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El señor de los martillos

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Giros, dar varias vueltas y ver qué pasa allá afuera. Giros: uno, dos, tres,
cuatro, cinco… pero nada. Juan Ignacio Cerra está allí, bajo el sol de Santo
Domingo, después de, casi, haber agotado sus chances de lanzamiento. Cinco
intentos y ningún resultado satisfactorio… aún. Por eso volvió a tomar el
martillo sabiendo que se había quedado sin margen: última chance para Juan. Y,
de verdad, a ver qué pasa.

Es jueves. Y él, santafesino, 26 años, dueño del récord sudamericano desde que
el 25 de julio del 2001 hizo volar el martillo 76,42 metros, lanza. El último
resto de sus fuerzas viaja en el peso que ahora corta el aire del estadio y va a
hundirse en el césped, allá, mucho más allá de lo que lo había hecho en
cualquier otro lanzamiento de cualquier otro atleta. Allá es 75 metros y 53
centímetros. Cae, el martillo, frente a los ojos de los jueces que miden, que
anotan, que, finalmente, consagran. Después de 40 años, un atleta argentino
vuelve a subir al primer lugar del podio en unos Juegos Panamericanos. Sobre el
pecho de Juan Cerra la medalla de oro resplandece.

"Había hecho una muy buena entrada en calor; sin embargo, no estaba
logrando tirar bien",
dijo Juan, ya fuera de competencia, ya habiéndose
olvidado de los 74,35 metros de su rival directo, el norteamericano James Parker,
que quedó segundo.

Lo logró, el santafesino. Y lo logró a pesar de su destino: el año pasado,
después de estrellarse con su moto y de destrozarse la rodilla derecha, nadie
creía, no que se fuera a quedar con el oro en Santo Domingo, sino que pudiera
volver a competir. Pero volvió. A fines del 2001, contra muchos pronósticos
médicos, ya lo estaba haciendo. Viajó a Italia. Se preparó, "de la mejor
forma
", según él mismo dijo.

Y llegó a Santo Domingo a buscar su techo, "pero no lo encontré", dice, a
pesar de haber ganado el oro, "porque el atletismo es, antes que nada, la
constante autosuperación del atleta, que compite contra sí mismo todo el tiempo.
Yo quedé lejos de mi mejor marca, y eso no lo puedo obviar. De todas formas, el
logro es importante y me pone feliz". Se autoexige, Cerra. Y también se lamenta
porque, a pesar del puesto alcanzado, la marca lo deja afuera del próximo
Mundial de Atletismo en París 2004. "Hubiera preferido meter la marca antes que
ganar el oro
", dice, sincero.

Es profesor de Educación Física, Cerra, y vive de las becas que le otorgan
algunos organismos, como la Secretaría de Deporte de la Nación, que lo subsidia
con 1.000 pesos mensuales, o de la provincia de Santa Fe, con 300 pesos. Aunque
el gran sostén lo recibió del Comité Olímpico Argentino, que le proveyó 7 mil
dólares hasta estos Juegos Panamerianos. "No me puedo quejar, tengo todo el
apoyo que un atleta necesita"
, dijo. A lo mejor por eso mismo es que esta
vez se vieron los resultados.

Cerra se esfuerza bajo el cielo dominicano. Ya había ganado la de bronce en Winnipeg 1999. Esta vez superó al norteamericano James Parker, su rival directo, y se quedó con toda la gloria. Abajo, el ganador y su bandera.

Cerra se esfuerza bajo el cielo dominicano. Ya había ganado la de bronce en Winnipeg 1999. Esta vez superó al norteamericano James Parker, su rival directo, y se quedó con toda la gloria. Abajo, el ganador y su bandera.

Juan, la sonrisa leve, la felicidad en la cara, acaba de ser premiado con la medalla de oro. Delante, la bandera argentina flamea más alto que ninguna otra.

Juan, la sonrisa leve, la felicidad en la cara, acaba de ser premiado con la medalla de oro. Delante, la bandera argentina flamea más alto que ninguna otra.

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