«El aliento de los argentinos me ayudó a ser campeón» – GENTE Online
 

"El aliento de los argentinos me ayudó a ser campeón"

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Son las cuatro de la tarde del sábado 25, y el Alamodome, un gigante del
tamaño de la cancha de River pero techado, se encuentra casi desierto. Apenas se
ven miembros de organización de la NBA preparando la fiesta de los San Antonio
Spurs que estallará dentro de seis horas; corren de aquí para allá con sus
remeras blancas, con la palabra champions estampada en negro junto a las
espuelas (eso significa spurs) en plateado reluciente. De pronto, por el
túnel que desemboca hacia la parte trasera del estadio, se recorta el flaco
metro 98 de Emanuel Ginóbili. Tom James, jefe de prensa del equipo, comenta en
tono de broma: "Ahí viene. ¡Qué milagro, por una vez temprano! Tienen suerte".

Hace menos de un día que consiguió su segundo trofeo de la NBA. Se sienta;
mejor dicho, se desploma. Tiene todos los dolores en el cuerpo, pero la sonrisa
sigue fija, clavada en ese rostro como cuchillo. La serie al mejor de siete
partidos frente al campeón anterior, Detroit Pistons, fue durísima y dejó
huellas… sobre todo las que marca la alegría. Recién en el séptimo choque la
balanza se inclinó para el equipo de Texas: 81 a 74, 4 a 3 en el global, ahora
sí tiren papelitos, y la planilla del argentino que reza: 23 puntos, 5 rebotes y
4 asistencias en 35 minutos de juego. Entonces, Manu ya es campeón del mundo,
según la particular visión que tienen los norteamericanos de los deportes que
dominan, como el básquet. Pero, Manu viene con yapa: también fue el mejor, con
la camiseta argentina, en los Juegos Olímpicos de Atenas, y eso sus compañeros
(sean norteamericanos, eslovenos o franceses), no lo tienen.

Ginóbili saluda, se prepara para la charla, y reconoce: "Estoy cansado,
pero feliz
".

-¡Como para no estarlo! En apenas tres años de NBA ganaste dos anillos.
Pero además, por apenas dos votos no fuiste MVP (Most Valuable Player), el mejor
jugador de la final.
-En realidad fue por un solo voto, porque si alguno votaba por mí,
empatábamos cinco a cinco con Tim (Duncan) y hubiésemos sido los dos MVP. Es
increíble, todavía no puedo entender cómo se dio esto… La verdad, me hubiese
encantado haberlo ganado con él. Distinto habría sido si lo ganaba yo solo: no
hubiese sido merecido ni justo. Tim es el mejor jugador del mundo, nos dio el
empujón que necesitábamos para remontar el juego.

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¿Frase de ocasión? ¿Humildad estudiada? No, no, no… Quizá una jugada defina a
Ginóbili: a segundos del final, ya casi probándose el anillo de campeón, recibió
una pelota de su compañero Bruce Bowen, y encaró el aro de Detroit. Libre de
marcas, podría haber volcado y enterrado la naranja, inventado una jugada para
levantar al estadio entero y algo más: ponerse a tiro del goleador del partido
junto a Tim Duncan. Todo eso, sí. Pero no. Manu volvió sobre sus pasos, siguió
haciendo rebotar la bola, y así, dribbleando, trazó un giro hasta la
media cancha para que el reloj del tablero siguiiera su marcha. En una sola
jugada, demostró por qué lo quieren tanto sus compañeros y su entrenador, Gregg
Popovich: primero el equipo, después los jugadores (o sea: después yo). Y así,
parece, llegan los éxitos. Ahora, la pregunta es: ¿Cómo hizo para darse cuenta
de todo eso en un par de segundos, con las pulsaciones a mil, con el estadio
ensordeciendo…?

-¿En ese momento, cómo se puede tener la cabeza tan fría?
-Al contrario, la tuve fría para hacer lo que hice. Lo importante era
consumir segundos, tiempo. Además sabía que, tarde o temprano, me iban a cometer
foul. Y me tenía fe para convertir los dos libres, como ocurrió…

-¿Esta serie fue lo más difícil que te tocó jugar?
-Fue muy complicado, muy complicado. Ellos son un equipazo, jugaron muy
bien. Pero nunca es fácil llegar a la cima. Los Juegos Olímpicos fueron
difíciles, mi primer campeonato en Italia también… Uno piensa que lo más difícil
siempre es lo último que le tocó jugar, pero eso lo sabré dentro de unos años.

-¿Cómo dormiste la noche anterior al séptimo partido?
-Muy bien. Nunca tengo problemas para dormir. Claro, por dentro, siempre hay
una cosquillita. Lo peor son las cuatro horas antes del partido. Ahí me puse
ansioso, porque hay que llegar, cambiarse, se canta el himno, la charla técnica…

-Pero ustedes, aunque se jueguen una súper final, no concentran. ¿Cómo te
pudiste enfocar tanto estando en familia?
-Al contrario, estar con mi familia me ayudó. Si uno está con el equipo todo
el tiempo -comiendo con ellos, durmiendo con ellos, hablando de la final- bueno,
por ahí se hace eterno. En cambio así, jugué al pool, a las cartas, miré tele…

-¿A las cartas? ¿Un truco antes de la final?
-Noooo… Chinchón.

