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El señor de los huskies

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El hombre de las nieves nació en Tandil. No es abominable pero no puede disimular
su carácter, cuanto menos, huraño. Vive entre los valles más australes del mundo, a 20 kilómetros de Ushuaia. Viste guantes de castor y un gorro hecho con piel de zorro, con el sello
made in Alaska. Tiene por mascota un lobo polar y, pese a llevar una vida de perros, todos aquí lo llaman
El Gato.

Pedro El Gato Curuchet tenía ocho años cuando dibujó el cuadro que hoy pende sobre su chimenea. Apenas una precaria cabaña junto a un arroyo, un cerco prolijo y un arbolito color rosa. Todo cubierto de una nieve que entonces imaginó blanca y radiante. En colores y aunque con trazos infantiles, la pintura resultó una premonición.
"Mi vieja dice que tuve una visión", insiste ahora. En "el
norte"
, El Gato trabajó en el campo tandilense junto al resto de su familia. Aprendió de hacienda, marcas y herrajes. Pero cuando cumplió los 18, le llegó el servicio militar en la Marina, más precisamente, en Mar del Plata. Tras la baja, decidió buscar la aventura. Entonces,
El Gato eligió la Ruta Nacional 3 con rumbo a Ushuaia. Allí, pretendía abordar un barco que lo transportase hasta
su destino final: Alaska. Como medio de locomoción eligió la solidaridad e hizo
"dedo". Ya no recuerda fechas precisas, pero sí que debía abordar su barco un miércoles. La caridad de los camioneros quiso que
El Gato llegase a Ushuaia algunos días antes. Fue recibido con una nevada, la primera de toda su vida.

El Gato recorrió los bosques y valles australes, y se conmovió frente a la naturaleza en su más puro estado. Con su enorme mochila en la espalda, el miércoles se presentó en el puerto.
"Su barco adelantó su partida: salió ayer", le dijeron. Y si bien mantenía su pulgar aún intacto, prefirió probar suerte en Ushuaia antes de regresar a casa. Compró un velerito y, de boca de los viejos pescadores de centollas, conoció los secretos del canal de Beagle. Al poco tiempo ya realizaba
travesías marítimas para los turistas más osados. Luego improvisó cabalgatas en la cordillera, hasta que vendió su tropilla y con los beneficios construyó su cabaña en el medio del bosque, lejos de la ciudad. La montó junto a un arroyo y la rodeó con un cerco. Sin electricidad ni agua potable, por supuesto. Y jamás consiguió el árbol rosa. En Ushuaia conoció a Carmen, una empleada de la entonces estatal
Aerolíneas Argentinas. "Le pedí un pasaje al corazón y me lo vendió", asegura
El Gato sin ponerse colorado. Del matrimonio nacieron dos hijas, las que lo obligaron a ampliar la cabaña. Diecisiete años atrás, Carmen le regaló su primer perro siberiano. Y
El Gato comenzó entonces a desarrollar lo que llama su gran pasión: la cría de perros aptos para tirar trineos.

Sus primeros dos años en la actividad fueron bravos. "Me sentía un b… total: sabía domar un caballo, pero no podía dirigir a una tira de
perros"
, ilustra El Gato. Entonces fue cuando decidió realizar el tan postergado viaje a Alaska. Lo habló con su señora. Discutieron. En su alegato, Curuchet agregó expresiones como
"vacaciones románticas". Finalmente conciliaron: una semana en Cancún y otra en Alaska. De las costas mexicanas,
El Gato apenas recuerda sus tardes abrazado el aire acondicionado. "Acabemos con esta tortura: vamos a
Alaska"
, imploró a los dos días. En el extremo norte del mundo aprendió a fabricar trineos, hacer arneses, trazar tiros y manejar.

De regreso en Ushuaia, aplicó los secretos incorporados y todo comenzó a funcionar bien. Se perfeccionó luego en Europa y en los Estados Unidos,
donde convivió con esquimales. Y se descubrió "bueno" para las carreras largas, las travesías.
"La vueltita rápida no es para mí", insiste aún hoy.

En marzo último, luego de correr tres carreras clasificatorias y con el respaldo del gobierno de Tierra del Fuego,
El Gato Curuchet participó de Iditarod, la competencia más importante del deporte de trineos con perros. Durante 14 días en Alaska, recorrió
1800 kilómetros junto a los mejores del mundo. Frente a la atenta mirada de búfalos, alces y renos, soportó temperaturas inferiores a 35 grados bajo cero. Calzados con escarpines, sus 16 perros
-"25 metros de perro", insiste- siguieron la huella de una moto de nieve. Durante la travesía,
El Gato cambió 1300 "botitas", y luego de socorrer a otro competidor fue distinguido como
"el deportista del año". Americanos y europeos se sorprendieron al ver su habilidad para arreglar su trineo con alambres. Típicamente argentino.

El hombre de las nieves hoy tiene 60 perros. Conoce el nombre de cada uno -tanto como el de sus respectivos padres-, su época de celo y lo distingue por sus ladridos.
"Como en una familia. Porque ésta es mi familia".
Curuchet aprendió a criar sus <i>siberian huskies</i> en Alaska. Allí, obtuvo los secretos de los esquimales. Y trajo consigo a su más curiosa mascota:<br />
un lobo polar llamado <i>Eco</i>.<br />

Curuchet aprendió a criar sus siberian huskies en Alaska. Allí, obtuvo los secretos de los esquimales. Y trajo consigo a su más curiosa mascota:
un lobo polar llamado Eco.

En sus aventuras, Curuchet conoció el mundo. En marzo último viajó a Alaska y participó de la carrera más importante de la disciplina: <i>Iditarod</i>, una travesía de 1800 kilómetros.

En sus aventuras, Curuchet conoció el mundo. En marzo último viajó a Alaska y participó de la carrera más importante de la disciplina: Iditarod, una travesía de 1800 kilómetros.

<i>Pro Plan Sled Dog Challenge</i> es una carrera fantástica. Los protagonistas serán 160 huskies (perros nórdicos) que tirarán de los trineos de 15 equipos de distintas partes del mundo.

Pro Plan Sled Dog Challenge es una carrera fantástica. Los protagonistas serán 160 huskies (perros nórdicos) que tirarán de los trineos de 15 equipos de distintas partes del mundo.

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