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El recuerdo de sus íntimos

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Fue idea de Francis Btesh (26), el hijo mayor de Patricia Miccio, reunir a los verdaderos afectos de su madre para darle el homenaje que ella hubiese querido. Apenas dos días después de la muerte de la querida conductora y modelo, convocó a sus tías, a las amigas que estuvieron junto a su mamá hasta el último momento, y a su gran amor, Beto Vijnovsky, para recibir a GENTE en el living de su casa de Libertador y Scalabrini Ortiz. Con las heridas aún abiertas, pero entero, eligió no hablar sino a través de esas personas con las que Pato compartió la vida, para recordarla como era: una mujer linda, elegante, fuerte, solidaria, luchadora, con la mirada siempre hacia adelante, profundamente creyente, digna, “una gran mujer debajo de esa mujer linda”.
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LA FAMILIA. Cuatro mujeres fuertes eran las Miccio. Cuatro hermanas, unidas, sonrientes, en un buen momento, en un lugar que amaban. “Esa foto es la verdad de nuestra vida, refleja lo que somos. Esas que están en la foto somos nosotras cuatro”, dirá Silvia, y señalará la imagen en la que se las ve posando en Punta del Este para una producción de GENTE. “Nosotras cuatro” son ella, Silvia –la abogada de la familia–, Cecilia –diseñadora, para la que Patricia hizo sus primeros desfiles–, y Gloria y Pato, las mellizas, las menores, siempre juntas “desde la nada”.
Cecilia: No nos cayó la ficha todavía...
Silvia: Somos cuatro hermanas muy unidas en el amor y el respeto, y la falta de Patricia es un lugar que no se va a cubrir nunca. Es como una pata que le falta a la mesa: estamos todas tambaleando y tratando de sobrellevar la pérdida. Hemos sido privilegiados: formamos una familia muy unida, con mucho amor, y eso se pone en evidencia en momentos como éste.
Cecilia: Silvia no tiene chicos, pero Gloria y yo tenemos hijos grandes, y los chicos nos demostraron que captaron ese ejemplo de la unión de la familia todos estos días en que estuvieron acá, firmes, acompañando a sus primos y tratando de apoyarlos, de contenerlos.
Silvia: Cuando yo decía que no había tenido hijos, Patricia me contestaba: “No te preocupes; somos cuatro hermanas y tenemos ocho hijos”. Más allá de la lucha con su enfermedad, creo que somos una generación de mujeres acostumbradas a la pelea, a sobreponernos. Creo que somos cuatro mujeres fuertes. Patricia era una mujer con valores, y es bueno poner eso de relieve en un momento en que están tan ausentes.

–Además del valor de la familia, Patricia tenía una fe muy profunda, de la que hablaba mucho...
Silvia: ... y que compartimos todas.
Cecilia: Patricia era muy mariana. La imagen de la Virgen era para ella lo más importante. Por eso hizo ese programa tan fantástico (Todos santos), del que todavía hoy la gente sigue hablando.

