«Después de una infancia difícil, aprendí a ser feliz con las cosas más simples» – GENTE Online
 

"Después de una infancia difícil, aprendí a ser feliz con las cosas más simples"

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En ciento un días, la vida de Grisel Pérez Ponce se transformó en un cuento de hadas. Pasó del anonimato de su casa en Godoy Cruz, Mendoza, a las pasarelas de moda y las luces de Buenos Aires. El destino -que muchas veces le fue esquivo- le mostró la mejor cara. Atrás, como sepultada en el pasado, quedó una infancia áspera, carente de juguetes, lujo y confort en la villa Las Tablitas. Hoy su metro setenta y cuatro, sus 57,5 kilos y sus contornos casi perfectos (87-62-95) juegan entre las sábanas blancas de una habitación en un hotel cinco estrellas de Buenos Aires. Aunque sus piernas lucen algunas cicatrices de golpes y cortes de la niñez, sus manos arregladas, su rostro (apenas maquillado) y su peinado de peluquería muestran que Grisel es una futura modelo top. El martes 26 de marzo, en el salón principal del Alvear Palace, su nombre sonó como la ganadora del concurso Super M 20/02. Esta mendocina de 18 años se impuso a las 3.500 aspirantes y ganó el premio máximo: un año de contrato con la agencia de Ricardo Piñeiro, un auto 0 kilómetro y un crucero por el Mediterráneo. Firmó acuerdos publicitarios con Ona Sáez, Staff Cerini y By Deep. Y otras tantas marcas revolotean alrededor de esta promesa.

El día después, sus rasgos tienen huellas de una noche agitada. A su lado, su mamá Mónica (41) y su hermana Joselí (16) comparten su alegría y se transforman en sus asistentes personales. Atienden los celulares y a coro anuncian que del otro lado del teléfono un productor quiere concertar una entrevista con la ganadora. Grisel abre grande sus ojos castaños y aprieta los labios. "Otra nota, otra entrevista, otra vez hablar de mi vida", pensará en voz alta. Dos horas después, con la voz ya desafinada, pide un té con miel y se toma un recreo para hablar con GENTE:

-¿Esta fue tu primera vez en Buenos Aires?
-Sí, un sueño que hasta hace poco parecía tan lejano. Cuando conocí el Parque de la Costa sentí que estaba en Disneylandia. Cuando lo veía en Mendoza por televisión, creía que era imposible de visitar.

-Y ahora, modelo, futura top model…
-(Risas). No puedo creerlo. ¡La cantidad de fotos que te sacan! Nunca imaginé que detrás de cada nota había tanto laburo. El que está del otro lado piensa que es algo sencillo que se hace en un rato. Pero una de las cosas que aprendí es que la mayoría de los medios son superprofesionales.

-¿En qué pensaste el martes cuando Ricardo Piñeiro anunció que eras la ganadora?
-Pensé en Ezequiel, Joel, Karina y Jaqueline, mis otros hermanos que no pudieron venir a Buenos Aires. Como en casa no tenemos videocable, no pudieron verlo en directo. Pero después me contaron que llamaron a un amigo a Buenos Aires que les iba relatando lo que pasaba. Siempre me apoyaron y gracias a ellos pude cumplir este sueño.

-¿Cuándo empezó este sueño del que hablás?
-Hace dos años, cuando tenía 16, me presenté a un concurso en Mendoza, gané y enseguida me convocó una agencia . En mi provincia hice algunos desfiles y una publicidad para una casa de cuero. Después, la misma agencia eligió a diez y el sábado 15 de diciembre de 2001 vinimos a Buenos Aires a la convocatoria de Super M.

-Eran 3.500 chicas. ¿En algún momento se te cruzó por la cabeza que podías ganar?
-Jamás lo imaginé. Lo único que quería era pasar a la segunda etapa y estar entre las 350. Después, todo lo que viniera atrás sería un regalo de Dios…

Su pasión por la química hizo que cursara el secundario en un colegio industrial. Sólo le queda el último año, y aunque sabe que ahora será difícil completarlo, no se resigna: "En cuanto me acomode, voy a buscar un colegio. Quiero recibirme y empezar la carrera de nutrición. Mi vida no va a pasar únicamente por las pasarelas". Hoy, mientras busca un departamento para vivir junto a su amiga Carina Monteleone -otra de las finalistas-, ocupa su tiempo libre leyendo El Alquimista, de Paulo Coelho, y la Biblia: "Siempre le rezo a Dios para que me ayude a no cambiar y a no olvidarme de quién soy y de dónde vine".

