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El canto bar de Donald

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"La música y la playa son dos tesoros que me acompañaron a lo largo de toda la vida”, reflexiona Donald Clifton Mc Cluskey, archiconocido popularmente como Donald a secas, por todo aquel mayor de cuarenta años que seguramente escuchó y tarareó alguna vez una de sus tantas canciones inoxidables, que ya forman parte de nuestro acervo popular, como Tiritando, Siempre fuimos compañeros o En una playa junto al mar

A punto de cumplir los 70, con el pelo canoso pero cayendo sobre sus hombros como en los años de juventud, Donald nos enseña con entusiasmo el interior de Sucundum, el canto bar que inauguró en enero de este año en su barrio, San Isidro, más precisamente sobre la avenida Fondo de la Legua al mil, a metros de la Panamericana. “Este es el boliche que siempre soñé para cantar en familia”, no duda en afirmar Donald. Un deseo que concretó formando una sociedad parental con dos de sus cuatro hijos, Melody (41), profesional de las artes escénicas, y Patrick (36), quien se especializó en España en el gerenciamiento de proyectos gastronómicos. 

“Durante la década del ’90 ya tuvimos en familia una pizzería en el parador La Barra, Punta del Este. Se llamaba Las Olas y el Viento. Pero yo deseaba tener un lugar acá, para cuando no estoy de gira. Es más: mientras todo esto era aún escombros, imaginaba noches como ésta, junto a los seres queridos, la música, y las visitas –confiesa Donald–. Lo bautizamos Sucundum porque es una expresión –aunque muy acotada a mi música– que quedó grabada en la gente”, explica.

PORQUE SI, PORQUE NO. Minutos antes de que dieran las nueve de la noche del sábado, el local estaba aún vacío. Pero como si se tratara de una ola, repentinamente comenzó a llenarse de comensales, ocupando los cincuenta cubiertos disponibles. “En verano vamos a tener el doble de espacio, gracias a dos terrazas que inauguraremos. Por ahora, al mediodía se llena, ya que en la zona hay muchas oficinas. De noche, de jueves a sábados, también está repleto, porque la cena siempre viene acompañada de algún show, con artistas invitados o celebrando alguna fiesta popular étnica. Y bueno... No te voy a negar que a menudo agarro la guitarra y canto con Melody y a veces con Patricia (su hermana menor), que también se prende”, cuenta justo antes de pasar a escena para interpretar algunos de sus clásicos, acompañados a coro por la gente.

El decorado está dominado por instrumentos musicales, en especial guitarras y algunos ukeleles –aportados por sus otros hijos, Marina (39) y Miguel (32), radicados en Hawai, donde además ahora se encuentra de visita Verónica, la esposa del cantante–, muchas fotos y tapas ampliadas de revistas –una de GENTE de la década del ’70, época de su apogeo artístico–. También se destacan numerosos objetos que remiten al mar y la playa, por ejemplo tablas de surf. “Pocos saben que yo fui, con un grupo de amigos, de los primeros surfistas que tuvieron nuestras costas. Sentado con ellos en la playa compuse la canción Las olas y el viento, recuerda. 

–¿En qué pusiste énfasis a la hora de ambientar el local?

–Lo que más queríamos es hacer sentir a la gente que se trata de un emprendimiento familiar, donde confluyen los afectos, la comida sana y casera, y obviamente la música. Son todos elementos que unen a la gente.

–¿Qué devolución recibís?

–¡Fantástica! Vienen a cantar amigos... A veces me pongo a zapar yo. Al público le gusta visitarme y a mí me reconforta tocar de nuevo para ellos. No bien abrimos comenzaron a venir, y siempre vuelven. Pero ojo, no sólo por la música, ¡también porque cocinamos muy rico! 

Germán Heidel. Fotos: Francisco Trombetta

 

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