–Decían que todavía no les cayó la ficha, aunque fueron muchos años de lucha contra la enfermedad...
Gloria: Fue mucho sufrimiento, pero no nos cayó la ficha de que no esté más acá, con nosotras.
Cecilia: Y además, no fueron doce años de enfermedad, porque ella estuvo diez años bien, diez años en que pensábamos que estaba curada. O sea que eso que han dicho, que hace doce años que padecía cáncer, no es así. Ella se curó, y la recaída fue en diciembre de 2009.
Silvia: Pero tuvo nueve años de vida absolutamente sana. No tuvo ni quimio, ni nada más que los controles de rutina de prácticamente cualquier mujer.
Gloria: Si había alguien que se cuidaba era Patricia, porque al primer síntoma, cualquier dolorcito ínfimo, ella estaba en el médico. Era muy respetuosa de los controles y hacía caso a los doctores.
Silvia: Lo que le pasó a Patricia no tiene que disparar una suerte de pánico entre toda la gente que está transitando la enfermedad que ella tuvo. Patricia estuvo sana y vivió plenamente durante nueve años, y tuvo la mala suerte de que en un caso entre tantos miles ella tuviera una recidiva.
Cecilia: El cáncer que sufrió era muy agresivo.
Gloria: Pero lo que ella trataba de evitar era que la gente que pasa por lo mismo tuviera miedo. Por eso no quería que supieran lo de la recaída: para no asustar a nadie.
Silvia: Tuvo la mala suerte de que le volviera en forma muy agresiva, pero en realidad vivió años muy plenos, muy felices, muy entera. Creo que la primera etapa de la enfermedad le dejó una enseñanza: su amor por el presente, por disfrutar de la vida, por compartir. Todo eso tiene que ver con el replanteo que deja una enfermedad como ésta, en la cual uno se pregunta por qué y para qué. Patricia era una mujer muy optimista: siempre le encontraba el lado bueno a las cosas.
Cecilia: Y sobre todo quería a la gente. Se llevaba bien con el mundo. Patricia tenía un magnetismo especial. La gente se le acercaba, y si los conocía, ella siempre tenía algo agradable que decirles o preguntarles. Yo la acompañé alguna vez a lo de Margarita Barrientos, a Los Piletones, y era impresionante: los chicos, los grandes... Tenía un amor especial por los chicos.

–¿Se daba cuenta de que lo de ella era terminal? ¿Pudo pedirles cosas para cuando ya no estuviera?
Cecilia: No a nosotras. Pero era muy inteligente, y se daba cuenta.
Gloria: Se daba cuenta y nos cuidó mucho a nosotros. Nunca nos quiso transmitir sus angustias. Ella siempre cuidó al otro. A veces la llamabas por teléfono y tenía ese “hola, ¿cómo estás?” alegre, con buena voz.
Silvia: O decía: “Chicas, quédense tranquilas que no hay nada. Está todo bien”. Siempre cuidando, no sólo a nosotras, sino también a sus amigas. Ella era así. Fue una mujer poderosa, que usó el poder para hacer cosas buenas por los demás. El poder no es ni bueno ni malo: depende cómo se lo use, y ella lo usó para bien.

–Ella contaba que ustedes se reunían siempre, todos los domingos. Decía “somos como los Campanelli, somos un clan”...
Cecilia: Un clan: ésa es la definición perfecta, así funcionamos. Nos juntábamos a almorzar los sábados o los domingos. Siempre pasábamos las Navidades todos juntos...
Gloria: Pero la que organizaba siempre todo era Patricia. Ella se ocupaba, digitaba: “A ver chicas, qué hacemos?”, decía

–Los hijos de Patricia, Francis (26) y Axel (16), son chicos. ¿Con quién van a vivir ahora?
Cecilia: Con los chicos está todo bien. Está todo organizado. Ellos tienen a su papá (Louis Btesh). Francis todavía está acá. El chiquito está en la casa del padre y el grande quizás también vaya a vivir con ellos, porque quiere estar cerca de su hermano.