-Y antes de apoyar la cabeza en la almohada, ¿con quién fue la última
charla, donde se habla de la importancia de lo que se viene…?
-No, con mis padres, mis hermanos o mi mujer no hablo de básquet. Eso lo
dejo para cuando estoy con mis compañeros de equipo.

-Tu papá fue jugador, técnico y ahora presidente de Bahiense del Norte; tu
hermano Leandro empezó allí, y ahora juega en Conarpesa, y el otro, Sebastián,
es figura en Libertad de Sunchales... ¿Cómo hacen para no hablar de básquet?
-Sí, claro, ni hablar. Pero fuera del equipo no suelo hablar de básquet.
Porque los que estamos y vivimos la temporada, los que sabemos lo que tenemos
que hacer, somos los del grupo de jugadores. Y por más que me puedan decir cosas
que ayudan, mi cabeza, en ese sentido, funciona con lo que charlamos en los
entrenamientos.

-¿Con quiénes tenés más confianza dentro del equipo?
-Con Tim, con Tony (Parker) y con Bruce (Bowen), y por supuesto con los
entrenadores.

LA MEJOR HINCHADA. En el Alamodome -que para el básquet se cierra a la
mitad, dejando su capacidad en 34 mil espectadores- y cerca de Manu, están sus
padres, Jorge y Raquel, sus hermanos Leandro y Sebastián, su mujer, Marianela, a
quien todos conocen aquí como Manny. Su papá cuenta que el día del partido
decisivo almorzaron todos juntos, "pastas, como siempre que hay juego, y
agua. Después, lo dejamos solo, nos apartamos. Recién nos juntamos a las cuatro
para venir al estadio
". Su madre, que no mira los partidos, esta vez no se
pudo contener. "Faltando 22 segundos me metí en la cancha, no aguanté.
Además, el año pasado no vine, y perdieron. Esta vez me pidió que estuviera acá,
y me arriesgué… ¡¿Sabés lo que es Manu cuando pierde?!
". Quizás, después de
todo, sea Marianela quien tiene la clave del éxito de este año: "La idea de
que se dejara el pelo largo fue mía, sí. Cuando vino de los Juegos Olímpicos se
lo pedí, y probó… Creo que no se lo corta nunca más
".

Ya hay algunos jugadores en el estadio, con sus familias, esperando la
partida hacia el paseo triunfal por el Riverwalk, el centro histórico de San
Antonio. Y llega la vedette: el trofeo Larry O'Brien. ¿A manos de quién va a
parar? De Ginóbili, claro, que lo toma -como a un bebé- para las fotos que hará
tras la charla.

-Uno te ve tan tranquilo… ¡y sos uno de los únicos tres jugadores de la
historia en lograr el anillo de la NBA y la medalla de Oro en los Juegos
Olímpicos en la misma temporada! ¡Un mérito que sólo compartís con Michael
Jordan y Scottie Pippen…!
-Sé que no es fácil de hacer… sobre todo no es fácil que Estados Unidos no
gane el Oro (ríe). Son hechos históricos, siempre se empiezan a revisar
estadísticas. Pero no estoy pendiente de esos números. Tuve mucha suerte que se
dio en la misma temporada, pero te juro que si se me daba con una diferencia de
años, me ibas a encontrar igual de contento.

-¿Ya soñás con seis anillos, como tienen Jordan o tu compañero Horry?
-Va a ser muy complicado. Jordan empezó a ganar a los 23 años, yo tengo casi
28. A Tim y a mí nos quedan cinco años de contrato, a Tony seis, por mencionar
la base del equipo. Creo que podríamos ganar dos campeonatos más. Pero ganar
seis… sería soñar demasiado.

-Hoy, hablando con un periodista norteamericano, me dijo que lo primero
que les sorprendió no fue tu forma de jugar, sino que un argentino jugara tan
bien al básquet.
-Sí. Acá y en varios países tienen la idea de que los argentinos sólo
jugamos bien al fútbol. Pero fijate que hoy tenemos grandes jugadores de tenis y
de básquet, y de otras disciplinas. Es un gran momento del deporte argentino.

-¿Las puertas de la NBA se abrieron definitivamente para los argentinos?
-Totalmente. No es una utopía que el año que viene haya dos jugadores más.
Te diría que es un hecho. (Luis) Scola y (Fabricio) Oberto tendrían que estar
jugando ya. Es que el básquet está creciendo en todo el mundo. Y después del
subcampeonato que logramos en Indianápolis, nos empezaron a mirar con otros
ojos.

-¿Podemos pensar en que, alguna vez, tengamos un partido de pretemporada
de NBA en Buenos Aires?
-¿Por qué no? En Buenos Aires es factible. El problema es la
infraestructura. El Luna Park es el estadio más importante, pero tiene
muchísimos años. Mirá esto… Me dijeron que planean construir un nuevo estadio en
Buenos Aires. Si se termina, hay muchísimas posibilidades.

