“El día que la fama me pese demasiado puedo volver a la peluquería” – GENTE Online
 

“El día que la fama me pese demasiado puedo volver a la peluquería”

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Sixto Javier Valdés Scull (50, “el Cuba”, la última estrella del firmamento televisivo del Zar MT) se sentó en el asiento de Cubana de Aviación, agarró el billete con la cara de Benjamin Franklin y pensó: “Con esto voy a tirar un tiempo”. Pero la ilusión duró poco. Es que, minutos después, a su lado se sentó un compatriota que lo bajó a la tierra: “Es una locura que te vayas a la Argentina en esas condiciones. Esos cien dólares te los vas a gastar en el taxi de Ezeiza a Buenos Aires”. Digamos que los ahorros de toda su vida podían esfumarse en los treinta y cinco kilómetros que separan el Aeropuerto del Obelisco.

–¿Entonces qué hiciste?
–Este cubano me invitó a ir con él a Junín. Me llevó a vivir a una pensión y empecé a vender ropa interior. Recorría la ciudad en bicicleta y a la gente le llamaba mucho la atención mi tonada. Por eso me iba muy bien con las ventas.

–¿Y la peluquería cuándo aparece?
–En Cuba yo les cortaba a mis amigos porque íbamos a un barbero que nos hacía desastres. No sé si me gustaba la profesión, pero lo vi como algo muy potable porque cortar pelo es algo que nunca se va a acabar: hasta los pelados se sacan la pelusa. Entonces empecé a hacer changas en una academia de peluqueros, a cambio de que me enseñaran.

–¿En qué momento comienza a sentirse el desarraigo?
–Al tiempo me fui a vivir a Buenos Aires y agarré trabajo como estilista. Digamos que al principio fue todo muy novedoso. ¿Sabés qué era lo que más me sorprendía? La cantidad de productos que había en los supermercados. Claro, una vez que pasa lo novedoso comienzan la añoranza, el desarraigo, todo lo que vivimos los inmigrantes. Es fuerte y ese es el precio que uno debe pagar.

ROPA NUEVA. Todos los domingos, los vecinos de ese balconcito que da a la calle Julián Alvarez sienten olor a ropa vieja. No es que su vecino, Sixto Javier Valdés Scull, no conserve la higiene de sus prendas sino que cocina uno de los platos más típicos de su tierra: “La comida es una de las costumbres que conservo y los domingos preparo ropa vieja con frijoles”. Hoy lunes, el Cuba viste una campera de cuero en tono celeste y jeans, zapatillas haciendo juego y una gorra que sigue las líneas de las que usaron los revolucionarios del 16 de Julio, aunque ésta con el innegable logo capitalista de las tres tiras. La gente se le acerca a cada paso y se saca varias selfies hasta que llega hasta la mesita de este café de la periferia de Palermo. “Es de no creer, pero hoy me cuesta caminar sin que la gente pare para saludarme”, dice sorprendido. Es que no hay dudas que su vida ha cambiado. Hasta hace unos días era el Jefe de Peluqueros de Ideas del Sur. Hoy es el último mediático modelo 2014. Y el combo fue más o menos el que rige la escena de la tele argentina de la última década. Marcelo Tinelli encuentra una historia que le llega a la gente y la sube a la pista del Bailando. ¿Esta? La de un cubano que deja su país y no ve a su hijo por ocho años.

La gente se identifica y el hombre se transforma en el nuevo fenómeno. Nace una estrella.

–¿Hoy vivís un gran momento, pero qué fue lo más difícil de estar lejos de tu país?
–Lo más duro fue vivir ocho años sin ver a mi hijo, mi semilla estaba allá. Pero vine sabiendo que si salía de Cuba podría abrir un panorama diferente para su futuro.

–Podría haberse enojado por tu partida.
–Yo siempre dije que estaba en su derecho de molestarse porque, entre comillas, lo abandoné, aunque siempre traté de estar presente. Sé que me perdí muchas cosas de su crecimiento, de su avance. Pero lo hice pensando en su futuro. Entendí que saliendo podía ayudarlo, contarle las cosas positivas y negativas del que vive dentro y fuera de nuestro país. Muchos cubanos que salen dicen cosas malas. El socialismo tiene cosas buenas y de las otras, igual que el capitalismo.

–No concidís con los que critican desde afuera…
–Especulan y no cuentan lo que cuesta irse. Por eso el cubano que está en Cuba piensa que el que está afuera está mejor. Es más costoso vivir afuera. Allá no estamos acostumbrados a querer crecer y acá no te queda otra.