–Gloria, vos como melliza, ¿tenías una conexión especial con Patricia?
Gloria: Cada una tenía su vida totalmente diferente, pero siempre estábamos al pie cuando nos necesitábamos. Ella era muy solidaria, y yo también.
Silvia: Nosotras, que somos un poco más grandes, vimos un poco la idea de mamá y papá que era que cada una pudiera tener su propia identidad. Iban al mismo colegio, pero en distintas divisiones; una siguió bachillerato y otra comercial. Trataron de evitar eso de la simbiosis del mellizo. No sé si se llegaron a vestir iguales...
Gloria: Sólo hasta los nueve años, hasta la Comunión. De chicas desfilábamos en el colegio las dos, y yo decía que iba a ser modelo. Pero Patricia siempre estaba impecable. Llegábamos del colegio y ella se bañaba, se vestía como una lady, se maquillaba, se hacía su rodete, las uñas pintadas, y se sentaba en el sillón del living a leer una revista. Y yo eran las siete de la tarde y seguía con el uniforme puesto, las medias caídas... Eso te pinta bien la diferencia.
Silvia: Sí, total. Se trató de que cada una tuviera su propia identidad. Y de hecho las dos tienen, han tenido, distinta personalidad, siendo entrañablemente unidas. No te olvides de que vinieron al mundo juntas. Lamentablemente Patricia se fue sola... Gracias a Dios nos dejó a Gloria. Es un tránsito complicado.
Gloria: Es muy doloroso. Estuvimos juntas desde la nada y ahora me quedé solita.
Cecilia y Silvia: Nos tenés a nosotras...
Gloria: Ya sé. Pero no es por ustedes. A mí me duele porque los cumpleaños eran juntas, por más que Patricia hacía sus reuniones yo siempre estaba presente. Apagábamos las velas juntas. Y el último cumpleaños (el 29/3, una semana antes del desenlace) me dolió mucho no haberlo podido hacer.
Cecilia: Sí, porque Pato se sintió cansada... Pidió ir a su cuarto y todavía no había apagado las velitas.
Gloria: Yo pedí que no tocaran la torta, y cuando vine al día siguiente le dije que nos había quedado algo pendiente. Y ella me contestó: “No importa”. Pensé “Bueno, ya está”. Todo eso es difícil: el tránsito del primer año, de las primeras fiestas, del primer cumpleaños que va a ser sola. Y todo eso hay que pasarlo. Después, la vida te lleva a que forme parte de un buen recuerdo... Es como todo: cuando se pierde a un ser querido todas esas fechas te duelen, te mueven, y la extrañás aunque la vida siga. Pero el tiempo ayuda.
Cecilia: El tiempo y la tranquilidad, y la paz de saber que está muy arriba.
Silvia: Hay gente que ya está rezando. Le rezan a ella como a un ángel. Tenemos una sociedad que necesita ejemplos, y los valores se encuentran en las cosas simples. Patricia era una persona que transmitía valores. Es bueno que se difunda lo que es una vida con valores, en una sociedad donde las cosas se ponen en donde no se tienen que poner.
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SUS AMIGAS. La “mesa chica”, o el “núcleo duro”, como le dicen ellas. Evangelina Bomparola, Teresa Frías, Mary Vigil, Ana Alazraki, Graciela “Grace” Ratto y Ada Mazo. Con ellas Patricia compartió muchos de los mejores momentos de su vida, y también los más difíciles. Cuando su enfermedad avanzó, se turnaron de a dos para acompañarla a quimioterapia, y cambiaron las comidas semanales por tés en su casa después de cada sesión.
Ana: Creo que soy una de las más viejas amigas de Pato, una especie de hermana elegida. Fue una vida entera entretejida con ella. Compartíamos todo; la crianza de los chicos, confidencias, secretos... Aprendí de ella eso de ir siempre al frente, de no detenerse en el dolor... o sí... pero un ratito. Pato podía disociarse. Siempre me quedó la intriga de hasta cuánto sabía, si sabía, si se hacía la que no sabía, hasta cuánto quería saber. Y una de las cosas que más me impactaron estos últimos días de todo lo vivido al lado de ella, fueron las últimas palabras que me dijo: “Dejame sola, sola... Ustedes comprenderán”. Ahí entendí que me tenía que ir para dejarla irse. Ahí me fui, para después verla ya en coma. La vi ya con la respiración entrecortada, la noche en que murió. Y cuando volví a la mañana siguiente la encontré con una sonrisa. Así se fue, en paz. Pato se había aliviado de esa presión que tenía y se recompuso su belleza. Hablo del principio y del final. En el medio hubo de todo: cocinar juntas, pijamas party, acuerdos, desacuerdos, peleas...

–¿Por qué cosas peleaban?
Ana: Y... Pato era mandona, muy mandona.
Teresa: ¡Con todas!
Evangelina: Sacaba su dedo...
Grace: Y era imposible decirle que no; ella te convencía.
Ana: Tenía una cosa que a mí me podía, yo no le podía decir que no. Me tocaba acompañarla a una fiesta o a un desfile que no me importaba nada, con un vestido de ella... O me llamaba y me decía: “Anita, ¿me mandás 80 pañales descartables y 40 latas de duraznos para el hogar tal?”. Esa era la cosa linda, porque yo gracias a ella hacía la caridad que a mí no me salía hacer, o no tenía tiempo, o me hacía la boluda. Pato no se hacía la boluda con nada.