-Todos te ubican en el Olimpo de nuestro deporte. ¿Dónde te colocás vos?
-Yo no viví lo que fue el fenómeno Vilas, ni tampoco el furor de Monzón.
Sólo sé qué fue Maradona: el más grande. Ni siquiera vivo lo mío, porque no me
podría ubicar a mí mismo. Que lo diga la gente, en todo caso.

-En Bahía Blanca, mientras se jugaba el partido, alguien dijo: "Vamos a
ganar, porque somos locales
". ¿Te sorprende el nivel de identificación que
existe entre los argentinos y un equipo que está a ocho mil kilómetros de
distancia?
-Los argentinos vivimos estas finales con el corazón, lo sabemos. Sé que el
aliento de los argentinos también me ayudó a ser campeón. Nuestra pasión es
inigualable. ¡Me imagino lo que habrá sido! Deben haber sido todos técnicos; de
la noche a la mañana, todos se habrán vuelto expertos en básquet. Pero que la
gente hable de básquet con la misma pasión que el fútbol me pone muy orgulloso.

-¿Y cómo sos vos cuando mirás otros deportes?
-Igual que cualquier argentino: un técnico más, obvio (sonríe).

-Ahora, después de la clínica que harán en Buenos Aires y Bahía, tenés
vacaciones. ¿Qué hacés: playa, montaña… o Bahía Blanca con la familia y los
amigos?
-Bahía es mi sede (ríe)… Después de estar tanto tiempo fuera, me encanta
estar con mis amigos, que son los de siempre. Claro que justo mis vacaciones
llegan cuando en la Argentina es invierno, y en Bahía ahora deben hacer como 200
grados bajo cero. Así que alguna escapada me haré a un lugarcito más cálido,
pero no tengo nada planeado.

-Hablando de planes, ya sos súper campeón de básquet… ¿ahora se viene el
Ginóbili papá?
-Ehhh… pronto, pronto va a pasar. Claro que quiero ser papá. Pero con mi
mujer tenemos tiempo. Ella va a cumplir 23 años, y cuando tenemos un día libre,
nos gusta viajar, no estar dependiendo de un bebé. Es algo espectacular, pero
también complicado. Así que vamos a esperar un tiempito más…

IT'S SHOW TIME. Lentamente, el estadio se comienza a llenar. La gente
no lo puede creer: a metros, nomás, está Manu, su ídolo. En el grabador, casi
pisando las palabras de Ginóbili, se imprimieron los "¡¡¡¡Manuuu!!!!" que
gritan sus fans…

-En Buenos Aires, Maradona no podría caminar por la calle. ¿Cómo es acá,
en San Antonio, con vos?
-En épocas de playoffs es imposible; la gente tiene una revolución interna,
el fanatismo es impresionante. Durante la temporada es un poco mas tranquilo,
así que puedo salir.

-¿Es muy loco trazar un paralelo entre tu San Antonio y el Nápoli de
Diego? Mirá: están alejadas de los principales centros de poder, tienen un
equipo que es, en todo sentido, el orgullo de la ciudad…
-Hmmm… No sé cómo sería Nápoli cuando llegó Diego, pero San Antonio había
salido campeón antes de mi llegada. Creo haber ayudado a hacerlo mejor, a pelear
más arriba. Pero lo de Diego es incomparable. Cuando jugué en Italia tuve la
suerte de hablar con napolitanos -jugadores, mozos, taxistas-, y las historias
que cuentan sobre Diego son impresionantes. Así que si acá algún día cuentan la
mitad de eso, me muero de alegría.

-Por empezar, ya le pusieron Ginóbili a un chico.
-Sí, no lo podía creer, y me dijeron que hay más de uno, es muy loco.

-Y al tuyo, ¿le pondrías Duncan?
-Bueno, Duncan es un nombre también, pero no pegaría con mi apellido.

-¿Rezás antes de entrar a la cancha? ¿Creés en Dios?
-Soy agnóstico.

-¿Y a qué o a quién te encomendás para salir a jugar?
-Al laburo, al talento, y a lo más importante: a que salga bien el trabajo
en equipo.

Sábado 25, a media tarde, Emanuel Ginóbili posa en el Alamodome con el trofeo de la NBA, unas horas antes del festejo oficial en el estadio de los Spurs

Sábado 25, a media tarde, Emanuel Ginóbili posa en el Alamodome con el trofeo de la NBA, unas horas antes del festejo oficial en el estadio de los Spurs

Ahí están Manu y todos sus compañeros, desatando su euforia en la noche del jueves 23. Los Spurs acaban de vencer a los Detroit Pistons 81-74 en el séptimo partido de los <i>play Foz</i>. Hacía once años que la serie no llegaba al último partido.

Ahí están Manu y todos sus compañeros, desatando su euforia en la noche del jueves 23. Los Spurs acaban de vencer a los Detroit Pistons 81-74 en el séptimo partido de los play Foz. Hacía once años que la serie no llegaba al último partido.

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