ Llevo tu remo en el mío/ Creo que he visto
una luz al otro lado del río…"
.

Al igual que el Che Guevara -personaje clave de la película- y que Tabaré
Vázquez -presidente uruguayo-, antes de entregarle la vida a lo suyo, Drexler
estudió y ejerció la medicina. O sea: antes de recibir el Oscar y de que sus
canciones fueran conocidas, Jorge Drexler era el doctor Drexler y daba
inyecciones a domicilio. Pero una noche de 1995, su suerte cambió: el joven
Jorge -que por esos días alternaba música con medicina- actuó como telonero de
un show de Joaquín Sabina en Montevideo (la ciudad donde Drexler nació el día de
la primavera de 1964), los acordes llegaron hasta los oídos del español y le
encantaron. "¿Por qué no te vienes a Madrid a abrir mis conciertos?", le propuso
Sabina. Y él, que tenía dos discos editados en el Uruguay con pequeño éxito (La
luz que sabe robar, en el año 92 y Radar, en el 94), no lo pensó demasiado: armó
las valijas y se fue. Cruzó al otro lado del mar y ahí empezó la historia. A los
tres días conoció a la música sueca Ana Laan, su actual mujer, y enseguida sus
temas empezaron a ser interpretados por los músicos españoles más prestigiosos.
A sus dos primeros álbumes le siguieron Vaivén (96), Llueve (98),
Frontera (99)
y la consagración llegó con Sea (2001) y Eco (2004). Aquí, en la Argentina,
tiene su público fiel, aunque se hizo más conocido a través de una publicidad de
sopas...

Y una noche, al fin, sonó el teléfono en su casa de Madrid: era el director
brasileño Walter Salles (de Estación Central) para decirle que le gustaba su
música y que le encantaría que le escribiera una canción para su última
película, Diarios de motocicleta, protagonizada por Gael García Bernal y Rodrigo
de la Serna. Más tarde, Drexler leyó el guión de un tirón y se fue a dormir
temprano. Al día siguiente, se despertó a las siete de la mañana con la canción
dándole vueltas por la cabeza. "A pesar de que es un tema muy sencillo y de
imágenes muy concretas, es de las más metafóricas que tengo. Me extraña mucho
que la hayan votado. Yo no suelo trabajar con metáforas, pero evidentemente el
río simboliza algo. El otro lado del río, la luz… El viaje de una orilla a otra
del río es una acción ética, es el descubrimiento de una vocación para Ernesto
Guevara…"

-Que todavía no era "el Che"…
-Exactamente. Y eso es lo que me gustó tanto de la película: no habla de
heroísmo ni ideologías, está llena de sutilezas. Es la transformación interior
de un chico de clase media que se encuentra con una realidad latinoamericana que
lo cambia.

-¿Todavía cree en las revoluciones?

-Sí, en el tipo de revolución que cuenta la película, la del cambio interior. La
impulsada por la solidaridad y por la empatía de un persona que es capaz de
cruzar de una orilla del río, la de la clase media y los beneficiados, hacia el
lado de los desfavorecidos.

-Después de ganar el Oscar se entrevistó con el presidente Tabaré Vázquez. ¿Cómo
fue ese encuentro?
-Una alegría enorme, porque de sé la importancia que tiene que el primer
presidente de izquierda de tu país, a muy poco de haber asumido, te guarde un
espacio para recibirte y para charlar de la cultura. Hablamos mucho de la
educación pública, que es tan importante, porque no sólo es un elemento de
acción cultural, sino también una herramienta social, un elemento igualador en
un momento en el que la sociedad uruguaya tiende a disgregarse.

-Fue una reunión entre dos médicos que hallaron su vocación en otros ámbitos:
uno en la política, y el otro en la música.
-Sí, de eso me di cuenta después de haber estado con él. Los dos éramos médicos
de formación y los dos nos habíamos dedicado tardíamente a nuestra verdadera
vocación. El empezó con la política cuando tenía casi cuarenta años. Y yo empecé
a vivir de la música a los treinta.

-¿Y cómo se está llevando con el suceso que generó ganar un Oscar?
-Muy bien, pero me tiene agotado. Hace días que estoy con antibióticos y hoy
todavía me falta dar seis entrevistas más: estoy aterrado. Y en cuanto a la
fama, acepto que me atrae, pero no me llena. En la carrera de un músico la fama
puede ser algo incidental pero no una meta; es algo absolutamente ilusorio. Yo
no hago música para que me premien. Y además, el tango tiene razón: "La fama es
puro cuento
".

Desde que ganó el Oscar, Drexler no paró un segundo. En sólo un mes, se presentó en Los Angeles, Miami, Madrid, Zaragoza, San Pablo, Río de Janeiro, Montevideo, Roma, Milán, Torino, Udine y Florencia.

Desde que ganó el Oscar, Drexler no paró un segundo. En sólo un mes, se presentó en Los Angeles, Miami, Madrid, Zaragoza, San Pablo, Río de Janeiro, Montevideo, Roma, Milán, Torino, Udine y Florencia.

Sobre el escenario, Drexler con el Oscar en la mano, a punto de cantar su canción frente a las estrellas de Hollywood. El premio se lo entregó nada menos que el gran Prince.

Sobre el escenario, Drexler con el Oscar en la mano, a punto de cantar su canción frente a las estrellas de Hollywood. El premio se lo entregó nada menos que el gran Prince.

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