–Decían que no sabían cuánto sabía y cuánto no sobre lo avanzado de su enfermedad... ¿No hablaban con ella de ese tema?
Teresa: No. Ella no quería.
Evangelina: Entendimos que no quería saber. Cuando estábamos juntas hablábamos de revistas, de moda... Le hacíamos todos los cuentos de alguna fiesta con sus personajes. De alguna manera nos pedía no tocar el tema.
Ana: Tratábamos de despatetizar en todo momento, de reírnos. Las charlas eran con mucho humor.
Mary: Pato era una persona que se bebía la vida, la amaba. Tenía un entusiasmo, un empuje, una seguridad... Iba para adelante, siempre con ganas. Sonreía con los ojos. Yo no conozco una expresión igual. Te contagiaba las ganas de vivir.
Evangelina: También estaba su mensaje permanente con el tema de esta enfermedad de mierda, ingrata, injusta, jodida, perversa... No sé, no importa... todo lo peor que existe sobre la Tierra. Le preocupaba todo el tiempo ayudar a la gente dando un mensaje de esperanza. Decía que tener cáncer no significa morirse, que hay tratamientos, que se puede prevenir, que hay que hacerse los estudios. Y ayudó a un montón de personas. Hoy lloraba conmigo una clienta mía que me contaba que su marido estuvo acá comiendo con Pato cuando se enteró de que tenía cáncer, y ella le dijo “vos tenés que hacer esto, lo otro...”. Y el tipo se curó y está perfecto, cuando le habían dado dos meses de vida. Pato sacaba vírgenes, rosarios, agua bendita... Tenía mucha fe. Esa era como su insignia, como si ella tuviera una misión, como si se hubiese puesto el uniforme de soldado de la lucha contra el mal. Cuando la engancharon en la puerta de la peluquería y publicaron la foto con el título “La enfermedad terrible”, lo primero que me dijo cuando me llamó fue: “¿Qué van a pensar las personas que yo estoy ayudando cuando lean que me estoy muriendo? Es un mensaje pésimo para todo lo que yo estoy tratando de hacer por esa gente que está pasando por el mismo trance que yo”.
Ana: Yo la he escuchado diciéndole a alguien en la calle: “A mí me pasó esto porque tuve mala suerte, pero a vos no te va a pasar lo mismo”.
Eva: Le mandaban mails, la llamaban. Y ella se ocupaba de responderles a todos.
Mary: Pato era una persona súper generosa. Se acordaba de todo el mundo. “¿Necesitás un par de zapatos, un vestido, un consejo, una medalla, un café...?”.
Ana: ...o dinero para estudiar, para un tratamiento... Era madrina de chicos, de instituciones. ¡Le encantaba ser madrina!
Evangelina: Cuando me fui a Nueva York por la Semana de la Moda me llamaba todos los días, porque a mí me salta la cadena y a veces pierdo un poquito el control. Y ella me decía: “Evuchi, no te enganches. Vos sos una lady, no putees con nadie”.
Teresa: Cuidándote. Porque te estaba cuidando siempre.
Ana: Y el último tiempo, cuando estaba más caída y no podía levantarse tanto, nos pedía que le contáramos. Era como vivir las cosas que le gustaban a través nuestro. Entonces le contábamos, “fuimos a tal fiesta, vimos a fulano”... Y con lo de Eva fue bárbaro, porque lo de Nueva York lo vivió como propio.
Evangelina: Aparte, con esto del chat de Blackberry, me aparecía Pato todo el tiempo. “Y ahora qué estás haciendo?”. Entonces yo le contaba que estaba probando, me quejaba de la modelo... y ella me decía “tranquila, tranquila...”.
Ana: Y esas cosas la hacían salir de su enfermedad.
Teresa: Pato nos inyectaba, nos proyectaba. “¿Y cuándo es ArteBA? ¿Quiénes van a exponer?”, me preguntaba cuando no podía casi hablar.
Grace: Era una reina, y vivió como una reina.
Evangelina: Con la dignidad de una reina.
Mary: Hace poco queríamos salir a tomar algo y dijimos: “Vamos a Volta, que queda acá cerca”. “No –dice Pato–, vamos al Alvear”.

