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El partido perfecto

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Argentina toca la pelota como si se tratara de un entrenamiento ante sesenta mil almas, y los hinchas de Serbia y Montenegro se ponen de pie y aplauden. A los pocos minutos ensayan el ritual característico hacia sus equipos: extienden sus brazos y los mueven de arriba hacia abajo, en señal de reverencia. Ellos, que antes de que comenzara el partido habían silbado nuestro Himno Nacional e insultado a Maradona cuando apareció en la pantalla gigante, terminaban rendidos y admirados. “Lo que más me duele no es haber quedado fuera del Mundial, sino haberlo hecho con semejante paliza”, sintetiza desahuciado en su butaca de prensa Kader Kone, un periodista serbio-montenegrino.

Ese fue el termómetro de un partido donde 25 mil hinchas argentinos –casi la mitad del estadio– disfrutaron de una goleada histórica, inolvidable, plena. La misma en la cual Esteban Cambiasso marcó, después de 26 toques, el que tal vez sea elegido como el mejor gol del Mundial de Alemania: “Estoy contento. Me gustaría sentarme delante del televisor y volver a verlo. Se lo quiero dedicar a Lucho (Luis González), que lamentablemente tuvo que salir lesionado”, comentaría el volante del Inter, contestando entrevistas en inglés, italiano y español, claro.

Sin dudas, la clasificación de Argentina para octavos de final estuvo marcada por una sola palabra: baile. Porque la gente, que otra vez, como en el primer partido en Hamburgo, se acercó de forma masiva hasta el estadio Arena AufSchalke (totalmente techado, uno de los más lindos de Alemania, con una acústica parecida a la Bombonera de Buenos Aires), alentó durante los noventa minutos con gritos, aplausos, bombos, redoblantes, cornetas y banderas. Y aunque las tribunas estaban divididas en cuatro colores, y todos los hinchas tenían su asiento asignado, a los controles de seguridad se les hizo imposible hacer respetar algo tan sencillo como las ubicaciones. “No entiendo a los argentinos. Pueden ver el partido sentados cómodos y sin embargo prefieren juntarse todos en un sector para saltar y cantar”, cuenta uno de los alemanes encargados de la puerta U de color verde, cuando comprobó que una tal Susana Giménez no podía encontrar su asiento, obstaculizada por una decena de fanáticos vestidos con camisetas celestes y blancas que habían copado las escaleras y no dejaban de tocar el bombo.
Pero el baile no está sólo en la hinchada. Adentro, sobre el césped, el equipo argentino comienza a dar una exhibición tal que a los seis minutos ya gana 1 a 0 con gol de Maxi Rodríguez, quien 35 minutos después marcaría el segundo. “Fuimos un equipo sólido y contundente. Jugando así, tenemos muchas chances de llegar a la final”, sostendría luego La Fiera, compañero de Hernán Crespo en las partidas de truco. La superioridad es tan grande que en algunos pasajes del partido la rubia diva se atreve a un bostezo, mientras que su pareja, el uruguayo Jorge Rama, aplaude a rabiar. E incluso Mauricio Macri, alguien que suele disfrutar con tranquilidad los partidos, se contagia con los cánticos y se atreve al “…¡que vamos a salir campeones otra vez / como en el 86!”.

Cerca de los 15 minutos del segundo tiempo la gente se ilusiona: José Pekerman hace debutar a Carlos Tevez, a pesar de que en la semana sufrió una descompostura, bajó casi dos kilos y no pudo estar en la última práctica. Y más tarde aplauden plenos cuando Messi, con esos botines blancos que llevan una dedicatoria hacia Diego, ingresa a la cancha.

En ese momento, la pantalla gigante devuelve primero la imagen de Maradona gritando por su heredero y, después, a Roberto Giordano con una enorme bandera ilustrada con el rostro del Apache. Desborda La Pulga rosarina, tira el centro y Crespo anota el cuarto a los 78 minutos: “Quiero volver a la concentración, ver el partido otra vez y festejar. Si fuera hincha, estaría como loco. Lástima que mucho no lo puedo disfrutar: ya mismo hay que pensar en Holanda”, dispararía Crespo, el goleador de Argentina, con dos tantos convertidos contando el anterior ante Costa de Marfil.

Cerca y emocionada, Natalia Oreiro (otra charrúa que alienta a nuestro Seleccionado), se abraza con Facundo Arana –viajaron a grabar escenas de Sos mi vida en la cancha–, cuando Tevez marca el quinto a los 84’, y sin saber lo que Carlitos diría tras ducharse: “Disfruté mucho el gol. Román me pasó la pelota, encaré al seis, se la punteé y le hice el caño. El otro defensor se confió en que yo no llegaba a la pelota, se la trabé, lo pasé y sólo me quedó acomodar la pelota contra el palo izquierdo del arquero. Esto es lo más lindo que me pasó en mi vida deportiva. Debutar en un Mundial y hacer un gol es increíble”. A esa altura, Marcelo Tinelli y su familia estaban afónicos por tanto grito. Igual que el gerente de Programación de Canal 13, Adrián Suar.

Y a los 88 minutos, el gol de Lionel que desata la locura. Los monitores de plasma colocados en la tribuna de prensa repiten una y otra vez la definición del delantero, que cerró un partido perfecto: “¡Y ya lo ve / y ya lo ve / es el equipo de José!”, se entona por primera vez en Alemania. Y uno de los más entusiasmados, Guillermo Francella, se abraza a su hijo Nicolás. Al final, todos se juntan en el bar móvil de Quilmes para celebrar una victoria que quedará en la historia. Y los chicos de Misiones, que trajeron una bandera de más de cincuenta metros, la despliegan en medio de la calle impidiendo el paso del tránsito, algo poco habitual en esta ciudad ubicada en el oeste alemán, mientras algunos policías intentan, de manera infructuosa, trasladar los festejos a la vereda.

Hay fiesta en Gelsenkirchen. Todo parece de color celeste y blanco y se escuchan gritos argentinos en la estación local del ferrocarril. Claro, varios esperan el próximo tren para trasladar la fiesta a Frankfurt, donde el miércoles Argentina y Holanda determinarán quién quedará primero en el grupo C. Pero ésa será otra historia. Hoy lo que importa, como dice Crespo, “es festejar. Si fuera hincha me quedaría hasta las cinco de la mañana saltando en una plaza”, finalizaba el delantero mientras, en las cercanías, muchos cumplían su deseo.

Volvió la ilusión, y los pibes de José lo saben. Por eso les dedican el triunfo a los hinchas argentinos que los alentaron desde adentro del estadio Arena Aufschalke.

Volvió la ilusión, y los pibes de José lo saben. Por eso les dedican el triunfo a los hinchas argentinos que los alentaron desde adentro del estadio Arena Aufschalke.

Javier Saviola desborda por izquierda y habilita a Maxi Rodríguez para que marque el primer gol argentino.

Javier Saviola desborda por izquierda y habilita a Maxi Rodríguez para que marque el primer gol argentino.

Carlitos Tevez encara a su marcador por izquierda: caño, gambeta y el quinto gol argentino.

Carlitos Tevez encara a su marcador por izquierda: caño, gambeta y el quinto gol argentino.

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