-¿De chica vivías en una villa de emergencia?
-Sí. Mi infancia fue muy dura. Cuando yo tenía siete, mis padres se separaron y mamá tuvo que salir a trabajar. Me acuerdo que consiguió un trabajo, que le llevaba muchas horas, en una fábrica de tomates. Entonces mi hermano Ezequiel, que tenía 10 años, se tuvo que hacer cargo de nosotros. A esa edad, íbamos solos al colegio, cocinábamos, limpiábamos la casa y cuando la plata no alcanzaba, salíamos a trabajar. Junto a mis hermanos, íbamos a un supermercado y hacíamos el trabajo de changarines. Guardábamos en las bolsas la mercadería que la gente compraba y se la acercábamos hasta el auto o hasta la casa. Primero empezaron los varones, cuidando autos. Después mi hermana y yo hablamos con el dueño y nos dejó hacer este trabajo a nosotras. Con esa plata comprábamos comida y ayudábamos a mamá con los gastos de la casa.

-Creciste de golpe…
-Sí, pero eso nos sirvió para ver las cosas desde otro lugar. El hecho de haber sufrido tantas necesidades de chica, te hace más fuerte en la vida y aprendés a ser feliz con las cosas más simples. Aunque vivía en una casa de barro y de un solo ambiente, era feliz cuando un domingo estábamos todos juntos comiendo un asado. Lo único que voy a lamentar toda la vida es la ausencia de mi padre.

-¿Nunca más volviste a verlo?
-Muy pocas veces. Al principio venía a visitarnos, pero después se juntó con una mujer y nunca más se acordó de nosotros. A veces pasaba un año y no le veíamos la cara. La mujer le llenaba la cabeza y le decía que si iba a casa era para ver a mamá y no a nosotros. Muchas veces lo fuimos a visitar y no nos abrió la puerta. Ahora, antes de venir al programa, se acercó y nos dijo que quería que las cosas cambiaran. Creo que entendió que nosotros también lo necesitábamos.

-¿Qué fue lo peor que te pasó?
-El tema de no tener a papá. Muchas veces él venía y nos decía que tal día iba a volver y después pasaban meses y no aparecía. Nos dejaba una moneda de un peso y nos dibujaba una sonrisa… Pensó que la plata nos iba a hacer feliz, pero se equivocó. Teníamos necesidad de verlo. Yo no le echo la culpa de nuestra condición económica; creo que si él no se hubiera separado, nosotros de todas formas habríamos sido pobres. Hay muchas cosas que sólo te las puede dar un padre y eso es irremplazable, no hay plata que lo pueda comprar.

-Y se dio vuelta la taba: en un país con alto índice de desocupados, vos conseguiste tu mejor trabajo.
-Es increíble, pero es así. Hace poco fui a Mendoza de vacaciones y me puso muy triste ver todo tan apagado. Este premio lo tomo como una recompensa para mi familia. De ahora en adelante voy a hacer lo imposible para que no les falte nada. Por eso tengo que cuidarme mucho, porque esta profesión así te lo exige. Lo principal es una buena dieta combinada con ejercicios.

-Ahora que sos una modelo, ¿se te acercaron muchos hombres?
-Algunos viejos amigos se acordaron de mi teléfono (risas). Es más, cuando fui a Mendoza antes de las vacaciones, un chico se me acercó en el aeropuerto y resultó que era un vecino. Después salimos a la noche, pero no pasó nada porque tenía que volver para la final. Por ahora estoy solita y quiero disfrutar de esto que me pasa con mi familia.

-¿Estás viviendo un cuento de hadas?
-Sí. Mucha gente que me conoce relaciona mi historia con la de gente como Diego Maradona y Palito Ortega. Gente que no tenía nada y llegó lejos…

-O podría ser la vida de la Cenicienta
-Esa es otra de las posibilidades. ¡Sólo me falta encontrar a mi príncipe azul!

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