–¿Cómo enfrentó la enfermedad en la intimidad?
Teresa: La quimio casi era un festejo. Veníamos todas a tomar el té y parecía que no le pasaba nada.
Ana: Ibamos de a dos a acompañarla. Llevábamos revistas, leíamos chimentos, y después comprábamos sándwiches y medialunas. Pato cargaba todo y veníamos por acá.
Grace: Y tomábamos el té acá, en este living donde estamos ahora.
Ana: La comida semanal de amigas que hacíamos se transformó en el té de la quimio.
Teresa: No es tan común enfrentar lo que enfrentó Pato y tener la generosidad para ayudar al prójimo, pero al prójimo con nombre y apellido, y seguir esa obra. Ella aparecía en fotos de muchas obras “prensables”, pero hizo quince veces más –y me estoy quedando muy corta– por gente que nadie sabe. Si ella sabía que alguna estaba con algún problema te tocaba el timbre, te sacaba de la cama y te obligaba a levantarte. En todos los órdenes de la vida, Pato no se detuvo nunca a mirar para atrás. Y la verdad, hoy me cuesta mucho este tránsito. Nos está costando a este grupo chico que Pato nos decía que éramos sus hermanas elegidas. Nos cuesta separarnos. Necesitamos vernos, tenemos un chat abierto, contándonos todas las cosas que nos pasaron. Nos reímos, lloramos... Nos dejó un montón de cosas, y nos dejó además una amistad muy fuerte entre nosotras. Nos dejó a Beto, que es como un hermano, es familia. Lo que hizo Beto... Yo se lo escribí: sonará medio cache, pero yo le decía que no le bajó la Luna porque quedaba lejos. Le dio todo. Nosotros hemos visto actos de una generosidad y entrega que no existe.
Evangelina: ¿Sabés qué fue la historia de Pato y Beto? Fue como cuando yo era adolescente y veía esas películas de amor, y pensaba: “Yo quiero vivir una historia de amor así”. Y después cuando vas creciendo decís: “Bueno, no existe”. Ahora sé que existe: conocí una historia de amor como en las películas.
Teresa: Ella tuvo la suerte de volver a enamorarse.
Grace: ¡Y de qué manera! Estaba tan feliz, y viajó, y se divirtió. Y vivió intensamente ese amor con Beto.
Evangelina: Beto no dejó de dormir al lado de ella una sola noche. Había gestos de una nobleza, de una cosa casi sagrada.

–¿Cómo fue el último tiempo juntas?
Teresa: Nosotras le decíamos mucho a Pato lo bien que estaban los chicos. Es lindo verlos como están ahora, enteros, y deben estar infinitamente orgullosos, porque como hijos yo creo que el recuerdo va a ser tristísimo –es muy injusto que una enfermedad se lleve a tu madre cuando tiene 56 años y las ganas que tenía Pato de vivir–, pero lo que les dejó... No me imagino lo que van a sentir con el tiempo, el orgullo de saber que Pato recogió todo lo que sembró. Creo que se hubiera sorprendido de ver hasta qué punto la gente la quería.
Ana: La primera vez que la operaron fue el 21 de febrero de 2000. Y en estos once años Pato se separó, se enamoró...
Teresa: Vivió.
Mary: Puso su negocio, Takkai, que era el sueño de su vida.
Evangelina: Escribió un libro.
Grace: Estaba muy contenta, porque a Axel le estaba yendo bien en el colegio y Francis tenía su trabajo que había conseguido por sus propios medios. Estaba muy orgullosa de sus hijos.
Teresa: Yo creo que Pato fue muy feliz, inmensamente feliz.
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EL AMOR. Beto Vijnovsky y Patricia se conocieron en 2003 en los pasillos de Canal 9. El era el dueño del canal cuando ella hacía Cotidiano. Se encontraron un año después y fue un amor incondicional, adulto, donde cada uno tenía su espacio –nunca convivieron más que en las vacaciones–. Compartieron todo: el trabajo, los viajes, las cruzadas solidarias, las amistades, la felicidad enorme de haberse encontrado “en una etapa madura”, y la lucha. No hubo votos entre ellos, y sin embargo cumplieron al pie de la letra con el mandato de estar juntos para amarse y respetarse “en la salud y en la enfermedad”.

