“El exceso de fama te vuelve loco” – GENTE Online
 

“El exceso de fama te vuelve loco”

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Qué te sirvo?
–Lo que tome usted.
–Dale, lo que vos prefieras.
–Un cortado, entonces. He ahí cuando, mientras el periodista aguarda que haga tintinear una campanilla, pegue un grito o llame a uno de los tantos bares que rodean su casa, lindante con la plaza Julio Cortázar, corazón de Palermo Viejo, ella camina hacia la cocina de su estudio de grabación hogareño, enciende la enorme pava “que traje de mi Uruguay”, toma un platito y una taza de porcelana y comienza a revolver cierto café en polvo que, de observarlo (súper espumoso) y probarlo (híper suave) cualquiera de los citados bares terminarían incluyendo en su carta de especialidades. Acto seguido, decide invitarnos a sentarnos en un sillón y pregunta si queremos comer “galletitas, un alfajor, masitas”... Nos negamos, agradecemos y desenfundamos el grabador. Se acomoda sin prisa en el piso, descalza, dentro de una pollera hindú color ocre y una camisola negra, y toma su copa de Coca Cola light. “¿Vamos con las preguntas?”, propone, dispone.

–Si no notáramos su pelo recogido, el maquillaje y los labios pintados al estilo Betty Boop, pensaríamos que Natalia Marisa Oreiro (31) aún no llegó a la entrevista.
–(Risas). Llegué, llegué... Recién terminé otra grabación de Amanda O.

–Pie ideal, puesto que acaba de estrenar tal personaje, el de una estrella adicta a su imagen, que se filma las 24 horas. Puertas adentro, admitámoslo de entrada, la presumíamos envuelta, al menos, en una bata colorada.
–Jaja. Amanda O no es Natalia O.

–¿Seguro que no se parecen en nada más allá de la “O”?
–En que ambas adoramos los chocolates y a los morochos. Después, en nada... por suerte.

–¿Suerte?
–Hablamos de una persona fóbica, manipuladora, fría, maltratadora, falsa, ególatra, morbosa. Yo, igual que cualquier humano, a veces engendro sentimientos de ira, envidia, rencor; sin embargo, los peleo, los aplaco.

–¿Respecto de una camarita registrándola el día entero no halla similitudes?
–Ninguna. Sería divertido para todos menos para mí. No he usado camaritas en eventos familiares ni vacaciones.

–Ejem... ¿Y para la intimidad?
–Ah, no, no (carcajada), tampoco. Ni siquiera hay fotos mías en la privacidad hogareña. No me va verme. Soy una mujer normal con una vida extraordinaria... Quizá semejante vida me llevó a convertirme en Amanda O.

–Explíquenos.
–Con la gente de Dori Media Contenidos empezamos a conversar dos años atrás. En la mesa de charla apareció un proyecto de internet. Por un lado me atraía lo distinto, una nueva plataforma de contenidos. Por el otro, la posibilidad de ingresar en un mundo desconocido para mí, ajena a la computadora. ¿Propuesta inicial? Mostrar la doble existencia de Natalia. Imposible. No me resultaba atractivo exhibir mi entorno ni que la gente supiera exactamente cómo soy. ¿Opción? Combinar la realidad de mi carrera y la ficción de una artista exitosa que cayó en sus garras.

–¿Usted no cayó en las garras de su carrera?
–No. Hay quienes derrapan, se drogan mal, acaban estrolados contra una palmera, no pueden procesarlo.

–¿Nombres?
–Olvídalo. El exceso de fama te vuelve loco y te hace explotar la cabeza. Las veces que tomé conciencia de la fama resolví abrirme, no incorporarla a mi interior. Aunque al principio costaba mantenerla a una saludable distancia. Regresaba de viaje y, aunque me lo pedía, a Ricardo (Mollo, 51, guitarrista y voz de la banda Divididos) no le mostraba los videos ni nada. Pasó un año y medio hasta que me animé. Se los puse y se sorprendió. Bueno, Amanda, popular actriz y estrella pop internacional, ama la fama a niveles enfermizos. Hasta que en medio de un suceso desagradable (roba una pulsera de diamantes, queda registrada en un video y los periodistas la abordan duros en los Golden Musical World) grita: “¡Sáquenme de acá! ¡No quiero ser yo! ¡Olvídense de mí!”. Acto seguido, cae y golpea la cabeza y su “deseo” termina cumpliéndose.

–Supongamos que mañana usted cae, golpea la cabeza y le desaparece lo conseguido. ¿Qué ocurriría?
–Salvo respecto al amor y los afectos, temas que me dolería al máximo perder, arrancaría de cero. Y creo que volvería a lograrlo.

