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El príncipe encontró a su princesa

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Aquel momento que tantas veces había anhelado Mónaco e imaginado el mundo empezó a cristalizarse cuando, vestido con el uniforme de verano del Cuerpo de Carabineros, el príncipe Alberto II, único hijo varón de los desaparecidos Grace Kelly y Raniero III, llegó al Palacio Real para dar el “sí” ante Dios y ante 825 exclusivos invitados. Entre ellos, 22 representantes de casas reales –incluida nuestra Máxima Zorreguieta, por supuesto–, el presidente francés Nicolas Sarkozy, Naomi Campbell, Roger Moore, Giorgio Armani, y varios grandes etcétera.

Dos minutos pasaron hasta que, al son de Celebration –extracto de Standing Stone, la composición clásica de Paul McCartney–, Charlene Wittstock caminó del brazo de Michael, su padre, y develado ya el secreto de su look, by Armani, los novios se encontraron con el arzobispo de Mónaco, monseñor Bernard Barsi; con Chris Levine, primo hermano de Alberto, hijo de Lizzane, hermana de Grace Kelly, como padrino por el novio, y Donatella Knecht de Massy, sobrina política de Alberto –por parte de Antoniette, hermana de Rainiero–, como madrina.

La ceremonia comenzó con un saludo a los novios en áfrikaans, uno de los idiomas de Sudáfrica derivado del holandés, como gesto hacia la Princesa, que apenas habla francés, idioma en el que se ofició el rito. La primera lectura se oyó en la voz de Pauline Ducruet, hija mayor de Estefanía, y la segunda, en la de Charlotte Casiraghi, la otra sobrina de Alberto.

El pasaje evangélico de las bodas de Caná fue seguido por una homilía en la que se mencionó más de una vez la palabra “fidelidad”. Además, Alejandra de Hannover y Camila Gottlieb, las hijas menores de Carolina y Estefanía (en ese orden), leyeron las intenciones, y unos minutos después, monseñor Barsi concretó el gran momento: la unión de los novios ante Dios y la Iglesia Católica –credo que Charlene adoptó para casarse–. El “sí” de la pareja resonó por todo el Principado. Luego, el intercambio de los anillos, de oro blanco y platino. Charlene, muy seria y algo triste, besó al Príncipe, dos décadas mayor que ella: 53 contra 33.

Como otro guiño a la ex nadadora, similar al Adiós, Nonino del casamiento de Máxima de Holanda, la sudafricana Pumeza Matshikiza entonó el pegadizo himno Click Song, que el padre de la Princesa acompañó... bailando. Pero eso no fue todo en cuanto a la música: el Ave María, en la voz del tenor Andrea Bocelli, creó un clima de gran emoción.

Terminada la misa, poco después de las seis y media de la tarde, los príncipes salieron a la plaza, recibieron los vítores de sus súbditos, y a bordo de un Lexus LS 600h L, auto híbrido (no daña al medio ambiente), pusieron proa hacia la Iglesia Santa Devota, donde la Princesa ofreció su ramo a la patrona de Mónaco y no pudo contener las lágrimas. Luego, vuelta al palacio para seguir ilusionando al pueblo con aquello que Charlene tal vez pueda ofrecerle a Mónaco: un heredero para el trono, el más antiguo y uno de los más opulentos de Europa. Alberto II y Charlene Wittstock, en el altar del Palacio del Principado, antes de que ella se quitara el velo para  dar el mutuo consentimiento.

Alberto II y Charlene Wittstock, en el altar del Palacio del Principado, antes de que ella se quitara el velo para dar el mutuo consentimiento.

Bajo los 30ºC del verano mediterráneo, Michael Wittstock conduce a su hija por la Plaza del Principado para entregarla a Alberto II, de la dinastía Grimaldi. Detrás, las niñas del cortejo.

Bajo los 30ºC del verano mediterráneo, Michael Wittstock conduce a su hija por la Plaza del Principado para entregarla a Alberto II, de la dinastía Grimaldi. Detrás, las niñas del cortejo.

Intercambio de anillos y salida a través de la plaza, con el cortejo de damas de honor que no eran de la familia, sino chicas del pueblo, vestidas con trajes típicos de la región como símbolo de participación popular. Para ir hasta la Iglesia Santa Devota a ofrecer el ramo, los novios usaron un Lexus LS 600h L, auto híbrido que protege el medio ambiente. Alberto II es fanático de la ecología.

Intercambio de anillos y salida a través de la plaza, con el cortejo de damas de honor que no eran de la familia, sino chicas del pueblo, vestidas con trajes típicos de la región como símbolo de participación popular. Para ir hasta la Iglesia Santa Devota a ofrecer el ramo, los novios usaron un Lexus LS 600h L, auto híbrido que protege el medio ambiente. Alberto II es fanático de la ecología.

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