–¿Cómo era Patricia?
–(Se emociona) Me parece que Pato fue una gran mujer. Era mucho más profunda de lo que aparentaba en los medios, donde a veces también se mostraba profunda. Pero ella tenía una solidaridad enorme.

–¿Qué te enamoró de ella, más allá de que fuera una mujer espléndida?
–Nos encontramos en una etapa madura y muy linda. Ella era muy cálida, muy simpática, muy genuina. Cosa que me sorprendió, porque yo conocía la otra parte nada más, que era una mujer linda y fashion. Yo vengo de un lugar totalmente distinto, y entonces pensé que me había encontrado con una gran mujer debajo de esa mujer linda. Una gran mujer.

–Sus amigas hablan de un amor enorme, que compartieron viajes, proyectos...
–Viajamos mucho. Yo represento a compañías europeas y tengo que viajar, y entonces aprovechábamos los viajes para trabajar y acompañarnos.

–Ustedes no vivían juntos.
–No, yo vivo a cuatro cuadras de acá, en Libertador y Lafinur. Cada uno mantuvo su espacio. Vivíamos juntos en verano, en José Ignacio, y obviamente cuando viajábamos. Pero los dos respetamos la vida anterior del otro.

–Sin embargo, los últimos meses dormiste acá, con Patricia.
–Cuando se enfermó, la última parte. La realidad es que Pato me pide que duerma con ella cuando empieza en la etapa del tratamiento que fue el final, los últimos seis meses. Y yo lo hice.

–¿Hablaban de la muerte? ¿Tenía miedo?
–Sí, conmigo sí. Nosotros hablábamos de todo. Ella tenía siempre fe, era una gran luchadora. Yo lo único que hice fue ser un bastón.

–¿Pensás continuar con las causas que promovía Patricia?
–Yo ayudo a dos entidades. No me gusta decirlo, pero ella sabía y me acompañaba. Y pienso hacer en su nombre alguna cosa importante por las entidades que ella ayudaba. En honor a ella.

–Te vi muy contenedor con Francis. ¿Vas a estar cerca de los chicos?
–Sí, pero ellos tienen a su padre. Y siempre lo respeté, como Pato respetó a la madre de mis hijos. Yo estoy para ayudar, no para involucrarme donde no debo.

–Las amigas de Patricia dicen que ustedes eran muy parecidos en su manera de ver el mundo, y que en vos ganaron un amigo.
–Es cierto. Es así. Yo tuve la suerte de conocer a sus amigas del alma, que están conmigo, y yo con ellas. Así que todos los días agradezco. A pesar de haber perdido a mi madre hace quince días y a ella ahora, la vida me dio demasiado. Estuvo bueno. Y a Pato me la quedo acá (se toca el corazón). “La gente ya le está rezando. Le rezan a ella como a un ángel. Tenemos una sociedad que necesita ejemplos, y Patricia era una persona que transmitía valores”, dice su hermana Silvia.

“La gente ya le está rezando. Le rezan a ella como a un ángel. Tenemos una sociedad que necesita ejemplos, y Patricia era una persona que transmitía valores”, dice su hermana Silvia.

Cecilia, las mellizas Gloria y Patricia, y Silvia, en una de sus fotos preferidas, en Punta del Este.

Cecilia, las mellizas Gloria y Patricia, y Silvia, en una de sus fotos preferidas, en Punta del Este.

Con sus hijos, Axel y Francis. En el último tiempo estaba muy contenta, porque Axel había aprobado todas las materias en el colegio y Francis tenía su trabajo, que había conseguido por sus propios medios, cuentan sus amigas.

Con sus hijos, Axel y Francis. En el último tiempo estaba muy contenta, porque Axel había aprobado todas las materias en el colegio y Francis tenía su trabajo, que había conseguido por sus propios medios, cuentan sus amigas.

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