“El Gobierno perdió autoridad moral cuando decidió tener piqueteros amigos” – GENTE Online
 

“El Gobierno perdió autoridad moral cuando decidió tener piqueteros amigos”

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–¿Los argentinos podemos esperar un nuevo Kirchner a partir de los hechos de Santa Cruz, o dijo que “los muertos no tienen ideología” sólo porque el asesinato del policía Jorge Sayago a manos de activistas piqueteros sucedió en su provincia?
–Podemos analizarlo de dos maneras: en primer lugar, no debemos olvidar que el Presidente tiene una formación de caudillo provincial. Y los caudillos, históricamente, han disciplinado sus provincias a través de las fuerzas de seguridad. No puedo imaginar a Kirchner alejado o despreocupado de esas fuerzas en su provincia. Por otro lado, la policía, que se enfrentaba a un sector rebelde históricamente duro como los petroleros, estaba desarmada. Es evidente que hubo un cambio.

–El crimen de Las Heras fue algo anunciado: policías desarmados contra activistas con armas. Esta fatalidad iba a llegar en algún momento…
–Estos sectores saben detectar cuándo una policía está preparada o no. Pensemos por qué tanta violencia, la decisión de llegar a la comisaría y, según las últimas versiones, intentar incendiarla. La respuesta es porque sabían que no había elementos de contención por parte de las fuerzas de seguridad. Porque una cosa es el autoritarismo o la violencia desmedida, y otra es cumplir la necesaria obligación del Estado de brindar seguridad y paz interior.

–Vuelvo a su primera respuesta: a Kirchner esto no lo puede haber tomado de sorpresa, entonces.
–Bueno, si partimos de que Kirchner tenía información, entonces estamos en una situación de desmanejo e ineptitud enormes. Creo que, efectivamente, fallaron los servicios de inteligencia nacionales y provinciales. Esto no fue algo sorpresivo. Hacía 15 días que estaba planteada la medida de fuerza, y en un sindicato como el petrolero, repito, muy duro.

–Si Kirchner fue un caudillo provincial, y el actual gobernador Sergio Acevedo está hecho a su imagen y semejanza y hasta fue jefe de la SIDE en el comienzo de la gestión presidencial, deberían tener muy aceitados los servicios de información para estas circunstancias.
–Bueno, puede darse el caso de que todos los servicios de inteligencia estén muy preocupados por los opositores políticos o por lo que dicen o van a decir los periodistas, y no por lo que está sucediendo en los movimientos sociales más violentos.

–¿Esto es así?
–Y, si no tenían información de lo que podía suceder en esta ocasión, ¿en qué estaban trabajando los servicios de inteligencia? Bueno, a lo mejor dedicados a la oposición política o los periodistas. Porque en algún lugar deben estar trabajando…

–Cuando se incendió la Comisaría 24 de La Boca por parte del sector que lidera Luis D’Elía, se lo toleró. ¿Esto de Santa Cruz lo hará cambiar a Kirchner con respecto a la acción de los grupos piqueteros en general?
–No sé si ha hecho una introspección o una autocrítica de cómo ha manejado el tema piquetero. Pero sí es cierto que el Gobierno perdió autoridad moral cuando decidió tener piqueteros amigos. Y esos piqueteros amigos fueron los que incendiaron la comisaría de La Boca, los que bloquearon las estaciones de servicio de Shell, y un acto bastante violento contra la presentación de un libro de Ricardo López Murphy. Cuando el Gobierno quiere que los piqueteros adversarios o enemigos vuelvan a sus casas, mientras tiene a los piqueteros amigos para hacer trabajos que le sirven, pierde autoridad moral para poner orden en la calle. Esto de Santa Cruz tiene que hacerlos reflexionar: el orden tiene que volver también por parte de quienes están más cerca del Gobierno.

–Y encima, en vez de las acostumbradas declaraciones de los ministros, ¡salió a hablar D’Elía y dijo que había infiltrados por parte de las empresas petroleras! Quisiera suponer que en el Gobierno no piensan así, pero como muchas veces D’Elía dijo cosas en nombre de él…

–Lo que sucede es que cuando habla D’Elía uno tiene la impresión de que expresa una opinión oficial. Recuerdo los ataques muy duros que hizo contra Duhalde cuando todavía negociaban las listas para las elecciones. Uno suponía que era sólo D’Elía, pero luego se vio cómo terminó la relación. En este caso, el Gobierno cree que lo de Santa Cruz fue una conspiración, y pasa de la extrema derecha a la extrema izquierda, de la empresa a los sindicatos… Saben que hay una conspiración, pero no tienen los datos. Y así es muy difícil, porque luego llegan los datos de la realidad y tienen que encajarlos dentro de una idea previa, y debería ser al revés. Así que, quizás, D’Elía pueda estar expresando la idea de un sector del Gobierno, aunque no veo, en este caso, que sea la misma que tiene el Presidente.

–Más allá de D’Elía, ¿puede haber infiltrados en un lugar donde todos se conocen?
–A ver. Lo que pedían estos trabajadores –que tienen sueldos maravillosos comparados con los del resto del país– no era nada del otro mundo. Querían un reacomodamiento de obreros subcontratados, que piden pasar del gremio de la construcción al de los petroleros. Y también la suba del mínimo no imponible, que es una bandera que tienen los sindicalistas, de Hugo Moyano para abajo, porque les licúa todo aumento: se lo lleva la DGI. No eran planteos desesperados como para provocar un muerto. Pudo haber alguien, no de la empresa –víctima de este movimiento– ni de un sector de ultraderecha, que no tiene posibilidades. Sí de la izquierda paleolítica, que piensa: “Si a Kirchner le gusta moverse con grupos piqueteros afines, le vamos a mostrar lo que son los verdaderos piqueteros”, y por otro lado, lo quieren desafiar a reprimir. Pero todavía no hay información básica, como el calibre de la bala que mató a Sayago ni las casi 140 que impactaron en la comisaría de Las Heras.

–Es lamentable que no pueda haber un término medio y justo. No puede ser que un gobierno piense que la opción es represión salvaje o dejar hacer cualquier cosa.
–Es un debate que viene de toda la gestión de Kirchner. El desconfía de las fuerzas de seguridad. La policía, tanto la Federal o las provinciales, tiene muchos recursos para reprimir sin herir ni matar a nadie. Pero el Presidente sospecha que si libera a la policía va a tener muertos, como De la Rúa y Duhalde. El fantasma de ambos lo persigue permanentemente.

Tras el asesinato de Sayago –quien estaba casado y tenía una hija de un año y medio–, que ocurrió el martes 7 de febrero a las 3.30 de la madrugada, el Gobierno nacional trasladó a un grupo de Gendarmería a Las Heras (9.300 habitantes) para despejar la ruta 43.

Tras el asesinato de Sayago –quien estaba casado y tenía una hija de un año y medio–, que ocurrió el martes 7 de febrero a las 3.30 de la madrugada, el Gobierno nacional trasladó a un grupo de Gendarmería a Las Heras (9.300 habitantes) para despejar la ruta 43.

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