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El compañero de colegio de Ana Frank

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Albert Gomes de Mesquita fue al mismo colegio que Ana Frank y estuvo en su cumpleaños número 13 en donde le regalaron el famoso diario. De paso por Buenos Aires le contó en exclusiva a Gente sobre su experiencia durante el holocausto y compartió sus recuerdos de Ana. 

A los doce años Albert  comprendió el verdadero significado de “hacer silencio”. Si abría la boca, tenía que ser por algo que valía la pena. De lo contrario, el costo de que lo escucharan podía ser altísimo. “Me acostumbré a hablar muy bajito, a no pedir nada, a ser agradecido y no irritar a las personas. Si no cumplía con esas pautas, mi vida corría peligro”, agrega.

Hoy, este licenciado en Química de 87 años aún conserva el hábito de dialogar en voz baja. Hace apenas unos días viajó con Lamberta, su esposa, de su Amsterdam natal a Buenos Aires. Vino para asistir –entre otras cosas– al estreno de la obra El Diario de Ana Frank, que protagonizará Angela Torres en el teatro 25 de Mayo (avenida Triunvirato 4444, Villa Urquiza).

"Era una chica común y corriente: no llamaba para nada la atención”

La historia que une a Albert y Ana Frank se remonta a mediados de la década del ’30. Para esa fecha, los padres del muchacho decidieron anotar a su hijo en el colegio Montessori. “Allí conocí a Ana. Fuimos a la misma escuela, pero no estábamos en la misma clase”, explica. Y sigue: “Luego, durante el secundario, coincidimos en el liceo judío. Es que, con la llegada de los nazis, ya no podíamos ir a cualquier establecimiento: teníamos que ir a escuelas para judíos. Además, debíamos usar las estrellas de David amarillas y llevarlas puestas en nuestras ropas”.

¿Cómo recuerda a Ana? "Era una chica común y corriente: no llamaba para nada la atención”, dice él.

Ella, en cambio, se refirió a él en su célebre diario con estas palabras: “Albert Gomes de Mesquita es un chico que ha venido al colegio Montessori y que se ha saltado un curso. Es muy inteligente”.

“Los regalos estaban sobre la mesa en su living, entre ellos el diario"

Mesquita alguna vez conversó con Ana, pero no logra recordar ninguna charla puntual. Lo cierto es que la camaradería entre ellos existió, puesto que la joven lo invitó a la fiesta por sus trece años. “Los regalos estaban sobre la mesa en su living, entre ellos el diario. Había dulces, bebida y muchos niños. Comimos, conversamos y después nos proyectaron dos películas”, rememora Albert.

DOS CARAS DE LA MISMA MONEDA

Entre agosto de 1942 y mayo de 1943, la familia Gomes de Mesquita debió ocultarse de la persecución nazi. “Durante esos nueve meses no tuve contacto con el exterior. Luego, nos fuimos moviendo a pie hacia el sudeste. Pasamos por más de doce sitios y cinco ciudades: en algunos estuve un día, en otros un año”, relata Albert. Y sigue: “Yo tenía el cabello rubio y me lo oscurecía, para que no sospecharan que era judío”.

“En aquel momento había dos formas de esconderse” –explica– y señala dos puntos imaginarios sobre la mesa. “Una es la que llevaron a cabo los Frank: vivían ocultos, pero necesitaban que les proveyeran comida y otras cuestiones. La otra: alojarse en la casa de otra familia. Nosotros comenzamos del mismo modo que Ana, pero cuando ese método se volvió inseguro, optamos por la otra modalidad”.

"No es que extrañara algo, pero sí tenía una necesidad muy fuerte: deshacerme de la sensación permanente de miedo"

A propósito de su vida fugitiva, el hombre trae a colación una anécdota. “Una vez conté mi historia en un colegio primario y una niña me preguntó: ‘¿Qué es lo que más extrañabas mientras estuviste escondido?’. Ella esperaba que yo le respondiera: ‘Jugar con mis amigos en la calle’. Le contesté: ‘No es que extrañara algo, pero sí tenía una necesidad muy fuerte: deshacerme de la sensación permanente de miedo a ser descubierto y llevado por la policía’”.

A diferencia de Albert, Ana fue delatada, detenida por la Gestapo y llevada primero al campo de concentración de Auschwitz y luego al de Bergen-Belsen, donde murió de tifus a los quince años. “Nosotros no teníamos ni idea de lo que eran los campos de concentración ni lo que sucedía allí dentro. Nos enteramos después de la guerra”, dice Albert, que leyó por primera vez el Diario cuando tenía 19. “Yo también escribí algo, pero no lo publiqué. Hasta ahora sólo lo leyeron mis tres hijos. Es la manera que encontré para contarles lo que viví”. Y concluye: “Sobreviví, soy un sobreviviente. Creo que en un punto todos somos sobrevivientes de algo”.

por Flor Illbele

Albert Gomes de Mesquita a sus 87 años en el museo de ANa Frank de Buenos Aires (Superí 2647, Coghlan) Fotos: Fabián Mattiazzi y archivo Atlántida.

Albert Gomes de Mesquita a sus 87 años en el museo de ANa Frank de Buenos Aires (Superí 2647, Coghlan) Fotos: Fabián Mattiazzi y archivo Atlántida.

La reprodución del cuarto de Ana Frank (única en el mundo) y una foto de Ana escribiendo Fotos: Fabián Mattiazzi y archivo Atlántida.

La reprodución del cuarto de Ana Frank (única en el mundo) y una foto de Ana escribiendo Fotos: Fabián Mattiazzi y archivo Atlántida.

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