–Fantasee qué cosas de diva perdería. ¿Qué cosas tiene de diva, Natalia?
–Ufff, un montón. Yo me siento diva subiéndome a 18 centímetros de taco y creyéndome Rita Hayworth al caminar la alfombra roja en una entrega de premios, y también me siento diva, glamorosa, ahora, en el suelo, relajada, contestando preguntas, pese a mi cansancio acumulado.

–¿Cansancio que la obligó a pedir que se postergara Alguien que me quiera, tira que Pol-ka planea para 2009 en Canal 13?
–Exacto. Vengo de un 2008 bravísimo, durmiendo cinco horas diarias entre la filmación de las publicidades de La Serenísima y Sedal, la conducción de Recurso natural, por Canal 7, el rodaje de Música de espera (junto a Diego Peretti y Norma Aleandro), los desfiles de Las Oreiro y las grabaciones de Amanda O, que incluyeron la canción de la cybernovela. Soy como Lolita Torres, que cantaba en sus películas. Ricardo me sugiere juntar los temas de Al ritmo del tango, El deseo, Amanda..., etcétera y lanzar mi tan pospuesto cuarto disco. “Es mucha mezcla”, le planteé. “Vos sos mucha mezcla”, me contestó.

–¿Además de “mucha mezcla”, es cara, Oreiro?
–Anotá que sí, cuando sé que del otro lado generará un importante resarcimiento económico. Lo del Canal 7 se trata de un sueldo simbólico, que destinaré a una ONG. En los proyectos independientes cobro lo mismo que mis colegas. Los emprendimientos empresariales tipo Las Oreiro transitan otro camino.

–Justito: usted, dueña junto a su hermana Adriana de la marca y el boom que despertó, ¿a quiénes considera las mujeres mejor vestidas de la Argentina?
–Elijo a aquellas que consiguen ponerse lo que las representa bien. Ejemplos: Dolores Fonzi, Leonora Balcarce, Leticia Brédice, Griselda Siciliani, Carla Peterson, Graciela Borges y Celeste Cid. Vi a Celeste vestida con ropa de Las Oreiro y, te juro, le quedaba mejor que a mí. Es una muñequita japonesa con cara occidental. A mí ese vestido no me lucía así. Disculpá: ¿cómo aterrizamos acá?

–Hablábamos sobre su agotamiento...
–Claro. Sufrí una bronquitis fuerte y padecí veinte días de fiebre, antibióticos incluidos. Me asusté y resolví parar el último día de diciembre.

–¿Mollo le pide que desacelere?
–Continuamente. Y lo escucho cada vez más. Me estoy convirtiendo en una mujer que sabe escuchar. Ahora necesito descansar el cuerpo y la cabeza. No deseo pisarme los talones cada segundo. Mínimo, me restan seis décadas por delante.

–¿Aparte de probables embarazos?
–¿Embarazos?

–¿Andan buscando?
–Eeeeeeh... No estoy buscando.

–¿Se cuida?
–Che, ya te contesté (resopla).

–¿Planea hijos o en realidad no entran en su agenda de prioridades?
–¡Lógico! ¡Sí! Muchísimos hijos. Muchísimos, tres.

–¿Ricardo espera y no opina? ¿Respeta sus fechas?
–Eso no te lo voy a contestar yo.

–¿Y el sexo?
–Perdón... ¿El sexo, qué?

–Sintetícenos qué representa el sexo para usted, según las encuestas generales, la rioplatense más ratonera de la actualidad.
–Para mí es muy importante tener ganas de todo. Me gusta devorarme las cosas. Y para el sexo, lo que debe movilizarte son las ganas de... Y a mí me encanta tener ganas de vivir y, obvio, en esas ganas entra el sexo.

–¿Pero vale todo en el sexo de pareja de Natalia Oreiro?
–Tampoco te voy a contestar eso. “Ponéle que mañana me golpeara la cabeza y desapareciera lo que conseguí; okey, arrancaría de cero. Y creo que volvería a lograrlo”, sostiene, convencida, la diosa montevideana.

“Ponéle que mañana me golpeara la cabeza y desapareciera lo que conseguí; okey, arrancaría de cero. Y creo que volvería a lograrlo”, sostiene, convencida, la diosa montevideana.

“De filmarme las 24 horas, sería divertido para todos menos para mí. No he usado camaritas en eventos familiares ni vacaciones. Tampoco, ojo, en la intimidad”.

“De filmarme las 24 horas, sería divertido para todos menos para mí. No he usado camaritas en eventos familiares ni vacaciones. Tampoco, ojo, en la intimidad”.

“El exceso de fama te vuelve loco. Las veces que tomé conciencia de la fama resolví abrirme, no incorporarla a mi interior. Aunque, al principio, costaba desviarla”

“El exceso de fama te vuelve loco. Las veces que tomé conciencia de la fama resolví abrirme, no incorporarla a mi interior. Aunque, al principio, costaba desviarla”

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