–¿Cuánto tiempo tardaste en volver a tu país?
–Regresé a La Habana en 2007, ocho largos años después. Todavía tengo la sensación grabada del regreso. Hice escala en Cayo Coco. Cuando se abrieron las puertas sentí el salitre en la cara. Era una sensación que se me había olvidado. Fue lo primero que sentí.

–¿Cómo fue el encuentro con tu hijo Javier?
–Estaba al lado de su madre y no me di cuenta de que era él, me sorprendió su altura. En ese viaje me quedé 21 días, intensos, y no nos separamos ni un minuto. Empezamos a conocernos y nos gustamos mucho. Viste que a veces uno idealiza algo y después se decepciona. Pero aquí pasó todo lo contrario. Después comenzamos a hablar de la posibilidad de recuperar el tiempo juntos. Y al año viajé otra vez a Cuba, pero a buscarlo.

–¿Sentís nostalgia, el peso de la distancia?
–Yo decidí venir cuando murieron mis padres. Y cuando llegué acá me dije, tengo que insertarme en este país y disfrutar de sus costumbres porque si no, no estoy en ningún lado. Si vives con la añoranza del lugar donde te fuiste, nunca te acabas de adaptar al lugar que llegaste.

LA TELE EN RUSO. El Cuba es un hijo de la Revolución. Nació hace cincuenta años en el Barrio El Cerro de La Habana, “cuando empezaban a borrarse las últimas huellas del capitalismo”, y comenzaban a llegar los televisores Krim, esos que viajaron en barco de a miles desde la Unión Soviética. Frente a esas cajas cuadradas se sentaba varias tardes por semana a ver un ciclo que se llamaba Cine de ayer: “Nosotros nos criamos con el cine argentino. Veíamos a Mirtha Legrand, Tita Merello, Hugo del Carril, Carlos Gardel…”, recuerda el Cuba, que este fin de semana se sentó nada menos que en la mesa de una de las actrices que veía allá a lo lejos, en su infancia cubana: “Para mí fue una emoción porque Mirtha Legrand es una estrella en Cuba. Mi madre me contaba que era la gran referente de todas las cubanas. Todas querían tener el pelo como ella y ser rubias. ¡Hasta las mulatas! Para mí fue muy emocionante, me sentí muy bien”.

–¿Se acostumbra rápido uno a la fama?
–Por ahora disfruto de la exposición, pero no es algo que haya buscado, así que el día que ya no disfrute de esto me correré del centro de la escena y volveré a cortar el pelo. Por eso digo que nunca voy dejar mi oficio.

–Imagino que ya te estarán ofreciendo pagarte por presencias, una parte muy rentable del negocio…
–Los beneficios, bienvenidos sean. Pero tampoco es que voy a hacer 20 presencias por noche. No soy ambicioso, quiero que sea algo agradable. Es disfrutar, y lo que venga, bienvenido.

–Viviste treinta años bajo el régimen socialista: ¿Te acostumbraste al dinero, le tomaste el gusto?
–No, porque me entra por una mano y sale por la otra. No llega ni a calentarse en el bolsillo. Lo poco que tengo lo disfruto. Salgo a comer, a bailar, la pasó bien. Claro que tengo sueños. Hace tiempo que estoy pagando un auto, pero no lo pude licitar.

–¿Tenés más levante con la exposición?
–Oye, ¡con esta cara! Tampoco soy un Peter, que tiene una facha tremenda. Lo que noto es que la gente se acerca mucho. Siempre me tiran muy buena onda y eso también me satisface y me alegra. Por Twitter también me tiran muy buena onda.

–¿Soñás con volver a tu país?
–Es una situación difícil. La última vez me sentí mal porque la gente, mis propios amigos, ya no me ven como uno más. Lo hacen como el tipo que viene de afuera con otra ropa, otro olor, sin entender que uno se sacrifica para conseguir lo poco que tiene. Este país me aceptó sin discriminarme. Creo que encontré mi lugar en el mundo.

El estilista (y ahora bailarín) cubano pasea por Palermo con su perro Ander. <i>“Los argentinos me trataron muy bien. Encontré mi lugar en el mundo”</i>.

El estilista (y ahora bailarín) cubano pasea por Palermo con su perro Ander. “Los argentinos me trataron muy bien. Encontré mi lugar en el mundo”.

<i>“La fama no me trajo más levante ¡Con esta cara! Pero la gente se acerca mucho y eso me satisface y me alegra ”</i>

“La fama no me trajo más levante ¡Con esta cara! Pero la gente se acerca mucho y eso me satisface y me alegra ”

Sixto Javier (tal es el nombre del Cuba) en el trabajo que le da de comer hace más de diez años: el estilismo.

Sixto Javier (tal es el nombre del Cuba) en el trabajo que le da de comer hace más de diez años: el estilismo.

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